Carta Magna, su emblema.

Palabras de José Antonio Primo de Rivera, jefe de Falange Española de las J.O.N.S

"La noticia de que José Antonio Primo de Rivera, jefe de Falange Española de las J.O.N.S., se disponía a acudir a cierto congreso internacional fascista que está celebrándose en Montreaux es totalmente falsa. El jefe de Falange fue requerido para asistir; pero rehusó terminantemente la invitación, por entender que el genuino carácter nacional del Movimiento que acaudilla repugna incluso la apariencia de una dirección internacional. Por otra parte Falange Española de las J.O.N.S. no es un movimiento fascista; tiene con el fascismo algunas coincidencias en puntos esenciales de valor universal; pero va perfilándose cada día con caracteres peculiares y está segura de encontrar precisamente por ese camino sus posibilidades más fecundas".

lunes, 23 de noviembre de 2009

Hedilla, Franco y el decreto de unificacion. (parte final).Continuacion.

Las estatuas de Franco y José Antonio



Por Miguel Hedilla y de Rojas

Efectivamente, no es de recibo quitar estatuas que representen parte de nuestra historia, ya sea de buenos o malos de la misma. De acuerdo a esa regla habría que quitar varias más, tal vez la mayoría, y nos meteríamos en un círculo vicioso, destrozador de estatuas y otros monumentos. Me estoy refiriendo a la de Franco. Luego escribiré sobre la de José Antonio y su estatua de Guadalajara.

Por cierto escuché la otra noche en Televisión Española, una encuesta rápida que hicieron a propósito de la retirada de la estatua de Franco. Una chica joven, no tendría mas de 20 años, contestó: No creo que ningún político se merezca una estatua. Sabia respuesta, así no habría luego que derribarlas.

Sin embargo siempre hay peros que valgan (para derribar). No está de más el que en la Web de Falange Auténtica se expongan posturas de alguna manera incorrectas. Aquí va la mía.

A mi me dio un regustín interesante, e importante, cuando quitaron la de Franco, vamos que me alegré un montón. Mi postura no es la buena, lo sé, ni probablemente la políticamente oportuna, pero insisto, me lo pasé pipa viendo al sátrapa bajado de su pedestal por una grúa, y a caballo. Cuando lo comparé a Sadam Hussein, vamos a sus estatuas, derrumbadas al llegar los yanquis a Bagdad, la satisfacción fue casi pecaminosa.

No se si Pinochet, el dictador chileno, tenía estatuas. Por lo tanto no sé si se ha derribado alguna, pero también pensé en ello, y mira por donde me hubiese gustado de ser así, el vivirlo.

También me acordé de un monumento a Fernando VII, el Deseado, que tenemos en Madrid. Para más señas en la c/ Toledo, a la izquierda, en una placita que hay unos trescientos metros antes de llegar a la Puerta de Toledo. Cuanto me gustaría que la derribasen. Un Rey “felón” con un monumento en Madrid, un Rey traidor a su patria, a su padre, a su familia, a la villa de Madrid, a los españoles, que tanta sangre derramaron por él; y a quién se le pusiese por delante. Y ahí lo tenemos, con monumento en la capital.

No. No se crea nadie que esto es personal, podría serlo pero no lo es. Sobre todo es conciencia.

No se trata que se cargase y tergiversase a la Falange, que también, se trata de que representa todo lo contrario de lo que la Falange Auténtica quiere: Libertad, Democracia, Justicia Social, Patria. Él nos trajo dictadura, sometimiento, injusticia y patrioterismo barato. Tonto no era, eso sí, pero que menos, como castigo indoloro, que derriben su estatua.

Y ahora voy con la de José Antonio. La tenían que haber quitado antes. Es más la teníamos que haber quitado los de la Auténtica de los setenta. Mira que quitamos cosas, yugos y flechas a la entrada de los pueblos y ciudades, fotos de las estaciones de metro, y otras cosas que no vienen al caso, pero ésta se nos pasó.

El José Antonio de Guadalajara no es el nuestro, es el de Franco, prostituidor de la Falange, creador de un híbrido llamado Movimiento Nacional, manipulador de su pensamiento, de sus principios, el que orló su régimen, para mayor escarnio, con nuestras camisas azules, riéndose de todos los falangistas de buena fe. En definitiva el que creó un José Antonio falso y de pacotilla, simple, guaperas, superficial y casi un arcángel. Ese Franco que lo derrumben y a su José Antonio con él, que no es el mío.

El José Antonio en el que yo creo seguro que no hubiese colaborado con la dictadura. Habría luchado contra ella y contra todo lo que representó. Era un hombre joven e idealista, que quería para España algo tan simple y a la vez tan difícil como la patria, el pan y la justicia. Que plasmó unas líneas maestras de pensamiento y acción, que quería la dignidad para todos, que deseaba perdón, misericordia y reconciliación. Dio su vida por todo ello y murió como un valiente. El de Franco murió en la cama, junto al “caudillo”. ¿Caudillo de qué y de quiénes?, ¿de los falangistas auténticos?, ¡¡anda ya!!.

Perdóneseme el que broten de mí estos sentimientos y razones, perdóneseme porque mi corazón sea hoy más fuerte que mi cabeza. ¿Será por eso de que el corazón tiene razones que la razón no entiende?....

¿En que estaba?, ah, sí. En que no hay que derribar estatuas de los próceres del pasado, son parte de nuestra historia y haciéndolo no vamos a hacer que ésta cambie…… en que tenemos que asumirla, la historia, y mirar hacia adelante y no hacia atrás, en que…….

Cierra España.

Hedilla, Franco y el decreto de unificacion. (parte final).



Cierra España.

Hedilla, Franco y el decreto de unificacion.13ª parte.

CARTA DE MANUEL HEDILLA A FRANCO EL 27 DE MARZO DE 1946


Exmo. Sr: Don Francisco Franco Bahamonde

Jefe del Estado Español.

Madrid.

Exmo. Sr:

Respetuosamente me dirijo a V.E. para exponerle mi situación, confiando en su reconocido espíritu de justicia y en su bondad que no desdeñará enterarse de mi exposición y que resolverá según el dictado de su conciencia cristiana.

Mi actitud en determinada circunstancia de hace nueve años se juzgó delictiva. Yo he creído siempre que sólo podía juzgarse equivocada, pues creo delante de Dios, que ha de ser mi juez, que tengo la conciencia limpia de todo delito, y jamás nadie podrá acusarme de falta de patriotismo ni de haberme movido por fines por fines perversos. Apelo a la caballerosidad indiscutible de V.E. que un día dignó hacer elogio de mi honradez intachable, cuando tantos se movían alrededor de V.E: por estas pasiones y apetitos desordenados.

Peor ahora no pretendo excusar mi actuación de aquel tiempo. Me resuelvo dirigirme a V.E. en vista de la generosidad con que han sido perdonados tantos malos españoles que no sólo estuvieron lejos de nuestros ideales, sino que lucharon por hundir España en la ignominia y para desterrar de ella el nombre de Dios y el recuerdo de su grandeza.

En verdad siento grande amargura al ver que tantos que fueron traidores a España y enemigos de los santos ideales de la Cruzada hayan sido perdonados, en virtud de una política verdaderamente humana y cristiana, y que yo, que he sentido como pocos nuestros ideales y he amado intensamente a mi Patria, me vea todavía sometido a una dolorosísima sanción.

Si mi pertinacia en una actitud que V.E. juzgó reprensible, merecía un castigo, yo me atrevo a pensar que jamás su corazón cristiano creyó que había de ser tan cruel. Sin duda ignorándolo V.E.: mis cuatro años de cárcel en la Prisión Provincial de Las Palmas fueron de una crueldad sin límites que me redujo a trance de muerte, hasta pesar sólo 40 Kilos. Después mi confinamiento en Mallorca, con una pequeña pensión, sin posibilidad de abrirme paso para rehacer la vida de mi familia, ha sido sembrado de trágicas tribulaciones, que no han terminado todavía.

Yo no sé que habrá movido a V.E. a mantener una orden de confinamiento que vien siendo para mi una fuente de sufrimientos. Pienso que no puede ser otra cosa que el temor de que una intervención mía en política, pueda hacer surgir dificultades, que por patriotismo y sentido de su alta responsabilidad se oriente en el deber de prevenir y cortar. Si es así, yo puedo asegurar a V.E. que desde que fui apartado de los asuntos públicos, jamás he intervenido en ellos ni directa ni indirectamente; a pesar de que en numerosas ocasiones me han buscado pretendiendo inducirme a ello, pero siempre me he negado resueltamente y Dios es testigo de que tengo la resolución inquebrantable de no volver a tomar parte en ninguna clase de de política. Y si alguna vez he hablado con personas que ostentaban carácter público, he tratado asuntos meramente de amistad y jamás de los políticos. Si otra cosa han dicho a V.E, han mentido.

Quitado este peligro, que justamente podía inducir a V.E. a mantenerme confinado, yo no veo otro motivo para mantener sobre mí una disposición aflictiva, que para otros. Situados en mejores circunstancias sociales, podrá resultar dura y enojosa, pero que para mí resulta trágica. Por lo mismo, y recordando la benignidad xon que han tratado a otros muchos nada afectos a nuestros ideales, me atrevo a suplicar a V.E. se sirva dar la orden para que me sea devuelta una libertad que ha de permitirme rehacer mi vida y preparar el porvenir de mis hijos. Muy atenta y respetuosamente queda de V.E. Affmo. Y s.s.

Firmado Manuel Hedilla Larrey.

Cierra España.


Manuel Hedilla Larrey


Manuel Hedilla Larrey


(Santander, 1902 - Palma de Mallorca, 1970) Político español. Militante de Falange Española de las JONS desde 1934, fue elegido, al año siguiente, jefe del partido en su provincia natal y consejero nacional. En julio de 1936 participó en el alzamiento militar que desencadenó la Guerra Civil española realizando un destacado papel en la sublevación de La Coruña y Vigo. En los primeros días de septiembre de 1936 es elegido en Valladolid jefe nacional de la Junta de Mando Provisional de Falange Española de las JONS. Poco tiempo después dirigió una carta al secretario general de la Sociedad de Naciones en la que manifestaba su oposición a la evacuación de los niños españoles residentes en la zona republicana y su traslado a la URSS. Más tarde condenó a través de Radio Castilla de Burgos los asesinatos incontrolados que se estaban realizando en la zona nacional.

El 15 de abril de 1937 convocó una reunión extraordinaria del Consejo Nacional de Falange Española, a celebrar el día 25 del mismo mes y año, con el fin de solucionar la "...aguda crisis de autoridad, disciplina y relajación de los principios nacionalsindicalistas, ocasionados por el carácter provisional del régimen de la Junta de Mando...". Los problemas primordiales que se hacía necesario abordar eran dos: por una parte, la disolución de la Junta de Mando Provisional y, por otra, la elección de un jefe nacional del movimiento hasta el regreso de José Antonio Primo de Rivera, preso en Alicante y al que se creía vivo.

El día 16 de abril de 1937 Agustín Aznar, José Moreno, Jesús Muro, Sancho Dávila y Rafael Garcerán redactaron un pliego de cargos contra Manuel Hedilla y, a continuación, acordaron destituirle de su cargo, disolver la Junta de Mando Provisional, instituir un triunvirato compuesto por Aznar, Dávila y Moreno que se hacía cargo desde ese mismo momento de la jefatura nacional, y convocar un consejo nacional. Tras intentar en vano la conciliación entre ambas partes el día 18 se celebró una reunión del consejo nacional, en un ambiente tenso y crispado, en la que Manuel Hedilla salió elegido jefe nacional de Falange Española de las JONS, quien de inmediato notificó su elección al jefe del Estado, el general Franco.

El 19 de abril Radio Nacional de España emitía un discurso de Franco en el que se hizo publico el decreto por el cual Falange Española y Requetés se integraban en una sola entidad política denominada Falange Española Tradicionalista y de las JONS bajo la jefatura única y suprema de Francisco Franco. El 22 de abril de 1937 Manuel Hedilla se enteró por la prensa de su nombramiento como miembro del Secretariado Político de FET y de las JONS quien, contrario a la Unificación, rechazó su nuevo cargo.

Fue detenido en su domicilio por un comisario de policía e ingresado en prisión. Un juez militar dictó auto de procesamiento contra él, imputándole el querer alejar del mando civil y político de la España nacional al general Franco. Considerando ciertos todos los cargos, la autoridad militar dictó auto de procesamiento y prisión para Manuel Hedilla y una veintena de falangistas más. El 5 de junio se celebró en Salamanca el consejo de guerra contra todos los imputados. Hedilla y otros tres falangistas fueron condenados a muerte, el resto fue condenado a penas menores. Días más tarde un nuevo consejo de guerra condenaba también a muerte a Hedilla por el asesinato, en la noche del 16 al 17 de abril de 1937, del falangista José María Alonso Goyo, consejero del SEU que intentó mediar en el conflicto interno surgido en Falange Española de las JONS con motivo de la elección del jefe nacional del movimiento.

