La sublevación que fracasó en Cádiz, La guarnición se mantuvo leal a la República
Han transcurrido 70 años del primer intento de derrocamiento de la 2ª República, que junto a la fracasada revolución de octubre de 1934, contribuyó a cimentar la tragedia de la Guerra Civil que durante tres años asoló España. No se puede entender lo acontecido el 18 de julio de 1936 sin abordar aquel caluroso 10 de agosto de 1932, en el que Cádiz tuvo un papel muy diferente del que muchos pensaron. A las tres de la madrugada de aquel día, se proclamaba desde Sevilla, el siguiente bando de guerra:
"El Excmo. Sr. General Don José Sanjurjo Sacanell, Teniente General de los Ejércitos: Hago saber: Queda declarado el Estado de Guerra en toda la región andaluza, con las consecuencias que dicho estado lleva consigo. Como Capitán General de Andalucía, asumo el mando, concentrando en mi autoridad todos los poderes. Así como Dios me permitió llevar al Ejército Español a la victoria en los campos africanos, ahorrando el derramamiento de sangre moza, confío en que también hoy, me será permitido, con mi actitud, llevar la tranquilidad a muchos hogares humildes y la paz a todos los espíritus. ¡Viva España Unica e Inmortal!"
En Cádiz estaban entonces de guarnición el Regimiento de Infantería nº 27 y el Regimiento de Artillería de Costa nº 1, encontrándose mandado el primero de ellos desde mayo de 1930 por el bilaureado coronel José Enrique Varela Iglesias, considerado incondicional de Sanjurjo, mientras que el segundo lo era por el coronel Felipe Iracheta Mascort.
Casi nadie dudaba, y mucho menos el gobierno de la República, que si Sanjurjo se sublevaba, Varela le secundaría, sacando también sus tropas a las calles de Cádiz. Sin embargo aquello no sucedió. ¿Qué es lo que de verdad pasó?. El contenido del "Archivo General Varela", y en especial su diario manuscrito, despeja siete décadas después bastantes incógnitas de lo que hasta ahora nunca se había escrito sobre lo ocurrido aquellos días en nuestra ciudad.
Efectivamente Varela era un hombre que sentía una profunda admiración, afecto y respeto por quien había sido su comandante general en Melilla y desde luego Sanjurjo contaba con él y con su regimiento para el 10 de agosto, pero los hechos no sucedieron así. Sentimientos contradictorios surgieron en Varela. Su diario personal dejaría posteriormente constancia de ello: "La intención habrá sido equivocada, pero la buena fe y el valor (de Sanjurjo y sus colaboradores) son indiscutibles".
Días antes Varela había recibido una llamada telefónica de una emisaria, la señorita Concha de Rivelles, que lo citó a medianoche en el parque Genovés, siendo su ayudante, el teniente Juan Riaño Castro, el único testigo. En idéntico sentido Varela recibió en su propio despacho a otro emisario de Sanjurjo, el teniente de la Guardia Civil Felipe Palma Hidalgo. Sin embargo, al igual que otros mandos de diferentes guarniciones que igualmente fueron sondeados, no se adhirió a la sublevación.
El 10 de agosto de 1932 en Cádiz
Al conocerse en Cádiz a las seis de la mañana por Joaquín García Labella, gobernador civil de la provincia, las primeras acciones de los conspiradores en Madrid y Sevilla, el general de brigada Julio Mena Zueco, comandante militar de la plaza, ordenó la inmediata comparecencia en su despacho de los dos jefes de regimiento así como el acuartelamiento de las tropas.
Una vez presentes ambos, les comunicó que acababa de hablar telefónicamente con el ministro de la Guerra, Manual Azaña Díaz, quien le había informado que Sanjurjo, antiguo director general de la Guardia Civil y actual de Carabineros, era el cabecilla, confirmándose dicha noticia al recibirse una llamada del teniente coronel Manuel Ristori Guerra de la Vega, jefe del estado mayor de la 2ª División de Sevilla, afirmando que "en la acera de enfrente estaba Sanjurjo con la Guardia Civil".
