GARCÍA LORCA DECIDE MARCHARSE A GRANADA
El día 12 de julio de 1936 Federico cenó en casa del poeta chileno Pablo Neruda, donde manifestó: “Me voy a Granada, porque allá trabajo. Hay visos de tormenta y me voy a mi casa, donde no me alcancen los rayos”. Por su parte uno de los comensales le aconsejó: “Quédate aquí. En ningún lugar estarás más seguro que en Madrid”. [27] Pero no hizo caso, sobre todo cuando al día siguiente, el 13, corrió la noticia de que había sido asesinado el diputado derechista José Calvo Sotelo. Por la tarde ya corrían rumores de que los autores del crimen eran guardias de asalto socialistas que actuaron por su cuenta. En el tren de la medianoche salió Federico para Granada. Así lo informa el diario “El Defensor” de esta ciudad del día 15: “Don Federico García Lorca se encuentra desde ayer en Granada”.
Pero no sólo Federico se despidió de sus amigos socialistas, sino también de su amigo falangista Edgar Neville: “Me voy, porque aquí me están implicando en la política, de la que no entiendo nada ni quiero saber nada. Yo soy amigo de todos y lo único que deseo es que todo el mundo trabaje y coma. Me voy a mi pueblo para apartarme de la lucha de banderías y de las salvajadas” [28] . Son las palabras lógicas de quien ve atropellos por parte y parte.
Ahora cabe pensar si algunos marxistas de Madrid empezarían a mirar mal a Federico, que huía de compromisos con el Frente Popular, y de quien conocían sus amistades falangistas. Tampoco les harían mucha gracia los constantes temas católicos de su poesía. Esto parece deducirse de lo publicado por el periódico frentepopulista “El Heraldo de Madrid”, del 18 de julio, es decir, cuando la prensa acababa de hacerse eco del levantamiento militar. Publicaron los izquierdistas una cruel caricatura de Federico vestido de Primera Comunión y un texto despectivo con la liturgia del Corpus bajo el título “García Lorca, ‘Niño Mono, orgullo de Mamá’ ”; palabras que parecen insinuar, de forma peyorativa, la orientación sexual del poeta [29] .
Al respecto de estos días, el prestigioso escritor Ramón Pérez de Ayala, republicano desengañado, llegó a acusar al poeta comunista Rafael Alberti de provocar la detención de su propio amigo Federico, pues estuvo recitando por una emisora de radio que se oía en Granada, versos injuriosos contra los militares alzados, atribuyéndolos falsamente a Lorca. Además, Isabel García Lorca telefoneó a Alberti pidiéndole que no se refiriera más a su hermano, pues podía peligrar su vida [30] . Pero Alberti insistió por radio en que una quinta columna, desde dentro de Granada, les informaba de la situación de los alzados [31] .
EL ALZAMIENTO EN GRANADA
En Granada, ciudad en la que triunfaron las derechas en las elecciones de febrero de 1936, el ambiente estaba bastante caldeado, pues el día 10 de marzo, milicianos de izquierdas arrasaron el local de Falange, incendiaron el diario “Ideal” y quemaron tres iglesias [32] .
La sublevación comenzó el día 20 de julio y no concluyó hasta el 23. Las fuerzas militares granadinas, al mando de oficiales jóvenes y acompañadas de grupos civiles, incluidos falangistas, se enfrentaron a los republicanos, que carecían de armas. De inmediato los militares leales fueron sometidos por los alzados.
La represión al mes siguiente sería muy sangrienta. La acumulación de odio y miedo, la sensación de acorralamiento, por estar Granada completamente cercada de fuerzas del Frente Popular, y las noticias llegadas de Málaga sobre las matanzas que se estaban llevando a cabo contra los alzados, dieron impulso a la vorágine de terror y durísima represión por los elementos más sanguinarios. Efectivamente, desde Málaga llegarían noticias a los sublevados granadinos de las sacas efectuadas por milicianos del Frente Popular desde el día 11 de agosto, con el consiguiente asesinato de 19 militares y guardias civiles, y esto solamente hasta el día 16. Entre ellos, y a pesar de haberse rendido sin ocasionar ni una sola víctima, negándose a disparar sus cañones contra el Gobierno Civil para evitar muertes, el día 11 el capitán Huelin y el 12 el teniente Segalerva, fueron arrancados de la prisión, linchados y asesinados, cuando se hallaban a la espera de juicio. Esta represión izquierdista en Málaga fue mucho antes que la de los del Movimiento, aunque solamente esta última sea la que se recuerde en los libros y en la tele. En Málaga hubo 2.761 muertos en la represión izquierdista, a priori, y 3.864 muertos en la represión derechista, a posteriori. Entre los primeros, por ejemplo, el jefe provincial de Falange en Málaga, Domingo Lozano Molina, sin que hubiera participado ni en guerra, ni en lucha ni en represión alguna. Fue detenido en su casa y fusilado por los milicianos del Frente Popular, en agosto. [33] Quizás por todas estas cosas, en Granada, viejos testigos dirían: “Eran ellos o nosotros” [34] .
Aislados de otros lugares en donde triunfó el Alzamiento, el cual ni siquiera tenía aún un jefe decidido a nivel nacional, asumió el poder en Granada, como gobernador civil, el comandante José Valdés Guzmán, recién ingresado en Falange, aunque no solamente no era falangista, sino que se jactaba en público de rechazar los principios del falangismo, imponiéndose e imponiendo a otros en los puestos de mando de dicha organización. Formó un grupo represivo a su alrededor, variopinto, no falangista ni en el fondo ni en el nombre, compuesto por el jefe de la Policía, Julio Romero Funes; Pablo Rodríguez, “un matón y asesino cruel y vengativo, más conocido por el apodo ‘Italobalbo’ ”; Ramón Ruiz Alonso, de la derechista CEDA, por la que fue diputado; “el Chato de la Plaza Nueva”; “el Panadero”; la “Escuadra Negra”, constituida por un grupo heterogéneo de individuos, la mayoría jóvenes y procedentes de familias de elevados ingresos económicos de la ciudad... [35] ; y, por último, los “camisas nuevas” de Falange (es decir los recién ingresados sin ideales, que querían arrimarse al calor de los vencedores).
