“Repudiamos el sistema capitalista, que se desentiende de las necesidades populares, deshumaniza la propiedad privada y aglomera a los trabajadores en masas informes, propicias a la miseria y a la desesperación. Nuestro sentido espiritual y nacional repudia también el marxismo.”
“La riqueza tiene como primer destino, y así lo afirmará nuestro Estado, mejorar las condiciones de vida de cuantos integran el pueblo. No es tolerable que masas enormes vivan miserablemente mientras unos cuantos disfrutan de todos los lujos.”
“Nos afanaremos por triunfar en la lucha con solo las fuerzas sujetas a nuestra disciplina. Pactaremos muy poco.”
Estas son algunas de las afirmaciones contenidas en la llamada norma programática de FE de las JONS1, que nos ayudarán a entender un ignorado fenómeno de nuestra historia reciente: la oposición al régimen de Franco de importantes sectores del nacional-sindicalismo.
Ya, cuando un alzamiento contra el estado de cosas reinante desde el mismo 5 y 6 de mayo de 1931 se adivinaba (o se sabía) inminente, aparecía en el número 3 de No importa, “boletín de los días de persecución”, correspondiente al 20 de junio de 1936, un artículo que bajo el subtítulo, “aviso a los “madrugadores”, la Falange no es una fuerza cipaya”, decía: “no seremos ni vanguardia ni fuerza de choque ni inestimable auxiliar de ningún movimiento confusamente reaccionario; [...] cada militante en la Falange está dispuesto a dar su vida por ella, por la España que ella entiende y quiere, pero no por ninguna otra cosa.”
Cuatro días mas tarde, el mismo Jose Antonio, desde la cárcel de Alicante,afirmaba, “[...] es ofensivo para la Falange el que se le proponga tomar parte como comparsa en un movimiento que no va a conducir a la implantación del Estado Nacional-Sindicalista [...], sino a reinstaurar una mediocridad burguesa conservadora [...]”; y el 17 de julio, ante el inminente levantamiento cívico-militar, afirmaba, “nuestro triunfo no será el de un grupo reaccionario [...] al contrario; nuestra obra será una obra nacional, que sabrá elevar las condiciones de vida del pueblo, verdaderamente espantosas en algunas regiones, y le hará participar en el orgullo de un gran destino recobrado”.
Sólo dos días después, “la España que no se resignaba a morir a manos de la otra media” se había levantado en todo el territorio nacional y dominaba en buena parte del mismo. Eran momentos en los que la euforia y la angustia se mezclaban confusamente, momentos en los que la movilización militar absorvía todas las cabezas y las energías, y en los que todo proyecto particularista se sacrificaba en pos del esfuerzo común.
Pero, la masiva y caótica afluencia a las filas de Falange, de personas y personajes de muy diversas tendencias e intereses, llevó a que muchos de lo mandos y militantes mas comprometidos temieran una posible deformación y adulteración de la doctrina y el proyecto revolucionario nacional-sindicalista; de ahí que surgiera con fuerza la figura de Manuel Hedilla, quien procuró clarificar la situación de la organización dentro del movimiento rebelde, y mantener la ortodoxia de la doctrina joseantoniana. Así, a raíz del Decreto de Unificación, por el que se constituía FET de las JONS, el espíritu de rebeldía falangista fué capaz de reactivarse, estimulado por la negativa de Hedilla a asumir puesto alguno dentro de la nueva y artificial estructura político-ideológica del naciente régimen, lo que le valió ser procesado y encarcelado2.
De hecho, a finales de 1937, aparecían ya los primeros brotes activos de disidencia, bajo los nombres de Falange Española Autentica y Falange Autónoma que, mediante una serie de octavillas denunciaban el secuestro de la Falange por parte de los militares y, según el auto de procesamiento de Hedilla y otros falangistas con él detenidos, pretendían el desprestigio de Franco “por no interesar que este ganara la guerra fuera de las normas Nacional-Sindicalistas”, iniciativas que, a pesar de contar con el apoyo tácito de Dionisio Ridruejo, en esos momentos influyente intelectual en la España Nacional, y de que llegaron a preocupar hondamente a algunos responsables de la nueva y oficialista FET, apenas repercutieron en la vida política, por lo que pronto, dichas organizaciones clandestinas desaparecieron en el silencio... lo cual, no significaba que con ellas despareciera el espíritu de rebeldía. En 1939, varias facciones falangistas disidentes se ponían en contacto creando, frente a la Junta Política de FET, la Junta Política Clandestina, de la que formaban parte destacados falangistas como Luis de Caralt, Perez de Cabo o Tarduchy, además de Narciso Perales o Patricio Gonzalez que ya habían sido detenidos por su activa militancia en la FEA o en la FA. Además de la Junta clandestina, la oposición falangista se organizaba en otros pequeños grupúsculos, entre los que destacaban el creado en torno al general Yagüe o la Organización de Recobro Nacional-sindicalista (ORNS), de gran empuje revolucionario, pero que apenas llegaron a contar con apoyos cualitativa o cuantitativamente significativos. Por su parte, la Junta clandestina, desesperada, planeó en febrero de 1941 asesinar a Serrano Suñer y a Franco, a fin de reanimar la disidencia falangista pero, por una u otra causa3, los miembros de la misma decidieron desistir de su empeño.
A pesar de que el espíritu inquieto y revolucionario de muchos jóvenes quedó atenuado e incluso anulado a su regreso del frente del Este, 1945 era testigo de la creación de la Alianza Sindicalista, promovida por los infatigables falangistas Narciso Perales y Gonzalez de Canales, a la que se sumaron desde un primer momento, miembros de la CNT.
