Después de sus vacaciones romanas, Evita esperaba encontrar a la Reina Isabel de Gran Bretaña. Pero el gobierno británico se negó por miedo a que la presencia de la esposa de Perón podría provocar un debate embarazoso sobre las inclinaciones pro nazis de Argentina y el abrigo a Hitler en la pre guerra de la misma familia real. En cambio Evita se desvío a Rapallo, una ciudad cerca de Génova en la Rivera italiana.
Allí, ella fue invitada de Alberto Dodero, dueño de una flota de barcos Argentina conocida por transportar algunas de las cargas más desagradables del mundo.
El 19 de junio de 1947, en medio del viaje de Evita, el primero de los barcos de Dodero, el Santa Fe. Llegado a Buenos Aires y descargo cientos de Nazis en el puerto de su nuevo país. Durante los pocos años siguientes, los barcos de Dodero llevarían miles de Nazis a Sudamérica incluyendo a algunos de los criminales de guerra de Hitler, más viles como Mengele y Eichmann, según el historiador argentino Jorge Camarasa.
El 4 de agosto de 1947, Evita y su séquito se dirigieron al norte ala majestuosa ciudad de Ginebra un centro de finanzas internacionales. Allí, ella participó de más reuniones con protagonistas del aparato de fuga Nazi.
Un diplomático suizo llamado Jacques Albert Cuttat dio la bienvenida a la antigua cantante romántica. El encuentro fue una reunión de mala muerte, ya que Evita había conocido a Cuttat cuando él trabajó en la Legación suiza en Argentina desde 1938 hasta 1946.
Los documentos recién liberados del Banco central de Argentina mostraron que durante la guerra, el Banco central suizo y una docena de bancos suizos privados mantenían sospechosas cuentas de oro en Argentina. Entre los titulares de cuentas estaba Jacques Albert Cuttat.
Los archivos suizos acusaron A Cuttat de conducir negocios privados no autorizados y de mantener cuestionables contactos de guerra con conocidos Nazis. A pesar de aquellas alegaciones, el gobierno suizo promovió A Cuttat como jefe de protocolo del Servicio extranjero suizo, después de su vuelta de Argentina a Suiza. En aquella capacidad, Cuttat escoltó a Eva Perón a reuniones con funcionarios mayores suizos. El par fue a ver al ministro de Asuntos Exteriores Max Petitpierre y a Philipp Etter, el presidente suizo. Etter le dio una cálida bienvenida A Evita hasta acompañándola al día siguiente en una visita a la ciudad de Lucerna, "la entrada a los Alpes suizos."
Después de que sus deberes "oficiales" habían terminado, Evita desapareció de la vista publica. Supuestamente, ella se unió a algunos amigos para descansar y distraerse en las montañas de S. Moritz.
Pero los documentos que relatan su viaje suizo revelaron que ella siguió haciendo contactos de negocio que promoverían tanto el comercio argentino como la relocalización de los cómplices de Hitler. Ella fue invitada del "Instituto Suizo-Argentino" en una recepción privada en el Hotel "Baur au Lac" en Zurich, la capital bancaria del sector de habla alemana de Suiza.
Allí, el Profesor William Dunkel, presidente del Instituto, dirigió una audiencia de más de 200 banqueros suizos y hombres de negocio - más Eva Perón - sobre las maravillosas oportunidades en Argentina.
Documentos de archivo suizos Recientemente liberados explicaron que había detrás del entusiasmo. El embajador de Perón en Suiza, Benito Llambi, había emprendido una misión secreta para crear una especie de servicio de emigración para coordinar la fuga de los Nazis, en particular aquellos con habilidades científicas.
Llambi ya había conducido conversaciones secretas con Henry Guisan junior, un agente suizo cuyos clientes incluyeron a un ingeniero alemán que había trabajado para el equipo de misiles de Wernher von Braun. Guisan ofreció a Llambi los cianóticos los cohetes alemanes "V2" y "V3".
Guisan mismo emigró a Argentina donde él estableció varias firmas que se especializaron en la consecución de material de guerra. Su ex-esposa más tarde dijo a los investigadores, "tenía que atender a los socios de mi marido anterior a los que preferiría no dar la mano. Cuando empezaban a hablar de negocios tenía que dejar el cuarto. Sólo recuerdo que millones estaban en juego."
Los archivos de inteligencia del Departamento de Policía de Berna muestran que la oficina de emigración secreta Nazi estaba localizada en Marktgasse 49 en el centro Berna, la capital suiza. La operación era dirigida por tres Argentinos- Carlos Fuldner, Herbert Helfferich y el Doctor Georg Weiss. Un informe de la policía los describió como " Nazis 110 por ciento.
El líder del equipo, Carlos Fuldner, era hijo de inmigrantes alemanes a Argentina quien había vuelto a Alemania para estudiar. En 1931, Fuldner se unió a la SS y más tarde fue reclutado en la inteligencia alemana extranjera.
En el final de la guerra, Fuldner escapó a Madrid con un avión cargado de arte robado, según un informe del Ministerio de Asuntos Exteriores estadounidense. Entonces se mudó a Berna donde él se hizo pasar por a un representante de la Autoridad de Transporte aéreo Civil Argentino. Fuldner estaba en el lugar para asistir a la primera ola de emigrados Nazis.
Uno de los primeros Nazis en llegar a Buenos Aires vía "ratlines" fue Erich Priebke, un oficial SS acusado de una ejecución en masa de civiles italianos. Otro fue el líder croata Ustashi ante Pavefic. Ellos fueron seguidos por el comandante de campo de concentración Joseph Schwamberger y el sádico doctor de Auschwitz, Joseph Mengele.
Más tarde, el 14 de junio de 1951, el barco de emigrante, " Giovanna C, " llevó al arquitecto del Holocausto Adolf Eichmann a Argentina donde él se hizo pasar por un técnico bajo un nombre falso. Fuldner encontró para Eichmann un trabajo en Mercedes Benz.
(Los agentes de inteligencia Israelí capturaron a Eichmann en Mayo de 1960 y lo hicieron desaparecer hacía Israel para ser procesado por asesinato masivo. Él fue condenado, sentenciado a muerte y ahorcado en 1962.)
Aunque el papel exacto de Evita en la organización de los "ratlines" Nazis permanece un poco borrosos, su viaje europeo conectó los puntos de los protagonistas en la red de fuga. Ella también ayudó a limpiar el camino para arreglos más formales en la colaboración Suizo-Argentina-Nazi.
Hay evidencia adicional contenida en la correspondencia diplomática de la posguerra entre Suiza y Argentina. Los documentos revelan que el jefe de la Policía Federal suiza, Heinrich Rothmund, y el anterior oficial de inteligencia suizo Paul Schaufelberger participaron en las actividades del servicio Argentino de emigración ilegal en Berna.
Por ejemplo, un telegrama urgente de Berna a la Legación suiza en Roma decía: " el Departamento (suizo) De policía quiere enviar a 16 refugiados a Argentina con el barco de emigración que deja Génova el 26 de marzo [1948]. Punto. Todos ellos llevan carnets de identidad suizos y tienen el visado de vuelta. Stor. "
Por Georg Hodel revista if, enero / febrero de 1999
Cierra España.
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