La Falange anterior al 23 de julio, es decir anterior a los tejemanejes ultraderechistas de Valdés y anterior a las inscripciones masivas de gente de todo pelaje, era minoritaria: sólo unas decenas de afiliados. Pero también era la única fuerza con ideales, e idealista, entre los alzados de Granada. E inmediatamente, Valdés quiso dominarla. (En el caso granadino se ve con claridad lo que fue el triste sino de este partido a partir de la guerra.) Para ello Valdés impuso como jefe de milicias falangistas a alguien ajeno a la Falange: Manuel Rojas Feijespán, capitán de la republicana Guardia de Asalto. Rojas, en enero de 1933, había sido el responsable de la matanza de los anarquistas de Casas Viejas, los cuales iniciaron una revolución en su pueblo, matando a dos guardias de asalto en los enfrentamientos. Rojas siempre mantuvo que la orden de no hacer prisioneros vino directamente de Azaña, pero fue condenado a 21 años de prisión. [36] Es fácil comprender la mala fama de Falange si se considera que los auténticos falangistas, como los hermanos Rosales, salieron de Granada para luchar en el frente, cara a cara, mientras que en la ciudad y pueblos cercanos, en la retaguardia, a quienes se veía era a los falsos falangistas: un aluvión de dos mil afiliaciones nuevas realizadas en un alistamiento de apenas dos semanas y ante unos mandos que tampoco eran falangistas. Lo único que tenían de la Falange era la camisa azul, y con ella obedecían las órdenes de Rojas: detener a los sospechosos que se les señalaban. Además, la falsa Falange granadina actuaba aislada y todos los líderes nacionales falangistas ya estaban asesinados o detenidos: José Antonio, Ledesma, Onésimo, Ruiz de Alda, Raimundo...
En este ambiente, el falso falangista Valdés necesitaba motivos para domeñar las inquietudes sociales y humanitarias de los auténticos falangistas: los hermanos Rosales y, sobre todo, Patricio González de Canales. Éste tenía nombramiento directo de José Antonio y había acordado un pacto de no agresión con los anarquistas. Pero lo que enfureció a Valdés es que Patricio se negó a que los falangistas participaran en detenciones y ejecuciones. Cuando Valdés dio órdenes al respecto, Patricio las prohibió “terminantemente”. Se produjo un enfrentamiento durísimo entre los dos, y luego entre Patricio y Ruiz Alonso, a resultas de la dura represión de éste. Además la antipatía de Ruiz Alonso venía de lejos; cuando intentó ingresar en Falange tiempo atrás, José Antonio se lo negó, apodándole “el sindicalista domesticado de la CEDA”. Y precisamente habían sido los hermanos Rosales los que le transmitieron la negativa de José Antonio, por lo que las relaciones entre Ruiz Alonso y los Rosales eran de pura enemistad.
Fue tal la dureza del enfrentamiento de González de Canales contra Valdés y Ruiz Alonso, que éstos tomaron la decisión de reconvertir a Falange en una fuerza reaccionaria de choque. Para ello, el primer paso era deshacerse de González de Canales. Valdés, de acuerdo con Queipo de Llano, requirió una avioneta, que desde Sevilla llegó a Granada para llevarse al “díscolo” prácticamente detenido. No se le permitiría volver a Granada. Ahora sólo quedaba el paso definitivo: un golpe contra los hermanos Rosales [37] . Patricio González, al año siguiente pasaría a la clandestinidad, como uno de los fundadores de la Falange Auténtica, fiel al condenado Hedilla.
LA FALANGE DEFENDIÓ A FEDERICO GARCÍA LORCA
La detención de Federico García Lorca “se debe a Ruiz Alonso, más por agredir a la familia Rosales que al poeta mismo. La decisión para fusilarlo la tomó José Valdés Guzmán...” Esto afirma el prestigioso historiador inglés Hugh Thomas [38] .
Desde el día 14 de julio, “Federico García Lorca se había mantenido tranquilo en la Huerta de San Vicente, acompañado de sus padres, de su hermana Concha, un par de sobrinos y Angelina, una niñera... hasta que el 20 de julio su cuñado Manuel Fernández-Montesinos, Alcalde de la ciudad, fue detenido en las propias dependencias del Ayuntamiento y enviado a la cárcel. Los testimonios de esos días fueron recogidos en una entrevista realizada por Gibson a Angelina, en el año 1966, cuando tenía 80 años de edad, pero conservaba una mente lúcida envidiable. Recuerda la anciana, que ‘cuando sobrevenían los bombardeos de los republicanos, Federico bajaba precipitadamente del piso superior de la casa y con su hermana Con-cha y ella se escondían bajo el piano familiar’.” [39]
El primer registro tuvo lugar el 5 de agosto. Lo protagonizó el capitán Manuel Rojas, dirigiendo un grupo de pseudofalangistas. Pero no buscaban a Federico, sino a un hermano de Gabriel, el casero. (Por eso, según Luís Rosales, Lorca le diría que Rojas no tenía nada contra él.) “No obstante allanaron toda la casa, ‘azotaron a Gabriel. Maltrataron a la madre y al señorito Federico le dijeron allí dentro maricón; le dijeron de todo. Y lo tiraron también por la escalera y le pegaron. Yo estaba dentro, y le dijeron de todo. Al padre, no le hicieron nada. Fue al hijo’. Así recuerda Angelina este episodio, testimonio que coincide con el sobrino, el hijo de Concha, Manuel, quien en ese entonces sólo tenía cuatro años de edad. Tal acontecimiento, que estremeció a los habitantes de la Huerta, protagonizados por individuos tan siniestros, de baja calaña como Enrique García Puertas, más conocido con el apodo de “El Marronero”, quienes actuaban por su cuenta y contaban con autorización para matar, significó que Angelina se fuera con los tres sobrinos menores de Federico a residir a la huerta de San Enrique, propiedad de unos amigos...” [40]
Es entonces cuando a Federico se le ocurre acudir a sus amigos falangistas para pedirles protección. Se dirige a Luís Rosales, entonces profesor universitario de Literatura a sus 26 años, pero que se disponía a partir hacia el frente como voluntario falangista. Luís, en cuanto recibe la llamada, acude presto a la Huerta de San Vicente y ambos planifican el traslado a su casa, que estaba situada en el centro de la ciudad. Los hermanos de Luís, Miguel y Pepe, y sus padres acogen con los brazos abiertos la petición de Federico. Lo esconden en un piso de la casa, separada escasamente unos trescientos metros del Gobierno Civil, que ocupa el comandante Valdés. Durante diez días, las noches que regresaba Luís del frente, subía a dialogar con su amigo. Y en cada bombardeo de los aviones republicanos, se refugiaban en la planta baja [41] .
