Carta Magna, su emblema.

Palabras de José Antonio Primo de Rivera, jefe de Falange Española de las J.O.N.S

"La noticia de que José Antonio Primo de Rivera, jefe de Falange Española de las J.O.N.S., se disponía a acudir a cierto congreso internacional fascista que está celebrándose en Montreaux es totalmente falsa. El jefe de Falange fue requerido para asistir; pero rehusó terminantemente la invitación, por entender que el genuino carácter nacional del Movimiento que acaudilla repugna incluso la apariencia de una dirección internacional. Por otra parte Falange Española de las J.O.N.S. no es un movimiento fascista; tiene con el fascismo algunas coincidencias en puntos esenciales de valor universal; pero va perfilándose cada día con caracteres peculiares y está segura de encontrar precisamente por ese camino sus posibilidades más fecundas".

martes, 17 de noviembre de 2009

SUCESOS EN 1932.(7ª parte)

Levantamiento fracasado de las derechas, el 10 de agosto, en Madrid y Sevilla. Versión republicana

La madrugada de hoy nos ha traído un suceso emocionante. ¡Por fin! Ha estallado el complot que desde hace meses anunciaban los augures. Complot organizado contra el Gobierno y contra la República. A la hora en que escribimos estas líneas nos llega hasta la Redacción el eco del tiroteo que los guardias de asalto sostienen contra los grupos rebeldes. La información que recibimos es, como acontece siempre en los primeros momentos de todo suceso sensacional, incompleta, apresurada, a ratos incoherente; atiende más a los detalles dramáticos que a las causas profundas del hecho, y apenas permite formar idea de lo que acontece. ¿Quién es el alma del complot? ¿Quién el caudillo? ¿Qué se proponen, concretamente, los conjurados? ¿Cuál es su programa? Informes que no queremos acabar de creer afirman que entre los comprometidos figuran, junto a los monárquicos confesos y convictos, republicanos de esos que vienen dedicándose desde hace algún tiempo a la tarea de socavar los cimientos del Gobierno, a presentarle ante los ojos de la opinión republicana como resumen y compendio de todas las incapacidades, de todos los errores y de las insensateces más inauditas. No lo creemos. Acaso hayan sido auxiliares morales e inconscientes del complot: auxiliares a sabiendas, no puede ser.


Suponemos, de todos modos, que algunos republicanos harán hoy severísimo examen de conciencia. Y no insistimos más sobre este punto porque faltan datos concluyentes, informes precisos acerca de la organización y desarrollo del complot.

Desde luego, si algún acontecimiento inesperado no viniese a complicar la situación, parece seguro, por lo que hasta las cinco de la madrugada está sucediendo, que el movimiento, importante acaso por la intención de los conspiradores, va a reducirse a un episodio menos dramático que la huelga revolucionaria de Sevilla o que la sublevación del Llobregat.

El Gobierno ha movilizado sus fuerzas con rapidez y eficacia extraordinarias, y todos los resortes del mando han funcionado de manera perfecta, hasta el punto de que en no mucho más de una hora todo habrá concluido, a favor del Poder público. Ni por un solo instante abandonó el presidente del Consejo su residencia del palacio de Buenavista, edificio preferentemente amenazado por los conspiradores. El ministro de la Gobernación estuvo en su despacho oficial durante toda la noche.

Se diría que la autoridad se adelantaba mecánicamente a cada una de las maniobras de los conjurados.

El resultado inmediato del suceso de hoy es evidente fortalecimiento del Gobierno en sus posiciones y reagrupación de las fuerzas republicanas.

Lamentemos, puesto que el instante no permite más amplios comentarios, los dolorosos sacrificios con que esta aventura sin nombre se está cerrando, y terminamos esta nota urgente pidiendo al Gobierno, aunque el Gobierno actual no necesita estímulo, que sin vacilación y con la serenidad que tan extraordinarias pruebas viende dando, restablezca el imperio de ley frente a todo y frente a todos.

(El Sol, 10 de agosto de 1932.)

Desde hace algunas semanas venía el Gobierno recibiendo informes de que elementos calificados como monárquicos preparaban un golpe de mano en Madrid, a fin de apoderase de los centros oficiales que ellos suponían vitales para el Gobierno y para el régimen. Esos informes añadían que en el movimiento habrían de participar militares retirados y, junto a ellos, organizaciones de paisanos. En vista de todo ello, comenzaron a adoptarse medidas policíacas muy rigurosas y secretas, y se estableció cerca de determinadas personas un servicio de vigilancia sumamente estrecho. Tal era el conocimiento que el gobierno tenía de los planes urdidos contra él y contra la República, y de naturaleza tan uferte la defensa organizada para hacer frente a cualquier eventualidad, que no diremos con complacencia, pero sí veía el Gobierno con absoluta serenidad de ánimo y con la mayor tranquilidad acercarse el momento en que habría de producirse el hecho anunciado.

Los rumores de anoche.- En las últimas horas de la tarde de ayer, o mejor dicho, en las primeras horas de la noche, se acentuaron extraordinariamente los rumores concernientes a un golpe de mano contra determinados centros oficiales. En las Redacciones de los periódicos y en los corrillos de los cafés se aseguraba terminantemente que el complot debía estallar en la madrugada de hoy, y hasta se precisaba que el movimiento tendría lugar de cuatro a cinco de la mañana. Es evidente que si esas informaciones habían llegado por vías absolutamente públicas y ostensibles a conocimiento de los periódicos y de los comentaristas desocupados, el Gobierno estaba en posesión de todos los datos relacionados con el complot y, por consiguiente, en condiciones de sofocarlo rápidamente.

Los edificios amenazados.- Entre otras cosas, sabía el director general de Seguridad que el movimiento iba encaminado a tomar por asalto el palacio de Buenavista (ministerio de la Guerra), la Dirección General de Seguridad y el Palacio de Comunicaciones.

De acuerdo con estos informes, las fuerzas de asalto quedaron estratégicamente situadas, con órdenes severísimas, de hacer fuego en cuanto vieran acercarse los grupos que debían movilizarse, según la organización del complot. La zona más ocupada por los guardias de asalto fue la que comprende las calles de Prim, Conde de Xiquena, Barquillo, Alcalá, entre Barquillo y la Cibeles, y Recoletos, entre la Cibeles y Prim, o sea toda la que se relaciona con el ministerio de la Guerra.

En las primeras horas de la madrugada el movimiento de fuerzas en la Dirección General de Seguridad era intensísimo.

Los informadores de sucesos tropezaban con grandes dificultades para el cumplimiento de su misión.

No obstante, pudieron averiguar que a las dos de la madrugada salió un carro de guardias de asalto con dirección a la calle de Doña Bárbara de Braganza. Al llegar frente a la casa número 16 de dicha calle subieron al cuarto piso y detuvieron a ocho personas, las cuales fueron inmediatamente trasladadas a la Dirección General y prestaron declaración ante el Jefe superior de Policía.

Entre los detenidos hay tres abogados del Estado, un pintor y el juez de instrucción de Sacedón, provincia de Guadalajara. Parece ser que alguno de los detenidos declaró que se habían reunido para jugar al póker. Pero la Policía sostiene que se trataba de una reunión de carácter político.

A las tres de la mañana, el director de Seguridad, señor Menéndez, recibió a los periodistas y manifestó que, de momento, no podía facilitar los nombres de los detenidos ni las causas de la detención, pues tenía pendientes otros servicios relacionados con el mismo fin.

La actividad máxima era la relacionada con las fuerzas de asalto, que han montado sus armas de tiro rápido por orden del Sr. Menéndez. El edificio de la Dirección está completamente acordonado. A las tres y media salió otro camión de guardias de asalto con dirección desconocida. Poco después llegaba en un automóvil, acompañado de dos agentes, un capitán del Ejército, al parecer, detenido.

En el palacio de Comunicaciones se desarrollaron durante la madrugada de hoy los sucesos de que ya tiene el lector noticia escueta, de la manera siguiente:

A las cuatro de la mañana, aproximadamente, penetró en Correos un teniente coronel; poco después llegó un comandante, y un minuto más tarde hizo acto de presencia un capitán. Todos iban de uniforme. Los tres fingieron no conocerse. El teniente coronel se encaminó a la ventanilla como si fuese a depositar un telegrama, y los otros dos se dirigieron al escritorio. El guardia civil de servicio advirtió que se miraban y que hacían señas.

