Carta Magna, su emblema.

Palabras de José Antonio Primo de Rivera, jefe de Falange Española de las J.O.N.S

"La noticia de que José Antonio Primo de Rivera, jefe de Falange Española de las J.O.N.S., se disponía a acudir a cierto congreso internacional fascista que está celebrándose en Montreaux es totalmente falsa. El jefe de Falange fue requerido para asistir; pero rehusó terminantemente la invitación, por entender que el genuino carácter nacional del Movimiento que acaudilla repugna incluso la apariencia de una dirección internacional. Por otra parte Falange Española de las J.O.N.S. no es un movimiento fascista; tiene con el fascismo algunas coincidencias en puntos esenciales de valor universal; pero va perfilándose cada día con caracteres peculiares y está segura de encontrar precisamente por ese camino sus posibilidades más fecundas".

lunes, 21 de diciembre de 2009

Lorca, Ian Gibson y la gran cagada.


Este afamado historiador, enaltecido irlandés (nada querido en irlanda) del que cuentan que “bebe alcohol” más que come, que se ha puesto las botas vendiendo libros y dando lecciones de historia de España, ya la ha cagado de nuevo. En este caso con el tema de Lorca.


Lo acompañan en su gazapo pretencioso, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, el Gobierno de ZP, Garzón, y otro cuantos progres “trasnochaditos”.

Lo lamento por los que de verdad admiran la obra de Lorca, que ya es inmortal, independientemente de donde se hallen los restos de su terrenal cuerpo. Terrenal cuerpo, del que por cierto la propia familia de Lorca no estaba de acuerdo en buscar. Porque lo pasado, pasado está; pero claro, hay quien intenta urgar sin tregua en heridas muy viejas para hacer aflorar lo peor de cada uno y fomentar el odio.

En el caso de Gibson, encontró un jugoso filón en la paranoia de escribir una vez sí y otra también sobre los tejos que García Lorca le tiró a Salvador Dalí, cuya consecuencia más inmediata, si es que debemos creer las palabras que nos han llegado del pintor de Cadaqués, no pasó de un recalentón venial y muy alejado de cualquier acuerdo de amancebamiento entre el pintor catalán y el poeta andaluz. A pesar de ello, con ese argumento de homosexualidad virtual al fondo, Gibson escribió una biografía de García Lorca, una segunda parte de esa misma biografía y otro añadido relacionado con el poeta, que tituló “Guía de la Granada de Federico García Lorca”. Después, ya en el 98, Gibson publicó “Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca”, para continuar con “La vida desaforada de Salvador Dalí”, “Lorca-Dalí, el amor que no pudo ser” y “Dalí joven, Dalí genial”, etc.

Lorca, desgraciadamente, fue asesinado de la forma más vil. Si bien, las referencias que me han llegado es que Gibson, progre como él solo, le adjudica a una antigua “derechona” vengativa y burlona la autoría de la muerte de Federico. Una autoría que quiere justificarse alegando que el poeta simpatizó desde siempre con el socialismo más o menos real. De ahí que la actual izquierda, sobre todo el Partido Comunista, se haya apropiado por completo de la figura de García Lorca.

¿Por qué Lorca se refugió en casa de gente de derecha? En concreto de los hermanos Rosales (falangistas).

No sé si tomar el dato como cierto, porque no todo el mundo posee la misma credibilidad, pero el también poeta Gabriel Celaya, nada sospechoso de derechista, asegura en su obra “Poesía y verdad” que Federico García Lorca tuvo una buena relación de amistad con José Antonio Primo de Rivera, a quien incluso hizo un donativo en metálico para las necesidades de la Falange. Y es que Lorca, aún cuando la izquierda más sectaria se haya apoderado de su recuerdo y de su legado creativo, al parecer quiso escribir dejando al margen cualquier tendencia política. Lorca, además de un artista genial, se limitó a ser un gran andaluz y un gran español. Algo similar a lo que quiso ser Dalí, un gran catalán y un gran español, como así vino a reconocer en la hora más decisiva, mediante testamento, al nombrar a España heredera universal de todo su patrimonio.

Las obsesiones, excesos etílicos y fantochadas del señor Gibson ya eran celebres y a veces celebradas cuando vivía en Madrid , en el Bosque, zona cercana a Arturo Soria.