El general Franco indultó a Manuel Hedilla de las dos penas capitales conmutándolas por la de veinte años de prisión. Acto seguido fue trasladado de Salamanca a la cárcel de Cádiz, y de ahí a la prisión de Las Palmas (Gran Canaria). El 18 de julio de 1941 se acordó por decreto del jefe del Estado conmutarle el resto de la pena por la de confinamiento. En Palma de Mallorca (Baleares) encontró un empleo burocrático que le permitió hacer frente a sus necesidades familiares, al tiempo, rechazó todas las ofertas de sus correligionarios para que regresara a la política activa. En 1946 fue puesto en libertad y desde entonces hasta el final de sus días luchó en vano por conseguir su rehabilitación.

Cierra España.

Hedilla, Franco y el decreto de unificacion.12ª parte.Continuacion.

Probablemente estos camaradas (estudiantes) cometieron la ligereza de hacer declaraciones políticas a un periódico italiano, pero es preciso subrayar que tales declaraciones fueron hechas en forma exclusivamente personal, sin pretender en ningún momento realizarlas en nombre de la Delegación Nacional del Frente de Juventudes. Por otra parte, a nuestro juicio, no hay en tales declaraciones nada que pueda herir al pueblo italiano. El ardor patriótico en que fueron hechas queda perfectamente explicado si tenemos en cuenta las edades de estos muchachos, su especial formación política y su condición de falangistas. Por último tampoco debe extrañar que este grupo de estudiantes españoles y falangistas, se haya puesto en contacto con la agrupación juvenil del Movimiento Social Italiano, ya que esta Organización tiene una línea política muy cercana a la nuestra y (es) desde luego, la única que en su país ha llevado a cabo en todo momento una firme e intransigente actitud anticomunista. Y en cuanto a la repercusión que las manifestaciones del camarada (estudiante) de Blas, hayan podido tener en la prensa italiana, hemos notado que solamente se han hecho eco de ellas en sentido desfavorable aquellos periódicos italianos (italianos) que en todo momento han observado una actitud agresiva y hostil contra España, su Régimen y su Movimiento. Madrid, a 9 de octubre de 1952."


En el periodo 53-56 comienzan, desde el Frente de Juventudes la crítica y la contestación. En 1955 una centuria de militantes juveniles daba media vuelta al pasar ante ellos el Jefe del Estado. El 20 de Noviembre de 1960 en el funeral por José Antonio en el Valle de los Caídos un militante juvenil gritó: "-¡Franco, eres un traidor!" Cuando Arias Navarro preguntaba al autor de la frase el porqué de su grito, éste le respondió: "-Porque yo no vivo del Régimen como usted" (9). Acerca de estos incidentes, Sigfredo Hillers, que los presenció y participó en ellos, tiene escrito un texto que se puede consultar en http://members.es.tripod.de/camarada

A finales de los cincuenta en Santander surgió un grupo con el nombre de "Haz Ibérico".Para el historiador Payne formulaban una especie de "nacionalsindicalismo democrático y pasado por agua". Llegaba a estimar sus contingentes humanos en 25.000 personas. Martínez Val contradijo esa cifra con un significativo "ni muchísimo menos"(10). Apenas tuvo importancia la existencia de este grupo.

En el Distrito de Carabanchel de Madrid, las dependencias del Movimiento sitas en la calle de Cinco Rosas, presenciaron la intentona de una organización "ultraclandestina", movida a nivel de células por falangistas disidentes. El grupo quedó engullido por elementos comunistas que allí se integraron.

También de fines de los cincuenta es la creación de las JONS formadas por miembros de la organización del Movimiento conocida como "Guardia de Franco". Intentaron relanzar la idea falangista y criticaron algunos aspectos del régimen. Los planteamientos de independencia nacional frente a los acuerdos hispanoyanquis, su antimonarquismo y el propio nombre que utilizaban, engarzan con movimientos que Sáez Marín sitúa a principios de los cincuenta (11) y que posiblemente fueran unos núcleos de muy pequeña dimensión que actuaron con las siglas J.A.N.S (Juntas de Actuación Nacional Sindicalista).

En 1959, en la publicación Ibérica promovida por Victoria Kent, el escritor Vicente Girbau señalaba a las G.A.N.S. (Grupos de Acción Nacional Sindicalistas) como "abiertamente opuestos a la situación actual, pero aun fascistas, algo que en realidad no ha dejado nunca de existir en la universidad de nuestros días". Mencionaba también el citado Girbau a las Falanges Universitarias y les otorgaba el carácter de "vagamente oposicionistas", pero estas dentro del régimen y actuando de agentes provocadores hacia otras organizaciones universitarias de oposición.

Había pues, junto a una Falange servidora del Estado, pequeños grupos de descontentos que entendían que el régimen no realizaba la revolución de la Falange, la eterna "revolución pendiente". Se daba la contradicción en estos falangistas de manifestar una postura presuntamente opositora, pero mantenían su vinculación con organizaciones del Partido y, en algunos casos, desempeñaban sus puestos como funcionarios del régimen en parce¬las, ideologizadas teóricamente por el falangismo, principalmente en el Frente de Juventudes.

Las disidencias habían sido espontáneas, más sentimentales que reflexivas y desde luego contradictorias. Coinciden en el tiempo con la parte final de los cincuenta, tras el fracaso del proyecto constitucional de José Luis Arrese, anulado por presiones en contra de la Iglesia y de otros sectores que preparaban distinta salida al régimen. El ministro falangista relata que cuando fue llamado el 14 de Febrero del 56 por el general Franco antes pues de su intento "El Caudillo [estaba] incómodo con una Falange que se le iba de las manos".(12)

Preocupados por perder su pasada influencia, los falangistas querían falangistizar el Estado. Con tal fin se dispusieron los Círculos doctrinales "José Antonio", fundados en 1959 en el Hogar "Medina" de la Sección Femenina del Movimiento y que agrupaba a un amplio espectro del falangismo, apuntados muchos de ellos por decisión o consejo de sus jefes naturales en las orga¬nizaciones del Partido (13).

El malestar falangista se ponía de manifiesto en la revista S.P. El inicio del Plan de Estabilización, conforme a modelos ortodoxos de economía capitalista disgustaba a los falangistas. En Abril de 1959 aparecía en la publicación, un artículo de título "La estabilización de la miseria" en donde, sin nombrar explícitamente a España, se defendía el marco inflacionista de la economía, poniendo como ejemplo los casos francés y americano y se reclamaba una estabilización de la propiedad con una política económica cualitativa y no cuantitativa.

Notas.-

1.- Las dudas y objeciones de José Antonio se pueden encontrar en el libro de J. Mª MANCISIDOR, Frente a Frente, Ávila Editorial y Gráficas Senén Martín, 1963, 364 pág.s. Se trata de la recopi¬lación taquigráfica del juicio de José Antonio en Alicante. Existe un interesante Apéndice al Frente a Frente realizado por J.J. ROLDAN HERRERO y publicado a multicopista en Diciembre de 1980 donde hace una comparación entre los textos de las tres ediciones existentes hasta la fecha. Ver también extracto de la entrevista con el reportero Jay Allen para el periódico New Chronicle, de Londres, Edición del 24.X.36 en A. DEL RIO CISNE¬ROS y E. PAVON PEREYRA, Textos biográficos y epistolario. José Antonio Intimo Madrid, 3ª ed. Ediciones del Movimiento, 1968, pp. 527 532.

2.- Sobre los sucesos de Salamanca se puede encontrar información de variado tipo en la Historia del fascismo español de PAYNE y en los siguientes textos: A. ALCAZAR DE VELASCO, Los 7 días de Salamanca, Madrid, Gregorio delToro editor. 1976, 308 pág.s. M. GARCIA VENERO, Testimonio de Manuel Hedilla, Barcelona, Ediciones Acervo. Colección Gaudeamus, 1972, 629 págs. S.ELLWOOD, "La crisis de Salamanca. La Unificación", en Historia 16, nº 132, pp.11 16. J. L. RODRIGUEZ JIMENEZ, "La eliminación de Hedilla" en Historia 16 n.132., pp. 19 26 V. DE CADENAS Y VICENTE, Actas del último Consejo Nacional de FE de las JONS, Madrid, Gráficas Ugina, 1975, 159 págs.

3.- Estos datos de la oposición primitiva fueron suministrados por el malogrado A. ROMERO CUESTA en su libro Objetivo: matar a Franco. Historia secreta del franquismo. Madrid, Ediciones 99, 1976, 124 págs. Fundamentalmente recopila el testimonio de los falangistas Patricio González de Canales y Narciso Perales Herrero. En los orígenes del FES los dos falangistas históricos mantuvieron relaciones con el grupo. Armando Romero fue activo militante de esa organización falangista, salió de ella y se incorporó a los protonúcleos de la Falange Española de las JONS auténtica. Falleció en accidente de trabajo cuando dirigía la descarga de un barco mercante en las Islas Canarias.

4.- Sobre las ORNS cuenta PAYNE en su ob.cit. pág.. 175,:"Bajo la dirección de Ezquer, continuó subsistiendo un grupo clandestino denominado ORNS (Ofensivas de Recobro Nacional Sindicalista) que desarrolló una acción de agitación y propaganda entre los jóvenes hasta bastante tiempo después de terminada la segunda guerra mundial. Su propósito era el de sustituir la Falange franquista por un movimiento fascista revolucionario y sindicalista. A lo largo de quince años, Ezquer fue detenido seis veces y compareció ante los tribunales de justicia en cinco ocasiones, sin que ello le hiciera desistir de sus propósitos". Ezquer puede considerarse un antecedente del FES en el sentido de no estar vinculado a organizaciones del Movimiento, sin embargo su antigua fama de "violento" no tuvo continuación alguna en el movimiento falangista que estudiamos.

4 bis .-Precisamente el equilibrio buscado por el Jefe Nacional, Francisco Franco, unido a su ansia de poder condujo en opinión de Serrano Suñer, al fusilamiento de Juan Domínguez por los sucesos de Begoña en Agosto del 42. (Cfr. Serrano Suñer, R. Memorias pp.364 367)

5.- Pérez de Cabo desvió al mercado negro partidas de trigo con objeto de lograr dinero para la Junta Política clandestina. Armando Romero indica que fue el general Varela, deseoso de acabar con la "insolencia falangista" quien descubrió la acción de Pérez de Cabo y forzó su juicio y su condena a muerte. Debe tratarse de uno de los pocos casos en que una infracción administrativa se saldaba con la pena capital.

6.- El País, 12.03.89, <>,Domingo, p.8

7.- J. SAEZ MARIN, Ob. cit., p. 222

8.- J. L. ALCOCER, Radiografia de un fraude, Barcelona, Planeta, 1978, p.49

9.- Ibidem, p.74. Mayor información sobre las represalias sufridas por Román Alonso Urdiales, militante de las Falanges Juveniles, en el texto de J. ONRUBIA REBUELTA, Historia de la oposición falangista al régimen de Franco..., pp. 16 17.

10.- J. Mª MARTINEZ VAL,¿Por qué no fue posible la Falange? Barcelona, Dopesa, 1976, 2ª ed. p.49.

11.- SAEZ MARIN. Ob. cit. p.186

12.- J. L. DE ARRESE MAGRA, Una Etapa constituyente, Barcelona, Editorial Planeta, 1982, p. 16

13.- Entrevista con José Mata, 13.12.88

Cierra España.

Hedilla, Franco y el decreto de unificacion.12ª parte.

MANIFESTACIONES DE LA OPOSICIÓN FALANGISTA AL RÉGIMEN DE FRANCO.-


La disidencia falangista hunde sus raíces en el año 36. Las dudas sobre participar en conjuras como mera fuerza auxiliar de choque se vieron desbordadas al comenzar el conflicto por el unánime apoyo de la Falange, a pesar de las objeciones de José Antonio en la prisión de Alicante (1). Muestras de disidencia pueden hallarse en los comienzos del régimen y en el periodo que comprende sus últimos veinte años. Resulta significativo que a la desaparición del Movimiento Nacional iban a dejar de tener sentido político estas posturas de disidencia. Tras los años de la transición hubo grupos que desaparecieron, otros se reagruparon y han arrastrado o arrastran una lánguida existencia. La necesidad de un lugar de referencia se hizo imprescindible, tal sitio podía ser santificado o denostado, pero fue siempre necesario (entiéndase esto desde una perspectiva histórica) para encontrar la posición. Al final ni con el Movimiento ni sin él tuvieron remedio los males de la Falange.

La unanimidad en el apoyo de la Falange al Alzamiento del 18 de Julio tuvo su más serio encontronazo en Abril de 1937 a raíz del Decreto de Unificación de fuerzas políticas de la zona nacional. El problema interno de la Falange, con facciones dispuestas a acabar con las contrarias, y la oposición de Manuel Hedilla a aceptar el Decreto, en cuanto a la forma, finalizó con las condenas de éste y otros falangistas.(2)

A fines de 1937 aparecieron octavillas en las que se atacaba la unificación e iban firmadas como "Falange auténtica", nombre que quería diferenciarse de la Falange colaboracionista. La existencia de cierto malestar dentro del falangismo era positivamente contemplado desde el bando republicano. Se esperaba que luchas internas pudieran poner en aprieto el bando nacional (3).