Al regresar Varela a su regimiento con la orden de preparar un batallón para unirse a las fuerzas que iban a salir para sofocar la sublevación de Sevilla, que había saboteado el enlace ferroviario con Cádiz, se encontró con su amigo Manuel Muñoz Martínez, diputado gaditano radical-socialista y comandante retirado de Infantería, manteniendo una larga charla sobre los graves sucesos que estaban aconteciendo y manifestando el político su confianza en que el bilaureado militar no se uniría a la sublevación.
Incluso le invitó a que se presentara en el gobierno civil para demostrar así públicamente su adhesión republicana. Varela si bien le aseguró que no pensaba alzarse rehusó tal ofrecimiento ya que él dependía directamente del general Mena y aquello podía provocar malentendidos no deseables y mucho menos en esos momentos.
Por la tarde llegó a Cádiz procedente de Algeciras el Regimiento de Infantería nº 15 con su jefe al frente, el coronel Luis Martín de Pinillos Blanco de Bustamante, para formar parte de la columna que debía reducir a los sediciosos. Sin embargo ya para entonces la suerte estaba echada y habían fracasado. Esperaban un golpe incruento de rápida adhesión militar y la sangre derramada en Madrid, la pasividad de las guarniciones y la enérgica reacción del gobierno de la República, acabaron con sus planes, huyendo Sanjurjo hacia Portugal por Huelva donde fue detenido.
Detenciones y encarcelamientos
A la mañana siguiente entraron en Cádiz las fuerzas del Grupo de Regulares nº 3 que habían salido el día anterior de Ceuta para integrar la columna hacia Sevilla bajo el mando del general Mena, yendo enseguida sus oficiales a saludar efusivamente a Varela, su admirado jefe en las campañas de Marruecos.
Sin embargo sobre las cinco y media de la tarde el coronel Martín de Pinillos se presentó ante Varela con una orden del ministerio de la Guerra: "Lamento darle una mala noticia". Azaña le cesaba en el mando del regimiento quedando en situación de disponible. El bilaureado militar acató disciplinadamente la orden y entregó su unidad al teniente coronel Ernesto Marina Arias, quien por ordenanza le correspondía, retirándose seguidamente a su pabellón.
Casi tres horas después acudió apesadumbrado a verle el teniente coronel Joaquín Fernández Trujillo, jefe de la Comandancia de la Guardia Civil, con otra orden del ministerio: "Proceda a la busca y captura del Excmo. Sr. Coronel Varela y una vez detenido que ingrese en el Castillo de Santa Catalina". Cuando minutos después Varela ingresó en la prisión militar gaditana se encontró que allí ya estaban detenidos el general de Caballería retirado Francisco Merry Ponce de León y dos jefes de la Guardia Civil, el coronel Arturo Roldán Trápaga y el teniente coronel Pedro Romero Basart. Estos eran los mandos del 28º Tercio del Instituto, con cabecera en Jerez de la Frontera, cuya fuerza había sido la única que se había unido inicialmente a la sublevación en la provincia de Cádiz, habiendo llegado a ocupar incluso el ayuntamiento y detener a su alcalde y varios concejales. De madrugada ingresaron nuevos detenidos, esta vez procedentes de Sevilla: Se trataban del hijo y del ayudante personal del propio Sanjurjo, el capitán de Infantería Justo Sanjurjo Jiménez-Peña y el teniente coronel de Estado Mayor Emilio Esteban-Infantes Martín, así como el general de brigada de Ingenieros en situación de primera reserva, Miguel García de la Herrán, segundo jefe de la sublevación sevillana, quedando todos incomunicados en celdas diferentes.