Ian Gibson, ante los documentos originales descubiertos en 1979, que confirmaban toda la versión que durante más de cuarenta años venía asegurando Luís Rosales, declara: “Fascinante es la revelación de que el día 15 ya se habían iniciado los trámites para prenderlo, sin informar de ello a Rosales, presentándose en la Huerta de San Vicente una escuadra al mando de Díez Esteve, miembro de la pandilla que rodeaba a Valdés en el Gobierno Civil. Ahora es más evidente que nunca que la denuncia contra el poeta no emanó de la Falange granadina, sino de las gentes, cedistas en su mayoría, que asesoraban al gobernador civil” [42] .
El día 16 de agosto se enteran de que en los muros del cementerio de Granada han fusilado a Manuel, el ex alcalde.
No cabe duda. Tras la “visita” de la patrulla de Manuel Rojas, del día 5, y una vez informados Valdés y Ruiz Alonso de la presencia de Federico García Lorca, debió encendérseles una luz siniestra en la cabeza. Su fama de poeta amigo de comunistas, ¡y de falangistas!, y la emisión por la radio republicana de supuestos poemas suyos contra los sublevados, junto con el temor de que la guarnición de Granada, rodeada de territorio leal a la República, acabara fusilada como la de Málaga (a pesar de que se entregara con bandera blanca), les haría concebir la orden de detención. Aquí fue el chasco: el poeta no estaba en su casa de campo. Tardaron once días en saber el lugar de su escondite. Pero, cuando se enteraron, su alegría debió ser inmensa. ¡Se trataba de la casa de los Rosales! Ahora sí, a los auténticos falangistas les darían “su merecido”.
DETENCIÓN DE FEDERICO
El mismo día 16 se producirá la detención. “Se enteraron del lugar donde se encontraba, por presión que le hicieron los esbirros de Valdés a los familiares que permanecían en la Huerta de San Vicente. Se les amedrentó, indicándoles que si no informaban del sitio en el cual se hallaba oculto, se llevarían detenido al padre. Concha, la hermana, no pudo soportar tal amenaza y les indicó el lugar donde se refugiaba Federico”. [43]
Al enterarse de que a García Lorca lo protegían los Rosales en su casa, Valdés acudió a Ramón Ruiz Alonso. Valdés y Ruiz, entusiasmados por poder matar a dos pájaros de un mismo tiro, redactaron “de común acuerdo” la orden de detención con estas acusaciones: “... rojo destacado, espía de Rusia, amigo de Fernando de los Ríos, miembro de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética y escritor que había criticado la España tradicional”. Valdés se decía falangista, sin saber, por ejemplo, que la opinión del boletín de Falange, “Fe”, nunca fue mala sobre el ministro socialista de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos.
Claramente, el gobernador civil José Valdés Guzmán, el que ordenaría la detención y el asesinato de Federico García Lorca, era uno de esos “fantasmones” sobre los que profetizó el propio José Antonio:
“Casi todos los que cuentan con la Falange para tal género de empresas, la consideran no como un cuerpo total de doctrina... sino como un elemento auxiliar de choque, como una especie de fuerza de asalto, de milicia juvenil, destinada a desfilar el día de mañana ante los fantasmones encaramados en el poder”. Más adelante José Antonio advierte del peligro de que se quiera convertir a Falange en una “comparsa” para “reinstaurar una mediocridad burguesa conservadora, orlada, para mayor escarnio, con el acompañamiento coreográfico de nuestras camisas azules... No seremos ni vanguardia ni fuerza de choque ni inestimable auxiliar de ningún movimiento confusamente reaccionario.”
El periodista norteamericano Jay Allen, poco tiempo después, el 3 de octubre de 1936, obtendría permiso de las autoridades republicanas para romper el aislamiento en que se hallaba José Antonio en la cárcel de Alicante. Y le dio a conocer que jóvenes de camisa azul realizaban tareas de represión en territorio rebelde. El líder falangista no quiso creerlo, negándolo dos veces. Pero ante la insistencia del periodista, contestó: “Yo espero y pienso que lo que usted dice no sea verdad. Pero no olvide usted que ellos no tienen líder después de mi encarcelamiento, y no olvide usted que también otras muchas personas eran empujadas a la violencia...”
En Granada quienes llevaban camisas azules ni eran falangistas ni estaban dirigidos por José Antonio, sino por un personaje advenedizo como Valdés.