Hubo un intento de hacerse con el poder de la FET desde dentro, una especie de conjura que realizaron Martín Ruiz Arenado, Narciso Perales, Patricio González de Canales y algún otro. También grupos clandestinos falangistas formaron una "Falange autónoma" en contraposición a la Francofalange.

Durante la guerra, el coronel Yagüe, falangista, tendría problemas a raíz del discurso pronunciado en el aniversario de la Unificación, en donde hacía referencias al perdón a los enemigos y deseaba la vuelta a sus casas de los falangistas encarcelados.

Fue ya en 1939, acabada la guerra, cuando pequeños grupos de falangistas descontentos trataron de formar una Falange fuera del Partido único, lo que significaba su clandestinidad. En el domicilio del coronel Rodríguez Tarduchy tenían estos falangistas su lugar de reunión. Allí se decidió constituir una Junta Política clandestina que coordinara la actuación de estos descontentos. Esta Junta Política contaba con Tarduchy, González de Canales, Ricardo Sanz, Luis de Caralt, Pérez Cabo etc. Entre sus proyectos estuvo la eliminación de Serrano Suñer y la del propio Franco. Ambos magnicidios fueron suspendidos al entender la Junta que las desapariciones de los dos personajes causarían más daño que beneficio. Al no quedar nada por escrito y considerar los propios interesados las reuniones como supersecretas ha sido la fuente oral quien ha dado testimonio de esta disidencia. Sobre la metodología utilizada y por la naturaleza del relato planean los interrogantes propios de tal forma de investigación. En cualquier caso y sin quitar el valor personal de quienes urdían tales tramas por el riesgo que aquello comportaba, no dejan de parecernos conspiraciones de opereta en donde el voluntarismo disfrazado de truculencia intentaba hacer de las suyas.

En Extremadura y de la mano de Eduardo Ezquer funcionaron unas Ofensivas de Recobro Nacionalsindicalista (4) que trataban de recuperar el sentido revolucionario de la Falange republicana.

La Junta Política clandestina y los falangistas que se articulaban en torno a Yagüe mantuvieron contactos en los primeros meses del año 40. No se logró ningún acuerdo por las diferencias de estrategias. Para unos, la Falange debía recobrar su independencia, para otros había que lograr el predominio dentro del Estado quitándoselo a otras fuerzas políticas, es decir reducir a la nada o a la casi nada la presencia de otros colaboradores esenciales de la guerra civil. A lo que por supuesto el General Franco no podía estar de acuerdo (4 bis)

Estos hechos manifestaban fundamentalmente un estado de opinión, una exteriorización de deseos más que la plasmación concreta de actuaciones positivas. Actitudes de rebeldía que en aquel tiempo entrañaban enorme riesgo y que producirían detenciones, destierros y hasta fusilamientos como el ocurrido con Pérez de Cabo (5).

A este último y a Juan Domínguez añadiría el FNAL (Frente Nacional De Alianza Libre) como falangistas represaliados "a varios centenares de camaradas, como Ricardo Sanz (de la Junta Política), Daniel Buhigas (Jefe Territorial de Galicia), Roberto Canales (Jefe de la Milicia), Armando Iraola, Federico Izquierdo Luque, Carlos Ruiz de la Fuente (ejemplo de pureza falangista) y tantos otros que han ido muriendo, sin perder la fé, en el abandono, en la persecución y en la miseria. Las cárceles, cuando no los confinamientos, han sido por muchos años" (panfleto del FNAL)

Pero no conviene inflar la nómina de los represaliados. En 1941 uno de los condenados a muerte por los sucesos de Salamanca, Lamberto de los Santos, dirigía una carta de agradecimiento a Ramón Serrano Suñer, Presidente de la Junta Política en donde le decía que tras la puerta en libertad de algunos falangistas sólo quedaba Hedilla en la cárcel.

Los distintos grupos de opinión falangista, tanto los que funcionaban dentro del Estado como los que querían hacerlo desde fuera perdieron fuerza y el nombramiento de José Luis de Arrese como Secretario General de la FET inició una etapa de reconducción de la variedad falangista hacia la uniformidad, basada en doblegarse ante el catolicismo clerical del Estado, no planteando serias competencias a la opción política más agradable a la jerarquía de la Iglesia con la que, a través de destacados personajes de la misma, se habían mantenido momentos de tensión por ver quién imponía su predominio. Se iniciaba una época de sumisión falangista que durará lo que dure el régimen a excepción de pequeños conatos de disidencia.

La existencia de rebeldes falangistas en torno a una "Falange Auténtica" queda demostrada por los intentos de reprimirla desde el Ministerio de Gobernación. En 1943, el antifalangista Galarza cursaba al Ministro Secretario General un escrito en el que se interesaba por las relaciones entre miembros de una denominada “Falange Auténtica” y la Secretaría General del Movimiento, ya que se iba a proceder contra aquéllos.

Carecemos de noticias de la represión efectuada, pero en Julio del 43, exceptuando la prisión de Alfaro, en Logroño, donde se concentraba a reclusos falangistas, los militantes que sufrían condena habían sido acusados de delitos comunes, no políticos. En palabras de Ridruejo:"Tu sabes bien cómo, después de perplejidades y desconfianzas toda la Falange aceptó el Caudillaje de Franco". (Serrano. O.c. p. 368)

Otro personajes por el que ha planeado la sombra de la disidencia fue el Jefe de Prensa y Propaganda de la Falange Española, Vicente de Cadenas Vicén, a raíz de la celebración del III Consejo Nacional de FE de las JONS y de los hechos de Salamanca. Su salida de España motivó rumores acerca de la labor de rechazo del falangista hacia el nuevo régimen. Aquella impresión era recogida por Payne (“Falange”. Ruedo Ibérico pág. 144) para quien Cadenas "había huido de España después de la Unificación" y también se le adjudicaban octavillas en el año 37 firmadas por Falange Española Auténtica, hecho que fue negado por el interesado. La madre del falangista solicitaría, ante los rumores sobre la conducta de su hijo, la aclaración pertinente . El 22 de Marzo de 1944, se trasladaba un escrito del General Subsecretario del Ejército (Cadenas unía a su condición de falangista la de militar) al Secretario General del Movimiento comunicando que no existía ningún tipo de antecedentes sobre el antiguo Jefe de Prensa y Propaganda falangista.

Según testimonia Narciso Perales, hubo conversaciones de elementos falangistas con históricos del anarquismo como Cipriano Mera. En aquellos contactos participó el mismo Perales y José Antonio Girón estaba al corriente de las mismas y las juzgaba de interés. Todo ello resultaba lógico si tenemos en cuenta la obsesión hacia el anarcosindicalismo de la Falange republicana, la mantenida después por algunos falangistas disidentes e incluso por algunos francofalangistas. Aquellos contactos no llegaron a nada positivo. Hubo falangistas que presentaron aquello como una conspiración contra El Pardo, poniendo en guardia a los servicios de seguridad.

El falangista Carlos Novillo declaraba, sin dar mayores detalles, que en los años cuarenta y bajo el mando de Patricio González de Canales se proyectó un atentado, en el que él mismo participaba , contra el general Franco (nota Cfr. Patria Sindicalista) La comisión del delito, habida cuenta de la fortísima represión del momento, y la trayectoria de González de Canales nos inducen a pensar que aquello no debió llegar ni al grado de tentativa.

En las organizaciones juveniles del régimen, parcelas de poder falangista, era hacia los años 50 donde mayor grado de contestación se daba a la política instituida, la del Movimiento Nacional. En el Frente de Juventudes se agudizaba la contradicción política de sus militantes porque adoctrinaban conforme a unos módulos teóricos y a un espíritu de vida que no se daban en la práctica política. Hace tiempo que el comunista Mariano Gamo, buen conocedor por haber sido capellán de la organización juvenil, ha resumido este sentimiento contradictorio hablando de que "el contacto con la realidad convertía en surrealismo las consignas cantadas en los campamentos" (6).De igual forma Sáez Marín al hablar de los grupos de elite del Frente de Juventudes o sea de las Falanges de Voluntarios dice "su desaparición vendrá motivada, ante todo, por la creciente disonancia y contradicción entre su propio proceso evolutivo y el del marco sociopolítico en que se desenvolverán" (7).

Para Payne el idealismo del régimen sólo se encontraba en las organizaciones juveniles universitarias y para algunos la única Falange era la que se recluía en organizaciones juveniles y universitarias y constituía además "la única izquierda política con que nuestro país ha contado" (8).

Tamaña esquizofrenia producía excelentes muestras de análisis más objeto de estudio de psicolingüistas que de historiadores. Había un lenguaje propio de estos sectores juveniles, radicales en las expresiones y que mostraban la repulsa por lo real y la esperanza en el futuro. Tales manifestaciones se atemperaban en la comunicación con otros sectores del Estado no falangistas. El filtro de la templanza era controlado por secciones del Partido, más "realistas", más dentro del régimen, alejados de utopismos que se sabían irrealizables. El cancionero juvenil es una excelente muestra de aquel estado de ilusión y esperanza roto al contacto con la realidad diaria. Un ejemplo significativo de los lenguajes particulares para "dentro y fuera de casa", se expone a continuación como ejemplo ilustrativo: el Servicio Exterior de la Secretaría General informaba de la visita de un grupo de jóvenes españoles a un campamento juvenil italiano del M.S.I., mostrando comprensión aunque no se estuviera de acuerdo con la actividad desarrollada. El mencionado documento explicativo se pasaba al Ministerio de Exteriores con las enmiendas (figuran entre paréntesis y las supresiones subrayadas) introducidas por el Jefe de la Secretaría Política, siguiendo instrucciones de Sancho Dávila, para hacerlo más digerible "Ante todo es necesario hacer constar que, siempre que algún Organismo del Movimiento tiene que realizar una salida al extranjero, bien que la representación del mismo sea individual o colectiva, se consulta al Ministerio de Asuntos Exteriores sobre la conveniencia de la participación o presencia de nuestros Organismos en lo que solicitan. A tal extremo (se) lleva el Servicio Exterior esta norma de consulta previa al citado Ministerio, que hasta (se) pide la autorización correspondiente (para) en la participación de un boxeador o un ciclista en pruebas deportivas internacionales; cosa que probablemente ignora la Dirección de Asuntos Políticos de Europa, por no ser a dicho Departamento al que se plantean estas cuestiones, sino a la Dirección General de Relaciones Culturales. De esta norma se hace una única excepción: En los casos de Intercambio de estudiantes, que por las constantes salidas al extranjero y por no tener éstas ninguna trascendencia política, el Jefe del Servicio Exterior (se) había acordado con el anterior Director General de Relaciones Culturales, autorizarlos sin previa consulta del Ministerio.

Sentados los extremos anteriormente expuestos, procede hacer una aclaración en el asunto objeto del presente informe y en relación con los escritos del Sr. Embajador de España en Roma de fecha 6 y 13 de Septiembre y el del Sr. Director de Asuntos Políticos de Europa de 22 del mismo mes: A los campamentos del Movimiento Social Italiano no ha asistido una Delegación del Frente de Juventudes, sino un grupo de estudiantes españoles que en intercambio cultural fueron a Italia en reciprocidad a la visita de igual número de estudiantes italianos a nuestro país. Por lo tanto, si bien los muchachos que participaron en el Campamento de M.S.I. son todos ellos afiliados al Frente de Juventudes, en ningún caso constituyeron representación oficial de su Delegación Nacional. Y si algunos de estos camaradas (muchachos) es Instructor del Frente de Juventudes, no es cierto (exacto), como asegura (afirma) la Dirección de Asuntos Políticos de Europa, que el camarada (D.)José Luis Blas Escalante sea "Jefe de la Formación Política de la Ayudantía Nacional de la Falange Juvenil".

Cierra España.

Hedilla, Franco y el decreto de unificacion.11ª parte.Continuacion.

Por su parte, en la entrevista con Barroso éste, lejos de ofrecerle a Hedilla el apoyo de Franco, lo que le ofrece es asilo para que duerma esa noche en el Cuartel General y salve el pellejo. Hedilla, hemos que suponer que maxicabreado, se niega.


Una de las historias que circuló entre los hedillistas respecto de aquella jornada del 16 sostiene que las instrucciones de los partidarios del triunvirato era matar a Hedilla. Alcázar de Velasco, que fue condenado por los sucesos de Salamanca, dice en su libro haber trabado conocimiento en la cárcel con un tal Ángel Isasi, quien le aseguró que el 16 de abril de 1937 tenía encomendada la misión de aprovechar cualquier tumulto para clavarle un punzón a Hedilla y matarlo. No obstante, la certeza de estos datos es muy difícil de establecer.