Era la época en que publicaba su odio hacia Irlanda y su ingreso como edil en el Ayuntamiento madrileño (el no haber sido tenido en cuenta creo que precipitó su marcha a Granada).

Las groserías de toda índole eran conocidas por muchos de sus vecinos que evitaban entablar relación alguna con él.

Si odia tanto a Irlanda, su propia patria ¿Cómo va a querer a España?

Ya nos avisaba Julián Marías en su "España inteligible" de la cantidad de historiadores extranjeros ignorantes de nuestro pasado.

El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.Miguel de Cervantes Saavedra.


A continuación os añado literal un extenso texto de un historiador:

11 de Octubre 2006

FALSIFICACIONES Y CALUMNIAS

En mayo de 1997 escribí una carta al Director de la “Casa Museo Federico García Lorca”, en réplica a unos folletos en cuyos dibujos aparecía el yugo y las flechas sobre la camisa de los asesinos del inmortal poeta. En ella le decía: “... Si para toda persona de buenos sentimientos, si para toda persona amante de la paz, la justicia y la verdad, si para toda persona que ama la poesía (y cuánto más lo que representa Lorca), entre las que quiero contarme, es un motivo de rabia y desazón el vil y absurdo asesinato de Federico, imagínese qué no será para la Falange auténtica, manipulada, tergiversada, prostituida, deformada; que, encima, tiene que sufrir la desdicha de verse injustamente señalada con dedo acusador de tan horrendo crimen... Los hermanos Rosales, y entre ellos el poeta Luís, representaban a la auténtica y escasísima Falange granadina de antes de la guerra... el único y frustrado salvavidas al que inútilmente intentó asirse Federico...

‘Manuel Hedilla, legítimo representante de la Falange, desde Salamanca, el 24 de diciembre de 1936, envió la siguiente circular a todos los núcleos falangistas de España: ‘... Donde haya habido detenciones es necesario que os convirtáis vosotros en una garantía de los injustamente perseguidos. La doctrina de Falange es de amor y no de odio; de unión y no de desunión. Que nadie castigue o humille a quienes [hayan actuado] por hambre o desesperación...’ ” [1]

A Federico García Lorca lo mataron los que dieron el golpe contra la República en Granada. Luego, fuera de España, y también dentro, se identificó equivocadamente el régimen franquista con la Falange. Entre otras cosas porque sus símbolos, como la camisa azul y el yugo y las flechas, lo inundaran todo. Ahí está el origen de la confusión y el origen de la calumnia extendida como una mancha de petróleo: “A Lorca lo mataron los falangistas”. La Falange, efectivamente, se puso del lado del Alzamiento, pero para ser barrida de la forma más completa con el Decreto del 19 de abril de 1937.

Con el tiempo y con la fuerza de las pruebas se demostró que la Falange no solamente no había sido la autora del crimen, sino todo lo contrario: la única que intentó todo lo humanamente posible por evitarlo y devolver la libertad al poeta [2] .

Sin embargo, durante el franquismo, la izquierda marxista, especialmente el Partido Comunista, al mismo tiempo que se apoderaba de la figura de Federico, continuó insistiendo en la falsa acusación. “El asesinato de García Lorca fue una total monstruosidad (como todos los asesinatos) y no tiene posible justificación (como ningún asesinato)... Cuando se produjo, todavía no existía estado ni siquiera gobierno en la zona nacional... Aquella vileza fue obra de un pequeño grupo de incontrolados, tolerada por la incompetencia del gobernador civil de Granada, en circunstancias de total aislamiento... La capitalización por el marxismo de la figura de García Lorca... cuando quienes le conocieron y gozaron de su amistad saben de sobra que Federico era ajeno a la política; que incluso había hecho constar más de una vez su irritación por ser usado con fines publicitarios (como cuando Izquierda Republicana le organizó un homenaje)... y sintiéndose plenamente identificado con el pueblo que, en Andalucía, sufría toda clase de abandonos, jamás hizo de ello bandera en favor de ningún partido...” [3]

El poeta Luís Rosales, joven falangista granadino en 1936, además de amigo y discípulo de Federico, declaraba harto de tantas mentiras: “Lo mataron por una calumnia y ahí están los documentos... El Partido Comunista de España, desde hace cuarenta años, está sacando ‘tajada’ de Federico García Lorca” [4] . Desde la Transición, numerosas películas y telefilmes se han producido, a veces con más tópicos que rigurosidad histórica (salvo excepciones). Por ejemplo, en 1996, Andy García estrenó “Sangre de un poeta”, en la que el actor José Coronado interpretaba al personaje Néstor González (falsa parodia de Luís Rosales). Demostrando ser un zoquete, declaró: “Hacer de uno de estos personajes tan repulsivos siempre resulta muy lucido; es un reto” [5] .