El día 13 fueron conducidos a Madrid, García de la Herrán, Esteban-Infantes y el hijo de Sanjurjo para ser juzgados, permaneciendo incomunicados el resto. Mientras tanto en Cádiz el juez de instrucción Juan García Murga, cumplimentando un exhorto del magistrado Dimas Camarero, delegado especial de la Sala de Justicia Militar del Tribunal Supremo, empezó a tomar manifestación a los detenidos y les comunicó su procesamiento, siendo Varela asistido en calidad de defensor por el capitán de Artillería Julio Ramos Hermoso.
El 25 de agosto, fecha en que Sanjurjo era condenado en juicio sumarísimo por el delito de rebelión militar junto a sus más directos colaboradores, se levantó la incomunicación a Varela, siendo trasladado por el comandante de la Guardia Civil José Romero Fialo hasta Sevilla, en automóvil "con el fin de evitar publicidad", en donde se encontraban otros implicados en la trama golpista.
Horas antes había sido interrogado sobre si había animado a sublevarse a los comandantes de Infantería Antonio Vega Montes de Oca y Apolo Ruiz Marset así como si había participado en unas reuniones secretas en el domicilio gaditano de Ramón de Carranza, contestando negativamente si bien reafirmó la buena amistad que mantenía con el antiguo alcalde de la ciudad.
El castillo de Santa Catalina no obstante volvió a custodiar a algunos de los condenados por dicha sublevación. Incluso su promotor, el propio general Sanjurjo, cumplió parte de su condena entre sus muros, tras ser trasladado bajo escolta policial el 6 de enero de 1934 por el comisario jefe de la División Social Telmo Almellones, desde el penal cántabro de El Dueso.
Varela absuelto y conspirador
El 12 de diciembre Varela pasó a la cárcel central de Guadalajara y el 14 de febrero de 1933 fue puesto en libertad por sobreseimiento provisional de su causa, quedando en situación de disponible. Casi un año después, como consecuencia de su brillante expediente militar se incorporó, no sin polémica y reticencias de algunos sectores, a la Escuela Superior de Guerra para asistir al curso de ascenso a general, obteniendo el primer puesto de su promoción.
El 9 de noviembre de 1934 se recibió en el Ministerio de la Guerra el testimonio judicial que le exoneró definitivamente de responsabilidad penal por la "Sanjurjada", siendo finalmente ascendido el 30 de octubre del año siguiente a general de brigada, si bien la República nunca volvió a darle un destino.
Sin embargo ya para entonces Varela, que sufrió injustamente prisión por los sucesos de 1932, si se había convertido en esta ocasión en un conspirador contra la República y en el verdadero hombre de Sanjurjo -exiliado en Portugal- para una nueva conjura militar.
Durante el periodo carcelario, en el que se volvió profundamente crítico contra el sistema, contactó con numerosos militares antirrepublicanos y destacados miembros del Requeté, también presos, llegando incluso a redactar sus ordenanzas castrenses. Su camino para liderar la sublevación gaditana del 18 de julio de 1936 había comenzado al día siguiente de fracasar la "Sanjurjada" y se forjó en los meses de prisión que siguieron a continuación.
¿Qué hubiera pasado si Varela sólo hubiera sido cesado y no detenido y encarcelado en 1932? Tal vez no hubieran cambiado mucho los acontecimientos históricos, pero lo cierto es que a partir de entonces el militar gaditano quedó estigmatizado por la República.
Cuando tras la frustrada intentona golpista madrileña del 19 de abril de 1936 fue confinado en Cádiz, su relevo en la conspiración fue el general de brigada de Infantería Emilo Mola Vidal, quien sería conocido en la preparación de la sublevación militar del 18 de julio como "El Director".
Éste a su vez dio entrada en el grupo de generales conspiradores a dos hombres que Varela no quiso incorporar y que sin embargo tuvieron un peso específico en el alzamiento: Gonzalo Queipo de Llano Sierra, Inspector General de Carabineros y Miguel Cabanellas Ferrer, jefe de la 5ª División Orgánica de Zaragoza.
Setenta años después, queda mucha historia por escribir.
Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el "DIARIO DE CADIZ" del 11 de agosto de 2002.
Cierra España.