Se escenifica el aroma de consenso respirado en Falange. El nuevo triunvirato cursa mensajes a toda España sobre la nueva situación, que no llegan a ninguna parte porque son saboteados en Correos y Telégrafos por los hedillistas. Por su parte Hedilla, a media tarde, se coge un mosqueo de puta madre cuando se da cuenta de que Franco le reserva a sus puteadores todas las atenciones que con él no ha tenido. Es por ello que convoca al jefe de Falange en Salamanca, Laporta, y le da orden de tomar por la fuerza la Junta de Mando, que está en poder del triunvirato y sus cadetes de Madrid. A última hora de la tarde llega a Salamanca otro hedillista, el consejero nacional del SEU José María Alonso Goya, quien recibe de Serrallach la orden de ir a la Academia de Pedro Llen a recoger allí a unos falangistas catalanes , que serán quienes tomen la Junta de Mando. Aunque en un principio el instructor de la academia, Von Hartmann, se niega a movilizar a los cadetes aduciendo que no hay orden escrita de Hedilla, finalmente cede y los falangistas son trasladados a Salamanca.

Hedilla asevera en sus memorias que le dio instrucciones a Goya, a través de Serrallach, de que no hubiese ningún tipo de violencia. Alcázar de Velasco, sin embargo, asevera en su libro que López Puertas, quien como veremos ahora mismo fue con Goya a la casa de Sancho Dávila, le confesó en la cárcel que llevaban instrucciones de trincar a Dávila, pero que a Garcerán lo tenían que matar. Incluso citaré otra versión según la cual también a Dávila iban a matarlo. ¿A quién creemos? Supongo que es una cuestión personal.

El relato de los hechos de la noche del 16 al 17 de abril de 1937 es, tal y como la conozco hoy, tal que así.

Alonso Goya, Daniel López Puertas y otros cuatro hedillistas (Fernando Ruiz de la Prada, Aureliano Gutiérrez Llano, Santiago Corral y Corpas) van, de madrugada, a casa de Sancho Dávila, sita en el número 3 de la calle Pérez Pujol de Salamanca, para detenerlo. La casa está en una esquina de la Plaza Mayor de Salamanca. Goya da palmadas y grita para llamar al sereno. Mientras el empleado municipal llega para abrirles, se dirige a López Puertas.

- Amartilla la pistola. Y que éstos [los otros cuatro de la partida] hagan lo mismo. Tomad cada uno dos bombas. Os colocáis donde yo diga y no os mováis por nada. ¿Estamos?

Subieron por la escalera, Alonso Goya y López Puertas por delante. Al llegar al piso de Dávila, Goya situó a Corpas y Ruiz en el rellano y a Gutiérrez y Corral en el zaguán del piso. Entró con López Puertas, indicándole que permaneciese a tres metros de él. El plan de Goya era: si Dávila se negaba, cosa probable, él le encañonaría, mientras López Puertas entraría con una bomba en la mano y llamando a Gutiérrez y Corral para que entrasen con él.

Este sale con nosotros por su pie o en parihuelas –sentenció Goya.

A partir de ahí, es difícil saber lo que pasó. Se sabe que Goya entra en el dormitorio de Sancho Dávila para detenerlo y que allí está el falangista sevillano con un guardaespaldas llamado Manuel Peral. Sancho Dávila se niega a irse con Goya.

- Vosotros me vais a matar. ¡Me vais a pasear, cabrones!

Goya trata de tranquilizarlo. Sancho Dávila, que está en camiseta y calzoncillos porque estaba durmiendo, trata de coger su pistola, que tiene bajo el colchón. En ese momento, según algunas versiones, un escolta de Dávila, fuera del dormitorio, lanza una bomba. Al volverse Goya hacia el estruendo, Peral le dispara en la nuca y lo mata. Según López Puertas, no hubo tal bomba: Peral se limitó a asomarse desde una habitación contigua, cogió por sorpresa a Goya y lo mató. En todo caso, después de que ocurre todo esto, López Puertas entra en la habitación. Ve a Goya en el suelo, a Peral agachado sobre él, y dispara a éste, matándolo. Sancho Dávila chilla pidiendo que no le maten, se abalanza sobre López Puertas y llega a morderle el brazo. Todo ese follón provocó la entrada en la habitación de Gutiérrez y Corral, que iniciaron un enfrentamiento con otros guardaespaldas de Sancho Dávila en el que, al parecer, sí que se arrojaron bombas.

Si hemos de creer a Alcázar de Velasco, uno de los cinco compañeros de Goya le confesaría, pasado el tiempo, que en la calle, antes de entrar, Goya le habría dado una instrucción muy concreta:

Cuando le saquemos a la calle [a Dávila] le pegas un tiro. Nadie sabrá quién ha sido.

Esta tesis, obviamente, se da de bruces con la versión que Hedilla montó de su propia vida, la de la instrucción de «cualquier cosa menos violencia» (y, si tan pacíficos eran, ¿por qué llevaban bombas?)

Según Ángel Alcázar de Velasco, quien disparó contra Goya fue Sancho Dávila. Lo cierto es que éste tenía una pistola del nueve corto y Peral, del nueve largo. La solución hubiera estado en la autopsia al cadáver de Alonso Goya; pero esa autopsia nunca se realizó, y no sabemos por qué. En alguna tumba salmantina puede estar, aún hoy, la respuesta a este misterio.

Tras detener a Sancho Dávila, los hedillistas se fueron a por Garcerán, pero éste les recibió a tiro limpio desde el balcón de su casa. Garcerán, a todas luces, estaba histérico. Ni siquiera bajó la guardia cuando llegó la guardia civil, al mando de Lisardo Doval. Les acusó de ser los asesinos de Calvo Sotelo, y siguió disparando.

Al día siguiente de estos sucesos, 18 de abril, se celebra sesión extraordinaria del Consejo Nacional de Falange. A pesar de que Lisardo Doval ha cerrado Salamanca, consiguen llegar todos, salvo, claro está, Dávila, que está preso. En su discurso ante el Consejo, Hedilla afirma, y es hecho que la historiografía tiende a dar por cierto, que Sancho Dávila tenía una lista de… ¡47 nombres!, de falangistas que pensaba cargarse. Los conjurados se justifican hablando de los rumores que había de creación de un gobierno Hedilla-Mola (un bulo que fue tajantemente desmentido por el propio Mola). Hedilla es elegido jefe de Falange. Esta vez sí que es recibido por Franco; no sólo eso, sino que el caudillo le anima a salir al balcón del cuartel general, donde ambos son vitoreados en medio de un larguísimo abrazo.

Los abrazos de Franco se hicieron famosos en aquellos años. Abrazó a Eisenhower de visita a España, y Ike no tardó en morir. Abrazó al padre de Hassan II de Marruecos y también se lo cargó. Abrazó a Hedilla, y…

El día 19, Hedilla parece haber ganado. Los miembros de las centurias de falangistas de Madrid, o sea los que habían llegado a Salamanca como poco para cesarlo (según otras versiones, creíbles a la vista de cómo se las gastaban en esa familia, para matarlo) son enviados al frente. Sin embargo, a las ocho de la noche de ese día, Hedilla recibe una carta de Franco con el texto del decreto de unificación y el discurso que el caudillo va a pronunciar. Has ganado para nada, chaval. A Hedilla se le reserva en el proyecto lo que desde entonces tuvieron los falangistas: la secretaría de un movimiento presidido por Franco.

Movimiento, además, sutilmente mutilado. El decreto de unificación por supuesto que reconoce la herencia que el franquismo le debe a la Falange, hasta el punto de asumir, para la organización del Estado, los famosos puntos programáticos elaborados por José Antonio y sus adláteres. Sin embargo hay, como ya he dicho, una sutil manipulación. Los puntos asumidos son 26, pero Falange tenía 27. ¿Cuál se quedó fuera? Pues se quedó el vigésimo séptimo, fruto en su día de interminables negociaciones entre José Antonio y su socio jonsista, Ramiro Ledesma. Apoyado por las fuerzas radicales de aquellas juntas de ofensiva, donde entonces militaban algunos irreductibles franquistas del futuro como José Antonio Girón, el punto 27, redactado por las JONS, era un rechazo puro y duro de cualquier colaboración o pasteleo con fuerzas o partidos políticos. José Antonio, tras numerosas negociaciones, idas y venidas asistido por una de las «cabezas» del falangismo, Vicente Gaceo, dejó aquella cosa tan categórica en una redacción algo más difusa, en la que se aseveraba que la Falange pactaría poco (pero pactaría), aunque sólo con las fuerzas «sujetas a nuestra disciplina». Esto último es lo que Franco, en el momento de la unificación, ya no podía asumir. Allí ya no quedaba más disciplina que la suya.

El día 20, Hedilla y Franco se ven de nuevo, aunque es de suponer que ya no son tan amiguitos. Aquí es donde se produce el único movimiento que, probablemente, Franco no ha previsto: la negativa de Hedilla a conformarse con la gavela y la poltrona del mando teórico de la Falange (negativa que le dotará, ante las futuras generaciones de falangistas, de esa aureola de honrado a machamartillo que aún conserva). A todas luces, los terminales franquistas buscan una salida airosa para el asunto: tanto Von Faupel como el embajador italiano, Cantalupo, ofrecen a Hedilla un exilio dorado; se niega. Así las cosas, Hedilla es detenido el 23 de abril y procesado por atentar contra la legalidad del triunvirato que le cesó. El 29 de mayo le acusan de haber querido derrocar a Franco. Dos semanas antes, los monárquicos se han incorporado al partido de Franco, Falange Española Tradicionalista y de las JONS; ya está todo atado y bien atado.

En junio, Hedilla es condenado a muerte dos veces. El 18 de julio es indultado, aunque no se lo comunican. A partir de ahí, es encarcelado en Canarias, al parecer en condiciones bastante deplorables, aunque relativamente pronto, a principios de los años cuarenta, su régimen se suavizará por una reclusión vigilada en Mallorca. El régimen, por lo demás, supo ser generoso con Hedilla, como lo fue con otros muchos falangistas a quienes, si el franquismo no les dio el Estado fascista que querían sí, por lo menos, les llenó el estómago. Hedilla fue nombrado Asesor Social de Iberia, trabajo por el que a mediados de los años 50 cobraba 7.500 pesetas (calculo yo que unos dos mil y pico euros de hoy en día); amén de haber sido en los años cuarenta responsable de la entrada de trigo en Baleares (y acusado de corrupción en la molturación) y haber hecho otros negocios y negocietes que implicaban cierta comprensión oficial.

En suma: los sucesos de Salamanca de abril de 1937 suponen la más grave disensión interior en el seno del bando franquista. A unos conspiradores (pues eso hicieron, conspirar) a los que la guerra les empezaba a ir sobre carriles (a finales del 36 creyeron ganarla), se les apareció, en el momento más inesperado, el problema de las disensiones internas y la lucha por el liderazgo dentro del principal partido de la partida, es decir Falange Española y de las JONS. En este sentido la decisión republicana de fusilar a José Antonio, que fue probablemente un tremendo error, estuvo a piques de salirles cojonudamente, pues nada de esto habría pasado si José Antonio hubiese sido canjeado por el hijo de Largo Caballero, como se intentó; o, en cualquier caso, hubiese conseguido pasar a zona nacional como lo consiguió Serrano Súñer o Fernández-Cuesta.

¿Quién muñó todo aquello? Bueno, en primer lugar, fueron las ambiciones personales. Las de Hedilla, Sancho Dávila y Garcerán, sobre todo. Doy por cierto que los tres se vieron, en algún momento, jefes supremos de Falange; momentos que, incluso, llegaron a ser simultáneos en el tiempo. Pero, más allá, sin duda influyeron los manejos de italianos y, sobre todo, alemanes, que querían un liderazgo fuerte, y a la vez manejable, en Falange. Frente a ellos se situó el equipo médico habitual de Franco que, si hemos de creer a Alcázar de Velasco, estaba compuesto por su hermano Nicolás, Sangróniz y Barroso, sin faltar la inevitable fuerza bruta de Lisardo Doval y la colaboración esporádica, pero entusiasta, de personas como Ladislao López Bassa u Orbaneja. Y Serrano Súñer. Porque, aunque el papel de Serrano Súñer en toda esta historia es difícil de delimitar, de lo que no dudo es de que existió. Fue el redactor del decreto de unificación, algo que no habría hecho de no haber estado en el epicentro del merdé. Y, además, está ese argumento que existe siempre en las conspiraciones, que es fijarse en quién se beneficia de ellas. Y quien mandó en Falange acabada la guerra fue, precisamente, Serrano.