Peor ridículo hizo el socialista madrileño Joaquín Leguina, por ignorante, cuando en 1998 se refirió, hablando de oídas, a “los matones de Falange” como responsables del asesinato del poeta. Este malhumorado Leguina es el mismo rencoroso que llamó “mentirosos, traidores y tramposos” a sus compañeros de partido seguidores de Borrell. El mismo mal perdedor al que despachó Alfonso Guerra con estas palabras: “Algunas personas que se pasan la vida argumentando que todo hay que renovarlo, aceptan muy mal que los renueven a ellos”.

Paralelamente, Manuel Fernández-Montesinos García-Lorca, sobrino de Federico y secretario de la Fundación que lleva su nombre, declaraba que “Hay quien parece empeñado en empequeñecer la figura de Federico García Lorca”. Y se refería a falsos tópicos de percibirlo desde la visión folclórica, gay y de izquierdas. Incluso en 2003, en un programa televisivo de Canal 2 Andalucía, protestaba por el empeño politizado en servirse de la búsqueda de su tumba con fines propagandísticos. Algo parecido decía el decano de los críticos literarios italianos, Carlo Bo, quien protestaba por tanta manipulación y confiaba en que a partir del Centenario de García Lorca entrara en declive “su falso mito como intelectual de izquierdas” [6] .

Recientemente me ha producido indignación lo manifestado por Ian Gibson. Resulta intolerable -porque él es buen conocedor de la figura de José Antonio, de su buena relación con Federico y de la verdad sobre la muerte de éste- que, en su afán por criticar al Partido Popular, no haya dudado en soltar unas palabras llenas de bilis, consciente además de su falsedad, al referirse a un busto del año 1962 con la inscripción “Granada a José Antonio”: “¿Cómo se explica que este monumento a José Antonio Primo de Rivera, uno de los mayores responsables de la contienda, se encuentre todavía delante de la Diputación...? ¿No representa su continuada presencia un insulto diario a las familias de los sacrificados...? [7]

LA VERDAD DE LA POESÍA DE FEDERICO GARCÍA LORCA

Para el Profesor Luís de Llera, de la Universidad de Génova, “el genio poético estaba encarnado en Federico, y la poesía era casi un producto natural de su ser. Todo lo que tocaba adquiría ritmo, musicalidad, embrujo... Gongorismo, vanguardismo y populismo se abrazaban en Lorca en una poética original y única... En Lorca se funden la poesía culta y la popular, la tradición y la modernidad, el localismo y la poesía universal... Su nombre ha servido de bandera a grupos y partidos muy alejados de los ideales humanos y políticos del gran poeta... No podemos confundir simpatías genéricas sobre la justicia social con la militancia concreta en el Frente Popular. Lorca participaba de ese fondo liberal común a la cultura española elitista de la época. Tenía tan poco en común con el Frente Popular como con los sublevados... Lorca participa de la libertad expresiva de la cultura secularizada y al mismo tiempo de la religiosidad tradicional, sobre todo en sus formas litúrgicas y populares” [8] .

García Lorca es creyente. “En el ‘Poema del Cante Jondo’ se da plenamente la exaltación de los temas de la liturgia y la devoción católicas”, pero es “todo lo contrario de un deísta. Lo que ama de Dios es su milagrosa capacidad de hacerse tangible, lástico, concreto...” [9] Esa religiosidad es básica en su poesía. Pero un motivo de sospecha para la izquierda atea, a pesar de que Federico prefiriera el campo de la justicia social, de su rechazo del fascismo, su crítica a la intolerancia anticuada y su colaboración con las campañas culturales de los republicanos de izquierda, cuyo vértice fue el teatro ambulante “La Barraca”.

