El señor Fiscal sabe ya cuáles han sido mis viajes al extranjero. He estado en Berlín una sola vez, en mayo de 1934. No asistí al mitin que se decía organizado por Hess y con intervención de Mosley. No conozco ni a uno ni a otro. En cambio, nadie me preguntó si conocía a Hitler, lo que podía ser más comprometido, y sin embargo confieso que sí le he visto. Le vi unos minutos, cuatro o cinco, y ya comprenderéis en ese espacio de tiempo lo que pueden hablar un alemán y un español, un alemán que no sabe español y un español que no sabe alemán. ¿Que estaba preparando entonces esta revolución? Pero ¡Si ha tenido que ir Sanjurjo! El Fiscal no ha aportado ninguna prueba respecto a este aspecto. La única sombra de prueba es que Sarrión, que no sé si vive en estos momentos, el Abogado y compañero mío de despacho (está justificado que viniera mucho a verme porque, por fortuna, mi despacho era bastante próspero y de actividad), no ha rectificado una información tomada por El Liberal de Murcia, y en vista de que Sarrión, el pobre Sarrión, no ha rectificado al murciano y el murciano no ha rectificado al inglés, yo tuve que haber ido a Alemania. ¿Qué culpa tengo yo de todo esto? Mi vida se refleja en nuestro periódico semanalmente. Cada semana he estado en un sitio de España dando un mitin. A ver si es posible que estuviera en Alemania al mismo tiempo.
Tenemos las dos cartas de Sanjurjo. La del 21 de marzo y la del 23 de abril, que figuran a los folios 93, 94 y 95 del Sumario. En el folio 98 están estas cartas famosas del General Sanjurjo; me escribe una carta por mi santo, me dice cuatro generalidades. Como por lo visto se pierden las cartas de Sanjurjo y los telegramas, yo aprovecho una visita de no sé quién, que me dice que va a Portugal y le digo que le dé las gracias. Y escribo al margen: "Contestado de palabra por persona segura." Si sería segura aquella persona que en abril me escribe nueva carta y me dice: "No sé si habrás recibido la mía anterior." No sólo no había recibido la suya anterior. Me vuelve a decir en otra nueva carta nuevas generalidades, me da el pésame por mi primo Andrés, que acababa de morir y nada más. El General me habla de tú y yo a él de usted, me escribe dos cartas sin clave, donde no se menciona ningún asunto, donde me dice: "Vuelvo de Alemania." Y ello ¿qué demuestra? Esto, que es lo importante: que Sanjurjo y yo no tenemos correspondencia, puesto que para la segunda carta se sirve de alguien, lo que revela que no recibió la contestación a la primera, y que esta falta no le preocupó ni poco ni mucho. Esta carta es todo el indicio respecto a las comunicaciones con Alemania.
Y bien, yo digo: Toda esta recapitulación de mi vida anterior, la creación de Falange, mis visitas, todo esto, ¿a qué viene? A mí no se me acusa de nada de esto, sino por haber participado en el Movimiento revolucionario y no menos que en jerarquía de jefe, según se ha dicho por el señor Fiscal. Cuando hay que condenar a hombres y mujeres no se puede decir: "Porque pudiera ocurrir que en aquella fecha los presos... Porque a lo mejor hicieron..." "Porque quizá aprovecharan..." Esto no. Si a mí no se me han visto las cartas, ¿pude haberlas empleado para promover un movimiento revolucionario? Lo mismo pude haberlas empleado desde aquí en dirigir una fábrica de moneda falsa. Esto es evidente. Cuando no consta lo que se ha hecho, es posible que se haya hecho todo lo humanamente realizable. Pero ni el señor Fiscal puede acusarme de esa manera, ni el señor Fiscal puede acusarme con esa base.