Hoy en día, la expresión «memoria histórica» significa, en realidad, memoria histórica ligada a los logros de la República y la represión de que fueron objeto sus defensores. Esto, entre otras consecuencias, tiene la de que estos sucesos que hoy hemos intentado contar tengan más bien poco interés; no le será fácil a ningún estudiante conseguir una buena asesoría de tesis doctoral si lo que pretende es escribir sobre los sucesos de Salamanca. Es probable, sin embargo, que en bastantes puntos haya información de interés al respecto. En la Fundación Francisco Franco, si es que el caudillo fue sistemático en la guarda de documentación, que no sé; y si esa documentación está adecuadamente tratada y clasificada, que tampoco. En archivos, supongo que ya desclasificados, de las diplomacias alemana e italiana de la época, y puede que de otros países como Reino Unido o Francia, pues es seguro que estos movimientos fueron seguidos por muchos. En documentación que tal vez conserven las familias de algunos falangistas descollantes de la época. Y en algún cadáver enterrado. Pero, como ya digo, la actitud normal que tenemos ante estos hechos es olvidarlos, hacer como que no miramos.

Y esto hará que los sucesos de Salamanca permanezcan, per saecula saeculorum, como uno de los hechos más oscuros de la oscura Historia de nuestra guerra.

Extraido de JdJ
 
Cierra España.

Hedilla, Franco y el decreto de unificacion.11ª parte.

En la primavera de 1937, la guerra civil española dio un giro de gran importancia. Fueron varias las cosas que pasaron y casi ninguna en los frentes. En realidad, la primavera de 1937 fue especialmente intensa en la retaguardia y, curiosamente, en ambos bandos, Franco por un lado y la República por el otro, en el fondo ocurrió lo mismo: en ambos casos, lo que se produjo fue una aclaración del horizonte político de las fuerzas que apoyaban a uno y otro bando. Si la República se deshizo en aquellos días de la insoportable presión que el anarquismo ejercía sobre la voluntad de hacer una guerra seria, Franco también se deshizo, por aquellos días, de su propio anarquismo disgregador e individualista. Hoy hablaremos de este último caso y de los tristísimos sucesos que provocó. Los sucesos de Salamanca.


Según estimaciones fiables, en julio de 1936, cuando estalló la guerra civil, Falange Española y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (FE de las JONS) era un partido minoritario y roto. Minoritario porque no tendría más allá de 6.000 miembros en toda España, de los cuales aproximadamente la mitad, «cayeron» en zona republicana, por lo que su efectividad era nula o inexistente; el primero de los de este grupo, el fundador y líder del partido, José Antonio Primo de Rivera, que estaba en la cárcel, primero en Madrid y después en Alicante; así como Nemesio Fernández Cuesta, Ruiz de Alda y otros notables, algunos de los cuales no sobrevivirían a la experiencia.

Este partido, no obstante haber tenido unos votos ridículos en todas las elecciones que se celebraron en la República y ser un partido de corte terrorista que había intentado matar incluso a diputados en Cortes (así, el socialista Jiménez de Asúa, en la calle Goya de Madrid), se convirtió en la gran reserva espiritual del alzamiento de las derechas, por dos razones fundamentales: la primera, porque su filosofía filofascista y de acción directa tenía muchos apoyos dentro del ejército, que fue quien realmente comandó desde el principio la rebelión; y, segundo, por el indudable aporte de combatientes que, en la siempre difícil primera hora de todo golpe de Estado, supo aportar (a petición de Mola, Falange sería capaz, en los primeros meses de la guerra, de dirigir una exitosa leva de 15.000 combatientes). No obstante, en esta situación hay algo que, supongo, no os cuadra del todo: un partido político con gran poder pero sin dirigentes de carisma. En efecto: más pronto que tarde, la pelea por liderar aquello tenía que empezar.

Comenzó pocas horas después del 20 de noviembre de 1936, es decir cuando se supo que José Antonio Primo de Rivera, el líder a quien todos esperaban en zona nacional, había sido fusilado en Alicante. Como ya hemos visto, los intentos por liberar a José Antonio fueron varios, pero chocaron con la obstinación republicana y con cierta pasividad alemana que, como veremos después, quizá tuviera su sentido. Lo importante aquí, no obstante, es tener claro que la muerte de José Antonio dejaba a la Falange sin un líder claro, situación ésta que debía resolverse lo antes posible.

A finales de 1936, sin embargo, ya no había una sola Falange. El partido se había hecho demasiado grande e importante como para permanecer con una sola facción. Dependiendo de los autores a los que leáis se os dirá que dentro de Falange había dos o tres tendencias. Una, la más clara, estaba formada por los falangistas del Norte de España, casi todos ellos personas de orígenes proletarios o casi proletarios, los cuales eran apoyados, además, por los intelectuales del partido, es decir gentes como Dionisio Ridruejo que, en aquellos primeros momentos de la guerra, sostenían posiciones abiertamente fascistas y estaban entregados a las filosofías del nuevo amanecer de la Humanidad que prometían experiencias como Italia o Alemania. Un segundo grupo eran los falangistas de corte más universitario, el mal denominado Grupo de Madrid (digo mal denominado porque había importantes elementos andaluces o extremeños) con ideas también muy radicales pero dispuestos, por así decirlo, a hacer de Falange un partido político de derechas, muy de derechas, alejado de las veleidades obreristas del fascismo (desde el falangismo se sostenían, en ocasiones, duros discursos anticapitalistas que, de hecho, hicieron relativamente fácil el diálogo tras la guerra entre cierto falangismo y cierto anarcosindicalismo). El tercer grupo estaría formado por falangistas de última hora con más experiencia política, dedicados a construir un partido político algo más moderado. Pero estos terceros, por mucho que a veces se los cite, mandan en esta historia menos que un gitano en una comisaría. Que se sepa.

El falangismo de tripas, protorrevolucionario, era un falangismo basado en iconos personales y, muerto José Antonio, escogió otro: Manuel Hedilla. Hasta la guerra, Hedilla no se había destacado especialmente dentro de Falange, aunque había demostrado su capacidad organizativa, que hizo mucho a favor del triunfo del golpe en Galicia, pues el 18 de julio le pilló en Vigo. La ausencia de líderes destacados dentro del partido, añadido al hecho de que Hedilla estaba en zona nacional y muy pronto bajó a Salamanca, donde se cortaba todo el bacalao de la guerra por parte franquista; así como su excelente relación con el general Emilio Mola, cogolpista junto con el propio Franco y con Sanjurjo, le valieron el nombramiento de jefe provisional de la Falange; provisional porque, si bien no eran pocos los miembros de la cúpula del lado nacional que sabían bien que José Antonio estaba muerto, esta realidad no se daba por cierta para mantener la moral.

Manuel Hedilla tenía dos grandes colaboradores: por un lado, el también cántabro Víctor de la Serna y, por otro, el catalán José Antonio Serrallach, personaje éste último muy interesante porque, entre otras cosas, algún testigo de aquellos días ha aseverado que le fue presentado a Hedilla por el embajador alemán en España, Wilhelm von Faupel, y que, de hecho, sería una especie de espía al servicio de los nazis. Este hecho, de ser verdad, abonaría la tesis, que de alguna manera se huele en los sucesos de Salamanca (unido a la antes mentada pasividad alemana para liberar a José Antonio) de que, tal vez, Hitler hubiese decidido jugar, a través de Falange, a controlar España. Lo cierto es que el primer candidato a mandar en Falange tras José Antonio, es decir Hedilla, tenía una copia del Mein Kampf dedicada por el Führer en persona; y que el segundo, Manuel Serrano Súñer, era uña y carne con, entre otros, el ministro nazi de exteriores, Joachim von Ribentropp.

Frente a Hedilla, De la Serna, Serrallach et altera, se encuentra el falangismo del grupo de Madrid, comandado por un sevillano, Sancho Dávila. Poco tiempo después de morir José Antonio, Sancho Dávila inició, nunca sabremos bien si motu proprio o impulsado para ello por Franco, la negociación para la fusión entre los dos grandes partidos del nacionalismo franquista: falangistas y carlistas. Lo que sí sabemos es que ya a finales de 1936 Franco estaba pensando en el tema. Por un lado, no le gustaba la propuesta de su hermano Nicolás, quien propugnaba la creación de un partido político nuevo sin base social, a la usanza de la Unión Patriótica del general Primo de Rivera; pero, por otro lado, sentía aversión hacia los partidos políticos, a los que consideraba responsables de la degradación de las democracias liberales. Quería, pues, un partido que no fuese un partido, y que pudiese dominar. Aunque no era el único que deseaba la desmovilización política de falangistas y requetés. Éste era también el deseo de las fuerzas políticas monárquicas que habían batallado desde sus exigüas minorías parlamentarias durante la República y que ahora demandaban al nuevo Estado que, de alguna manera, controlase las veleidades de aquellos grupos tan radicales. Inquietud que era compartida por el gran capital y es por eso que se ha escrito que dos de los grandes muñidores de la exaltación que, en aquellos días salmantinos, acabaría provocando muertos, fueron dos elementos, Ladislao López Bassa y Vicente Orbaneja, que habían sido enviados a malmeter por algún importante financiero, deseoso de desactivar aquella bomba fascista.

Las cosas, sin embargo, no son tan fáciles de conseguir, porque tanto falangistas como carlistas querían hacer las cosas por su cuenta. Hasta diciembre de 1936 no logró Franco decretar la unificación de sus fuerzas combatientes, lo cual quiere decir que, hasta entonces, un carlista, por ejemplo, era un carlista, no un soldado. De hecho, la tentativa de los carlistas de crear su propia academia militar provocó que Franco tuviese que exiliar a Portugal al líder tradicionalista, Manuel Fal Conde.

En enero de 1937, la España franquista es un hervidero de proyectos de futuro. Si dejamos volar la imaginación y damos por bueno todo lo que se ha dicho o insinuado a este respecto, en ese momento tenemos: a Hedilla trabajando para consolidar un liderazgo en Falange que haga de ésta el partido político custodio de la pureza fascista del nuevo régimen español; a Sancho Dávila coqueteando, por ideas propias o inducidas, con crear un solo partido con los carlistas; a los monárquicos de toda la vida jugando la baza del regreso, algún día, de los borbones; a las terminales de Mussolini en Salamanca trabajándose una hipotética reconstitución de la monarquía saboyana en España; al general Mola siendo, como poco, tentado para presidir un gobierno cívico-militar de las derechas; y a los nazis jugando a controlar a la Falange y, a través de ella, a Franco.

Y luego Franco, claro, mirando por su interés.Las negociaciones entre la Falange-Dávila (acompañado por Escario y Pedro Gamero del Castillo) y el carlismo (Fal Conde, Santiago Arauz de Robles y José María Oriol) se producen a mediados de febrero de 1937 en Lisboa, pero fracasan. Los dos documentos que ambas partes se intercambian como proyectos de fusión son antípodas; uno dice dónde vas, el otro manzanas llevo. Falange quería (se creía con poder para exigir) comerse al carlismo a cambio de nebulosos compromisos de consultar a Don Javier de Borbón-Parma el día que se plantease la que llamaba «Nueva Monarquía de España, como garantía de la continuidad del Estado nacionalsindicalista y base de su Imperio» (monarquía cuya puesta en marcha tampoco quedaba muy clara en el documento, en todo caso); los carlistas querían una fusión operativa pero no jurídica, es decir una relación de primus inter pares; la integración de ambos idearios, o lo que es lo mismo la matización carlista de los puntos de Falange; y una mayor atención hacia los principios del tradicionalismo. Una vez fracasado este intento, la rivalidad entre falanges se desplaza a la propia Falange.

El Grupo de Madrid utilizará como ariete contra Hedilla a un personaje también curioso: Rafael Garcerán. Garcerán era pasante de José Antonio pero, a pocas semanas del golpe de Estado, tenía más bien poco de falangista; de hecho, ni siquiera era miembro del partido e incluso había llegado a militar en el socialismo madrileño. Fue Garcerán, de hecho, quien lanzó la idea de que, en ausencia de José Antonio, Falange debía ser comandada por un triunvirato, lo cual equivalía a atacar el personalismo de Hedilla y ponerle en dificultades, ya que iba escaso de equipo. El primer enfrentamiento serio se producirá en febrero de 1937. En dicha fecha, se produjo el primer aniversario del discurso de José Antonio en el cine Europa de Madrid; un discurso inflamado, de corte revolucionario, que el líder de Falange había pronunciado en las vísperas de las elecciones ganadas por el Frente Popular. Hedilla dio la orden de distribuir en zona nacional 25.000 copias del discurso, pero una de las terminales de Garcerán, el delegado de Prensa y Propaganda Vicente Gay, ordenó retirarlas. El jefe provincial de Burgos, José Andino, uno de los miembros de la «Falange del Norte» hedillista, lo leyó en Radio Castilla, motivo por el cual fue arrestado. Costó mucho amansar aquellas aguas pues, entre otras cosas, un grupo de hedillistas gallegos estuvo a punto de sacar a hostias a Andino de la cárcel.

Hedilla, por su parte, sigue con su tiki-taka y abre dos academias de oficiales, una en Sevilla y la otra en Salamanca; ésta, la famosa academia de Pedro Llen que tendrá un papel tan importante en los sucesos de Salamanca. Al frente de la academia salmantina se coloca un nazi finlandés, Karl Magnus von Hatmann, lo cual abona la tesis de que el movimiento por parte de Hedilla fue hecho en connivencia con Von Faupel y los nazis. Esta vez, nadie fue expulsado de España, como le ocurrió a Fal Conde.