Giménez Caballero (quien luego fue falangista “a ratos”), fundador de “La Gaceta Literaria” y asiduo de Alberti y Lorca desde antes de la República, está considerado como principal figura del “vanguardismo”, corriente también cultivada por dichos poetas. Ha dejado escrito: “Nuestra vuelta al orden lírico entre nosotros fue el descubrimiento de Góngora, que encerraba la clave revolucionaria de la metáfora... Y en ese sentido... tú fuiste, Federico, su suprema expresión, uniendo la poesía más popular y tradicional con la metáfora más inaudita... De ahí que aparecieras como el poeta ideal para José Antonio y para el falangismo de Luís Rosales...” [10] Y estas palabras nos dan paso a una historia de ideales muy cercanos.


FEDERICO, EL POETA PREFERIDO DE JOSÉ ANTONIO.

Recién acabada la guerra (ya muertos Federico y José Antonio) nadie dentro del Estado franquista osaba hurgar en la herida del asesinato de García Lorca, de cuyo motivo el régimen franquista era lógicamente acusado. Pero todos los falangistas que trataron a José Antonio manifestaban públicamente que “Lorca había sido el poeta preferido de José Antonio” y que éste lo consideraba el mejor cantor de la imaginada España nacionalsindicalista [11] . Luego, en los años 40 y 50, los casi únicos falangistas auténticos del régimen, los jóvenes del Frente de Juventudes, pasaban de boca en boca un secreto a voces: “Todos sabíamos la devoción de José Antonio por Lorca” [12] . No en vano, los rudimentarios boletines del F.J. insistirían en la publicación de poemas de Federico, así como la revista “Consigna” de la Sección Femenina de Falange, desde 1941. Precisamente Pilar Primo de Rivera, la hermana de José Antonio, dice en sus memorias que los poetas preferidos de su hermano eran los dos Machado, Alberti, Juan Ramón, Rubén Darío y Federico García Lorca [13] .

Y su primer biógrafo, además de amigo, Ximénez de Sandoval, habla de José Antonio como aspirante a escribir poesía, influenciado por sus poetas preferidos, en este orden: Alberti, Federico García Lorca, Pedro Salinas y Garcilaso de la Vega, con tres modelos líricos respectivos de los tres primeros poetas: “Marinero en tierra”, “Canciones” y “Víspera del gozo”. Y añade que José Antonio, como poeta andaluz, prefería a Lorca antes que a Pemán (decir lo cual, en 1941, era “casi una blasfemia”), y que seguía con interés el teatro lorquiano [14] .

La verdad es que Federico y José Antonio coincidían en no pocos conceptos ideológicos. Y si no, compárese la crítica joseantoniana del nacionalismo (“Pica” nº 1) con esta declaración del propio García Lorca: “Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al español que sólo es español por serlo y nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta, por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos” [15] .

LA BUENA RELACIÓN ENTRE AMBOS

El 27 de febrero de 1935 se reestrenó en el Coliseum madrileño “Bodas de Sangre”, obra teatral de García Lorca. Los amigos José Antonio y Felipe Ximénez estaban entre el público. Y al final fueron al camarín de la actriz Lola Membrives con ánimo de conocer personalmente a Federico y saludarlo. Pero éste no apareció. Sin embargo, muy pocos días después el poeta y el fundador de Falange se conocieron, porque en los últimos días de febrero o en marzo ocurrió la siguiente anécdota. Federico y el poeta vasco Gabriel Celaya, comunista, se citaron, para después de cenar, en el cabaret “Casablanca”. Cuando Celaya llegó lo vio acompañado de José Antonio, y Federico se lo presentó así: “Oye, ven aquí. Te voy a presentar a José Antonio. Vas a ver que es un tío muy simpático”. Y se saludaron. Después los tres pasaron juntos “una noche de whiskys” [16] .

En abril de 1935 sería cuando las tertulias de “La Ballena Alegre” lograba reunir a intelectuales falangistas e izquierdistas. Por un lado, José Antonio, Dionisio Ridruejo, Alfaro, Rubio, y, por otro, Celaya y algunos de los estudiantes de la Residencia. “Nos conocíamos todos y nos insultábamos, pero como un juego, sin hostilidad, como cosa de amigos, de intelectuales, de estudiantes: ¡Fascistas!, ¡Rojos!” Y luego, juntos tomando una cerveza. Parece inverosímil, pero era así” [17] .