El Tribunal necesita algún principio de prueba positiva. ¿En qué consiste esta prueba? Que yo tenla comunicaciones, visitas... Todos los Oficiales, los procesados y los no procesados han dicho cómo eran. Muchedumbres que venían a verme, a las que yo ni siquiera conocía. Gruñía por su abundancia, hasta el extremo de que yo rogaba a mi hermano Miguel que las recibiera él, lo que le molestaba tanto como a mí. Y comunicaciones por el locutorio de Abogados, con Sarrión por ejemplo y algún personaje amigo. Pues bien, esto es un indicio, y como no se nos intervenían, es posible que estuviésemos allí maquinando. Pues bien, en estas "entrevistas" ha habido como testigos más o menos tolerantes, los Oficiales, y como coro, la población y la provincia. Cuando aquellas gentes volvían a sus pueblos después de recibir mis instrucciones, no serían todas ellas tan discretas que callasen en los pueblos los consejos y órdenes que yo les daba. De modo que diez o doce o quince mil personas, han tenido que saber que yo daba órdenes para una rebelión militar. Nadie ha quebrantado el secreto. Nadie ha puesto de relieve que yo estaba preparando un alzamiento contra la República.
Esta mañana vino un digno representante de la Comisión de Orden Público y montó en cólera porque yo, con el respeto que estoy manifestando ante el Tribunal, le dije: "¿Usted tiene la convicción moral de que el movimiento lo he hecho yo?". "Eso es siempre una segunda operación". "¿Recuerda quién le dio la primera sospecha?". "La conciencia pública, me respondió". Le dije: "Pero esa no es una voz, no es un dato, eso no es una persona". "No sé a qué he venido aquí, me respondió, a contestar a qué he venido", y se me fue todo furioso. Yo he insistido hasta ser machacón, pero ¿ha oído alguien que se dijese que aquí se estaba maquinando eso? Nadie ha oído, ni visto, ni sabe que yo estuviese barruntando maquinaciones contra el régimen, y algunos de los miembros del Tribunal que con más sagacidad han intervenido en los interrogatorios parecen barruntar una posibilidad de que no era en las visitas donde se había maquinado, sino en las cartas. Esto es evidente. En cartas puedo haber tenido esta comunicación. Pero tampoco hay el más mínimo rastro de prueba de que haya podido tener estas comunicaciones. ¡Si cuando empezó el levantamiento militar habían transcurrido treinta y cinco días de mi prisión aquí y no había recibido menos de cuatrocientas cartas! Cartas entusiastas, de camaradas, manifestaciones de afecto y hasta baladronadas, si queréis, propias de la juventud. Pero naturalmente esos son los que venían a verme y los que me escribían. Pero ¿quién iba a venir si no? indicios evidentes de que aquí se maquillase algo, ¡nada!
No hay más que estas tres o cuatro cosas. "¡Se rajó Aldave!" Uno de los que han manifestado más inteligente audacia en sus manifestaciones de ayer, ante la previsión ya, de un careo, dijo que él no había querido decir que se hubiese oído esta frase en un grupo en el que figurásemos mi hermano y yo, sino que se había oído en un grupo de falangistas presos. Si se dijo, pues, entre un grupo de falangistas que no éramos ninguno de los dos, nada tengo que decir.
Segundo. Una visita de mi cuñada el día de la muerte de Calvo Sotelo. ¡Sospechosa visita! Pues todo lo contrario. Calvo Sotelo murió una madrugada. Cualquier persona bien informada, los representantes de la prensa local pueden recordarlo, a las cinco o a las siete de la madrugada, podían ya saber que habían asesinado a Calvo Sotelo. Mi cuñada, que por lo visto tiene un hilo especial con sus amigos para comunicar, se enteró de este suceso cuando ya había oscurecido. La noticia era, en efecto, algo interesante porque supone algo de prolongación familiar. ¡Seis años de trabajar junto con mi padre! Mi cuñada, la que tenía hilo especial de información y espionaje, se enteró de que ha muerto Calvo Sotelo cuando hace diez o doce horas que no hay quien lo ignore.