Agustín Aznar y Sancho Dávila, falangistas del grupo de Madrid que ha fracasado en el intento de pillar cacho en el poder del partido consiguiendo fusionarlo con el carlismo, todo ello probablemente tras la amorosa mirada de Franco, se dan cuenta de que la única forma de cargarse a Hedilla es ir a por él. Así las cosas, comienzan a coleccionar acólitos. Encuentran pronto a Garcerán, que tiene ganas, y se les une José Moreno. Este cuarteto salmantino (Aznar, Garcerán, Dávila y Moreno, los padres de la movida antihedillista) consigue atraerse a algunos falangistas de cierto corte radical, tales como Jesús González Vicén y José Antonio Girón de Velasco.

El 12 de abril, sin poder esperar ni un minuto más porque este piélago de poderes y podercillos está minando la capacidad bélica del bando nacional, Franco da el francazo y convoca a los carlistas más proclives a la unificación (sobre todo, el conde de Rodezno) y les cuenta lo del decreto con el que va a crear un solo partido. Cuando Hedilla, que no está en Salamanca, se entera, su reacción es convocar un Consejo Nacional de Falange, a todas luces para oponerse, el 25 de abril siguiente. El 13 de abril, en San Sebastián, Hedilla se entrevista con Ángel Alcázar de Velasco, un joven falangista de acción que había sido condecorado por el propio José Antonio por su labor repartiendo leches en Asturias tras el golpe del 34. Alcázar de Velasco escribió sus memorias mucho más tarde, en el 76, muerto Franco y muerto Hedilla, y en ellas cuenta que, en dicha reunión, Hedilla le aseveró que Falange estaba a punto de romperse en pedazos y le conminó a espiar a un grupo de falangistas y cercanos, todos ellos más o menos identificados con el Grupo de Madrid o con la camarilla directa de Franco. Eran: Ramón Serrano Súñer, Alfonso García Valdecasas, Eduardo Aunós, Ernesto Giménez Caballero, Gumersindo García y Pedro Gamero del Castillo. Prueba también de que Hedilla esperaba que a mediados de abril hubiese follón es que, un par de días antes de los trágicos sucesos del 16-17 de abril, dio orden al delegado de Sanidad de Falange, Tomás Rodríguez, para que reforzase las estructuras asistenciales en previsión de que hubiese heridos.

El 14 de abril, en el hedillismo se produjo un movimiento tendente a enviar a alguien a Pamplona, donde los carlistas se reunían para discutir la unificación que les había propuesto Franco. Sin embargo, Hedilla no impulsó la medida. Según Alcázar de Velasco, en ese punto todavía confiaba en Franco y pensaba que era Serrano quien malmetía sobre él ante el caudillo; o sea, le pasaba como a esas personas que, tras las elecciones de 1982, se hacían empanadas mentales con las discusiones entre Felipe González y Alfonso Guerra, siendo lo cierto que actuaban coordinados. Con este espíritu se entrevistó Hedilla con uno de los padres de la unificación, el diplomático franquista José Antonio Sangróniz y Castro, el cual le vendió a Hedilla la milonga de que la unificación suponía dejarle todo el espacio político a Falange porque Franco se quería dedicar en exclusiva a ganar la guerra. Otrosí: Hedilla se tragó que Franco quería un Estado con dos jefes. O sea: no conocía a Franco.

En esos días (15 y 16 de abril de 1937), Salamanca se empieza a llenar, sospechosamente, de falangistas armados. Son los hedillistas, que salen a la calle a marcar paquete; y los conjurados de Sevilla, Madrid y Valladolid, que se apresuran a dejarse caer por la ciudad castellana. El día 16, a las once de la mañana, los conjurados se reúnen y designan un triunvirato que sustituirá a Hedilla, formado por Aznar, Garcerán y Moreno. Fuertemente armados y escoltados, se van a la calle del Toro, sede de la Junta de Mando de Falange, que está a rebosar de personal que se huele la tostada y con fuerte presencia de los guardias civiles de Lisardo Doval, un represor franquista que se ha fogueado acabando con el golpe revolucionario de Asturias. Hedilla está ya en su despacho en compañía de sus incondicionales: Víctor de la Serna, Serrallach, Maximiliano García Venero, Francisco Yela y José Sáinz. Entre De la Serna, el catalán y García Venero, los verdaderos confidentes del jefe provisional, le convencen de que no obstaculice la entrada de los tres conjurados en el edificio, probablemente para evitar la sangre. El jefe salmantino, Laporta, trató de hacer de hombre bueno y negociar con los confabulados; pero fracasó, y éstos se presentaron para cesar a Hedilla.


A las once pasadas de la mañana, allí mismo le entregan un pliego de cargos en el que, entre otras cosas, le llaman analfabeto, y le cesan. Lejos de enfrentarse, Hedilla sale de la sala y solicita, inmediatamente, una entrevista con Franco. Aquí puede estar la clave de por qué acepta con tanta naturalidad su cese; si hemos de creer a Hedilla, él había discutido ya la eventualidad de su cese por los triunviros con el teniente coronel Antonio Barroso Sánchez-Guerra, de profesión muñidor en el Cuartel General de Franco (formalmente, Jefe de la Sección de Operaciones del Cuartel General). Según Hedilla, éste le dio instrucciones de dejar hacer a los confabulados, dándole a entender que quien tenía el apoyo de Franco era él. Pero, quizá, a las pocas horas caería en la cuenta el falangista santanderino de que eso no era una verdad completa. Como ya he dicho, Hedilla pide una entrevista con Franco. Pero éste no le recibirá; sólo podrá ver al teniente coronel Barroso. Por su parte, el nuevo poder de Falange solicita a mediodía una entrevista con el caudillo, que les recibe a las cuatro de la tarde. No parece difícil de adivinar con qué equipo iba el generalísimo.

Cierra España.

Hedilla, Franco y el decreto de unificacion.10ª parte.Continuacion.

La lucha de facciones en el seno de la Falange fue, por tanto, un factor que ayudó a Franco, pero que no provocó su decisión. En el fondo lo que había tras esa lucha era la simple ausencia de una jefatura firme y comúnmente aceptada en el seno de Falange. El 16 de abril de 1937 el enfrentamiento se tradujo en dos muertos, producto más que de un atentado de la tendencia de los dirigentes falangistas a ir con escoltas armadas. Ni siquiera después de estos sucesos, que presupusieron la detención de los tres adversarios fundamentales de Hedilla, tuvo éste tras de sí a toda la dirección de Falange: de aquellos tres, dos le debían su puesto y un tercero había colaborado con él; del resto de los dirigentes sólo 10 de 22 le apoyaron para que conversara con Franco sobre la ya inminente unificación. La victoria de Hedilla fue pírrica y volátil. La mejor prueba de ello es que las conversaciones de los dirigentes falangistas de estos días demuestran una excepcional carencia de información y de criterio ante la situación: creían que se iba a formar un Gobierno presidido por Mola y sólo les preocupaban las cuestiones formales e internas. Ni por un momento pensaron en resistir: no dedicaron la mayor parte de su tiempo a la cuestión verdaderamente crucial como era la unificación, en la conciencia, como uno de ellos dijo, de que "un acuerdo, si el Generalísimo lo hace por la fuerza, no cabe". En realidad, Franco ni siquiera hubo de utilizar la fuerza sino que se limitó a evitar que circularan emisarios falangistas a través de los territorios que él controlaba y a que se desplazaran las milicias falangistas.


Bastó eso para producir la unificación que se convirtió en decreto una semana después de los incidentes. Partiendo de que "una acción eficiente de Gobierno" era "incompatible con la lucha de partidos" y prometiendo incorporar al nuevo grupo político "aportaciones colectivas e individuales" se dio luz a un partido de kilométrica denominación, Falange Española Tradicionalista de las juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista. En su dirección estaba previsto que figurara Hedilla, pero al negarse fue acusado de los incidentes del 16 de abril y de haber mantenido una posición de resistencia ante el mando de Franco y se le condenó a muerte, aunque luego fuera indultado. Tampoco Fal Conde quiso ocupar un puesto dirigente en la nueva agrupación política.

Se ha interpretado por algunos historiadores que en esta ocasión Falange se "suicidó", pero dicha afirmación no parece cierta si tenemos en cuenta que su tono revolucionario, era, a diferencia de lo sucedido en otros grupos fascistas, superficial. Además no sólo los dos albaceas testamentarios de Primo de Rivera, Serrano Suñer y Fernández Cuesta, colaboraron con el régimen en puestos destacados, sino que también lo hizo la hermana e incluso algún sancionado en los incidentes de abril de 1937, como Arrese. Por eso no tuvo ningún éxito el intento de Prieto de fomentar la creación de una supuesta Falange "auténtica" desde el bando republicano.

Irónicamente el embajador alemán escribió a las autoridades de su país que describiría a la "Nueva España" cuando llegara a descubrirla. Lo que verdaderamente llama la atención en la unificación no es eso, sino lo pronto que Franco adoptó una postura. Bien es verdad que para su triunfo contó con el hecho de que la opción más importante dentro de la derecha estuviera marginada, mientras que las dos emergentes ahora eran demasiado noveles, inexpertas en la dirección y heterogéneas en su fuerza como para que pudieran presentar resistencia. Otro elemento crucial para llegar a entender el éxito de Franco consiste en que en esta ocasión, como en tantas otras, dio la sensación de adoptar una medida provisional y de urgencia, y por tanto susceptible de cambio, cuando en realidad no hacía otra cosa que ratificar su absoluta preeminencia.

Desde finales de 1937 fue haciéndose evidente en el bando sublevado la urgencia de constituir un organismo de gobierno y administración más eficaz que el existente hasta entonces. A la creación de un gobierno propiamente dicho que sustituyera a la Junta Técnica de Estado coadyuvaron Jordana, su presidente, y Serrano Suñer, la estrella ascendente en la política de los sublevados. Finalmente el Gobierno quedó constituido en los primeros días de febrero de 1938, tras la batalla de Teruel. Las dos figuras más importantes del mismo eran las mencionadas.

Jordana fue vicepresidente-secretario, asumiendo también la competencia acerca de las relaciones exteriores y presidiendo las reuniones del Consejo en caso de ausencia de Franco, pero todavía fue mayor la influencia de Serrano, que tenía un único Ministerio con tres Subsecretarías: el de Gobernación, con competencias muy amplias, que incluían la prensa y le daban una especialísima relevancia en los periódicos de la zona franquista. Tanto el programa como las principales disposiciones de política interior salieron de sus manos y, por si fuera poco, parece haber inspirado la propia composición del Gabinete: incluso evitó que figurara en él Nicolás Franco, aludiendo al peligro de que hubiera en él "demasiada familia".

Como sería habitual en la España de Franco, caracterizó a este primer Gobierno una composición plural y muy medida: junto a dos falangistas había tres generales, dos monárquicos alfonsinos, un tradicionalista, dos ingenieros y un antiguo cedista. Serrano también lo había sido, pero no era esta la razón de su ascenso político. Cuñado de Franco, al que por tanto le unían vínculos familiares, tenía unas capacidades administrativas y de traducir en textos legales la voluntad política del jefe del Estado de las que éste carecía. Bien dotado intelectualmente, era el único de los miembros del Gabinete capaz de esbozar y defender un programa político como alternativa al "Estado campamental" hasta entonces existente. El contenido de dicho programa, siempre en favor de la preeminencia de su cuñado y de él mismo, trataba de aunar el "calor popular, social y revolucionario" de las doctrinas falangistas con las algo más "inactuales" del carlismo, pero en realidad favoreció mucho más a la primera que al segundo y sentó el primer paso para el intento de "fascistización" de la posguerra. Tenso, absorbente y personalista, Serrano Suñer se vio gravemente perjudicado siempre por una ambición evidente y por una no menos evidente carencia de don de gentes.

De todos modos no debe pensarse que la sustitución del "Estado campamental" por uno nuevo fuera tan inmediata ni que la obra legislativa en el bando de Franco fuera amplia y muy significativa. La mejor muestra de que el "Estado campamental" perduró reside en que siguió repartido en una pluralidad de sedes en toda la meseta superior y en el Norte.

