AÑO 1933. LA MATANZA DE CASAS VIEJAS
Otra cosa para el recuerdo fue la masacre de Casas Viejas en enero de 1933. Los campesinos hartos de aguantar una situación de miseria y extrema pobreza se suman a una insurrección anarquista contra el gobierno de la República, el cual responde con una represión salvaje que machaca a todo el pueblo
¡Coño! ¿No eran los republicanos de izquierdas y defendían al trabajador y todo eso?
¿Y no se supone que la Guardia Civil es un cuerpo represivo de la derecha fascista?
El objetivo del anarquismo es reconstruir la sociedad, y la historia del anarquismo conlleva, inevitablemente, sueños, luchas y derrotas. El 8 de enero de 1933, se iniciaron alzamientos anarquistas en Barcelona, Madrid y Valencia. La insurrección fue sofocada rápidamente, pero, tres días después, el 11 de enero, estalló inesperadamente la lucha en el pequeño pueblo andaluz de Casas Viejas.
Los trabajadores desfilaron por la calle, y se declaró el comunismo libertario. Entonces, en un intercambio de disparos en el cuartel de la guardia civil, dos guardias fueron mortalmente heridos. Llegaron refuerzos para detener la revuelta, pero fueron frustrados por una dura resistencia en la choza de un carbonero llamado Seisdedos. Siguiendo las órdenes de su capitán, los guardias incendiaron la choza, matando a ocho hombres y mujeres. A continuación ejecutaron una terrible venganza en el pueblo, fusilando a otros doce hombres.
El suceso de Casas Viejas simbolizó la furia y el martirio que padecieron los campesinos andaluces que carecían de tierra. El pueblo quedó arrasado por la masacre y los encarcelamientos que siguieron a los juicios por el levantamiento. Casi cada familia se vio afectada, y los rumores locales que atribuían la culpa y la responsabilidad de los hechos crearon una enemistad que perduraría durante décadas.
La tragedia resonó por todos los rincones de la nación. El movimiento anarcosindicalista padecía conflictos y confusión interna, y el alzamiento marcó la transición final del liderazgo y del poder: de los moderados a una temeraria minoría militante: La ira pública provocada por la costosa contienda y el subsiguiente encubrimiento de la masacre derrocó al primer ministro Azaña y a su gabinete de la presidencia. Al mismo tiempo, el general Francisco Franco, irritado por las desconcertantes hostilidades, concluyó que la República no podía gobernar, por lo que decidió preparar un golpe de estado. El alzamiento de Casas Viejas se convirtió en uno de los incidentes que condujeron a la Guerra Civil.
(En su discurso radiofónico del 18 de julio de 1936, el segundo día de la guerra, Franco declaró que la nación estaba siendo destruida por la anarquía y las huelgas revolucionarias. En la película Franco, ese hombre, dirigida por Jose Luis Sáenz de Heredia y estrenada en 1964, se citó el alzamiento de Casas Viejas como uno de los acontecimientos que convencieron al general Franco de atacar a la República). (...)
¿Podría el dilema del sur de España, con sus tierras extensas y la existencia marginal de sus campesinos, haber sido solucionado con los proyectos anarcosindicalistas? Escribiendo en época de la Guerra Civil, Gerald Brenan, que ciertamente no era un anarquista, afirmó que las condiciones intolerables de Andalucía habrían podido resolverse por medio de una posesión comunal de la tierra (...)
La única solución razonable para las extensas tierras de España es una solución coelctiva... En muchos distritos, los mismos campesinos se oponen a ello, pero la ideología anarquista en Andalucía la ha hecho allí la solución favorita, y éste es un factor del que cualquier gobierno sensato deberia sacar ventaja. (...)
La historia de Casas Viejas tiene un viso trágico, pues revela el conflicto entre dos grandes ideales; la democracia y el anarquismo. La oposición anarquista en una sociedad democrática es moralmente compleja, particularmente en el caso de la República española, cuyo gobierno pretendía una reforma pero era considerado ineficaz e incapacitado para garantizar la justicia. Los militantes anarquistas consideraban que la democracia y la reforma moderada contrariaban los ideales anarquistas, y el conflicto social resultante demostró ser mortalmente peligroso para la democracia, sin beneficiar para nada al anarquismo.
(Casas Viejas fue un fatal catalizador para la caída del gobierno del primer ministro Manuel Azaña, como indicó Malefakis: "El ambiente de inseguridad creado por los alzamientos locales de la CNT contribuyó a que un sinnúmero de votos fueran en contra de Azaña en las elecciones de 1933.