El portador de la orden de detención de Federico García Lorca fue el propio Ruiz Alonso, de las milicias de la CEDA, quien ni siquiera era neofalangista ni siquiera advenedizo del falso falangismo, para así “humillar a Falange y realzar a las milicias de la CEDA”. [44] Llegó a casa de los Rosales con dos escuadras de esbirros armados, a los que dejó fuera. Los tres hermanos Rosales y el padre estaban ausentes. El cedista aseguró a la madre que todo era algo de rutina. Fue “tan melosa” la actitud de Ruiz Alonso, que hasta el propio Federico se convenció de que nada le iba a ocurrir. [45] Sin embargo, la madre de los Rosales consigue entretener a Alonso hasta mandar recado para llamar a su hijo Miguel, que estaba en la sede (los otros, Pepe y Luís, se hallaban en el frente). Miguel llegó y según su testimonio preguntó a Ruiz que qué pasaba.
- Tengo orden de detener a Federico García Lorca.
- ¿Por qué?
- Porque ha hecho más daño con su pluma que otros con las armas. [46]
Miguel discutió fuertemente e intentó evitarlo por todos medios, pero no pudo hacer más. De esta manera, se lo llevaron al Gobierno Civil. Valdés no estaba allí. A Federico lo registraron y quedó detenido.
Por la noche regresaron del frente Pepe y Luís. E, indignados, acuden inmediatamente al Gobierno Civil para rescatar a su amigo. Pepe se enfrenta en una discusión muy violenta con Ruiz Alonso. Luego recrimina de manera igualmente violenta a Valdés, sin importarle que se halla ante la máxima autoridad del Alzamiento en Granada. Y consigue que le permitan ver al prisionero. Pepe Rosales le promete a un asustadísimo Federico que lo va a sacar de allí. Federico había hablado con su amigo Luís confesándole medio en serio y medio en broma: “He rezado y he prometido no fumar hasta la medianoche para que ganen los militares”.
Al día siguiente, el 17, Pepe Rosales consiguió del gobernador militar, coronel Antonio Gómez Espinosa, una orden escrita de libertad para Federico García Lorca. Y se presenta ante Valdés con ella. Pero Valdés le contestó siniestramente: “Lo siento. García Lorca ya no está aquí. Se lo han llevado a Víznar de madrugada. Y ahora ya veremos qué hacemos con tu hermanito”. Se refería a Luís, acusado de haber escondido al poeta. “Luís Rosales perdía un amigo y quedaba en un gran peligro por haber sido amigo fiel. Trataron de expulsarlo de Falange, y corrieron amenazas muy serias de poder ser fusilado él mismo”. [47] Qué contradicción que un falso falangista expulse de Falange a un auténtico falangista.
Además, Valdés había mentido, porque Federico seguía allí. [48] Se sabe porque Angelina, la niñera, por disposición de la familia, le llevó al poeta la comida (que consistía en un termo de café y un cesto con una tortilla y tabaco) los días 17 y 18 de agosto. [49]
Durante muchos años Luís Rosales ha venido afirmando que, una vez detenido Federico, mandó a las distintas autoridades granadinas un documento en el cual justificaba la inocencia de Federico y por tanto la razón para intentar salvarlo en su casa. Por su parte, Valdés siempre negaría en el futuro que tuviera algo que ver con la muerte de García Lorca. Rosales siempre ha insistido en que, de localizarse los documentos, se vería claramente la verdad y que su actuación había sido limpia. Todo ello como réplica a la leyenda negra que se urdió a su figura. Pero el documento no aparecía. Desde 1983, “gracias a las investigaciones del periodista granadino Eduardo Molina Fajardo... podemos leer la declaración de Rosales”. ¡Era verdad cuanto vino diciendo durante 47 años y era cierto que quien ordenó el asesinato fue Valdés! “No es difícil imaginar el impacto que haría sobre Valdés la lectura de este documento, puesto que quien ordenó la detención del poeta había sido él mismo. Tampoco cuesta trabajo imaginar que, en aquel momento, Valdés se sentiría dispuesto a ordenar el fusilamiento de Luís Rosales, ese falangista molesto que se atrevía impertinentemente a poner en tela de juicio las decisiones de la superioridad”. [50]
Poco después, a principios de octubre de 1936, varios diarios republicanos de Madrid recogerían las declaraciones del presidente de la izquierdista FUE de Granada, que acababa de escapar de dicha ciudad. Según éste, Luís Rosales había estado en gravísimo peligro por haber acogido en su casa a García Lorca: “Estuvo a punto de ser fusilado, pero intervino un hermano suyo, falangista significado...” La noticia era exacta. No cabe la menor duda de que, en aquellos dramáticos momentos, la vida de Luís Rosales peligraba. [51]
“Luís Rosales cargó para siempre con la pena de no haber podido salvar a su amigo. Incluso se llegó a acusarlo de instigar su asesinato... Por eso ahora los versos de Luís Rosales nos suenan tristes: ‘Hay amores que duran algo menos que un beso,/ y besos que han durado algo más que una vida’. [52]
EL ASESINATO DE FEDERICO
Cuando Angelina fue al tercer día a llevarle de comer a Federico, o sea el 19, le indicaron con respuestas evasivas y contradictorias que ya no se encontraba allí. Por testigos circunstanciales se ha comprobado que el poeta fue trasladado la madrugada del 19 a la Colonia, una ex residencia de descanso para niños en época veraniega, convertida, en esa fecha, en lugar de reclusión. Refieren los testigos, que alrededor de las 2 de la madrugada el cura de Víznar, que asistía a los condenados con la confesión, se retiró porque le comunicaron que esa noche no habría ningún otro fusilamiento.