Quizá la tarea más perdurable fuera la Ley de Prensa de 1938 que no sería modificada hasta 1966 y que introducía unas concepciones beligerantes contra la libertad de prensa, incluyendo la censura y el nombramiento gubernativo de los directores de los medios de comunicación, por lo que en algunos aspectos resultaba incluso más dura que la propia legislación fascista italiana. Sin embargo, sólo en ese aspecto y en determinadas disposiciones sobre el sindicalismo, que no llegaron a configurarse de modo definitivo, cabe percibir la citada influencia. En cambio caracterizó a la legislación acerca de los aspectos vinculados con los Ministerios de Justicia y Educación, cuyos titulares eran respectivamente Rodezno y Sainz Rodríguez, una voluntad decidida de restauracionismo religioso que llevó a la purga del personal docente y a la abolición de la legislación laica de la República, dando un extremado carácter clerical a la nueva. Ambas tendencias antagónicas entraron en conflicto respecto de lo que luego fue denominado como Fuero del Trabajo, única disposición de rango constitucional aprobada en el transcurso de la guerra, lo que ya resulta muy expresivo de la indefinición del bando sublevado. Originariamente denominada Carta del Trabajo, su texto, elaborado por dirigentes falangistas como Ridruejo y el ministro González Bueno, tenía concomitancias con el fascismo, pero luego, por influencia monárquica y tradicionalista, no pasó de ser un conjunto de declaraciones generales no traducidas en legislación concreta.

A lo largo de 1938 las victorias militares de Franco en la guerra no fueron acompañadas de una paralela clarificación del panorama político interno de su régimen, a pesar de que esta realidad permaneciera oculta por la situación militar y por la ausencia de libertades de expresión. Cierta propensión fascista y una radical indefinición que sólo contribuía a multiplicar el poder de Franco eran los rasgos más característicos del "Nuevo Estado" vertebrado a lo largo del conflicto.

En primer lugar, el nuevo partido a estas alturas se había caracterizado como una entidad artificial sin capacidad de actuación autónoma y enfrentada en la práctica en su seno por la fundamental discrepancia entre las dos organizaciones originarias. El Consejo Nacional de FET de las JONS estuvo formado por numerosas personas, pero la mayor parte poco significativas (desde el exilio Cambó meditaba sobre la "terrible inferioridad" de la clase dirigente del nuevo régimen). Hubo quienes no dieron la menor importancia a su pertenencia al nuevo organismo (Pemán), o quienes comprobaron su inanidad queriendo intervenir en su plenario sin éxito (Queipo de Llano), o intentaron promover una candidatura para la Junta Política, especie de Comisión Permanente, acabando por descubrir que ésta quedaba en manos de Franco (Vegas Latapié). Desde muy pronto se percibió que el Consejo no serviría para otra cosa que para aparatosas ceremonias medievalizantes realizadas para la exaltación de Franco.

La Junta Política se reunió más asiduamente pero estaba todavía más dominada desde las alturas. Franco no admitió de ninguna manera unos Estatutos internos del partido que le sometieran a ningún tipo de recorte en su poder, pues él se consideraba "responsable ante Dios y ante la Historia" y no sujeto, por tanto, a procedimiento alguno de destitución o de juramento. Raimundo Fernández Cuesta, un personaje gris y desconfiado, que recibió la Secretaria General del partido, manifiesta en sus Memorias que le fue concedida por sus adversarios en Falange "que lo que querían era que fracasara", muy pronto decepcionó las esperanzas que en él habían puesto los falangistas puristas quienes, por boca de Ridruejo, reconocieron haberse "equivocado de medio a medio".

Esto explica que la actitud de una especie de "sanedrín" del falangismo reunido en torno a Pilar Primo de Rivera y animado por Ridruejo fuera "distanciada, pero negociadora y finalmente integrada", en palabras de este último. Había, además, una razón accesoria y es que Falange fue la beneficiaria fundamental y aun casi única de la unificación, sobre todo en determinados cargos provinciales y locales. Los carlistas, por ejemplo, apenas tuvieron media docena de gobiernos civiles y aunque Falange tuvo como adversarios a los franquistas puros, todos sus elementos, incluso los más radicales, fueron integrados sin problemas en la Administración del nuevo régimen. No sucedió así con el carlismo, que siguió viviendo autónomamente, sobre todo en Navarra. Rodezno, su principal dirigente, escribe en su diario haber sentido como "hierro de ganadería" la unificación y estar dispuesto a que "le abrieran en canal" antes de uniformarse como estaba ordenado. Mientras Fal Conde redactaba manifiestos doctrinales contrarios a las tesis del partido único, Don Javier, el pretendiente, permanecía en el exilio y había carlistas que se preguntaban si al final de la guerra civil resultaría necesario "salir otra vez".

Pero no sólo la unificación había sido un fracaso sino que en la etapa final de la guerra, mientras Franco parecía cada vez más seguro y consciente de su condición de Caudillo, algunos de sus principales colaboradores parecían decepcionados respecto de su capacidad e incluso del papel que ellos mismos habían jugado en su promoción. Hay muchos testimonios a este respecto: Martínez Anido afirmaba que era "un desastre", Sainz Rodríguez decía que tenía "una enorme cultura de saberes inútiles", y Amado juzgaba que sus opiniones sobre materias económicas eran de "tertulia de café"; incluso Jordana, muy fiel al jefe del Estado, pensaba que las instrucciones que le daba eran demasiado inconcretas como para ser aplicables. Gran parte del malestar existente entre los ministros y, en general, la clase dirigente del régimen, era producto del ascenso de Serrano Suñer, único ministro que aparecía en la prensa y que, al mismo tiempo, parecía beneficiarse constantemente de su relación familiar con Franco. A comienzos de 1939 Franco, indignado, destituyó a Sainz Rodríguez, autor de una inocua broma acerca de su persona; la actitud de sus ministros le pareció insuficientemente sumisa cuando lo anunció y, en consecuencia, la guerra civil concluyó con una situación en la que era ya inmediatamente previsible un cambio de Gobierno. El Conde de Rodezno anotó en su diario que "este hombre no tiene remedio y nos ha dado un buen chasco y esto parece que toma rumbos de poder personal indefinido".

Puede decirse, en conclusión, que durante la guerra civil, de una manera poco frecuente, teniendo en cuenta lo que sucede habitualmente en este género de conflictos, consiguió un grado de unidad considerable. Todo ello sin duda contribuyó de manera importante a la victoria, aunque es dudoso lo que podría haber llegado a suceder si en algún momento los sublevados hubieran experimentado una derrota militar. A cambio de la victoria los sublevados engendraron un sistema político en cuyos rasgos generales no estaban de acuerdo la mayor parte de sus dirigentes políticos principales. Franco utilizó su habilidad, pero además se vio beneficiado de la peculiar situación que nacía de las fuerzas políticas que dirigía. En lo que tenía de régimen dictatorial personal y militar, muy poco institucionalizado y con un partido único de influencia limitada, el franquismo nació durante la guerra civil. Sin embargo, sólo en la segunda guerra mundial Franco se convirtió en árbitro de las tendencias que acaudillaba en un momento dificilísimo para su régimen, que hubiera podido suponer la entrada en el conflicto mundial y la fascistización completa.

Cierra España.

Hedilla, Franco y el decreto de unificacion.10ª parte.

Javier Tussell


Como en el caso del Frente Popular, el primero y más evidente resultado del alzamiento militar fue también la fragmentación de la autoridad política entre los sublevados, pero en este caso fue sólo la consecuencia del fracaso del pronunciamiento y, por consiguiente, de la discontinua geografía controlada por aquéllos. Además, con el transcurso del tiempo, aunque perdurara la pluralidad de componentes en este bando se logró un grado elevado de unidad en las condiciones que serán descritas inmediatamente. Tal situación, lograda sin derramamiento de sangre, se explica por la peculiar mentalidad que guiaba a los sublevados. Para ellos se trataba de evitar, ante todo, el triunfo de una revolución que sintieron como inminente a pesar de que, como sabemos, ni estaba preparada ni existía un grupo político capaz de protagonizarla.

El resultado de la contrarrevolución preventiva fue una revolución que sí tuvo contenidos, pero en cambio los de la primera eran más que imprecisos. Probablemente si la sublevación hubiera triunfado se habría constituido un directorio militar con algunos técnicos dentro de un régimen formalmente republicano; es previsible que ese régimen hubiera sido temporal. No fue así, pero hay indicios de esta actitud en las declaraciones de no pocos de los protagonistas de la sublevación. Con el paso del tiempo hubo un propósito de construir una fórmula política mucho más estable, pero la precisión siguió brillando por su ausencia. Es significativo que el mismo Franco no tuviera empacho en declarar que quería construir un Estado que fuera la "antítesís de los rojos". Tal propósito se reducía a una fórmula que reconstruyera la unidad nacional frente al pluralismo de los partidos, pero mantuvo una esencial indefinición durante todo el conflicto. Es obvio que el resultado podía ser insostenible a medio plazo desde el punto de vista doctrinal, pero tuvo el efecto de no distraer a los sublevados en disputas internas y de mantenerlos concentrados en ese propósito negativo de concluir con la supuesta revolución adversaria.

La fragmentación inicial de los sublevados puede ser ejemplificada en Navarra y en Sevilla. En el primer caso, la existencia de una fuerza política arraigada desde hacía tiempo y con una neta hegemonía, como era el carlismo, permitió la creación de una Junta Nacional carlista de guerra, que venía a ser una especie de germen de Estado con su organización paraministerial tanto en lo civil como en lo militar. En Navarra, que vivió con una independencia práctica, en las primeras semanas de la guerra se tomaron disposiciones que en condiciones normales son sólo imaginables con carácter general y no sólo en una provincia como, por ejemplo, la reintegración del crucifijo en las escuelas. Si lo sucedido en Navarra tiene como principal razón de ser el arraigo de un partido, lo sucedido en Sevilla fue producto de la fuerte personalidad de Queipo de Llano cuya autoridad se veía multiplicada por lo inesperado de su victoria. Aunque en Sevilla empezó a utilizarse el término Caudillo para referirse a Franco, la verdad es que Queipo nombraba a los gobernadores, legislaba en materia económica y social y prestaba muy poca atención a la Falange.

De todos modos, los sublevados desde muy pronto sintieron la necesidad de una dirección unificada. La constitución de una Junta de Defensa en Burgos a fines del mes de julio, como consecuencia de una reunión de los jefes militares de la zona Norte, es una buena prueba del deseo de remitir al futuro cualquier tipo de organización política. La Junta, cuyo nombre recordaba la Historia española de principios de siglo, no era más que un instrumento de administración y de intendencia de la retaguardia, presidido por el general más antiguo, Cabanellas. Prueba de la voluntad unificadora dirigida a la obtención de la victoria, es el hecho de que declarara el estado de guerra, pero al mismo tiempo, testimonio de la peculiar incertidumbre de los militares es que originariamente ni siquiera se prohibieran todos los partidos sino sólo los del Frente Popular, mientras que las Cortes no se declaraban ilegítimas sino sólo "ganadas por el afán bolchevizante". En suma, como luego diría Serrano Suñer, lo que allí había era un "Estado campamental", impreciso en sus funciones y en sus objetivos. Sin embargo, detrás de esa voluntad unificadora había un grupo político, los monárquicos, conscientes de que tan sólo a través de la influencia en los medios militares lograrían dar contenido en su propio beneficio a la España de los sublevados.

Fueron también generales monárquicos, como Orgaz y Kindelán, los principales autores del nombramiento de Franco para la suprema dirección de los sublevados, aunque en ello existió coincidencia con militares africanistas, como Yagüe, y en general con la posición de todos. Mola declaró que había dos formas de enfrentarse con una guerra civil y sólo la unidad era garantía de ganarla. Da la sensación de que Franco empleó para lograr su nombramiento un arma que pronto se convirtió en habitual, es decir, la dilación, pues según Kindelán "dilataba día tras día su decisión". Finalmente la cuestión se resolvió tras una reunión, a fines del mes de septiembre, en la finca del ganadero Pérez Tabernero, en la provincia de Salamanca.

Las noticias que tenemos acerca de lo acontecido en esta ocasión resultan muy esclarecedoras por cuanto revelan que los militares estaban totalmente de acuerdo con la idea de la unidad de mando militar y político, mientras que de ninguna manera pensaban que como consecuencia de ello naciera una dictadura personal ilimitada en su duración. En efecto, si hubo reticencias a la concentración de todo el poder en una persona, el decreto aprobado originariamente, que fue redactado por Kindelán, preveía tan sólo la asunción del poder político durante el transcurso de la guerra. La disposición que fue publicada, no obstante, atribuía a Franco la ambigua condición de "jefe del Gobierno del Estado" y, sobre todo, no limitaba la duración de su mandato en el tiempo.

La designación de Franco no ofreció dudas: de los tres generales responsables hasta el momento de las principales operaciones militares, Mola lo era de Brigada, Queipo de Llano tenía un pasado político que podía inducir a la discrepancia y Franco, en cambio, aunque no era el más antiguo, había conseguido el general respeto de sus compañeros de armas antes del estallido de la guerra, y una vez iniciada ésta había logrado las victorias más espectaculares merced a la superioridad de sus tropas. Al parecer, sólo Cabanellas, desplazado de su puesto, aunque hubiera sido honorífico, mantuvo su reticencia aunque en el resto de los generales el grado de satisfacción fuera variable. La guerra, sin embargo, estaba destinada a convertir el mando único en caudillaje.