Las pistolas aparecen el dieciséis de agosto. Dos pistolas. Han podido venir de los siguientes modos: o lanzadas por encima de una tapia, cosa hacedera según creencia de algunos Oficiales de Prisiones, que conocen otros casos en que esto ha ocurrido; o han sido facilitadas por el locutorio de Abogados; o ese iracundo testigo que dice que le consta, que lo sabe, porque se lo ha dicho un moribundo o alguien que sabía que estaba a punto de morir que han sido introducidas en una paella; o en una cuarta forma, que el Oficial de esta Prisión señor Muñoz dice que quizá de haber sido introducidas en paellas no hubiera sido en una sino en dos. De modo que han venido por el aire, por el locutorio de Abogados, por una paella o por dos. Esta abundancia de versiones me permite robustecer la versión que he tenido siempre sobre la ignorancia de la venida de las pistolas. Pero como esto no es el tema, vamos a suponer que sí, que por uno de esos cuatro medios o por otro cualquiera, nos hemos hecho introducir esas pistolas. No olvide el Tribunal una cosa. Esas pistolas están en nuestra celda el dieciséis de agosto. El día dos de agosto ha habido "motín" y han roto los cristales de nuestras celdas. Es justo que unos presos nos consideren, como el señor Fiscal, culpables de que España esté así.
Pregunto a todos los Oficiales si siguió hasta el dieciséis de agosto el régimen de tolerancia, y coinciden todos en que don Adolfo Crespo lo cambió de medio a medio. Pues si el dos de agosto hemos estado en riesgo inminente de perder la vida hubiera sido muy justo que nos hubiéramos procurado dos pistolas para defendernos de un segundo "motín". Pero si el señor Fiscal y el Tribunal han oído que nuestras comunicaciones con los camaradas de Falange no estaban intervenidas, sino que las teníamos a espaldas y nadie vigilaba nuestras visitas, ¿íbamos, siendo veintitantos, a formar como todo arsenal este depósito de dos pistolas? ¿Se creerá que para cooperar con la rebelión nos íbamos a quedar con aquellas dos pistolas, que hubieran servido como máximo para una defensa y agresión de dos minutos? Si hubiera sido posible, como dijo el señor Fiscal, con la actividad de mi cuñada introducir una ametralladora a piezas, tenga la seguridad el señor Fiscal que nosotros, comprometidos en el movimiento, hubiéramos hecho lo que se ha hecho en otras poblaciones. Quien ahora resulta nada menos que el autor de la rebelión y su dirigente, hubiera hecho algo más que meter estas pistolas en una paella, dos paellas o tres paellas.
Hay un único principio. Aquí sí que ruego al Tribunal atención. Hay una única cosa. El Fiscal dijo: "Se ve la relación de JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA en este movimiento no sólo por las actuaciones de este Sumario, sino por la existencia de ese almanaque." Perdonen si me he equivocado; de este almanaque que fue encontrado en un centro, que no tiene padre reconocido. Salvo esto, dice el señor Fiscal: "Se han instruido y fallado por el Tribunal Popular juicios sobre la rebelión militar en Alicante y en otras muchas provincias de España..." Pues bien, si aparece la inequívoca prueba de que JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA, tenía algo que ver con eso, pudiera ocurrir que alguien nos hubiera acusado por que sí, el señor fiscal que lo sabe, traerá esos juicios. En efecto, el Fiscal trae dos o tres juicios de Alicante y en ellos, ni el señor Fiscal ni la sagacidad del Tribunal me van a dejar mentir; el nombre