En esto entró un alférez de Marina que traía en la mano una pistola. Observó el guardia civil que los cuatro militares se movían como tratando de envolverle, y entonces intentó retroceder hacia la pared; pero le cortó el paso un coronel, también de uniforme, que en aquel momento había entrado, y entre coronel y guardia civil se entabló el siguiente diálogo:

Coronel.- Póngase usted a mis órdenes inmediatamente.

Guardia civil.- No recibo órdenes sino de jefes de mi Cuerpo.

Coronel.- Es que traemos órdenes de fejes de su Cuerpo para que me obedezca usted.

Guardia civil.- Si esa orden no viene por escrito, no la acato.

Coronel.- ¿Quién tiene aquí al mando?

Guardia civil.- Un cabo.

Coronel.- ¿Dónde está ese cabo?

Guardia civil.- Durmiendo.

En ese instante entraron dos comandantes y preguntaron al guardia civil acerca de la sala de aparatos. El guardia les contestó que no podía decirles dónde se hallaba. El coronel insistió, diciendo:

Coronel.- Le digo que se ponga usted a mis órdenes.

Guardia civil.- Le digo que no obedezco otras órdenes que la de jefes de mi Cuerpo.

Coronel.- Pues ahora vendrá su capitán.

Guardia civil.- Pues cuando venga, ya veremos.

Al llegar a este punto el diálogo, el guardia se vió casi cercado, y entonces se echó hacia atrás y encañonó al grupo con el máuser. Su compañero, que prestaba servicio en la puerta, al darse cuenta de lo que sucedía, se echó también el fusil a la cara y apuntó hacia el grupo. Estado en esta situación, el guardia que había sostenido el diálogo ordenó a un repartidor de Telégrafos que cacheara a los conspiradores. Este repartidor sellama Andrés Vázquez. Los oficiales no admitieron el cacheo y tiraron las armas al suelo. Entonces se oyó fuera del palacio de Comunicaciones un tiroteo verdaderamente alarmante. Entraron en el vestíbulo dos parejas más de la guardia Civil. A medida que el tiroteo se intensificaba, llegaban de Recoletos grupos de conspiradores empujados por los guardias de asalto.

Los jefes que habían entrado en el primer momento en Correos no hicieron el menor ademán de disparar.

Dos muertos en Recoletos.- Confirmando noticias anteriores podemos decir que en el primer andén de la derecha del paseo de Recoletos, junto al tercer árbol, cayó muerto un alférez de complemento del Cuerpo Jurídico Militar. En el mismo andén, junto al séptimo árbol, cayó muerto un picador de Caballería, y junto a él, herida de bala y en estado gravísimo, fue recogida otra persona que aún no ha sido identificada.

El cadáver del alférez fue llevado al vestíbulo de Correos. Tiene una herida de bala en la cabeza. El guardia civil que mantuvo el diálogo con el coronel se llama Ascasio López, y su compañero, Angel del Val. La primera pareja que entró a auxiliarles estaba formada por los guardias Ildefonso Fernández y Aticino Bueno.

Más guardias de asalto heridos.- Además de los guardias de asalto que han sido asistidos en la Casa de Socorro del Hospicio, se sabe que están heridos de bala los guardias Emilio Cordero, José Gea Sánchez y Enrique Villacañas.

El director general de Seguridad, en el tiroteo.- Como nota de información podemos decir que cuando se inició el tiroteo en la calle del Conde de Xiquena, el director general de Seguridad, señor Menéndez, se puso a la cabeza de los guardias de asalto y fue el primero en hacer fuego con un rifle.

Traslado de detenidos.- A las seis y media de la mañana han llegado a la Dirección General de Seguridad de veinte a treinta paisanos detenidos en el palacio de Comunicaciones. El jefe superior de Policía procede a tomar las primeras declaraciones.

Al cierre de nuestra edición.- En la necesidad de cerrar la edición, pues el gobernador civil de Madrid nos comunica que no se permitirán ediciones extraordinarias, resumiremos las noticias que llegan hasta nosotros:

- Al alférez muerto se le ha ocupado una pistola ametralladora.

- Entre los militares detenidos figuran el general Fernández Pérez y el teniente coronel Ugarte.

- Hay heridos, como consecuencia de los sucesos, en las Casas de Socorro del Hospicio y de los Cuatro Caminos y en el Equipo Quirúrgico.

- Los escasísimos soldados que fueron arrastrados al movimiento pertenecen a la Remonta.

- El número de detenidos hasta ahora es, aproximadamente, de doscientos.

La actitud del señor Menéndez.- Inmediatamente después de ocurridos los sucesos en la calle del Conde de Xiquena, el director general de Seguridad se dirigió al ministerio de la Guerra para visitar al Sr. Azaña.

Cuando subía la escalera principal fue avisado de que acababa de llegar a la Cibeles una camioneta con fuerzas de Caballería al mando de un teniente y un alférez. Inmediatamente, el director general de Seguridad bajó y ordenó al teniente coronel Sr. Panguas que conminara al teniente que mandaba las fuerzas de la camioneta para que se presentara en el ministerio de la Guerra y explicara su presencia en aquel lugar.

El Sr. Panguas cumplimentó la orden, pero el teniente le replicó que no podía explicar su permanencia allí.

Entonces el director general de Seguridad se dirigió personalmente a la Cibeles, requiriendo al oficial nuevamente para que explicara la razón de su presencia y en virtud de qué órdenes se encontraba allí.

- No puedo decirlo replicó el teniente-. Estoy aquí por razones que no puedo comunicar a usted.

- Pues tengo orden de que usted se presente al ministro de la Guerra.


Cierra España.

SUCESOS EN 1932.(6ª parte)

Texto del manifiesto del general Sanjurjo


Huelva, 10 (12 n.).- Se conoce el texto del manifiesto que, firmado por el general Sanjurjo, ha sido repartido profusamente por Sevilla. En él se dice:

"Españoles: Surge de las entrañas sociales un profundo clamor popular que demanda justicia y nos mueve a procurarla. No hay atentado que no se haya cometido, abuso que no se haya perpetrado ni inmoralidad que no haya descendido a todos los órdenes de la Administración pública, para provecho o para el despilfarro escandaloso. La fuerza ha sustituido al derecho, la arbitrariedad a la ley, la licencia a la disciplina. La violencia se ha erigido en autoridad y la obediencia se ha rebajado a la sumisión. La incapacidad se impone donde la competencia se exhibía. El despotismo hace veces de valor y de honor de la desvergüenza. Ni los braceros del campo, ni los propietarios, ni los patronos, ni los obreros, ni los capitalistas que trabajan, ni los trabajadores ocupados o en huelga forzosa, ni el productor, ni el artesano, ni el empleado, ni los militares, ni los eclesiásticos, nadie siente la interior satisfacción de la tranquilidad de una vida pública jurídicamente ordenada, la seguridad de un patrimonio legítimamente adquirido. La inviolabilidad del hogar sagrado, la plenitud de vivir en el seno de una nación civilizada; de todo este desastre brota espontáneamente la rebelión de las almas que viven sin esperanza.

"No nos impresiona la emoción de la violencia dimanante del dramatismo de un levantamiento para el triunfo del pueblo. Las angustias del país nos emocionan profundamente. La revolución será siempre un crimen o una locura dondequiera que prevalezca la justicia y el derecho, pero no es justicia ni derecho donde prevalezca la tiranía, medios justificativos que copiamos de la revolución que se hizo en abril de 1931. Momentos mucho más desdichados que aquéllos fueron otros de año y medio de sectarismo tiránico de la economía nacional, que ha sufrido el quebranto de miles de millones; se ha hecho mofa y escarnio en el Parlamento de lo más fuertemente arraigado en la mayoría de los españoles; se han destrozado los organismos de defensa e insultado groseramente a los cuerpos armados; ha aumentado la criminalidad de modo alarmante. El parao forzoso, extendido en proporciones aterradoras, tiene en la miseria a muchos miles de obreros. No se ha tenido en varios meses ni un día de sosiego y tranquilidad, con el sobresalto constante del incendio, huelgas revolucionarias, robos, atracos y amenazas. Las leyes de excepción nos privan más que nunca de los derechos ciudadanos, y por si estos y otros males fueran pocos, se han alentado imprudentemente los sentimientos de varias regiones y envenenado aspiraciones que podían ser legítimas en su origen, poniendo en peligro inminente la integridad de España.