Igualmente importante fue que Azaña se vio en la obligación de adoptar una política de dura represión que, a veces, fue en su propia contra, siendo un ejemplo notable el de Casas Viejas, cuyo alzamiento probablemente dañó la posición de Azaña más efectivamente que todas las revueltas campesinas en su totalidad. En breve, los anarcosindicalistas, incapaces de llevar a cabo su tipo de revolución, impidieron a los republicanos la realización de su propio sueño revolucionario. Al final, los excesos que inevitablemente resultaron de la política "dictatorial" que la CNT dictó a Azaña le costaron el apoyo de muchos liberales que creían que los métodos "democráticos" podían aplicarse siempre contra todos los oponentes". (...)
Ni la revolución ni la reforma ofrecieron a los anarquistas más que una visión momentánea de esperanza, seguida de derrota y represión. Esto fue el núcleo de la lucha en la España de los años treinta, cuando los conflictos políticos y sociales existentes durante la República alcanzaron una intensidad fatal. Existía la creencia de que el comunismo libertario se hallaba cercano, y esta ilusión instigó a los militantes anarquistas a acciones que los dividieron y los llevaron a la derrota. Para los defensores de un gobierno central fuerte, cualquier amenaza al orden social, por justificada que fuera, merecía la represión más severa. (...)
CAUSAS DE LA SUBLEVACIÓN
La insurrección que se produjo en Casas Viejas (Cádiz) en enero de 1933 se debe a las pésimas condiciones de vida que sufrían los campesinos y dentro de la gran difusión de las ideas anarquistas que existía entre estos.
La mayoría de los hombres de Casas Viejas se dedicaban al trabajo agrícola y ganadero, y eran trabajadores eventuales. Estos trabajadores vivían en la propia aldea, pero dejaban sus casas durante uno o varios días para trabajar la tierra a cambio de un salario.
Estos trabajos eventuales eran estacionales y dependían de los ciclos agrícolas, la cantidad de cosecha,... Por tanto, estos trabajadores dependían del propietario, que cuando necesitaba mano de obra mandaba a la plaza del pueblo a un “contratador”. Cuando no era necesaria esa mano de obra, sencillamente no había curro, y la gente se tenía que buscar la vida como podía. Los propietarios, así “de buen rollo”, los muy cabrones, habían creado una limosna que daban en la iglesia (una peseta diaria a los solteros y una y media o dos a los casados) que era entregada en forma de bonos canjeables en comercios, propiedad de gentes ligadas a los terratenientes.
La proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931 no provocó grandes cambios en Casas Viejas, donde el poder de los terratenientes, que apoyaban a la monarquía, siguió dominando. Las medidas tomadas por el gobierno para paliar la pobreza empezaron a realizarse por todo el estado, pero al parecer no llegaron a Casas Viejas con ninguna eficacia, y la situación de los campesinos empeoró aún más (una de las “mejoras” del gobierno fue la de prohibir a los ricachones contratar a gente de fuera del pueblo, lo que perjudicó a los currantes del pueblo que solían emigrar a los pueblos cercanos cuando no había curro.
LA SUBLEVACIÓN
Los días 10, 11 y 12 de enero de 1933 estalla la rebelión anarquista de Casas Viejas, creyendo que esta acción estaría coordinada con otras en todo el estado, cosa que no fue así.
Durante la noche del 10 al 11 de enero se cortaron los cables de teléfono, se vigilaron los cruces de los caminos y se hizo una zanja en la carretera de acceso a Casas Viejas. Con estos actos se intentaba aislar la aldea para que ninguna fuerza exterior pudiera disolver el comunismo libertario que se pretendía implantar en Casas Viejas. Por otra parte, se reunieron todas las armas disponibles, robándose 3.000 cartuchos de escopeta, 10 kilos de pólvora negra, balas y cápsulas de percusión. En el local del sindicato se colocó la bandera rojinegra de la CNT. Por parte de algunos campesinos, existían ciertas dudas acerca del éxito del levantamiento, pero había algunos que estaban dispuestos a la acción. En cualquier caso, muchos campesinos soñaban que al día siguiente ya no habría ricos y que la tierra pertenecería a todos.
Los trabajadores desfilaron por la calle, y se declaró el comunismo libertario. Entonces, en un intercambio de disparos en el cuartel de la guardia civil, dos guardias murieron.