En 1949, el Consejo Político de la Vieja Guardia, entidad legal dentro del Régimen, afirmaba que “el Nacional-Sindicalismo, es la única verdad española de este tiempo; es la única posibilidad política viable y decisiva”, y que “la Falange nunca podrá contar con el apoyo de las clases poderosas, [...] si es que sigue de verdad su destino revolucionario histórico”, afirmaciones que sirvieron de llamada a la movilización para muchos falangistas que habían permanecido mas o menos conformes con el Régimen. Así, varios responsables y dirigentes de las centurias de la Guardia de Franco, Falanges Universitarias y Frente de Juventudes, entre los que destacaban Ceferino Maestú, futuro promotor de las Comisiones Obreras, que abandonaría luego desencantado por el rumbo que estas tomaban, llegaron a constituir un pequeño grupúsculo que resucitaba el nombre de la posiblemente, primera organización española de marcado carácter nacional y social: las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS), fundadas en 1932; pero tanto estas, como las JANS (1952), Haz Ibérico, Cinco Rosas (años 60), o tantos otros grupúsculos de impetuoso surgimiento, desaparecieron, la mayoría de las veces, a causa de la violenta represión gubernamental y policial.
La década de los 50, fue la gran década del SEU disidente, dado el activismo revolucionario del que hizo alarde en varias ocasiones, (disturbios en varias universidades, manifestaciones, confección de informes y panfletos , por la reforma universitaria, contra la monarquía y el capitalismo, insubordinaciones y enfrentamientos al SEU oficial...), que sólo la policía y la muerte accidental de un joven falangista pudieron frenar, en parte.
Sin embargo, a finales de 1959, surgía una nueva entidad, los Círculos Doctrinales Jose Antonio, que contaba con el apoyo de importantes falangistas históricos, como Miguel y Pilar Primo de Rivera, Julián Pemartín, Lula de Lara o Gonzalez de Canales, promotor, como vimos, de la Alianza Sindicalista en 1945, y que pronto comenzaron desarrollar una intensa actividad, como la celebración de conferencias o la edición de una revista (“Es así”) y diversos estudios, además de establecer contactos con destacados sindicalistas como Marcelino Camacho, (de hecho el local del Círculo de Madrid sirvió mas de una vez como lugar de reunión para las CCOO) o la formación de organizaciones juveniles, universitarias y sindicales varias, entre las que destaca el FES, que desplegó una intensísima y valiente actividad en un ámbiente hostilizado por la extrema derecha, la extrema izquierda y las autoridades. La actividad sindical, por su parte, a pesar de la proliferación de siglas y de los contactos y adhesiones de algunos sindicalistas anarquistas fue mas bien pobre y decepcionante.
En 1970, varios grupos falangistas, consiguen articularse en la llamada Junta Promotora de FE de las JONS, pero a la muerte de Franco, son muchos los falangistas que afirman que “no veían Falange, pero si veían falangistas” y que“la Falange ha muerto”, aunque “los falangistas no, porque nos apoyamos en una ideología joseantoniana, que no ha desaparecido ni muerto, [...], ¡ya está bien de identificar a este Régimen con la Falange!”. Mas, como adelantara Jose Antonio: “la participación de la Falange en uno de esos proyectos derechistas, (en este caso, el Régimen Franquista), constituiría una gravísima responsabilidad y arrastraría su total desaparición aún en el caso de triunfo”, y sin duda, dado el evidente fracaso de este tipo de organizaciones, así parece que ha sido.
NOTAS
1 Redactada y aprobada en noviembre de 1934
2 Hedilla, junto con el general Juan Yagüe y otros destacados falangistas, tuvieron el coraje, aún en pleno conflicto, de alzar la voz reclamando justicia en todos los ámbitos, lo cual contribuyó a aumentar la desconfianza y la inquina que muchos influyentes derechistas y militares profesaban a la Falange ya antes de la guerra; es de destacar el mensaje radiado, emitido en la Nochebuena de 1936, en el que Hedilla se atrevió a decir, dirigiéndose especialmente a los falangistas: “Pero impedid con toda energía que nadie sacie odios personales y que nadie castigue o humille a quien por hambre o desesperación haya votado a las izquierdas.” y “todos sabemos que en muchos pueblos había - y hay - derechistas que son peores que los rojos. Quiero que cesen las detenciones de esa índole y, donde las haya habido, es necesario que os convirtáis vosotros en una garantía de los injustamente perseguidos”, mensaje que cerró, entre otras exclamaciones con “¡Que ninguna de las mejoras sociales conseguidas por los obreros quede sobre el papel, sin surtir efecto, y que se conviertan en realidad”, lo que constituía toda una declaración de intenciones y proyectos, que sin duda disgustaban a mas de uno. En cuanto al proceso y prisión de Hedilla consultar Testimonio de Manuel Hedilla e Historia de la Unificación de Gª Venero, claramente favorables a Hedilla y la Falange del Silencio, recopilación de diversos escritos, cartas y otros documentos de Hedilla.
3. Tanto Onrubia Revuelta en Historia de la oposición falangista al régimen de Franco en sus documentos, como Stanley G. Payne en Franco y Jose Antonio, coinciden en señalar como causa última de esta decisión, el temor de los miembros de la Junta clandestina a que los nazis aprovecharan las circuntancias para llevar a cabo la invasión de, quizás, toda la península, con la excusa de salvaguardar la estabilidad de un punto geoestratégico tan vital, y ver a la Falange convertida en una fuerza cipaya del invasor.
Cierra España.
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