Sin embargo, alrededor de las 4 de la madrugada, “la luna se llevó definitivamente a Federico” junto a dos banderilleros y un maestro. [53] Seguramente fue asesinado por la espalda, junto a unos olivos del llamado barranco de Víznar. [54]
Tiempo después, según Gibson, un tal Manuel Luna, uno de los criminales, escribió una carta a un tal Melchor Fernández con estas repugnantes palabras: “En Granada me he distinguido bastante. Fui de los que asistieron, en una mañana de agosto, al fusilamiento, en el cementerio, ante las fosas abiertas, de setenta rojos, todos ellos bandidos, asesinos, criminales, violadores, incendiarios... y gocé mucho, muchísimo, porque se lo merecían. Entre ellos estaban el Presidente de la Diputación roja, Virgilio Castilla; el ex gobernador rojo de Alicante, Vicente Almagro; el alcalde rojo de Granada, Montesinos... Hicimos una buena limpia... Algunos días después cogimos al canalla de García Lorca -el peor de todos- y lo fusilamos en la Vega, junto a una acequia. ¡Qué cara ponía! Alzaba los brazos al cielo. Pedía clemencia. ¡Cómo nos reíamos viendo sus gestos y sus muecas!” [55]
El acta de defunción dice: “Don Federico García Lorca... falleció en el mes de agosto de 1936, a consecuencia de heridas producidas por hechos de guerra, siendo encontrado el cadáver el día 20 del mismo mes en la carretera de Víznar a Alfacar...” La fórmula “heridas por hechos de guerra” es la misma que se ordenó utilizar por las autoridades del Alzamiento en todos los registros civiles de España para los fusilados. Se trata de una generalización falsa, pues en el caso de Federico, éste no estaba luchando en hechos de guerra. En cuanto a los registros civiles de territorio leal, los miles de asesinados por elementos del bando republicano ni siquiera constan en los libros de defunciones.
La Junta de Andalucía ha editado la obra premiada “Conocer a Federico García Lorca”, donde se dice que “Lorca no murió ni por accidente, ni por enemistades personales, ni por casualidad, como quisieron hacer ver escritores del régimen franquista...”, sino “por su lucha contra el fascismo, sus pronunciamientos contra las injusticias sociales, sus críticas severas y brillantes contra la intransigencia de una España tradicional, sus simpatías por el Frente Popular y su colaboración con las campañas culturales que organizó la República... aunque no estuviera afiliado a ningún partido político... fue una víctima... de la implacable máquina de terror y exterminio puesta en marcha con la intención de suprimir a todos los enemigos del Movimiento”. [56] Yo añadiría que, igualmente , también era una “máquina de terror y extermino” la impuesta en el otro bando por las chekas frentepopulistas contra “todos los enemigos de la revolución” y con las vistas puestas en implantar un estado soviético. Tal era el terrible trance a que se vio sometida España entre ambos fuegos.
EL TRIUNFO DE LOS FALSOS FALANGISTAS
Luís Rosales, expulsado de Falange y encarcelado a la espera de ser pasado por las armas, se salvó gracias a la cuantiosa multa entregada por su familia y, sobre todo, gracias “a la llegada a Granada de uno de los falangistas más desconocidos y dignos de estudio, por su consecuencia y por su dignidad: el médico Narciso Perales, a quien José Antonio había condecorado personalmente en 1935. La llegada de Narciso Perales salvó a Luís; y seguramente hubiera podido salvar a Federico si se hubiera producido un par de días antes”. [57] Narciso Perales, pocos años después, cuando más poderoso era el régimen franquista, renun-ció al mismo para entrar en la clandestina Falange hedillista. Luego, en la Transición, en 1976, sería elegido jefe nacional de “FE-JONS Auténtica”. Su intervención en el magnífico programa de TVE, “La Clave”, cautivó a José Luís Balbín.
Al llegar a Granada, el día 22, tuvo un enfrentamiento con José Valdés, el cual, en el curso de la pelea dijo algo que demuestra por su propia boca hasta qué punto Valdés era un reaccionario de altura, un falso falangista:
“Mire usted, a mí, en eso del nacional-sindicalismo, lo de nacional me parece bien, pero lo de sindicalismo me da tres patadas en la boca del estómago; y lo tengo enfermo, ¿sabe usted?” [58]
En 1973 Narciso Perales declaró en una entrevista: “De haber estado yo en Granada y no en el frente, le aseguro que lo de García Lorca no ocurre.” Y para aquel entrevistador “No hay duda de que no sólo no fueron los falangistas, sino que, a mi modo de ver, el estúpido crimen fue, precisamente, producto de una maniobra contra Falange”. [59]
REACCIONES EN AMBOS BANDOS
En zona republicana, a pesar del homenaje a Federico con una edición de Emilio Prados en Valencia-Barcelona en 1937, su muerte encontró silencio o escaso eco. [60] Luego, los comunistas, además de los sinceros sentimientos de reivindicación y analogía hacia su figura, también descubrieron el gran filón propagandístico que su asesinato suponía, y lo aprovecharon.