El 21 de febrero de 1936 el falangista Felipe Ximénez de Sandoval estrenaba su obra “Hierro y orgullo” en el teatro Lara. En el auditorio estaban José Antonio y Federico. Al terminar, José Antonio subió al escenario y Felipe mandó a un amigo a buscar a García Lorca, deseando el encuentro de ambos. El poeta mandó recado de que subiría. Pero, fuese por el clima político de las elecciones o por culpa de quien fuese, al final se tuvo que marchar José Antonio porque Federico no apareció [18] .

Al año siguiente Gabriel Celaya se iba a enterar de algo sorprendente. Según recoge en su diario, el 8 de marzo de 1936 fue a ver a Federico García Lorca al hotel Biarritz, de San Sebastián, donde se alojaba. (El día antes éste había pronunciado una conferencia sobre el “Romancero Gitano”). Y en esta ocasión Celaya encontró a Federico acompañado del arquitecto José María Aizpurua, fundador de Falange en Guipúzcoa, “joven culto, amante de la poesía y el arte”. Celaya, dado lo caldeado del clima político, estuvo tirante, negándose a saludar a Aizpurua cuando Lorca se lo presentó. Tras marcharse el falangista, Federico le recriminó a Celaya por haber provocado una situación tensa, y le dijo: “Aizpurua es un buen chico, que admira mis poemas. Es como José Antonio. Otro buen chico. ¿Sabes que todos los viernes ceno con él? Solemos salir juntos en un taxi con las cortinillas bajadas, porque ni a él le conviene que le vean conmigo ni a mí me conviene que me vean con él” [19] . Yo pienso que sería más bien Federico quien no querría que sus amistades socialistas y comunistas le recriminaran su amistad con José Antonio. Porque, para José Antonio, esa amistad no suponía problema alguno, ya que todos los intelectuales falangistas admiraban a Federico y conocían los deseos del propio José Antonio de que Lorca se acercara a la Falange.

Finalmente hay un testimonio sin pruebas de que existían unas cartas entre Federico y José Antonio. Una de las del poeta comenzaba así: “Mi gran amigo:”. A principios de 1936, es decir en las fechas de las que hablamos, Falange le ofreció formalmente a Federico un puesto importante en la organización. Pero éste demoró su respuesta, como también hizo ante los demás partidos [20] .

Seis días después del encuentro entre Lorca, Celaya y Aizpurúa, José Antonio era detenido en Madrid. Fue acusado de varias faltas, por culpa de las cuales, y a pesar de ser absuelto de todas ellas, ya nunca volvería a salir de la cárcel, sino muerto.

AIRES DE GUERRA PARA UN CORAZÓN DE PAZ

Entre marzo y julio de 1936 se sucedieron huelgas, disturbios y atentados de un signo y otro. Y José Antonio, en la cárcel; primero en Madrid y luego en Alicante. Federico debía estar sufriendo al ver a España que se partía en dos mitades irreconciliables, cuando su afán era encontrar una síntesis unificadora y pacífica. Como se sabe, él siempre quiso estar al lado de los pobres, aunque su familia era la más rica de Fuente Vaqueros. En Madrid no vivía en la Residencia de Estudiantes, sino en un piso propio, en la calle Alcalá. Y sus sensibilidades artísticas le llevaban a volcarse más en relaciones con militantes o simpatizantes republicanos de izquierda. Sin embargo, además de los testimonios de que no tenía prejuicios con Falange, hay otros de que las izquierdas lo criticaron agriamente, y de que nunca quiso apuntarse a nada. “Nunca fue miembro de ningún partido político... [aunque] su cuñado, el socialista Manuel Fernández Montesinos, fue designado alcalde de Granada y Lorca estaba muy relacionado con toda la izquierda literaria” [21] . “El poeta, por regla general, rehuía tomar parte en actos políticos, aunque estuvieran teñidos de referencias al arte...”, incluso negándose a participar en un homenaje a escritores del Frente Popular francés [22] . A juicio de Villegas Astudillo, políticamente, García Lorca jamás estuvo adscrito a partido político alguno, pero siempre mostró una preocupación por los más desposeídos: campesinos y gitanos; los negros de Nueva York. Sus ideas serían socialistas y liberales. Siempre aparecía su nombre y firma para protestar contra los gobiernos dictatoriales del mundo. Compartía la posición de los intelectuales de España, o la protesta, que suscribe con otros escritores para denunciar a Estados Unidos por el maltrato con los independentistas puertorriqueños. “De ahí no pasaba. Y esto le permitía mantener vinculaciones y amigos, además de con republicanos, con algunos sectores de la Falange” [23] .