A las cinco de la tarde, una patrulla de doce guardias de asalto y cuatro guardias civiles llegó a Casas Viejas bajo las órdenes del teniente Gregorio Fernández Artal. Retiraron la bandera de la CNT del local del sindicato y la sustituyeron por una nacional, ordenando al vecindario que realizara sus actividades cotidianas. Los guardias civiles sanos de Casas Viejas indicaron quiénes habían disparado a sus compañeros, comenzándose a realizar registros en busca de rebeldes.
Un grupo de anarquistas se refugió en la choza de un conocido hombre del pueblo llamado “Seisdedos”, desde donde resistieron el ataque de la Guardia Civil.
LA REPRESIÓN
Mientras, desde Madrid, Arturo Menéndez, el Director General de Seguridad, ordenó al capitán Manuel Rojas Freijespán, al que había enviado a Jerez de la Frontera para sofocar con fuerza cualquier conato de rebeldía, que fuera a Casas Viejas para acabar con la rebelión. Así, el capitán Rojas llegó a Casas Viejas sobre las dos de la madrugada con una compañía formada por noventa guardias de asalto. Se instaló entonces una ametralladora frente a la humilde choza de "Seisdedos".
El capitán Rojas ordenó incendiar la choza, para lo cual se empapó algodón en gasolina y, envuelto en piedras, se lanzó contra el tejado de paja. La choza ardió pronto. "La Libertaria" y Manuel García Franco salieron afuera corriendo. Lograron huir. Manuela Lago y Francisco García Franco no lograron escapar y fueron abatidos en el umbral de la choza. Jerónimo Silva, Pedro Cruz, Paco Cruz, Manuel Quijada, "Seisdedos" y Josefa Franco quedaron calcinados en el interior de la choza. Poco después el tejado se derrumbó y cesaron los disparos. Eran las tres de la madrugada. Entonces, los guardias civiles y de asalto se concentraron en la plaza, pero la tensión no disminuyó. A las siete de la mañana el capitán Rojas mandó a tres patrullas para que registraran las casas y encontraran a los militantes más destacados. El pueblo quedó arrasado por la masacre y los encarcelamientos que siguieron a los juicios por el levantamiento. Casi cada familia se vio afectada.
IMPUNIDAD
¿Quiénes tuvieron la responsabilidad de la brutal represión? Según el juicio que se celebró en mayo de 1934 fueron responsables el Director General de Seguridad Arturo Menéndez y el capitán Manuel Rojas Freijespán. La causa contra el Director General de Seguridad Arturo Menéndez se consideró sobreseída, mientras que se condenó al capitán Manuel Rojas Freijespán a 21 años de cárcel, pero se benefició de la amnistía que el mismo año se concedió para liberar al golpista general Sanjurjo. En 1936 se convirtió en jefe de las milicias falangistas de Granada, participando tras el levantamiento nacional, como uno de los jefes de la represión de Granada.
MANIPULACIÓN DE LOS HECHOS
El gobierno no tardó en desprestigiar esta revuelta echándole la culpa a grupos de derechas y promonárquicos.
El 11 de enero de 1933, el periódico “El Pueblo” decía acerca de la insurrección de enero de 1933: "La revolución social no puede confundirse con la revuelta criminal que asesina y siembra por los medios más violentos y tenebrosos el terror y la muerte". Además, señalaba que la insurrección había sido llevada por "terroristas a sueldo de los monárquicos". En este sentido, “El Socialista” del 11 de enero de 1933 se señalaba: "La huella anarquista está bien patente. Más que la violencia, caracteriza al movimiento sindicalista su torpeza. Se trata de un movimiento inconfundible, típico... La consideración de los medios económicos es lo que más influye a la hora de considerar posible una aportación monárquica".
La represión de Casas Viejas también fue utilizada en las Cortes por la derecha para desprestigiar al gobierno de Manuel Azaña y derribarle. En este sentido, la represión de Casas Viejas facilitó la llegada al poder en noviembre de 1933 de los partidos de derecha, el Radical y la CEDA, que triunfaron en unas elecciones marcadas por el abstencionismo de los miembros de la CNT. Esta utilización de los hechos de Casas Viejas se mantuvo de forma hipócrita durante la época franquista. Es evidente que durante la denominada "Guerra Civil Española" el ejército nacional multiplicó enormemente las brutales represiones.
Jerome R. Mintz
de su libro "Los anarquistas de Casas Viejas"
Cierra España.
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