Por su parte, los sublevados intentaron justificar el crimen, amparando a Valdés, lo cual les pesaría como una losa durante cuarenta años. Si acaso, existe el testimonio de un fracasado intento de haberlo evitado. “José María Pemán, temiendo por la vida de Federico y conociendo las rivalidades entre las nuevas autoridades... [se refería a la oposición entre Valdés y los falangistas como los Rosales] pidió personalmente a Franco que interviniese”. El general accedió a ello cuando ya era demasiado tarde. [61]
“LOS ÚLTIMOS DÍAS DE GARCÍA LORCA”
El libro “Los últimos días de García Lorca”, de Eduardo Molina Fajardo, publicado en Barcelona en 1983 es un profundo trabajo de investigación llevado a cabo durante décadas, que recopila una increíble colección de testimonios directos de los trágicos días. Yo ya tenía concluida la presente redacción cuando ha llegado a mis manos; no obstante, es indispensable traer aquí algunos detalles que corroboran lo ya narrado y otros que aportan importantes noticias nuevas. Así, conviene advertir que el comandante Valdés, al que tantos historiadores de tres al cuarto y teleseries se empeñan en identificar como falangista, era en febrero de 1936 uno de los responsables de la formación de la candidatura de la CEDA. Que Ruiz Alonso confirmó que la orden de ejecución de Federico la dio Queipo de Llano desde Sevilla. Que dicho Ruiz Alonso, ex-diputado de la CEDA, intentó hacerse pasar por falangista, con camisa azul, ya desde el primer día del alzamiento; siendo desenmascarado por los escasos, pero auténticos, falangistas, que le arrebataron la camisa. Que Ruiz Alonso, junto con otros dos miembros de la CEDA, ¡y no, nunca, falangistas!, llamados García Alix y Trescastro, fueron quienes detuvieron a Federico en casa de los Rosales, cuando éstos se hallaban ausentes. Que en el golpe de fuerza que dieron los falangistas para rescatar a Federico del Gobierno Civil, iban Luís Rosales, sus hermanos, Cirre y diez más, enfrentándose a cerca de cincuenta “denunciadores” y a “fusiladores”. Pepe Rosales accedió al despacho del gobernador Valdés tras atropellar a quienes intentaban impedírselo y tras dar una patada en la puerta para atravesarla pistola en mano. [62]
REACCIONES DE LOS FALANGISTAS
“De nada valió que Luís Rosales intentara salvar a su amigo: murieron los dos; Lorca físicamente y él quedó como el fantasma custodio de la memoria viva del crimen”. [63]
En el futuro, Luís Rosales, tras colaborar en las revistas literarias falangistas desde los años 1937 hasta los cuarenta, abandonó la militancia política del régimen y se distanció de él. En 1982 participó con el PSOE de Felipe González en la asamblea de intelectuales. Y falleció en 1992.
No podemos dejarnos engañar por la fuerza de “una imagen vale más que mil palabras”, que aún hoy sigue produciéndose, en cuanto a la insistencia en implicar a la Falange. Por ejemplo, a pesar de que en tergiversadoras películas sobre el crimen de Federico siempre aparezca el personaje de Valdés con la camisa azul descubierta o debajo de la guerrera militar, en ninguna fotografía de ninguno de los ejemplares del periódico “Ideal”, entre julio de 1936 y verano de 1937, aparece así, sino de uniforme militar. Todo lo contrario. La realidad es que los falangistas reaccionaron con absoluto rechazo al suceso.
Cuando mataron a Federico, José Antonio llevaba cinco meses preso por el Frente Popular y un mes de incomunicación absoluta. A finales de agosto o principios de septiembre llegó la noticia a la cárcel de Alicante. “Su hermano Miguel declaró que José Antonio se enteró del asesinato de Lorca y le impresionó mucho... José Antonio, sabiendo que a él sólo un milagro le podía salvar, no pudo menos que lamentar la injusta muerte de aquel inolvidable casi contertuliano de La Ballena Alegre...” [64]
Federico era el poeta más popular de España, sin distinción de banderías. Y los falangistas y los soldados en general del lado de los alzados gustaban aprenderse y recitar sus poemas. Así ocurrió, por ejemplo, con el inolvidable ardaleño Antonio Zurita, falangista de 1937 (y luego Alcalde en 1963), quien, aunque ya casado, marchó voluntario al frente. Y aún se conserva una vieja carpeta, que siempre llevaría consigo en los dos años restantes de guerra, llena de cuartillas, cartas, apuntes. La carpeta rebosa de poemas de Federico García Lorca, escritos de la propia mano de Antonio Zurita y con las fechas en que los copió: 1937, 1938, 1939. Luego, desde 1939 como secretario del juzgado y en sus tiempos de Alcalde, realizó gestiones innumerables en pro de la reconciliación y ayudando a quienes “perdieron la guerra”.
LA CONDENA DEL CRIMEN POR PARTE DE LOS FALANGISTAS
A pesar de contravenir la versión de las autoridades, se produjo una digna condena de la Falange, cuando aún ésta no había sido desnaturalizada y absorbida por el Decreto de Unificación del 19 de abril de 1937. El falangista Francisco Villena, de Zaragoza, publicaba en el diario “Amanecer”, portavoz “nacional-sindicalista”, una bellísima elegía sobre Federico, con una dura condena a los asesinos, titulado “De una historia que vio la Alhambra” y con esta dedicatoria: “A Federico García Lorca, en la inmortalidad imperial de su paraíso difícil”. El artículo, que merece leerse entero y más de una vez, contiene estos fragmentos:
“La vida de un poeta que el azar de la guerra deshoja y que hoy es sombra; es pesadilla (...). Fue, Federico, una tarde de agosto cuando nos hablaron de tu marcha; pensamos que (...) tú solías hacerte el dormido entre los labios y las redes de pestañas de Yahya, la reina gitana del Albaicín, para expirar unos amores que tenían alma de fandanguillo y corazón de taranta (...) mientras el viejo mundo soñaba que tú habías muerto. Pero pasó el tiempo, nos sorprendió el otoño, el imperio era ya nacido, mas le faltaba el laúd de su mejor cantor (...). De tu suerte preguntamos a la Luna, la que siempre acudió a tu conjuro... Nada nos dijo.”
Sigue una dura diatriba contra los asesinos:
“ ¡Almas de metal! Caro ha sido el tributo con el que nuestra juventud ha pagado el capricho de vuestro fanatismo: el imperio ha perdido a su mejor poeta. Ahora sí que podéis pregonar que la poesía de Lorca huele a tierra mojada.”