de PRIMO DE RIVERA aparece pronunciado por un individuo llamado Nicanor Manzano, que en el pliego once del juicio doce contra Miguel Salinas y otros más en los últimos momentos del juicio oral, cuando se ve en el riesgo de una condena que le abruma dice: que el día diecinueve a las cuatro de la mañana llamaron a su casa diciéndole que sacara un coche y que era Antonio Macía para venir a la mañana del día diecinueve a Alicante. Esta fecha fue para Nicanor Manzano, la decisiva de su existencia: fue la que le proporcionó la muerte. El intento de alzamiento en el Cuartel se hizo el diecinueve. No se equivocó de fecha. El diecinueve por la mañana vinieron a Alicante. Fueron al Reformatorio donde habló Macía con PRIMO DE RIVERA, sacaron una carta y se fueron al Cuartel de Benalúa. Luego le dijo Macía que no se preocupara expresándose en esta forma: "Somos los amos". Es la única vez que nos cita Nicanor Manzano. Y Nicanor Manzano se equivocó. Dice que estuvieron en el Reformatorio. Nicanor Manzano no tenía el espíritu para esos, distingos. Vinieron el diecinueve. La trágica fecha de autos que le costó la vida. Si se coge el registro de mis visitas, llevado esos últimos días con extraordinaria minuciosidad, el Director interino en eso sí que no transigía, se verá que el día diecinueve no tuve ninguna visita. Antonio Macía, no estuvo, pues, en ese día. Ni con su nombre, ni con nombre supuesto, ¿Está claro? Las últimas visitas las tengo el día dieciocho. El día diecinueve no se atreven a venir a verme. El veinte vienen tres personas: dos mujeres y un hombre. Yo no recibí a nadie más. El pobre Nicanor Manzano, que quiere sacudirse una responsabilidad diciendo que vinieron a verme, coloca esta escena un día diecinueve, en un inconfundible día diecinueve de julio, en que yo no tuve ninguna visita., ¿Que Antonio Macía estuvo alguna vez en la Cárcel? No sé cuantas veces. Yo no sé quién era éste pobre Antonio Macía. Yo he recibido mil cuatrocientas visitas de otros tantos y teniendo en cuenta las que se repetían, figuran setecientas u ochocientas personas en un registro de un sitio donde no había estado nunca. Agradezco estas visitas y les dedico un recuerdo póstumo. Ni se llevó carta al Cuartel ni pasó nada de esto, y éste es el único dato positivo acusatorio que hay en toda la actitud y en todo el informe del señor Fiscal.
Y no quisiera molestar más...
Varios Jurados. (Los señores Moreno Peláez y Domenech, de Izquierda Republicana y Partido Comunista respectivamente): Puede la defensa seguir hablando el tiempo que quiera.
José Antonio: ¡Ah! ¿Sí? Se lo agradezco mucho, ¡Cuánto se lo agradezco!
Si yo no quisiera más que referirme a las bases, a la falta de pruebas. ¿Cómo me vais a condenar sin indicios contra mí? No sólo no los hay, sino que hay indicios muy fuertes a mi favor. Sólo tengo que revelar con la misma sinceridad con que hasta aquí me he pronunciado, cual es el secreto de mi aislamiento.
La política de las derechas respecto de mi partido ha sido siempre la misma; querer aprovechar el brío combatiente de mis muchachos. Esta es la clave. Por eso de cuando en cuando a mis muchachos les buscaban la gracia. Eso sí, querían impedir a toda costa, pero que a toda costa, que a estos muchachos los dirigiera yo. ¿Por qué? Porque dicen que estas cosas que yo decía de la tierra y demás, eran señuelos que yo utilizaba para atraer a las clases obreras, porque las derechas tienen el error de creer que a las clases obreras se las atrae con señuelos.