"Por amor a España y por imperativos de nuestra conciencia y nuestro deber, que nos obliga a salvarla de la ruina, de la iniquidad y de la desmembración, aceptamos desde este momento la responsabilidad de la gobernación del país y asumimos todas las funciones del poder público con el carácter de Junta provisional. Las Cortes, que eran ilegítimas en su origen por el régimen de terror en que fueron convocadas y erigidas, y facciosas por la prorrogación de sus funciones a extremos ni siguiera consignados en su propia convocatoria, han sido disueltas. No venimos, sin embargo, a imponer un régimen político contra la República, sino a libertar a España de la alarma, que sólo en un año ha ocasionado daños tan gravísimos en lo material y en lo moral. La forma en que los Poderes del Estado han de organizarse se determinará por la representación legítima de todos los ciudadanos designados en elecciones que se celebrarán en un régimen de libertad, sin amenazas ni coacciones que impidan manifestarse libremente la voluntad individual de los electores.

"Para ello es preciso, ante todo, que la paz y la disciplina sociales se restablezcan en beneficio de todas las clases y no en el de una sola de ellas, de modo que los actos políticos de todas las tendencias puedan celebrarse en un ambiente de tolerancia y de respeto mutuo, sin que las gentes pacíficas se vean amenazadas, como en el último simulacro de elecciones, por bandas de forajidos.

"Los poderes que esta Junta provisional asume durarán el tiempo indispensable para restablecer la disciplina, postulado esencial previo para la legitimidad de cualquier Parlamente que la nación elija; pero durante ese período de restauración de la paz pública será inexorable en la persecución de cuantos aspiren a reproducir los métodos de terrorismo a que acabamos de poner término, y sobre todo de cuantos estén al servicio de los organizaciones extranjeras, cuyo fin esencial es el de introducir y fomentar la discordia interna en las naciones, organizaciones que por lo que aquí respecta quedan desde este momento declaradas fuera de la ley.

"España necesita de todos sus hijos, y a todos hace un llamamiento apremiante para que con fe y energía nos ayuden y alienten en nuestra obra de reconstrucción, y, sobre todo, truequen en amor el odio que estimula la innoble lucha de clases que convierte las relaciones económicas entre obreros y patronos en una lucha más propia de pueblos y tiempos bárbaros que de una nación civilizada.

»Intelectuales, técnicos y funcionarios de todo orden: poned a contribución de la hermosa obra que nos proponemos vuestra inteligencia, conocimiento y honrado trabajo, origen de ideas salvadoras, provechosas iniciativas y rendimientos admirables. A todos, repetimos, requerimos para que cooperen a dotar a España de instituciones estables, a instaurar la paz interior desaparecida, a reconstituir su economía sobre la base de la estricta justicia social, sin la que no hay dicha verdadera; a imponer la libertad, que respeta todos los derechos legítimos, reconoce y acata las justas jerarquías y hace cumplir todos los deberes naturales y sociales.

"Sólo a estos fines responderán los decretos de la Junta provisional, y para ello requiere la colaboración de todos los ciudadanos. La cordialidad con que pide y espera su concurso le autoriza, si se produjera cualquier intento perturbador, para reprimirlo de un modo severo.

"¡Viva España y viva la soberanía nacional!"

(El Sol, 11 de agosto de 1932.)

Bando de guerra en Sevilla (10 de agosto de 1932)

Lo redactó el señor García de la Herrán, y decía así: "El excelentísimo señor general don José Sanjurjo y Sacanell, teniente general de los Ejército, hago saber: Queda declarado el estado de guerra en toda la región andaluza con las consecuencias que dicho estado lleva consigo. Como capitán general de Andalucía, asumo el mando, concentrando en mi autoridad todos los poderes. Así como Dios me permitió llevar el Ejército español a la victoria en los campos africanos, ahorrando el derramamiento de sangre moza, confío en que también hoy me será permitido con mi actitud llevar la tranquilidad a muchos hogares humildes, y la paz a todos los espíritus. ¡Viva España única e inmortal!

Sevilla, 10 de agosto de 1932"

(ARRARAS: Historia de la segunda República española, t. I, pág. 464.)

(El Sol, 10 de agosto de 1932.)

Sentencia del 25 de agosto de 1932 contra el general Sanjurjo

"Fallamos que debemos condenar y condenamos al procesado teniente general don José Sanjurjo Sacanell a la pena de muerte, con las accesorias, en caso de indulto, de inhabilitación absoluta perpetua y pérdida de empleo, como responsable en concepto de autor de un delito consumado de rebelión militar, previsto en el artículo 237, número 1.º del Código de Justicia Militar, y castigado en el número 1.º del artículo 238 del propio Código; al procesado general de brigada don Miguel García de Herrán, a la pena de reclusión perpetua, con iguales accesorías, como autor del mismo delito de rebelión, y en calidad de adherido a la misma, delito que sanciona el número 2.º del artículo 238 de la ley citada; al procesado teniente coronel de Estado Mayor don Emilio Esteban Infantes, a la pena de doce años y un día de reclusión temporal, con las accesorias de inhabilitación absoluta temporal en toda su extensión y pérdida de empleo, como auxiliar del mismo delito, que castiga el párrafo 1.º del artículo 240 del repetido Código, y se absuelve al capitán de infantería don Justo Sanjurjo y Jiménez Peña. Abónese al general García de la Herrán y al teniente coronel Esteban Infantes la mitad del tiempo de prisión preventiva sufrida, y no ha lugar en este momento a determinar la cuantía de la indemnización de perjuicios debida al Estado y a los particulares por razón del delito cometido, hasta tanto que no se fije oportunamente en el juicio ordinario que al efecto se instruye por los hechos que se relacionan con la presente causa. Procésase al comiso de las armas ocupadas a los reos, devolviéndose al capitán don Justo Sanjurjo la pistola de su pertenencia. Póngase esta sentencia en conocimiento del gobierno, y espérese al enterado del mismo para proceder a su ejecución, teniendo en cuenta lo prevenido en el artíclo 10 del Decreto-ley de 2 de junio de 1931, que modifica en este punto el párrafo 2.º del artículo 662 del Código de Justicia Militar. Líbrense testimonios de los particulares obrantes en esta causa referentes a la existencia del complot que produjo el alzamiento y las ramificaciones de éste, a fin de que surtan sus efectos en la pieza separada de la misma y en las actuaciones mandadas instruir a consecuencia de los sucesos ocurridos en Madrid el día 10 del actual. Así, por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Gaceta de Madrid e insertará en la Colección Legislativa, lo pronunciamos, mandamos y firmamos."

(ARRARAS: Historia de la segunda República española, t. I pág. 491.)

Cierra España.

El valor de la Hispanidad

Estoicismo y trascendentalismo


Empieza Ganivet su Idearium Español sentando la tesis de que: «Cuando se examina la constitución ideal de España, el elemento moral y, en cierto modo, religioso más profundo que en ella se descubre, como sirviéndole de cimiento, es el estoicismo; no el estoicismo vital y heroico de Catón, ni el estoicismo sereno y majestuoso de Marco Aurelio, ni el estoicismo rígido y extremado de Epicteto, sino el estoicismo natural y humano de Séneca. Séneca no es español, hijo de España por azar: es español por esencia; y no andaluz, porque cuando nació aún no habían venido a España los vándalos; que a nacer más tarde, en la Edad Media quizás, no naciera en Andalucía, sino en Castilla. Toda la doctrina de Séneca se condensa en esta enseñanza: "No te dejes vencer por nada extraño a tu espíritu; piensa en medio de los accidentes de la vida, que tienes dentro de tí una fuerza madre, algo fuerte e indestructible, como un eje diamantino, [562] alrededor del cual giran los hechos mezquinos que forman la trama del diario vivir; y sean cuales fueran los sucesos que sobre tí caigan, sean de los que llamamos prósperos, o de los que llamamos adversos, o de los que parecen envilecernos con su contacto, mantente de tal modo firme y erguido, que al menos se pueda decir siempre de ti que eres un hombre.»

Estas palabras son merecedoras de reflexión y análisis, y no lo serían si no dijeran de nuestro espíritu algo importante, que la intuición de nosotros mismos y los ejemplos de la Historia nos aseguran ser ciertísimo. Y lo que en ellas hay de cierto e importante, es que, en efecto, cuando cae sobre los españoles un suceso adverso, como perder una guerra, por ejemplo, no adoptamos aptitudes exageradas, como la de suponer que la justicia del Universo se ha violado, porque la suerte de las batallas nos haya sido contraria o que toda la civilización se encuentra en decadencia, porque se hayan frustrado nuestros planes, sino que nos conducimos de tal modo que «siempre se puede decir de nosotros que somos hombres», porque ni nos abate la desgracia, ni perdemos nunca, como pueblo, el sentido de nuestro valor relativo en la totalidad de los pueblos del mundo. Por esta condición o por este hábito, ha podido decir de nosotros Gabriela Mistral, en memorable poesía, que somos buenos perdedores. Ni juramos odio eterno al vencedor, ni nos humillamos ante su éxito, al punto de considerarle como de madera superior a la nuestra. Argentina es la tesis de que: «La victoria no concede derechos», pero su abolengo es netamente hispánico, porque nosotros no creemos que los pueblos o los hombres sean mejores por haber vencido. Y no es que menospreciemos el valor de la victoria y la equiparemos a la derrota. La victoria nos parece buena, pero creemos que el vencedor no la debe a intrínseca superioridad sobre el vencido, sino a estar mejor preparado o a que las circunstancias le han sido favorables. Y en torno de esta distinción, que me parece fundamental, ha de elaborarse el ideal hispánico.