Y evocando las palabras de José Antonio contra el “bolcheviquismo de los privilegiados”, sigue más adelante el autor de la carta, considerando a esa ultraderecha asesina como “marxistas blancos”. Se refería a estas palabras de José Antonio: “El pasado día 24 fui clasificado definitivamente como bolchevique por innumerables personas (...). El motivo fue el discurso pronunciado por mí la tarde antes en el Congreso, con ocasión de la Reforma Agraria (...). Los que hoy, ante un sistema capitalista que cruje, sacrificamos comodidades y ventajas para lograr un reajuste del mundo, sin que naufrague lo espiritual, somos la negación del bolcheviquismo. En cambio, los que se aferran al goce sin término de opulencias gratuitas, los que reputan más y más urgente la satisfacción de sus últimas superfluidades que el socorro del hambre del pueblo, esos intérpretes materialistas del mundo, son los verdaderos bolcheviques. Y con un bolcheviquismo de espantoso refinamiento: el bolcheviquismo de los privilegiados” (carta a “ABC” de 31-7-1935):
“ ¡Marxistas blancos! No os conmueve otra cosa que la melodía pagana del oro, al ritmo de la bolsa del gran mundo (...). Repetid fuerte vuestro estribillo ‘¡Con la poesía no se vive!’ (...), pero ya os llegará el dolor (...) y entonces diréis a los poetas, arrastrándoos ante sus pies: ‘Por caridad, un poco de poesía, un poco de fe, una oración, por el amor de Dios’. Porque sabed, ciegos mercaderes, que la poesía es la oración de los pueblos que tienen fe.
‘Esta es la historia (...) hasta que nuestra revolución nacional-sindicalista imponga el amor como método más humano de convivencia”. [65]
Los falangistas de Antequera publicaron el 28 de marzo de 1937 este mismo artículo en su semanario “Antorcha”, demostrando con ello en plena guerra su reivindicación del poeta y su dura condena a los asesinos. [66]
En 1938, el gran poeta falangista Dionisio Ridruejo, aquél a quien José Antonio estimó por su poesía y por la nobleza de sus ideas, también supo que Ruiz Alonso era el delator de Federico. “En la oficina de propaganda de Burgos, (...) Dionisio Ridruejo, tras acusarlo de haber asesinado a Lorca, y tras un careo que Rosales le pidió, lo expulsó del edificio y de su vista, porque no soportaba su presencia”. [67]
A principios de 1939, Giménez Caballero fue a Granada para investigar la muerte, acompañado del coronel Simancas y con el poeta Luís Rosales. Y descubrió que el crimen “tenía otra causa que la oficialmente declarada por Franco”. [68]
El crimen pesaba como una losa sobre el régimen, el cual silenciaba a Federico y a Alberti (el cual se distinguió con versos muy hirientes y violentos no sólo contra el régimen, sino también contra José Antonio, contra su familia, contra todos los literatos que quedaron en zona franquista -Pío Baroja, Azorín...-, contra la Iglesia y hasta contra el mismísimo Dios Padre y su Hijo Jesucristo). Pero a pesar de ello los verdaderos falangistas no dudaron en rescatar y publicar los poemas de García Lorca.
El poeta José María Castroviejo, falangista fundador de las J.O.N.S. de Santiago de Compostela, publicó a principios de 1939 el libro de poemas “Altura”, que la revista falangista “Vértice” de 24 de julio de 1939 calificó como “el más bello libro de poemas de la guerra de España”. Desde luego contrastaba su lenguaje de conciliación y amor con el lenguaje de odio al enemigo que dominaba entre escritores de uno y otro bando. En él se incluía un poema dedicado a Federico García Lorca, con estos versos: “España es una fuente donde abrevan cadáveres,/ llenos de soles justos y amplios de redención./ España gime, llora bajo cuarzos durísimos./ ¡Y era miel de las ansias, y corazón del mundo!/ Ha habido horas terribles que trastornaron hierros./ Piedras, espigas, cruces fueron sacrificadas./ El toro enloquecido mugía en los oteros/ su gran dolor a Europa, sin alma y degradada./ Pero ya están los muertos: miradles cómo alzan/ los cobres centenarios empapados en sangre,/ con unos ojos hondos, que recobran altísimos/ la hondura de los astros y las grandes edades./ ¡Nadie podrá impedir su terrible rumor!/ Ni traidores lejanos, ni nervios sin locura./ El cielo ya transmite sus mensajes amados./ La sangre escribe en diedros un futuro de hermanos...” No es políticamente correcto reivindicar hoy a poetas falangistas que en pleno 1939 reivindicaban de esta forma tan arrebatada a Federico. Pero gracias a José María García de Tuñón Aza, se salva del olvido despreciativo esta noble reivindicación del poeta falangista José María Castroviejo, quien por cierto fue Premio Cervantes 1974. [69]
LA ADMIRACIÓN POR FEDERICO ENTRE LOS FALANGISTAS DE A PIE
Las revistas de la Sección Femenina, dirigida por Pilar Primo de Rivera, publicaban desde 1941 y en los años 50 y 60, con toda normalidad, poemas de Lorca y hasta de Alberti. En 1952, por ejemplo, los teatros ambulantes de la S.F. de FET y de las JONS por los pueblos de España, reivindicaban a Lorca y representaban, por ejemplo, su obra “La zapatera prodigiosa”. [70] La misma causa defendían los boletines y revistillas del Frente de Juventudes y de la OJE, desde 1947 hasta 1975. En un informe del SEU aparecía Federico como el poeta más admirado entre 1947 y 1951. Y en todos los años 50 “los falangistas del Frente de Juventudes reivindicábamos a Lorca por encima de otros autores del régimen”. [71] De hecho, la recuperación de la obra dramática del malogrado autor se llevaría a cabo en España durante el franquismo. [72] Así, la poesía y el teatro de Federico García Lorca fue entrando a paso acelerado desde los años 40 en libros, libros de texto, escenarios, revistas, colegios y universidades.