Yo sé que la clase obrera me va a dar la terrible angustia de no creerme, pero aseguro que responde a una convicción personal honrada. Las derechas suponen que es señuelo; yo sé que no lo es. Las derechas suponen que es falso; yo sé que es verdadero. La Monarquía es una Institución que ha tenido su momento histórico. Las derechas tienen esa actitud respecto de mí, pero en cambio dicen: "Esos miles de chicos valerosos, arrojados, un poco locos si queréis, esos son utilísimos. Con estos tenemos que contar nosotros." Y entonces me maquinan disensiones dentro de mi Movimiento. Me organizan la de Ramiro Ledesma y Sotomayor, me someten a un cerco político, económico y personal espantoso, me vienen a dejar sin cuartos. Estamos cuatro meses sin poder pagar la casa en Madrid, nos cortan el teléfono y nos quitan la casa y así estamos porque las derechas quieren a toda costa que no me interponga. Y surge mi encarcelamiento y la ocasión es "pintiparada": ahora sí que es fácil levantar el coraje de estos chicos magníficos, valerosos y un poco ingenuos, sin que se nos interponga el majadero ese que nos viene con la cosa de la reforma agraria y del Movimiento Nacional-Sindicalista. ¿Pruebas de esto? Van a ser tan cabales como las del Fiscal. Son pruebas fortísimas.
Sabe perfectamente el Tribunal que en esta comarca, en esta región de Levante, predomina entre el elemento militar, la Unión Militar Española. La U. M. E. tenía un Jefe con el que soñaba, que era el pobre Calvo Sotelo y tenía un órgano en la Prensa que es La Época, que es el pequeño foco intelectual militar ultrarreaccionario y Calvo Sotelo era el Profeta. La Época me tenía la simpatía que demuestra este tremendo artículo ofensivo publicado en primero de julio en contestación a mi artículo a que me refería antes. Aquí está la prueba y la pondrá a disposición del Tribunal el señor Secretario. Hágame el favor (dirigiéndose al Secretario del Tribunal). Estando yo en la cárcel se me injuria. Este es el pago de la U. M. E. que no tiene fuerza en casi ninguna región de España pero en ésta de Alicante sí. Estas son precisamente las guarniciones que no se sublevan. Luego ha habido algunos que han sostenido gallardamente su decisión. Pero estas guarniciones no se sublevan y forman un cerco alrededor de Alicante, del sitio dentro del cual yo estoy. Es el centro de un semicírculo geográfico perfecto. Estas son las guarniciones que no se sublevan, menos una: la de Albacete. Allí sale un teniente coronel ardoroso. Dirige un mensaje telegráfico. Y en el mensaje telegráfico acaba: "Arriba España", ¿Qué le pasa a ese teniente coronel? Pasan días y días y nadie le socorre. Era en los primeros días, cuando no habíais hecho esfuerzo alguno de organización y teníais frente a vuestra falta de organización casi todo un ejército sublevado. Creo que este teniente coronel se comportó de una manera muy brava. Persiste un día y otro día y de cuando en cuando comete la nueva temeridad de decir "Arriba España". "Mandadme socorro." Y nadie le socorre. El teniente coronel CHAPULI, que había roto este semicírculo geográfico, fracasa. Es el fracaso más notable de la rebelión.
El punto tercero. He rogado insistentemente, acaso haya llegado ya, que la prensa local diese un número de un periódico en el que publicara la lista de los futuros Gobiernos encontrada a un Oficial sublevado de la guarnición de Barcelona.
Este era, naturalmente, de la U. M. E. que domina en toda esta costa de Levante. Se le encontraron dos listas de Gobiernos que han de sucederse en el Poder según los propósitos de los sublevados. La primera es una Junta compuesta por unos cuantos Generales. En seguida se da paso a un Gobierno civil más estable, de personajes políticos. En ese Gobierno (yo os ruego que mováis los resortes posibles para que llegue un ejemplar en donde vinieran esas listas encontradas a un Oficial), figuran personajes de primer orden, de segundo, tercero, cuarto y hasta quinto orden: El Doctor Albiñana, del que tengo una carta toda llena de ampulosidades, y a la que contesto: "Gracias", Rosa Urraca Pastor... Personas, que sin pecar de soberbia, considero que tienen una representación política o intelectual algo inferior. Todas estas personas son Ministros en la lista oficial de la U. M. E. El que no aparece ni para Subsecretario, ni para Gobernador Civil es JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA, supuesto Jefe de esta rebelión militar.