Al mismo tiempo que se creaba el mando único, se modificó la Junta, que de ser un organismo de dirección militar compartida de la Administración, pasó a ser un órgano de intendencia de la retaguardia. La presidió en primer lugar el general Dávila, que al mismo tiempo era jefe de Estado Mayor de Franco, hasta que en junio de 1937, al asumir la dirección del Ejército del Norte por haber muerto Mola en accidente, le sustituyó Jordana. Ambos eran militares con una sólida experiencia en Marruecos y capaces para la tareas organizativas, pero no habían tenido una experiencia propiamente dicha en el terreno político. De la presidencia de la Junta, ahora denominada Técnica de Estado, dependían siete comisiones en las que figuraron técnicos y algunos políticos de significación monárquica como Bau, Vegas Latapié, Pemán, Amado, etc.

En general, y con la posible excepción de las materias relativas a la cuestión religiosa en las que se inició la labor restauracionista que caracterizó luego al franquismo, la obra de la Junta Técnica recuerda más a la derecha tradicional que al fascismo. El propio Pemán afirmó que había un marcado contraste entre las cosas católicas que hacía y las cosas nuevas y fascistas propiciadas desde la Falange e incluso hubo medidas que recuerdan el arbitrismo de Primo de Rivera. Es lógico, porque la junta estuvo dominada por militares y ese dominio se veía multiplicado por el hecho de que de manera paralela y harto disfuncional Franco disponía de otros organismos de su directa responsabilidad: de él dependía una Secretaría General (ocupada por su hermano Nicolás), una Secretaría de Guerra, un gobernador general y una Secretaría de Relaciones Exteriores, único cargo no ocupado por un militar. A fines de 1937 era patente la disfuncionalidad de esta organización. Según Jordana, Nicolás Franco era un hombre genial y extraordinario, pero desbarajustado, y la administración se había convertido en un mare mágnum, sin que, por otro lado, hubiera desaparecido el policentrismo original, al menos en lo que a Queipo de Llano respecta.

Mientras tanto tenía lugar una evolución política interna importante que llevaría a la constitución de un partido único. A comienzos de 1937 corrieron rumores de que iba a crearse un partido franquista, pero todo hace pensar que éste no surgió de una iniciativa oficial. Más que pensar en ella habría que tener en cuenta la peculiaridad de la situación en que se encontraban los diferentes grupos políticos cuyas masas habían apoyado desde un principio la sublevación. El gran partido de la derecha durante la etapa republicana había sido la CEDA, pero su colaboracionismo le había supuesto la marginación. Tuvo unas milicias, pero muy poco nutridas que, desde Lisboa, Gil Robles estaba dispuesto a disolver en caso de que naciera un movimiento político unitario y nacional.

Los monárquicos procedentes de Renovación española, por su parte, siempre carecieron de masas y confiaron en adquirir influencia por el procedimiento de asesorar a los militares. Prueba de su escasa reticencia a la unificación reside en el hecho de que cuando Don Juan de Borbón quiso acudir a combatir al lado de Franco lo hizo vistiendo de una manera que presagiaba el uniforme del futuro partido. Franco no le autorizó a hacerlo porque le hubiera supuesto un conflicto con los dos grupos políticos emergentes en la España que él acaudillaba. Desde el comienzo del período bélico tradicionalistas y falangistas jugaron este papel, merced a su capacidad para adaptarse a la beligerancia, a pesar de que hasta el momento su relevancia había sido escasa. Pero unos y otros estaban en una situación muy peculiar y difícilmente podían enfrentarse o poner reparos a Franco. Éste, por otro lado, había causado una buena impresión inicial a los dirigentes de ambos grupos: "es cauto, muy sereno, amable y reservado y superior a sus compañeros generales", escribió Rodezno, el dirigente carlista.

El problema de los falangistas en estos momentos era, según uno de sus miembros, que habían pasado de ser un cuerpo minúsculo con una gran cabeza a ser un cuerpo monstruoso sin cabeza. En efecto, sus bases se habían multiplicado de manera desbordada (en Galicia pasaron en pocas semanas a varias decenas de miles a partir de tan sólo unos centenares), sin que las esperanzas de que José Antonio se mantuviera con vida sirvieran verdaderamente para que aparecieran nuevos dirigentes. Manuel Hedilla, hombre honesto, austero y trabajador, fue elegido al frente de una junta de mandos en agosto de 1936; sus indudables cualidades y una pertenencia a los medios populares excepcional entre los dirigentes falangistas se unían en su persona una evidente carencia de instrucción y de imaginación. Su problema principal fue la carencia de capacidad de liderazgo pues, a pesar de su elección, nunca fue aceptado por la mayoría de los dirigentes falangistas. De ahí el nacimiento de un cantonalismo falangista cuyo contenido ideológico resulta difícilmente precisable.

Aznar, Garcerán y Sancho Dávila no pueden ser acusados de neofalangistas pues su disidencia en un primer momento pudo ser alimentada por la propia Pilar Primo de Rivera, sino que su oposición a Hedilla parece haber nacido sobre todo de la no aceptación de su liderazgo, en especial a partir del momento en que inició una campaña de promoción de su figura. La verdad es que los dirigentes falangistas eran todo lo contrario de dóciles: jóvenes estudiantes inexpertos y embriagados de violencia de los que difícilmente podía esperarse una auténtica disciplina. Por su parte, el tradicionalismo estaba dividido desde la época de la II República en una dirección nacional, la de Fal Conde, y la de aquella región donde el tradicionalismo había tenido desde fecha muy temprana una mayor implantación, es decir, Navarra, en donde predominaba el Conde de Rodezno. Las circunstancias agravaron esta división que era de talante (posibilista el de Rodezno) más que de principios.

Respecto de ambas fuerzas políticas la actitud de Franco fue siempre decidida y taxativa no sólo en materias estrictamente militares sino también políticas. Cuando en diciembre de 1936 los carlistas crearon una Academia Militar que concedería títulos de oficial, Franco habló de "traición", suprimió la Academia y obligó a Fal Conde a exiliarse con lo que multiplicó la desunión en el seno del tradicionalismo. Según Rodezno, lo que había irritado especialmente a Franco había sido "el tono de soberanía" adoptado por el tradicionalismo. Cuando en enero de 1937 ambos mantuvieron una conversación, el primero sacó la impresión de que Franco muy tempranamente había esbozado una línea de actuación propia, consistente en no admitir ni remotamente la posibilidad de su propia interinidad, no tolerar la disidencia y atribuir a cada una de las dos grandes opciones políticas en su bando una función específica y subordinada: el tradicionalismo le proporcionaría el fundamento doctrinal de sus tesis, y el falangismo, el tono radical capaz de atraer a las masas obreras, pero el poder esencialmente permanecería en sus manos. Por aquellas fechas ya había practicado la disciplina respecto de los falangistas con idéntico rigor a como lo había hecho con los tradicionalistas. Cuando éstos quisieron distribuir un discurso de José Antonio en el que éste había mostrado una voluntad revolucionaria, Franco recurrió para evitarlo a la legislación aprobada en el mes de septiembre pasado que prohibía las actividades políticas y no tuvo el menor empacho en destituir a tres jefes falangistas castellanos.

En estas condiciones la única posibilidad de resistencia ante la voluntad de Franco de crear un partido único, que se fue haciendo patente a partir de las primeras semanas de 1937, consistía en que carlistas y falangistas decidieran por sí una unificación que les convirtiera en un contrapeso ante el creciente poder de la dirección militar. Los tradicionalistas, que habían crecido mucho menos que la Falange, intentaron incorporar a sus filas a miembros de la Lliga y de la CEDA, a los sindicatos católicos y al nacionalista Albiñana, pero este mismo hecho era el testimonio de una superioridad numérica de la Falange que no hizo sino dificultar los propósitos unitarios.

A lo largo del mes de febrero de 1937 hubo conversaciones en Lisboa y Salamanca sin que resultaran verdaderamente relevantes las diferencias entre las facciones existentes en ambos grupos políticos. Hubo, en cambio, factores de divergencia ideológica que nacían de la insistencia de los tradicionalistas en la regencia de su pretendiente, Don Javier, y la necesidad de suprimir los partidos políticos, mientras que Falange quería un partido único, pero, de hecho, el verdadero factor de divergencia fue la tendencia de Falange a considerar que la única unidad posible consistía en que ella absorbiera el tradicionalismo. En estas condiciones perduraba una prevención fundamental en un momento en que Franco ya había tomado su decisión: la unificación estaba decidida, antes de que estallara la lucha en el seno de Falange. Franco, además, no estaba dispuesto a consultar sobre ella sino tan sólo a notificarla, teniendo, como dijo a uno de los dirigentes carlistas, la "consideración de advertirnos".

Cierra España.

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Miguel de Unamuno - Diario de Sesiones, Junio de 1932

Estas autoridades de la República han de tener la obligación de conocer el catalán. Y eso, no... Si en un tiempo hubo aquello, que indudablemente era algo más que grosero, de «hable usted en cristiano», ahora puede ser a la inversa: «¿No sabe usted catalán? Apréndalo, y si no, no intente gobernarnos aquí.»... La disciplina de partido termina siempre donde empieza la conciencia de las propias convicciones.

Luis Araquistáin,socialista publica en abril de 1934

"En España no puede producirse un fascismo del tipo italiano o alemán. No existe un ejército desmovilizado como en Italia; no existen cientos de miles de jóvenes universitarios sin futuro, ni millones de desempleados como en Alemania. No existe un Mussolini, ni tan siquiera un Hitler; no existen ambiciones imperialistas, ni sentimientos de revancha, ni problemas de expansión, ni tan siquiera la cuestión judía. ¿A partir de qué ingredientes podría obtenerse el fascismo español? No puedo imaginar la receta".

Alejandro Lerroux, Mis memorias.

“La verdad es, lo he publicado antes de ahora, que el país no recibió mal a la dictadura, ni la dictadura hizo daño material al país. Es decir, no gobernó peor que sus antecesores. Les llevó la ventaja de que impuso orden, corto la anarquía reinante, suprimió los atentados personales, metió el resuello en el cuerpo de los organizadores de huelgas y así se estuvo seis años. Nunca la simpatía personal ha colaborado tan eficazmente en formar de un gobernante como el caso de Primo de Rivera, [...]”

Alejandro Lerroux, Mis memorias.

Frente Popular (Febrero 1936 - Marzo 1939)



Calvo Sotelo, sesion del 16 de junio de 1936.

"España vive sobrecogida con esa espantosa úlcera que el señor Gil Robles describía en palabras elocuentes, con estadísticas tan compendiosas como expresivas; España, en esa atmósfera letal, revolcándose todos en las angustias de la incertidumbre, se siente caminar a la deriva, bajo las manos, o en las manos —como queráis decirlo— de unos ministros que son reos de su propia culpa, esclavos, más exactamente dicho, de su propia culpa...
Vosotros, vuestros partidos o vuestras propagandas insensatas, han provocado el 60 por 100 del problema de desorden público, y de ahí que carezcáis de autoridad. Ese problema está ahí en pie, como el 19 de febrero, es decir, agravado a través de los cuatro meses transcurridos, por las múltiples claudicaciones, fracasos y perversión del sentido de autoridad desde entonces producidos en España entera.
España no es esto. Ni esto es España. Aquí hay diputados republicanos elegidos con votos marxistas; diputados marxistas partidarios de la dictadura del proletariado, y apóstoles del comunismo libertario; y ahí y allí hay diputados con votos de gentes pertenecientes a la pequeña burguesía y a las profesiones liberales que a estas horas están arrepentidas de haberse equivocado el 16 de febrero al dar sus votos al camino de perdición por donde os lleva a todos el Frente Popular".

La memoria analfabeta es muy peligrosa

Pérez-Reverte se embala. No es que le duela España, es que le indigna su incultura, su falta de espíritu crítico. Se revuelve porque, dice, un país inculto no tiene mecanismos de defensa, y “España es un país gozosamente inculto”. Tiene el escritor en la punta de los dedos las batallas, los hombres, las tragedias que han hecho la historia para apuntalar sus argumentos.

- Mi memoria histórica tiene tres mil años, ¿sabes?, y el problema es que la memoria histórica analfabeta es muy peligrosa. Porque contemplar el conflicto del año 36 al 39 y la represión posterior como un elemento aislado, como un periodo concreto y estanco respecto al resto de nuestra historia, es un error, porque el cainismo del español sólo se entiende en un contexto muy amplio. Del año 36 al 39 y la represión posterior sólo se explican con el Cid, con los Reyes Católicos, con la conquista de América, con Cádiz... Separar eso, atribuir los males de un periodo a cuatro fascistas y dos generales es desvincular la explicación y hacerla imposible. Que un político analfabeto, sea del partido que sea, que no ha leído un libro en su vida, me hable de memoria histórica porque le contó su abuelo algo, no me vale para nada. Yo quiero a alguien culto que me diga que el 36 se explica en Asturias, y se explica en la I República, y se explica en el liberalismo y en el conservadurismo del XIX... Porque el español es históricamente un hijo de puta, ¿comprendes?.

Arturo Pérez-Reverte