Carta Magna, su emblema.

Palabras de José Antonio Primo de Rivera, jefe de Falange Española de las J.O.N.S

"La noticia de que José Antonio Primo de Rivera, jefe de Falange Española de las J.O.N.S., se disponía a acudir a cierto congreso internacional fascista que está celebrándose en Montreaux es totalmente falsa. El jefe de Falange fue requerido para asistir; pero rehusó terminantemente la invitación, por entender que el genuino carácter nacional del Movimiento que acaudilla repugna incluso la apariencia de una dirección internacional. Por otra parte Falange Española de las J.O.N.S. no es un movimiento fascista; tiene con el fascismo algunas coincidencias en puntos esenciales de valor universal; pero va perfilándose cada día con caracteres peculiares y está segura de encontrar precisamente por ese camino sus posibilidades más fecundas".

viernes, 15 de enero de 2010

SUCESOS 1934.5ª parte.

El pleito catalán y sus derivaciones


ABC, 26 de junio de 1934

Este pleito de Cataluña se parece mucho al cuento de aquel jorobado, que en Las mil y una noches se atraganta con una espina y es dejado por muerto en varias casas sucesivas.

Primero, el Parlamento catalán vota la ley de cultivos, especialmente perjudicial y molesta para los elementos que componen la Lliga. La Lliga asustada, carga con el engendro y lo deposita arteramente a la puerta del Gobierno español, después de tirar del cordón de la campanilla.

Aparece el señor Samper y se encuentra con la ley de cultivos colapsada en el umbral. Hay un consejo de familia. El señor Samper se echa sobre los hombros el desmayado cuerpo y lo arroja al patio del Tribunal de Garantías constitucionales.

El Tribunal de Garantías se apresura a trasladar el presunto cadáver a la misma escalera de la casa de la Constitución, para que ella responda de la muerte. Y en esto llegan los guardias de Harun Al Rachid. Pero este cuento es diferencia del otro en que nadie sabe cómo sacar la espina.

La verdad es que en todo este conflicto al resto de España ni le va ni le viene nada y que estamos pagando las consecuencias de una pugna meramente regional, en la que nos han complicado con esa habilidad semítica que los políticos catalanes poseen para defender todo lo que sea en un interés económico. Porque no es a Aragón, ni a Galicia, ni a Extremadura, ni a Castilla a quienes importa la solución que la Esquerra dió el pleito de la rabassa morta, sino a los catalanes mismos. Y si la Lliga busca ahora el amparo del Gobierno central no es porque no sea capaz de arrancar ella, en cualquier otra ocasión, la bandera de España del coche del presidente de la Generalidad, sino porque no tiene ahora otro ambiente donde buscar apoyo para sus pretensiones.

La primera verdad en este asunto es que, otorgada la autonomía a una región, no es posible negarle el derecho a legislar sobre sus problemas peculiares, específicos, que son el acento de su carácter y que tienen una fuerza esencial tan poderosa como la de aquellos que se refieren a la propiedad de la tierra. Yo pertenezco a una región donde también existen en este aspecto peculiaridades muy diferentes a las de otras regiones españolas. Y si Galicia obtuviese su autonomía, no puedo concebir que fuese eficaz y completa si se le hurtase la capacidad de resolver por sí propia un problema que siente y conoce mejor que nadie.

Pero parece que la Constitución ha reservado para las Cortes españolas el derecho a ese tipo de legislación. Al menos, que el Estatuto no autoriza a Cataluña a realizarlo, y que a eso se atuvo el Tribunal de Garantías. En tal caso, lo más lógico sería trabajar por una ampliación de facultades. Pero la lógica no tiene nada que ver con la política.

De la sesión de ayer puede extraerse una consecuencia: la de que nadie -como no sea el Gobierno, en el secreto de intenciones que no se creyó en la obligación de exponer- conoce la manera de salir suavemente del atolladero. Hubo tres peticiones: una, la del señor Goicoechea, que denunció preparativos belicosos de la Generalidad y sus secuaces, que dió cifras y datos concretos a propósitos de actitudes apriorísticamente heroicas de los «cien mil hijos de San Lluhí»; otra, la de los que sostuvieron que aludir a estas insolencias es preparar la guerra civil, como si más importantes que el hecho fuesen los comentarios; otra, la de los que pidieron que todo se arreglase en paz, pero sosteniendo la dignidad del Gobierno de España.

¿Cómo? Eso nadie lo apuntó. Todas las fórmulas fueron deleznables. ¿Conminar a los representantes de la justicia catalana para que no cumplan la ley derogada aquí y vuelta a votar allá? ¡Pero si esos representantes no obedecen más que a la Esquerra! Maura y Azaña lanzaron condenaciones, pero tampoco presentaron el menor síntoma de atisbar la salida. Su idea de que el Gobierno hubiese intervenido cuando la ley era un proyecto o apenas salida del horno del Parlamento catalán, si se hubiese llevado a la práctica, a su tiempo, hubiese sido todavía de peores consecuencias y, sobre ello, completamente anticonstitucional.