Además de los falangistas de a pie, dos personalidades del régimen, por poner un ejemplo, lamentaron así el crimen. El “francofalangista” Girón: “Si Federico García Lorca no hubiera sido asesinado, probablemente habría sido el poeta de la Falange. No lo conocí personalmente, pero camaradas cercanos a él me hablaron de su admiración, admiración con mayúsculas, y en el sentido más amplio de la palabra, del poeta hacia José Antonio”. [73] Y Serrano Suñer: “Su muerte fue para la Falange doblemente trágica: porque venía a convertir a Lorca en bandera del enemigo, ¡y con qué impiedad lo usó éste!, y porque ella misma perdía un cantor, el mejor dotado seguramente, para cantar la regeneración revolucionaria que la Falange soñaba”. [74]
TÓPICOS Y PANFLETOS AÚN HOY
Lo repito una vez más: la falsa cantinela de que a Federico García Lorca lo mataron los falangistas, lanzada al viento por la propaganda comunista, está extendida por todo el mundo.
El último panfleto llegado a mis manos, que recoge todos los falsos tópicos, es la biografía publicada en Madrid en 1999 por Dolores Montes Amuriza. En cuanto a las páginas dedicadas a los últimos días del poeta, es decepcionante que se pueda sacar a imprenta una colección tal de mentiras, cuyo peor aspecto es, sin embargo, la serie de comentarios gratuitos, sin base, tergiversadores y calumniadores, no sobre hechos concretos, sino sobre posibles elucubraciones de lo que supuesta-mente habrían significado José Antonio y sus ideas en el desenlace del crimen de Federico. Con una incultura e ignorancia total, llamando a la revistaJ
pero con calculada mala fe, calificando a la revista de “radical y violenta”, añade de su caletre “En un contexto así tiene García Lorca pocas posibilidades de sobrevivir”. Se remonta la buena señora nada menos que al año 1934 para implicar a los falangistas en esta muerte. Malea un bello y poético texto del boletín falangista en pro de sacrificio y la virtud, que canta el inocente pudor de los campesinos humildes, para presentarlo, inexplicablemente, como una amenaza contra Lorca. Falsifica la realidad llamando a Valdés “camisa vieja de la Falange”, cuando su partido era hasta el 18 de Julio la derechista CEDA de Gil Robles. Miente diciendo que la tristemente famosa “Escuadra Negra” granadina estaba formada por falangistas.
Gracias a Dios la extraordinaria labor investigativa de solventes historiadores y periodistas ha conseguido que, al menos, entre el público culto, incluido el de ideología izquierdista, se conozca hoy la verdad no sólo de la inocencia de Falange en el crimen, sino, todo lo contrario, sus denodados esfuerzos por salvarle la vida y reivindicar su ilustre figura.
FRAY PABLO DE ARDALES ESTUVO ALLÍ
Al lector ardaleño seguramente le sorprenderá una noticia histórica que hasta hoy nos era desconocida. Según testimonio del entonces capitán José María Nestares, máxima autoridad en la línea del frente que había que atravesar cuando trasladaban a Federico a donde lo iban a matar, lo fusiló el mismo piquete que lo conducía, que cumplía órdenes directas de Valdés. Nestares rasgó el salvoconducto informativo lleno de ira por considerarlo un terrible crimen. A la mañana siguiente, se enteró por el capellán del campamento que ni siquiera le dejaron que atendiera a los condenados, pues esquivaron su puesto. Es decir, previeron, seguramente por órdenes de arriba, que la Iglesia no pudiese interceder por el poeta, ni atenderlo espiritualmente. El capellán era Fray Pablo de Ardales: nuestro paisano Antonio Rioboo Zurita (1895-1939), quien profesaba en el convento de Granada, primo hermano de Antonio Zurita y de la madre de nuestra vecina Loli Villodres. [75]
LA FALANGE ANTE EL POETA HASTA HOY
“FE-JONS Auténtica”, desde 1976, en que se constituyó, reivindicó a Federico. Poco después, el otro grupo, “FE-JONS”, hizo lo propio en sus boletines y prensa. A título de ejemplo y sólo refiriéndome a los papeles que tengo más a mano, encuentro el número de “Poesía Siempre” que le dedicó FE-JONS de Murcia en 1986, con la glosa y los poemas de Eduardo López Pascual. O la revista “En Línea Alternativa”, en 1992, que traía a Lorca, Celaya y Luís Rosales.
El grupo denominado “Los Auténticos”, en “Nuestra Voz” de 17 de septiembre de 1998, publicaba un artículo sobre Lorca, que terminaba con este anhelo:
“Los falangistas auténticos sabemos, como Federico, que ‘Poesía es lo imposible hecho posible’.”
1] Bernardo Gil Mugarza: “España en llamas, 1936”, Barcelona, 1968.
[2]Ian Gibson: “La represión nacionalista en Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca”, París, 1971; “En busca de José Antonio, 1980; y “Aparece un documento inédito sobre Luís Rosales sobre la detención y asesinato de su amigo Lorca”, “El País”, 16 de enero de 1983. José Luís Vila San Juan: “Asesinato de García Lorca. Toda la verdad”, Madrid, 1975. Ricardo de la Cierva: “La Historia se confiesa”, Madrid, 1976. Armando Romero Cuesta: “Objetivo: matar a Franco”, Madrid, 1977. Hugh Thomas: “La Guerra Civil Española”, Madrid, 1979. Fernando Vizcaíno Casas: “Viva Franco, con perdón”, Barcelona, 1980. Luís de Llera, “Mundo Cristiano”, Febrero de 1998. Luís Hernández del Pozo: “Dos poetas andaluces, dos destinos”, Madrid, 2003...
[3] Vizcaíno Casas, 1980.
[4] Ídem anterior.
[5] Revista “Diez Minutos”, la cual incluía dos fotos del actor disfrazado de ultra matón enarbolando una pistola.
[6] José María García de Tuñón, boletín “Fe” nº 17, 1998.
[7] Ian Gibson: “Granada a José Antonio”, “El País”, 25 de noviembre de 2003.
[8] Luís de Llera, 1998.
[9] Guillermo Díaz Plaja: “Federico García Lorca”, 1954.
[10] Ernesto Giménez Caballero: “Retratos españoles (bastante parecidos)
Cierra España.