Lo que no hacemos los españoles, y en esto se engañaba Ganivet, es suponer que tenemos «dentro de nosotros una fuerza madre, algo fuerte e indestructible, como en eje diamantino». Esto lo creyeron los estoicos, pero el estoicismo o sentimiento del propio respeto es persuasión aristocrática que abrigaron algunos [563] hombres superiores, pero tan convencidos de su propia excelencia que no lo creían asequible al común de los mortales, y aunque en España se hayan producido y se sigan produciendo hombres de este tipo, su sentimiento no se ha podido difundir, ni la nación ha parafraseado a San Agustín, para decirse, como Ganivet: «Noli foras ire: in interiori Hispaniae habitat veritas.» Esto no lo hemos creído nunca los hispanos –y esta palabra la uso en su más amplio sentido– y espero que jamás lo creeremos, porque nuestra tradición nos hace incapaces de suponer que la verdad habite exclusivamente en el interior de España o en el de ningún otro pueblo. Lo que hemos creído y creemos es que la verdad no puede pertenecer a nadie, en clase de propiedad intransferible. Por la creencia de que no es ningún monopolio geográfico o racial y de que todos los hombres pueden alcanzarla, por ser trascendental, universal y eterna, hemos peleado los españoles en los mejores momentos de nuestra historia. Y lo que ha sentido siempre nuestro pueblo, en las horas de fe y en las de escepticismo, es su igualdad esencial con todos los otros pueblos de la tierra.

El estoico se ve a sí mismo como la roca impávida en que se estrellan, olas del mar, las circunstancias y las pasiones. Esta imagen es atractiva para los españoles, porque la piedra es símbolo de perseverancia y de firmeza, y estas son las virtudes que el pueblo español ha tenido que desplegar para las grandes obras de su historia: la Reconquista, la Contrarreforma y la civilización de América; y también, porque los españoles deseamos para nuestras obras y para nuestra vida la firmeza y perseverancia de la roca, pero cuando nos preguntamos: ¿qué es la vida? o, si me perdona el pleonasmo: ¿cuál es la esencia de la vida?, lejos de hallar dentro de nosotros un eje diamantino, nos decimos, con Manrique: «Nuestras vidas son los ríos – que van a dar a la mar», o con el autor de la Epístola Moral: «¿qué más que el heno, – a la mañana verde, seco a la tarde?» No hay en la lírica española pensamiento tan repetidamente expresado, ni con tanta belleza, como éste de la insustancialidad de la vida y de sus triunfos.

Campoamor lo dirá, con su humorismo: «Humo las glorias de la vida son.» Espronceda, con su ímpetu: «Pasad, pasad en óptica ilusoria... Nacaradas imágenes de gloria, – Coronas de oro [564] y de laurel, pasad.» Y todos nuestros grandes líricos verán en la vida, como Mira de Mescua: «Breve bien, fácil viento, leve espuma.»

El humanismo español

Y, sin embargo, no se engañaba Ganivet al afirmar que en la constitución ideal de España, tal como en la historia se revela, hay una fuerza madre, un eje diamantino, algo poderoso, si no indestructible, que imprime carácter a todo lo español. En vano nos diremos que la vida es sueño. En labios españoles significa esta frase lo contrario de lo que significaría en los de un oriental. Al decirla, cierra los ojos el budista a la vida circundante, para sentarse en cuclillas y consolarse de la opresión de los deseos con el sueño del Nirvana. El español, por el contrario, desearía que la vida tuviera la eternidad que en estos siglos se solía atribuir a la materia. Y hasta cuando dice, con Calderón:

¿Que es la vida? Un frenesí.

¿Que es la vida? Una ilusión,

Una sombra, una ficción,

Que el mayor bien es pequeño

Y toda la vida es sueño,

Y los sueños, sueños son...

no está haciendo teorías ni definiendo la esencia de la vida, sino condoliéndose desesperadamente de que la vida y sus glorias no sean fuertes y perennes, lo mismo que una roca. Y en este anhelo inagotable de eternidad y de poder, hemos de encontrar una de las categorías de esa fuerza madre, de que nos habla Ganivet, pero no como un tesoro, que guardáramos avaramente dentro de nuestras arcas, sino como un imán, que desde fuera nos atrae.

Los españoles nos dolemos de que las cosas que más queremos: las amistades, los amores, las honras y los placeres, sean pasajeras e insustanciales. Las rosas se marchitan: la roca, en cambio, que es perenne, sólo nos ofrece su dureza e insensibilidad. La vida se nos presenta en un dilema insoportable: lo que vale no dura; lo que no vale se eterniza. Encerrados en esta alternativa, como Segismundo en su prisión, buscamos una eternidad que nos sea propicia, una roca amorosa, un «eje diamantino». [565] En los grandes momentos de nuestra historia nos lanzamos a realizar el bien en la tierra, buscando la realidad perenne en la verdad y en la virtud. Otras veces, cuando a los períodos épicos siguen los de cansancio, nos recogemos en nuestra fe, y, como Segismundo, nos decimos:

Acudamos a lo eterno

que es la fama vividora,

donde ni duermen las dichas

ni las grandezas reposan.

Pero no siempre logramos mantener nuestra creencia de que son eternos la verdad y el bien, porque no somos ángeles. A veces, el ímpetu de nuestras pasiones o la melancolía que nos inspira la transitoriedad de nuestros bienes, nos hace negar que haya otra eternidad, si acaso, que la de la materia. Y entonces, como en un último reducto, nos refugiamos en lo que podrá llamarse algún día, «el humanismo español», y que sentimos igualmente cuando los sucesos nos son prósperos, que en la adversidad.

Este humanismo es una fe profunda en la igualdad esencial de los hombres, en medio de las diferencias de valor de las distintas posiciones que ocupan y de las obras que hacen, y lo característico de los españoles es que afirmamos esa igualdad esencial de los hombres en las circunstancias más adecuadas para mantener su desigualdad y que ello lo hacemos sin negar el valor de sus diferencias, y aún al tiempo mismo de reconocerlo y ponderarlo. A los ojos del español, todo hombre, sea cualquiera su posición social, su saber, su carácter, su nación o su raza, es siempre un hombre; por bajo que se muestre, el Rey de la Creación; por alto que se halle, una criatura pecadora y débil. No hay pecador que no pueda redimirse, ni justo que no esté al borde del abismo. Si hay en el alma española un «eje diamantino» es por la capacidad que tiene, y de que nos damos plena cuenta, de convertirse y dar la vuelta, como Raimundo Lulio o Don Juan de Mañara. Pero el español se santigua espantado cuando otro hombre proclama su superioridad o la de su nación, porque sabe instintivamente que los pecados máximos son los que comete el engreído, que se cree incapaz de pecado y de error. [566]

Este humanismo español es de origen religioso. Es la doctrina del hombre que enseña la Iglesia Católica. Pero ha penetrado tan profundamente en las conciencias españolas, que la aceptan, con ligeras variantes, hasta las menos religiosas. No hay nación más reacia que la nuestra a admitir la superioridad de unos pueblos sobre los otros o de unas clases sociales sobre otras. Todo español cree que lo que hace otro hombre lo puede hacer él. Ramón y Cajal se sintió molesto, de estudiante, al ver que no había nombres españoles en los textos de medicina. Y, sin encomendarse a Dios, ni al diablo, se agarró a un microscopio y no lo soltó de la mano hasta que los textos tuvieron que contarle entre los grandes investigadores. Y el caso de Cajal es representativo, porque en el momento mismo de su humillación y derrota, cuando los estadistas extranjeros contaban a España entre las naciones moribundas, los españoles se proclamaron unos a otros el Evangelio de la regeneración. En vez de parafrasear a San Agustín y decirse que la verdad habita en el interior de España, se fueron por los países extranjeros para averiguar en qué consiste su superioridad, y ya no cabe duda, de que el convencimiento de que podemos hacer lo que otros pueblos, nos tendrá que regenerar, ya que la admiración incondicional, abyecta, de todo lo extranjero no sobrevivirá al fracaso, ya casi evidente, de cuantos principios religiosos, morales y políticos, contrarios a nuestra tradición, ha tremolado el mundo en estos siglos.