En 1934 el boletín falangista “Fe” hace un llamamiento exaltado al estudiante español y al grupo La Barraca de Lorca, por su “misión pedagógica”. Y aunque hay un enfoque rechazable al final, no cabe duda que reconoce el mérito de la misma. De esa forma, Eduardo Ródenas, joven universitario falangista, disponía de una cierta formación musical, “reforzada por pertenecer a La Barraca, aquel estupendo teatro ambulante que dirigió Lorca” [24] .

Pero el principal nexo de unión entre Federico García Lorca y la Falange lo constituía un joven poeta, casi discípulo suyo, que en el futuro alcanzaría sitio de honor en la Literatura española: el falangista Luís Rosales, amigos ambos en la común patria chica, Granada. Luís se matriculó en Filosofía y Letras y en Derecho en la Universidad de Granada. Aquí empezará a mostrar su vocación poética y entablará amistad con García Lorca, Joaquín Amigo y Álvarez Cienfuegos, al colaborar con todos ellos en la revista de poesía “El Gallo”. En 1930, a sus 20 años, Luís Rosales llega a Madrid para continuar sus estudios de Filosofía y Letras. Dos años después publica sus primeros versos en la revista “Los cuatro vientos” y en 1935 aparece su primer libro de poemas, “Abril”, inspirado en la relación amorosa que mantuvo con una compañera de facultad. Todos estos años en el Madrid republicano estrecharon la amistad de Federico y Luís.

Los hermanos mayores, Miguel y Pepe Rosales, mientras tanto, se afiliaron a Falange en Granada. Y Luís empezó a ver con simpatía esta organización. Por el mismo tiempo, universitarios falangistas madrileños, como Ródenas, Dionisio Porres y Rafael García Serrano admiraban a Federico, iban a oírle recitar su “Romancero Gitano” o lo recibían en la universidad, cuando trajo a Pablo Neruda. Por allí andaba Luís Rosales, “ya famoso en la Facultad desde la publicación de su hermoso ‘Abril’” [25] .

Debió ser en los violentos mayo o junio del 36 cuando Federico entregó un donativo para las vacías arcas de Falange, según testimonio de Liliana Ferlosio, esposa del escritor Rafael Sánchez Mazas (falangista de la primera hora) y madre del también poeta Rafael Sánchez Ferlosio. Y no sabemos a qué fecha se refiere Luís Rosales cuando testifica que Federico estaba ultimando un romance a los caídos de Falange, hoy desaparecido.

NUEVOS TESTIMONIOS

José María García de Tuñón Aza trae nuevos datos y opiniones sobre la relación entre Federico y José Antonio [26] . Felipe Ximénez de Sandoval recibió el encargo por parte de José Antonio de ponerle en contacto con él. Pero Federico “sintió temor por esta amistad”. Ximénez declaró en 1967: “La última vez que hablé con él fue el 30 de junio de 1936. García Lorca se dirigía al teatro Español para asistir a un acto de homenaje al novelista ruso Máximo Gorki. Insistí otra vez”.

Francisco García Lorca, hermano del poeta, en 1990, sabía de la “admiración que José Antonio sentía por Federico”... “con quien trató de ponerse varias veces en contacto, a través de amigos comunes, sin que Federico accediese” (“Federico y su mundo”).

Y por último García de Tuñón trae el testimonio de un escritor, el falangista Agustín de Foxá, amigo de Lorca, publicado en el semanario “El Español” en 1954. Foxá narra, sin ponerle fecha, su encuentro con Federico en el tren Bilbao-Madrid. Lorca regresaba de Bilbao, donde había pronunciado la conferencia “El ángel, la musa y el duende”. Y Foxá cogió ese mismo tren en Burgos. El granadino le habla de lo exitosa de la conferencia, pasando ambos a una entretenida conversación. Y de repente, Federico saltó diciendo: “Tienes que presentarme a José Antonio. Quiero conocerlo”.