Punto cuarto. Mis declaraciones al yanqui, al periodista americano Allen. ¿Creerá el Tribunal todavía que yo he podido pedir que viniese esa visita? Había salido ya de la tolerancia. Regía la Comisión de Orden Público que me trajo a aquel señor, a quien había visto ya otra vez en mi vida. Le hago unas declaraciones que reproduce con mediana regularidad. Inserta un párrafo que no le dije y que podía en estos momentos haberlo dicho o decir que le dijera; el párrafo es este: "Yo no hubiese tolerado que estuviese Falange Española combatiendo con los mercenarios y fuerzas traídas de fuera." Me convenía haber pronunciado esa frase. Pues bien, yo no la pronuncié. Son fuerzas que han luchado por España en África vertiendo su sangre y no puedo menospreciarlas.
Pero sobre todo, el indicio más fuerte de todos y el Tribunal estoy seguro que ha de valorarlo: Todos los que temían que la rebelión podía ser más o menos larga, más o menos favorable, ¿qué hicieron con sus familiares? Las mandaron al extranjero, ¿para qué voy a decir nombres? Éste y el otro. Y los que no tenían fervor combatiente, Gil Robles por ejemplo, que no es seguramente por lo visto, un Cid, no queriendo tomar las armas se marchó a Portugal.
Yo me quedé aquí. Dice el señor Fiscal que estaba aquí por mi gusto. Pues entonces, Casares Quiroga, me dio ese gusto, estaba en combinación conmigo. Que no estaba en la Cárcel por mi gusto, es obvio. Mi hermano y otra hermana y una tía septuagenaria que están en el Reformatorio, ¿iban a estar aquí por gusto?, ¿iba a tener el gusto, esta voluptuosidad del peligro, de que les cogiesen, les encarcelasen, les metiesen en el Reformatorio? ¿Es posible que yo hiciera esto? Que se quedasen aquí todos los elementos femeninos de mi familia.
Pero hay otra cosa. Yo escribí, lo ha declarado el Vigilante de Prisiones Francisco Sampere, al folio 16 del Sumario y creo que lo declaró otro de los procesados, una carta a Martínez Barrios. La escribí a primeros de agosto con el pensamiento puesto en la España de todos y con el pensamiento puesto en la tragedia actual, y dije esto: Estoy viendo que España se está haciendo pedazos, y estoy viendo que esto puede ser la vuelta a las pequeñas guerras entre españoles y por este camino se puede retroceder en el orden social, político y económico y llegar a estados de confusión y oscuridad. Yo no puedo hacer más que una cosa: que ustedes me proporcionen un aeroplano; yo voy a la otra zona dejando empeñada mi palabra de volver, que avala el temor entrañable personal de mi familia: tengo mis hermanos y una tía mía que ha hecho las veces de madre. Aquí dejo esta prenda. Voy a la otra zona y voy a hacer una intervención para que cese esto.
Se me dijo: creo que el Gobierno no podrá aceptar esta proposición.
Yo les dije: Si puedo prestar este servicio, no a la República sino a la paz de España, no voy a fingir celo repentino, aquí estoy.
No se aceptó el servicio. Lo que yo ofrecí quizá no fuese posible, pero lo ofrecí y no vinieron a darme contestación. Es un círculo de indicios bastante más lleno que los indicios acusatorios del señor Fiscal.