Esto lo venían haciendo los españoles, sin que les estimulara, por el momento, gran exaltación de religiosidad, y al solo propósito de mostrarse a sí mismos que pueden hacer lo que otros hombres. Pero al profundizar en la historia y preguntarse por el secreto de la grandeza de otros pueblos, tienen que interrogarse también acerca de las causas de su propia grandeza pasada, y como en todos los países los tiempos de auge son los de fe, y de decadencia los de escepticismo, ha de hacérseles evidente que la hora de su pujanza máxima fue también la de su máxima religiosidad. Y lo curioso es que en aquella hora de la suprema religiosidad y el poder máximo, los españoles no se halagaban a sí mismos con la idea de estar más cerca de Dios que los demás hombres, sino que, al contrario, se echaban sobre sí el encargo de llevar a otros pueblos el mensaje de que Dios los llama y de que [567] a todos los hombres se dirigen las palabras solemnes: «Ecce sto ad ostium et pulso; si quis... aperuit mihi januam intrabo at illum...» (Estoy en el umbral y llamo; si alguien me abriese la puerta, entraré), por lo que, también, la religión nos vuelve al peculiarísimo humanismo de los españoles.

El humanismo moderno

Este sentido nuestro del hombre se parece muy poco a lo que se llama humanismo en la historia moderna, y que se originó en los tiempos del Renacimiento, cuando, al descubrirse los manuscritos griegos, encontraron los eruditos en las Vidas Paralelas, de Plutarco, unos tipos de hombres que les parecieron más dignos de servir de modelo a los demás que los santos del Año Cristiano. Como así se humanizaba el ideal, el humanismo significó esencialmente la resurrección del criterio de Protágoras, según el cual, el hombre es la medida de todas las cosas. Bueno es lo que al hombre le parece bueno; verdadero, lo que cree verdadero. Bueno es lo que nos gusta; verdadero, lo que nos satisface plenamente. La verdad y el bien abandonan su condición de esencias trascendentales para trocarse en relatividades. Sólo existen con relación al hombre. Humanismo y relativismo son palabras sinónimas.

Pero si lo bueno sólo es bueno porque nos gusta, si la verdad sólo es verdadera porque nos satisface, ¿qué cosa son el bien y la verdad? Una de dos: reflejos y expresiones de la verdad y el bien del hombre o sombras sin substancia, palabras y ruidos sin sentido, como decían los nominalistas que son los conceptos universales. Ya en la Edad Media se discutía si lo bueno es bueno por que lo manda Dios o si Dios lo manda porque es bueno. La idea de Protágoras, de vivir en ella, sería probablemente que lo bueno es propiedad de ciertos hombres, y no de otros. En estos siglos últimos, este género de humanismo sugiere a algunas gentes, y hasta a pueblos enteros, o por lo menos a sus clases directivas, la creencia en que lo que ellas hacen tiene que ser bueno, por hacerlo ellas. El orgullo suele ser eso: lanzarse magníficamente a cometer lo que las demás gentes creen que es malo, con [568] la convicción sublime de que tiene que ser bueno, porque se desea con sinceridad. Y como con todo ello no se suprimen los malos instintos, ni las malas pasiones, el resultado inevitable de olvidarnos de la debilidad y falibilidad humanas, tiene que ser imaginarse que son buenos los malos instintos y las malas pasiones, con los que no tan sólo nos dejaremos llevar por ellos, sino que los presentaremos como buenos. El que crea que lo bueno no es bueno, sino por que lo hace el hombre superior, no sólo acabará por hacer lo malo creyéndolo bueno, sino que predicará lo malo. No sólo hará la bestia, creyendo hacer el ángel, sino que tratará de persuadir a los demás de que la bestia es el ángel.

La otra alternativa es concluir con lo bueno y con lo malo, suponiendo que no son sino palabras, con que sublimamos nuestras preferencias y nuestras repugnancias. No hay verdad ni mentira, porque cada impresión es verdadera, y más allá de la impresión no hay nada. No hay bien ni mal. La moral es sólo un arma en la lucha de clases. Lo bueno para el burgués es malo para el obrero, y viceversa. Nada es absoluto, todo es relativo. Esto es todavía humanismo, porque el hombre sigue siendo la medida de todas las cosas. Pero no hay ya medidas superiores, porque desaparecen los valores, y el hombre mismo, al reducir el bien y la verdad a la categoría de apetitos, parece como que se degrada y cae en la bestia, con lo que apenas es ya posible hablar de humanismo.

Ni este bajo humanismo materialista, ni el otro del orgullo y de las supuestas superioridades «a priori», han penetrado nunca profundamente en el pueblo español. Los españoles no han creído nunca que el hombre sea la medida de las cosas. Han creído siempre, y siguen creyendo, que el martirio por la justicia es bueno, aun en el caso de sentirse incapaces de sufrirlo. Nunca han pensado que la verdad se reduzca a la impresión. Al contemplar la fachada de una casa saben que otras gentes pueden estar mirando el patio y les es fácil corregir su perspectiva con un concepto, cuya verdad no depende de la soberanía de su pensamiento, consigo mismo, sino de su correspondencia con la realidad de la casa. Lo bueno es bueno y lo verdadero, verdadero, con independencia del parecer individual. El español cree en valores absolutos o deja de creer totalmente. Para nosotros se ha hecho el dilema de [569] Dostoievski: o el valor absoluto o la nada absoluta. Cuando dejamos de creer en la verdad, tendemos la capa en el suelo y nos hartamos de dormir. Pero aún entonces guardamos en el pecho la convicción de que la verdad existe y de que los hombres son, en potencia, iguales. Habremos dejado de creer en nosotros mismos, pero no en la verdad, ni en los otros hombres. El relativismo de Sancho se refiere a una aristocracia. Es posible que no haya habido nunca caballeros andantes, tal como se los imaginaba su señor Don Quijote. Pero en el bien y en la verdad no ha dejado de creer nunca el gobernador de Barataria.

El humanismo del orgullo

Estos conceptos del hombre no son puras ideas, sino descripciones de los grandes movimientos que actúan en el mundo y se disputan en el día de hoy su señorío. De una parte se nos aparecen grandes pueblos enteros, hasta enteras razas humanas, animadas por la convicción de que son mejores que las otras razas y que los otros pueblos, y que se confirman en esta idea de superioridad con la de sus recursos y medios de acción. Este credo de superioridad, de otra parte, puede contribuir a producirla. Hasta los musulmanes, actualmente abatidos, tuvieron su momento de esplendor, debido a esa misma persuasión. El día en que los árabes se creyeron el pueblo de Dios, conquistaron en dos generaciones un imperio más grande que el de Roma. No cabe duda de que la confianza en la propia excelencia es uno de los secretos del éxito, por lo menos, en las primeras etapas del camino.

En algunos pueblos modernos encontramos esa misma fe, pero expresada en distinto vocabulario. Recientemente definía Mr. Hoover el credo de su país como la convicción de que siguiendo éste los dictados de su corazón y de su conciencia avanzaría indefectiblemente por la senda del progreso. Es postulado del liberalismo, que si cada hombre obedece solamente sus propios mandatos desarrollará sus facultades hasta el máximo de sus posibilidades. Todos los pueblos de Occidente han procurado, en estos siglos, ajustar sus instituciones políticas a esta máxima, que, por lo mucho que se ha difundido, parece universal. Se funda en la [570] confianza romántica del hombre en sí mismo y en la desconfianza de todos los credos, salvo el propio. Supone que los credos van y vienen, que las ideas se ponen y se quitan como las prendas de vestir, pero que el hombre, cuando se sale con la suya, progresa. ¿Todos los hombres? Aquí está el problema. La Historia muestra también que esta libertad individualista no sienta a todos los pueblos de la misma manera. Hay, por lo visto, pueblos libres, pueblos semilibres y pueblos esclavos. Y así ha ocurrido que la bandera individualista, universal en sus comienzos, ha acabado por convertirse en la divisa de los pueblos que se creen superiores. Aún dentro del territorio de un mismo pueblo, el individualismo no quiere para todos los hombres sino la igualdad de oportunidades. Ya sabe por adelantado que unos las aprovechan y mejoran de posición: estos son los buenos, los selectos, los predestinados; otros, en cambio, las desaprovechan y bajan de nivel; y éstos son los malos, los rechazados, los condenados a la perdición. Es claro que no ha existido nunca una sociedad estrictamente individualista, porque los padres de familia no han podido creer en el postulado de que los hombres sólo progresan cuando se les deja en libertad. No hay un padre de familia con sentido común que deje hacer a sus hijos lo que les dé la gana. También los gobiernos y las sociedades hacen lo que los padres, en mayor o menor grado. Pero en la medida en que permiten que cada individuo siga sus inclinaciones, aparece en los pueblos el fondo irredento, casi irredimible, de los degenerados e incapaces de trabajo. La civilización individualista tiene que alzarse sobre un légamo de «boycoteados», de caídos y de exhombres.