Esperemos curiosamente el resultado de este encuentro. Pero con precaución, en silencio, con los ojos bajos, los labios cosidos y las manos caídas. Porque -ya lo advirtió Cambó- es preciso tener mucho cuidado en no herir la sentimentalidad catalana. Ya sabemos cómo se alteraba la de ellos, aun con motivos tan prosaicos como las tarifas del Arancel, «Aunque parezca lo contrario -ha dicho Cambó- ningún pueblo es tan sentimental como el de Cataluña: nunca, nunca ha reaccionado por otros motivos que los sentimentales.»

Así es. Pero ¿qué habrá que decir entonces de nosotros, que llevamos quince días de perturbación política por culpa de la rabassa morta, que nos afecta tanto, personalmente, como la existencia en el trópico de la mosca del sueño, a la que odiamos únicamente por un sentimiento de humana solidaridad?

Cierra España.

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Miguel de Unamuno - Diario de Sesiones, Junio de 1932

Estas autoridades de la República han de tener la obligación de conocer el catalán. Y eso, no... Si en un tiempo hubo aquello, que indudablemente era algo más que grosero, de «hable usted en cristiano», ahora puede ser a la inversa: «¿No sabe usted catalán? Apréndalo, y si no, no intente gobernarnos aquí.»... La disciplina de partido termina siempre donde empieza la conciencia de las propias convicciones.

Luis Araquistáin,socialista publica en abril de 1934

"En España no puede producirse un fascismo del tipo italiano o alemán. No existe un ejército desmovilizado como en Italia; no existen cientos de miles de jóvenes universitarios sin futuro, ni millones de desempleados como en Alemania. No existe un Mussolini, ni tan siquiera un Hitler; no existen ambiciones imperialistas, ni sentimientos de revancha, ni problemas de expansión, ni tan siquiera la cuestión judía. ¿A partir de qué ingredientes podría obtenerse el fascismo español? No puedo imaginar la receta".

Alejandro Lerroux, Mis memorias.

“La verdad es, lo he publicado antes de ahora, que el país no recibió mal a la dictadura, ni la dictadura hizo daño material al país. Es decir, no gobernó peor que sus antecesores. Les llevó la ventaja de que impuso orden, corto la anarquía reinante, suprimió los atentados personales, metió el resuello en el cuerpo de los organizadores de huelgas y así se estuvo seis años. Nunca la simpatía personal ha colaborado tan eficazmente en formar de un gobernante como el caso de Primo de Rivera, [...]”

Alejandro Lerroux, Mis memorias.

Frente Popular (Febrero 1936 - Marzo 1939)



Calvo Sotelo, sesion del 16 de junio de 1936.

"España vive sobrecogida con esa espantosa úlcera que el señor Gil Robles describía en palabras elocuentes, con estadísticas tan compendiosas como expresivas; España, en esa atmósfera letal, revolcándose todos en las angustias de la incertidumbre, se siente caminar a la deriva, bajo las manos, o en las manos —como queráis decirlo— de unos ministros que son reos de su propia culpa, esclavos, más exactamente dicho, de su propia culpa...
Vosotros, vuestros partidos o vuestras propagandas insensatas, han provocado el 60 por 100 del problema de desorden público, y de ahí que carezcáis de autoridad. Ese problema está ahí en pie, como el 19 de febrero, es decir, agravado a través de los cuatro meses transcurridos, por las múltiples claudicaciones, fracasos y perversión del sentido de autoridad desde entonces producidos en España entera.
España no es esto. Ni esto es España. Aquí hay diputados republicanos elegidos con votos marxistas; diputados marxistas partidarios de la dictadura del proletariado, y apóstoles del comunismo libertario; y ahí y allí hay diputados con votos de gentes pertenecientes a la pequeña burguesía y a las profesiones liberales que a estas horas están arrepentidas de haberse equivocado el 16 de febrero al dar sus votos al camino de perdición por donde os lleva a todos el Frente Popular".

La memoria analfabeta es muy peligrosa

Pérez-Reverte se embala. No es que le duela España, es que le indigna su incultura, su falta de espíritu crítico. Se revuelve porque, dice, un país inculto no tiene mecanismos de defensa, y “España es un país gozosamente inculto”. Tiene el escritor en la punta de los dedos las batallas, los hombres, las tragedias que han hecho la historia para apuntalar sus argumentos.

- Mi memoria histórica tiene tres mil años, ¿sabes?, y el problema es que la memoria histórica analfabeta es muy peligrosa. Porque contemplar el conflicto del año 36 al 39 y la represión posterior como un elemento aislado, como un periodo concreto y estanco respecto al resto de nuestra historia, es un error, porque el cainismo del español sólo se entiende en un contexto muy amplio. Del año 36 al 39 y la represión posterior sólo se explican con el Cid, con los Reyes Católicos, con la conquista de América, con Cádiz... Separar eso, atribuir los males de un periodo a cuatro fascistas y dos generales es desvincular la explicación y hacerla imposible. Que un político analfabeto, sea del partido que sea, que no ha leído un libro en su vida, me hable de memoria histórica porque le contó su abuelo algo, no me vale para nada. Yo quiero a alguien culto que me diga que el 36 se explica en Asturias, y se explica en la I República, y se explica en el liberalismo y en el conservadurismo del XIX... Porque el español es históricamente un hijo de puta, ¿comprendes?.

Arturo Pérez-Reverte