Toda esta rebelión se ha hecho aprovechando mi encarcelamiento, y como yo sabía que esto estaba ocurriendo, yo no descansaba en mi celda y por eso me pasaba los días y horas escribiendo, y rogando a Miguel que pasase a recibir aquellas visitas abigarradas, donde no se ventilaba nada, y él bajaba a ver aquellos montones de gente, cosa que él hacía molesto. Me pasaba el día escribiendo a mi gente, a Julio Ruiz de Alda, segundo del Movimiento, le decía: "No tengo noticias, no tengo casi información, ¿qué va a pasar?" Y me contestaba: "Tampoco tengo información pero tengo la convicción de que las derechas, con la imbecilidad de siempre, están maquinando." Y escribo en No Importa, periódico clandestino: "VISTA A LA DERECHA. Aviso a los 'madrugadores': la Falange no es una fuerza cipaya". "Desde la izquierda se nos mata y se nos acomete, pero ¡cuidado, camaradas! no está en la izquierda todo el peligro. Desde las derechas ya se está especulando como siempre y se acercan un día sí y otro no, a nuestros jefes, visitas misteriosas, de los conspiradores de esas derechas con una pregunta así entre los labios: ¿Podrían ustedes darnos tantos hombres? Al que os haga esta pregunta, escupidle. ¿Pero, qué supone esa gentuza? ¿Que la Falange es una carnicería donde se adquieren al peso tantos o cuantos hombres? ¿Suponen que cada grupo local de la Falange es una tropa de alquiler a disposición de las empresas? La Falange es una e indivisible, milicia y partido. Su brío combatiente es inseparable de su fe política. Cada militante en la Falange está dispuesto a dar su vida por ella, por la España que ella entiende y quiere, pero no por ninguna otra cosa. El "madrugador" no tiene escrúpulos. A codazos se abrirá paso en sus propias filas. Traicionará y tratará de eclipsar a sus propios jefes. Contraerá a cada instante la voz y el gesto con los que más pueda medrar. Y cultivará sin recato la adulación. Y será inútil el madrugón. Aunque el "madrugador" triunfara le serviría de poco su triunfo. La Falange con lo que tiene de ímpetu juvenil, de acervo intelectual, de brío militante, se le volvería de espaldas. Veríamos entonces, quién daba calor a estos "fascistas" rellenos de viento. Nosotros, para ver pasar sus cadáveres, no tendríamos más que sentarnos a la puerta de nuestra casa bajo las estrellas. La Falange a disposición de un político "madrugador", con un general de más o menos buena fe, pero sin formación política: ¡Eso no! "Y decía en esos artículos palabras de una virulencia que escapan a la posibilidad de responder a toda otra intención, como decía ayer a otro miembro del Tribunal. Porque lo que se hace a veces es ocultar la trama interna a los ojos de la masa con consignas totalmente opuestas a la consigna interna del Movimiento, ya que entonces la masa no puede obedecer y el Movimiento se frustra. No. Dije exactamente lo que respondía a la situación de mi espíritu, y lo dije con tal fijeza que entonces fue cuando La Época, el órgano de la U. M. E. de los "madrugadores", de los que aspiraban a valerse de mí, insistieron, escribiendo ese artículo que también dejo entregado a la consideración del Tribunal.
Y ésos fueron mis trabajos desde aquí. Cartas y más cartas, circulares, consignas, para evitar que esto ocurriera. Quizá dentro de un año hubiera habido Revolución Nacional-Sindicalista y que la hubiera capitaneado yo, pero sin esta incomunicación de mi encierro, no hubiera habido lo de ahora.
De pronto, vino la muerte de Calvo Sotelo. El suceso fue verdaderamente tremendo. Se conturbó todo, salieron regimientos a la calle, los muchachos de Falange, llenos de inexperiencia política, de valor y de voluntad se unieron en unos sitios y en otros no. Yo no sé nada. No sé de verdad y quisiera saberlo. Daría dos o tres años de mi libertad por unos cuantos periódicos de estos meses que he pasado encerrado en la Cárcel. Y me entero aquí, encerrado entre rejas, descorazonado de saber que está España matándose y sin poder tomar parte para evitarlo. Ésta es mi historia.
Yo creo que el Tribunal, a falta de otras pruebas más fuertes, el Tribunal repito, note en mis palabras una cierta sinceridad. No he derrochado esa elocuencia de que me hacía elogio el señor Fiscal. Sólo he contado los hechos.