Pero tampoco puede tener carácter universalista en el sentido de internacional. Como cree que los pueblos se dividen en libres, semilibres y esclavos, para que los últimos no pongan en peligro las instituciones de los primeros, les cierran la puerta con leyes de inmigración, que excluyen a sus hijos del territorio que habitan los hombres superiores. De esa manera se «congelan» naciones enteras, que no permiten que les entren las corrientes emigratorias de las razas y países que juzgan inferiores. Y con esa congelación provocan el resentimiento de los pueblos excluidos.

Menos mal si este humanismo garantizara el éxito de algunos países, aunque fuese a expensas de los otros. Pero, tampoco. [571] La creencia en la propia superioridad, siempre peligrosa y esencialmente falsa, es útil en aquellos primeros estadios de la vida de un pueblo, cuando esta superioridad se refiere a un bien trascendental, de que el orgulloso se proclama mensajero u obrero. Pero en cuanto se deja de ser el «ministro» de un bien transcendental, para erigirse en árbitro del bien y del mal, se cumple la sentencia pascalina de hacer la bestia porque se quiere hacer el ángel, y viene la Némesis inexorable, la caída de Satán, la derrota del orgulloso, en su conflicto con el Universo, que no puede soportar su tiranía. Y entonces el desmoronamiento es rápido, porque cuando el pueblo derrotado profesa el otro humanismo, el hispánico nuestro, la derrota no significa sino la falta de preparación en algún aspecto. En cambio, el humanismo del orgullo, el de la creencia en la propia superioridad, fundada en el éxito, con el éxito lo pierde todo, porque el resorte de su fuerza consistía precisamente en la confianza de que con sólo seguir la voz de su conciencia o de su instinto se mantendría en el camino del progreso.

Ramiro de Maeztu

Cierra España.

SUCESOS EN 1932.(5ª parte)

La República Española fue acogida con alegría y esperanza por mucha gente, también por bastantes católicos. La Iglesia actuó desde el primer momento con lealtad al nuevo orden legal. Sin embargo, desde la proclamación de la Segunda República Española a la Iglesia Católica se la identificó con el viejo régimen. La Iglesia Católica, sin embargo, se esforzó desde el primer momento en aceptar el cambio de régimen. De hecho, los obispos pidieron a los católicos que aceptaran el nuevo orden constituido; los Obispos proclamaban, monarquía y república caben en la doctrina católica (1). Muchos de los católicos intentaron colaborar sinceramente con el nuevo régimen. Desde los obispados se dieron instrucciones a los sacerdotes para que no intervinieran en cuestiones políticas. Por ejemplo, desde el Obispado de Gerona se dirige la siguiente instrucción a los sacerdotes apenas cuatro días después de la proclamación de la República:


1º Procuren los reverendos sacerdotes no mezclarse en contiendas políticas, a tenor de los sagrados cánones.

2º Permanezca cada uno en su puesto, cumpliendo celosamente las funciones propias de su cargo; y en cuanto a la predicación, eviten las alusiones directas o indirectas al estado actual de cosas, desempeñando ese importante ministerio con la más exquisita prudencia.

3º Guarden con las autoridades seculares todos los respetos debidos y colaboren con ellas, por los medios que les son propios, en la prosecución de sus nobles fines (2).

Ejemplos como el anterior se pueden citar prácticamente de todos los lugares de la geografía española (3). Sin embargo, menos de un mes después de la proclamación de la Segunda República Española existieron episodios de anticlericalismo, como la quema de conventos e iglesias ocurrida el 11 de mayo de 1931 (4). En este lamentable episodio se acusó al gobierno republicano de connivencia (5). Hasta tal punto, que el general Gómez García Caminero, gobernador militar de Málaga, llegó a enviar un telegrama a Madrid que indicaba escuetamente:

Ha comenzado el incendio de iglesias. Mañana continuará (6).

También en Jerez de la Frontera hubo disturbios. A las 8 de la mañana empiezan los asaltos: arden el convento de San Francisco, el Carmen, San Ignacio... Al llegar a Santo Domingo, los dos jefes al mando de la tropa no aguantan más y ordenan lanzar los caballos contra los revoltosos. Fue una decisión acertada. Los alborotadores se dispersaron y desaparecieron por entre las calles, terminando así los disturbios sin ningún daño personal. A los dos jefes la decisión les costó la carrera (7).

También se expulsó de España a los jesuitas a raíz de la Constitución de 1931, que preveía la disolución de «aquellas órdenes religiosas que estatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado» (artículo 26, párr. 3). La disolución se llevó a cabo el 24 de enero de 1932. Los jesuitas optaron en su inmensa mayoría por el exilio de su país (8).

Durante la llamada Revolución de Asturias de 1934 uno de los objetivos de los sublevados fueron los religiosos. En esta ocasión la saña anticlerical llegó a las consecuencias más graves, pues fueron asesinados varios religiosos. Entre ellos destacan los nueve Hermanos de las Escuelas Cristianas de Turón.

Especialmente agitado fue el periodo entre febrero y julio de 1936, en el que -en medio de grandes desórdenes de todo tipo que el gobierno no zanjó- se destruyeron o profanaron 411 iglesias y hubo más de 3000 atentados graves de carácter político y social.

El propio Manuel Azaña, presidente de la República, describía así la situación en una carta privada:

Creo que van más de 200 muertos y heridos desde que se formó el gobierno, y he perdido la cuenta de las poblaciones en que han quemado iglesias y conventos (...) Ahora vamos cuesta abajo, por la anarquía persistente en algunas provincias, por la taimada deslealtad de la política socialista en muchas partes, por las brutalidades de unos y otros, por la incapacidad de las autoridades, por los disparates que el «Frente Popular» está haciendo en casi todos los pueblos, por los despropósitos que empiezan a decir algunos diputados republicanos de la mayoría. No sé, en esta fecha, cómo vamos a dominar esto (9).

Como ejemplo del grave deterioro de la libertad religiosa en este periodo, he aquí un testimonio de primera mano del asalto a un colegio de religiosos, el colegio de los marianistas de Cádiz el 8 de marzo de 1936:

A la una y media irrumpió una turba de unas sesenta fieras, capitaneada por un pistolero. Atraviesan el patio en tromba, llegan al comedor de los chicos y cada cual se arma con un cuchillo de mesa... un interno pequeñín esperaba impaciente a sus padrinos. Al oír el timbre de la entrada, don Isidoro se levantó y al percatarse de lo que pasaba, arrastró a los internos más pequeños hasta la puerta... Requerí al jefe de la banda, presentándome como el director del colegio e invocando mi responsabilidad con los chicos. Abrevio los improperios, empellones y barbaridades. Entre tanto muchos pudieron huir... Arrancaron el teléfono y lo estrellaron contra el suelo; la misma suerte corrió el crucifijo de mi despacho y algunos cuadros.

El jefe de la banda y algunos otros hicieron objeto de amenazas especiales, pistola en la sien, a tres de nosotros. Simplemente creí que el padre Constantino [Fernández], que iba de sotana, moriría asesinado. Fue un momento atroz. En esto entró en el patio un teniente de asalto con unos números... El efecto fue mágico... Los asaltantes bajaron mansamente; otros, entre ellos el jefe, se escaparon disimuladamente. Rogué que atendieran a los chicos, que de este modo pudieron irse. Otro de los pistoleros se separó de las filas y, cogiéndome del brazo, me dijo: ‘no delates a nadie porque te asesino después, que te tengo fichado’. En esto el jefe volvió a entrar tranquilamente por la puerta principal como ajeno a todo (...).

La gente seguía entrando y con ellos varios dirigentes socialistas y comunistas, ante los cuales los grupos pedían a gritos comenzar el registro para buscar la armas. El saqueo comenzado no habría de terminar sino cinco o seis horas después. Se presentó un delegado del gobernador y más dirigentes y nos dijeron que venían con orden de calmar y encauzar. Lo cierto es que no sirvieron más que para autorizar un saqueo más a fondo... No dejaron rincón, puerta o colchón sin abrir o registrar. Excusado es decir que las cosas volaban por balcones y ventanas; imágenes dentro del colegio quedaron pocas intactas... La Iglesia no la tocaron: es monumento nacional y cuna de la Constitución de 1812 (10).