Y unas palabras de mis dos hermanos. Creo que con éstos, dado lo exento que yo estoy de todo, no es necesario que insista mucho en lo exentos que ellos están. De estos dos hermanos lo único probado en serio, es que pasaban horas y horas hablando por la reja. Se casaron hace un año. Nos traen aquí el seis de junio. El nueve viene mi cuñada detrás de su marido y se dedica a hablar con él por la reja cuantas horas le permiten. No interrumpe su comunicación más que unos días que va a Madrid, Serrano 86, modesta casa que está a disposición del Tribunal. Escribe desde allí una carta bastante improcedente, llena de bromas en inglés escritas con un humor extraordinario, escribe unas cuantas cosas hijas de la propia fantasía y fanfarronadas. Tiene la nota irónica para una muchacha que no sabe por qué se coloca una corona, como yo me podía poner una tiara pontificia, y pone una corona y una frase escrita en inglés, que no es caldeo ni nada indescifrable. Carta a mi hermano. Si mi cuñada y mi hermano estuvieran complicados no dirían esas cosas improcedentes, hijas de la poca edad, y no lo harían en inglés. Estando en Alicante tendría que ir a hacer esas gestiones, traer y llevar recados, cumplir las consignas que se le daban. Pero que le daba ¿quién? ¿Ella era mi enlace y yo el jefe del Movimiento? Resulta absolutamente probado que a mí casi no me veía. Yo, cuando ella venía, bajaba un momento y como conocía la índole conyugal de sus visitas, la saludaba y me marchaba a trabajar. Ésta es la actuación de mi cuñada que además se queda en Alicante, incorpora en los días más peligrosos a su hermana política y a su tía, y que esto hace que las encierren a todas en el Reformatorio.
Creo que con esto ha terminado mi defensa.
Una sola palabra al Tribunal.
Creo que es usual en los políticos de algún relieve, que cuando se ven en un trance así, como este en que vosotros me ponéis, empiezan o acaban soltando una heroica baladronada para la posteridad, diciendo: "En fin, yo soy el responsable de todo. Haced de mí lo que queráis. Cumplo con mi deber. Disponed de mi vida."
Esta decisión ha sido interrumpida algunas veces por algunos jefes revolucionarios de izquierdas. Yo prefiero imitar a éstos y, no a los otros. No os voy a decir nada de esto: "No me importa dar la vida por esto o por lo otro". El señor Fiscal ha dicho que soy valiente. No soy valiente. Quizá no sea cobarde... Sí me importa dar la vida. Hay que arrostrar los sucesos de la vida con decorosa conformidad. Os digo que prefiero con mucho no morir. Que creo que la vida no se nos ha dado para que la quememos como una bengala al final de una función de fuegos artificiales.
Si yo no he tenido parte en esto, si no he participado en esto, ¿para qué voy a venir aquí y hacer el papel de víctima?
Yo os ruego que estiméis mi causa en conciencia y la causa de estos dos y que en conciencia dictéis veredicto de inculpabilidad.
Vuestro rigor no va a ser puesto en duda por nadie. Habéis defendido a las instituciones que os han encargado de defender, con severidad. Vuestro entusiasmo por el Régimen, tampoco. Os ruego que no veáis en mí si soy fulano o mengano, sino que soy un acusado que viene aquí a comparecer ante la justicia con otros dos. Que peséis mi causa con todos los indicios y todas las pruebas; y porque creo que lo merecemos y no tenéis que acreditar vuestro rigor y os interesa seguir acreditando la absoluta justicia de este Tribunal Popular, os pido dictéis un veredicto de inculpabilidad para los tres.
Yo os aseguro que en nombre de todos y mío he de agradecéroslo muy de veras, que me alegraré muy de veras esta noche encontrarme con la vida en el cuerpo, con esta vida que modestamente he dedicado y seguiré dedicando, a que contribuya con mucho o poco a que el Pueblo Español tenga uno de los lemas de nuestro Movimiento: "LA PATRIA, EL PAN Y LA JUSTICIA".
Cierra España.