Ni qué decir tiene que no se encontró ninguna arma.

Notas

(1) Así, el Cardenal Pedro Segura, Primado de España, en una Carta Pastoral del 30 de abril de 1931: "podéis discutir noblemente cuando se trate de la forma de gobierno de nuestra noble nación" en Antonio Montero Moreno, "Historia de la persecución religiosa en España. 1936-1939". BAC, Madrid, 1999, p. 24.

(2) Instrucción del gobernador eclesiástico de Gerona a todos los sacerdotes de la diócesis en el Boletín Oficial de la diócesis del 18 de abril de 1931, en Antonio Montero Moreno, ''Historia de la persecución religiosa en España. 1936-1939". BAC, Madrid, 1999, p. 24.

(3) El Cardenal Pedro Segura, Arzobispo de Toledo y Primado de España, en la Pastoral ya citada en la que indicaba que los católicos pueden discutir sobre el régimen político, advierte del peligro de anarquía que -en su opinión- había; además, elogió el sistema monárquico anterior. Algún autor ve en ello los inicios de la hostilidad hacia el nuevo régimen republicano, y afirman que esta pastoral encendió los ánimos de la multitud que el 11 de mayo incendió iglesias. Dicen que el 10 de mayo desde un local monárquico sonó la Marcha Real hacia la calle, lo cual fue una provocación que degeneró en los sucesos del día siguiente. En este sentido, Manuel Tuñón de Lara, Tres claves de la Segunda República. Alianza Editorial S.A. Madrid 1985, p. 233. No nos detenemos a argumentar esta visión tan particular. Es un insulto a la inteligencia atribuir la exaltación de las masas a una provocación de un cardenal porque emitió su opinión varios días antes; semejante postura indica incluso una falta a la libertad religiosa porque insinúa que los eclesiásticos no deberían dar su opinión. Más aún pretender que el sonido de un himno desde una ventana provoca a las masas al día siguiente a quemar decenas de iglesias, cuando en el momento de sonar el himno no pasó nada. Peor aún es esta postura porque se ha demostrado la inoperancia del gobierno, como se ve más abajo.

(4) En Madrid se quemaron 10 iglesias o centros de religiosos, y hubo asaltos frustrados a otros 16. Hubo quemas también en Valencia, Sevilla, Málaga, Córdoba, Cádiz, Murcia y Alicante. Además de las pérdidas materiales en los edificios, hay que lamentar la destrucción de valiosas obras de arte: solo en Madrid se perdió una urna de plata repujada que contenía los restos de san Francisco de Borja; un Lignum Crucis procedente de la casa ducal de Pastrana regalo del Papa; el sepulcro del siglo XVI del teólogo Diego Lainez, primer discípulo de San Ignacio de Loyola; un retrato del fundador de la compañía de Jesús pintado por Sánchez Coello y un Zurbaran. Se perdió la biblioteca de la residencia de los jesuitas, con más de 80.000 volúmenes, entre ellos incunables irremplazables y primeras ediciones de las obras de Lope de Vega, Quevedo, Calderón o Saavedra Fajardo. También se quemó, en el Instituto Católico de Arte e Industrias, la biblioteca del centro, formada por más de 20.000 volúmenes, entre los que se encontraban ejemplares únicos de la Germaniae Historica y el Corpus Inscriptorum Latinarum, además de toda la obra del paleógrafo García Villada, formada por más de 40.000 fichas y sus correspondientes fotografías de archivos de todo el mundo. La suma de ambas bibliotecas representaban el mayor patrimonio bibliográfico en España después de la Biblioteca Nacional. En otras ciudades también se quemaron importantes obras artísticas e históricas.

(5) Miguel Maura, ministro de la Gobernación en el momento de suceder estos hechos, reconoció la pasividad del gobierno: discurso en el Cine de la ópera el 10 de enero de 1932. Citado por J. Tusquets, Orígenes de la Rvolución española, Barcelona 1932, pág. 105 y ss.

(6) Citado por Francisco Narbona, La quema de conventos. Publicaciones Españolas, Madrid 1954, p. 17. Este mismo ordenó personalmente a los bomberos que habían acudido a sofocar el incendio de la casa de los jesuitas en Málaga que se retiraran, y luego dio la misma orden a los guardias civiles que acudieron. Los bomberos asistieron impotentes al incendio del edificio y la iglesia aneja. Fue tal el escándalo al conocerse estos hechos que el general Gómez García Caminero y el gobernador civil, ausente durante esos hechos, fueron destituidos.

(7) Cf. José María Salaverri, Madrid, verano de 1936. Miguel Léibar y compañeros mártires. Ed PPC, Madrid 2007, p. 217.

(8) Sin embargo, a lo largo de los cinco años de régimen republicano pudieron volver gracias a cierta tolerancia. Sus actividades no pudieron realizarse sino en privado. Hay 114 jesuitas entre los mártires de la guerra.

(9) Carta de Manuel Azaña, jefe del gobierno, a su cuñado Cipriano de Rivas Cherif de 17 de marzo de 1936. Cita tomada deJosé María Salaverri, Madrid, verano de 1936. Miguel Léibar y compañeros mártires. Ed PPC, Madrid 2007, p. 118-119.

(10) Carta de don José Maeztu, director del colegio San Felipe Neri de Cádiz al Inspector de los marianistas, escrita unos días después de los sucesos. Citada en José María Salaverri, Madrid, verano de 1936. Miguel Léibar y compañeros mártires. Ed PPC, Madrid 2007, pp. 119-120.

Cierra España.

22N



Queda poco mas que añadir a las palabras de los que han escrito dentro de este llamamiento de adhesión al acto de homenaje de Franco y José Antonio, así que el llamamiento desde el ultimo blocao será, aunque partidario de todas estas intervenciones de las paginas hermanas, algo diferente.


España no puede ni debe continuar por el camino que va, talvez seamos pocos, pero sobrados para empezar el movimiento patriótico que vuelva a dignificar a esta nuestra España, que esta siendo vilipendiada por los políticos corruptos y sus secuaces, da igual que sean de la mal llamada derecha democrática o de la izquierda revanchista de este país, no podemos seguir consintiendo que sigan vendiendo a España al mejor postor, que la troceen como si de un pastel de cumpleaños se tratara o de un solomillo del cual todos quieren el trozo mas grande y sabroso.

Hemos perdido el orgullo, él honor y la dignidad que esta piel de toro siempre tuvo, ya es hora de volver a recuperarla.

Desde que en 1978 llego la carta magna y con ella la democracia, han confundido la libertad con el libertinaje, ultrajando España en todo lo concerniente a su historia y unión del pueblo español, con ello, nosotros dejamos de estar unidos, disgregándonos en colectivos patrios independientes uno de otros, olvidándonos de la lucha en común que es la unidad de destino de un pueblo como el español y en su grandeza.

Ahora llega el momento de que esa unión vuelva a sus fueros, y empezar a combatir dentro de este sistema con sus mismas armas, con una unidad de destino en común y en lo universal, sin olvidar a este imperio, su historia y su razón de ser.

Llega el momento de dejar a un lado rencillas particulares y partidistas de antaño, para embarcarnos en esta nave con un nuevo rumbo, todos juntos y con un mismo fin, ESPAÑA, UNA, GRANDE y LIBRE¡¡, desde el ultimo blocao, se insta a esa unión, dé todo el sector patrio, simpatizantes, nostálgicos y componentes en activo de todos los partidos patrios, para que el 22N sea el día de la unión y de la esperanza de esta salvación que ya es hora que vuelva a resurgir como ave fénix, en la plaza de oriente de Madrid, en este acto de homenaje a el Caudillo de España y del fundador de FE JONS,aun sabiendo que seremos nuevamente pisoteados y con nosotros la bandera de España por las FCSE, por orden del gobierno revanchista de este país, solo me resta añadir Dios, Pan, Patria y Justicia, para el pueblo español y para España.

Día 22 de Noviembre, a las 12:00 horas, en la Pza. De Oriente.

Cierra España.



Celebraciones en toda España, 20 - N.

Albacete, día 20 de Noviembre de 2009

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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera.

Lugar: Parroquia de San Juan Evangelista.

Hora: 20:00 horas.
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Avilés (Asturias), día 20 de Noviembre de 2009
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco (Alcalde Perpetuo de Avilés) y por José Antonio Primo de Rivera.

Convoca: Fuerza Nueva Avilés.

Lugar: Parroquia de San Nicolás de Bari.

Hora: 20:00 horas.
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Barcelona, día 20 de Noviembre de 2009
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera.

Lugar: Basílica de la Merced.

Hora: 20:00 horas.
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Ceuta, día 20 de Noviembre de 2009
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera y por todos los españoles Caídos por Dios y por España.

Lugar: Santa Iglesia Catedral.

Hora: 19:00 horas.
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Figueras, día 20 de Noviembre de 2009
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera y por todos los españoles Caídos por Dios y por España.

Lugar: P.P. Paules. Asilo Vilallonga, 5.

Hora: 20:00 horas.
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Granada, día 20 de Noviembre de 2009
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera y por todos los españoles Caídos por Dios y por España.

Lugar: Santa Iglesia Catedral.

Hora: 20:00 horas.
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Lorca, día 20 de Noviembre de 2009
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera y por todos los españoles Caídos por Dios y por España.

Lugar: Iglesia San Mateo.

Hora: 20:00 horas.
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Málaga, día 19 de Noviembre de 2009
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera.

Convoca: Asociación Fuerza Nueva, Hermandad de Ex-Combatientes de Málaga y FNFF.

Lugar: Parroquia de los Padres Carmelitas (Stella Maris), sita en Calle Alameda Principal (antes del Generalísimo Franco)

Hora: 21:00 horas.

Con anterioridad -20:00 horas- se realizará la ofrenda floral, una Oración y el canto del Cara al Sol, que tendrá lugar en el Patio de los Naranjos, ante la Cruz de los Caídos, situada en entrada de la Santa iglesia Catedral de Málaga.
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Oviedo, día 20 de Noviembre de 2009
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Ofrenda floral: colocación de corona de laurel en el monumento a Francisco Franco en la plaza de España, lectura del testamento político y canto del Cara al Sol.

Hora: 19:00 horas.
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera.

Convoca: Hermandad de Defensores de Oviedo y Ex-combatientes.

Lugar: Parroquia de San Francisco, templo del Cristo de la Paz.

Hora: 19:30 horas.
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Santander, día 20 de Noviembre de 2009
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera.

Lugar: Iglesia de San Francisco (Escalántes).

Convoca: Fuerza Nueva Editorial.

Con la adhesión de: Hermandad de Alféreces Provisionales. Asociación Cultural Almirante Bonifaz. Movimiento Falangista de Santoña. F.E. La Falange. Fundación Nacional Francisco Franco.

Hora: 19:30 horas.
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Sevilla, día 20 de Noviembre de 2009
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera.

Lugar: Catedral, Capilla de la Virgen de los Reyes.

Hora: 20:00 horas.
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Valencia, día 20 de Noviembre de 2009
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera.

Convoca: Fundación Nacional Francisco Franco.

Lugar: Iglesia de San Lorenzo, (junto C/Navellos) por la casa de los caramelos.

Hora: 20:00 horas.
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Valladolid, día 20 de Noviembre de 2009
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera.

Lugar: Santa Iglesia Catedral Metropolitana.

Convoca: Fundación Francisco Franco y Alféreces Provisionales.

Hora: 20:00 horas.
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Zamora, día 20 de Noviembre de 2009
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera.

Lugar: San Vicente Mártir.

Hora: 20:00 horas.
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Zaragoza, día 20 de Noviembre de 2009
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera.

Lugar: Iglesia de Santiago.

Hora: 20:00 horas.
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Buenos Aires, día 20 de Noviembre de 2009
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Santa Misa, por el Generalísimo Francisco Franco y por José Antonio Primo de Rivera.

Lugar: Basílica de San Francisco.

Convoca: Fuerza Nueva en Argentina y revista Cabildo.

Hora: 18:30 horas.

Para mas informacion dirgirse a http://www.generalisimofranco.com/noticias5/actostodaespana20N09.htm

O por mediacion de esta casa en la cual intentaremos de ponernos en contacto con la administracion de http://www.generalisimofranco.com/ para solucionar las dudas.

Cierra España.




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Miguel de Unamuno - Diario de Sesiones, Junio de 1932

Estas autoridades de la República han de tener la obligación de conocer el catalán. Y eso, no... Si en un tiempo hubo aquello, que indudablemente era algo más que grosero, de «hable usted en cristiano», ahora puede ser a la inversa: «¿No sabe usted catalán? Apréndalo, y si no, no intente gobernarnos aquí.»... La disciplina de partido termina siempre donde empieza la conciencia de las propias convicciones.

Luis Araquistáin,socialista publica en abril de 1934

"En España no puede producirse un fascismo del tipo italiano o alemán. No existe un ejército desmovilizado como en Italia; no existen cientos de miles de jóvenes universitarios sin futuro, ni millones de desempleados como en Alemania. No existe un Mussolini, ni tan siquiera un Hitler; no existen ambiciones imperialistas, ni sentimientos de revancha, ni problemas de expansión, ni tan siquiera la cuestión judía. ¿A partir de qué ingredientes podría obtenerse el fascismo español? No puedo imaginar la receta".

Alejandro Lerroux, Mis memorias.

“La verdad es, lo he publicado antes de ahora, que el país no recibió mal a la dictadura, ni la dictadura hizo daño material al país. Es decir, no gobernó peor que sus antecesores. Les llevó la ventaja de que impuso orden, corto la anarquía reinante, suprimió los atentados personales, metió el resuello en el cuerpo de los organizadores de huelgas y así se estuvo seis años. Nunca la simpatía personal ha colaborado tan eficazmente en formar de un gobernante como el caso de Primo de Rivera, [...]”

Alejandro Lerroux, Mis memorias.

Frente Popular (Febrero 1936 - Marzo 1939)



Calvo Sotelo, sesion del 16 de junio de 1936.

"España vive sobrecogida con esa espantosa úlcera que el señor Gil Robles describía en palabras elocuentes, con estadísticas tan compendiosas como expresivas; España, en esa atmósfera letal, revolcándose todos en las angustias de la incertidumbre, se siente caminar a la deriva, bajo las manos, o en las manos —como queráis decirlo— de unos ministros que son reos de su propia culpa, esclavos, más exactamente dicho, de su propia culpa...
Vosotros, vuestros partidos o vuestras propagandas insensatas, han provocado el 60 por 100 del problema de desorden público, y de ahí que carezcáis de autoridad. Ese problema está ahí en pie, como el 19 de febrero, es decir, agravado a través de los cuatro meses transcurridos, por las múltiples claudicaciones, fracasos y perversión del sentido de autoridad desde entonces producidos en España entera.
España no es esto. Ni esto es España. Aquí hay diputados republicanos elegidos con votos marxistas; diputados marxistas partidarios de la dictadura del proletariado, y apóstoles del comunismo libertario; y ahí y allí hay diputados con votos de gentes pertenecientes a la pequeña burguesía y a las profesiones liberales que a estas horas están arrepentidas de haberse equivocado el 16 de febrero al dar sus votos al camino de perdición por donde os lleva a todos el Frente Popular".

La memoria analfabeta es muy peligrosa

Pérez-Reverte se embala. No es que le duela España, es que le indigna su incultura, su falta de espíritu crítico. Se revuelve porque, dice, un país inculto no tiene mecanismos de defensa, y “España es un país gozosamente inculto”. Tiene el escritor en la punta de los dedos las batallas, los hombres, las tragedias que han hecho la historia para apuntalar sus argumentos.

- Mi memoria histórica tiene tres mil años, ¿sabes?, y el problema es que la memoria histórica analfabeta es muy peligrosa. Porque contemplar el conflicto del año 36 al 39 y la represión posterior como un elemento aislado, como un periodo concreto y estanco respecto al resto de nuestra historia, es un error, porque el cainismo del español sólo se entiende en un contexto muy amplio. Del año 36 al 39 y la represión posterior sólo se explican con el Cid, con los Reyes Católicos, con la conquista de América, con Cádiz... Separar eso, atribuir los males de un periodo a cuatro fascistas y dos generales es desvincular la explicación y hacerla imposible. Que un político analfabeto, sea del partido que sea, que no ha leído un libro en su vida, me hable de memoria histórica porque le contó su abuelo algo, no me vale para nada. Yo quiero a alguien culto que me diga que el 36 se explica en Asturias, y se explica en la I República, y se explica en el liberalismo y en el conservadurismo del XIX... Porque el español es históricamente un hijo de puta, ¿comprendes?.

Arturo Pérez-Reverte