Para mí sigue siendo determinante el contundente testimonio de Gabriel Celaya: José Antonio y Federico acabaron conociéndose y compartiendo tertulia. La explicación de la discreción de ambos en este tema, sobre todo, por parte de Federico, estaba clara: no quería líos ni críticas de parte de sus amigos izquierdistas.


Enviado por un Anónimo


Por aquello de que no se diga que aquí la libertad de expresión esta coartada, por ser este blog mas Nacional ( por español y buscar su unidad en lo universal) que políticamente correcto ( demócrata), acabo de encontrarme un comentario que mas bien merece la pena colocarlo como articulo, por lo cual decido hacerlo, no se hasta que punto es verídico, pero si es cierto que su argumentación (sobre todo con educación) es muy buena, así que lo publico como un articulo mas, la pena es que no se quien lo envía así que lo cuelgo como Anónimo, por lo que a mi respecta es bastante bueno, los demás que opinen lo que les plazca. Gracias por estas palabras.


Otra cosa seria demostrar si esto es verídico o no, mas sabiendo que esta recopilado por republicanos de los cuales ninguno son meramente objetivos, si tengo que añadir como opinión personal una pregunta a quien me ha mandado este documento y a quienes lo han redactado y es esta, EL BANDO REPUBLICANO O ROJOS (para entendernos)NO HUBIERA REALIZADO LO MISMO EN CASO DE HABER GANADO LA GUERRA?,creo que si, mas aun, Negrin se hubiera llevado mas pasta todavía y a las viudas de los combatientes republicanos les hubiera quedado un carajo, además de que sus muertos posiblemente seguirían en unas cunetas junto con los de los nacionales por aquello de que estaban contra la iglesia y se proclamaban ateos.

Cierra España.



Lee esto e infórmate bie de quién "inventó" la memoria histórica.

Franco inventó la memoria histórica

elpais.com

El dictador encargó censos de desaparecidos y exhumaciones desde

1936. El BOE prueba su preocupación por honrar (sólo) a su bando

Natalia Junquera 01/03/2009

La Ley de Memoria Histórica la inventó un dictador, Francisco Franco,cuando sólo era un general golpista. No la llamó así, pero no hay, en el texto arrancado con esfuerzo a las fuerzas democráticas en 2007, nada que el Caudillo no hubiera hecho 70 años antes. Fue Franco el primero en pedir un censo de desaparecidos de la guerra; el primero en encargar a un grupo de expertos un protocolo de exhumación, y el único en preservar por ley las fosas comunes para que no se construyera sobre ellas. Todo únicamente para las víctimas de su bando.

Así se lee en la fuente más fiable posible, al menos, la más oficial.

Múltiples leyes, decretos y órdenes publicadas en el Boletín Oficial del Estado dan cuenta, desde casi el principio de la contienda, en 1936, de la preocupación de Franco no ya por ganar la guerra, sino por honrar a sus víctimas. Así lo han constatado cuatro investigadores de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) tras dedicar más de 400 horas a bucear en una fuente tan generosa como inabarcable. "Sólo hemos podido arañar el BOE analizando algo más de 3.000 páginas", reconoce Carlos Agüero, coordinador de la investigación.



Franco vigiló que todas sus víctimas fueran inscritas en un censo de desaparecidos o fallecidos acompañando las palabras "muerto gloriosamente por Dios y por España". Y quiso atender "tan justas aspiraciones de los familiares de aquellos que gloriosamente cayeron víctimas de la barbarie roja"; esto es, recuperar los cuerpos de las fosas comunes donde yacían.

Para llevar a cabo la "piadosa finalidad" de devolver a las familias los cadáveres de sus seres queridos, una ley de mayo de 1939 facultó a los Ayuntamientos para no exigir los impuestos que "gravan las inhumaciones, exhumaciones y traslados de cadáveres víctimas de la barbarie roja", obedeciendo a "la verdadera necesidad de rendir el postrero homenaje de respeto a los restos queridos de personas asesinadas en circunstancias trágicas o muertas en el frente y cuyo enterramiento se ha verificado muchas veces en lugares inadecuados".

Otra orden de 1940 publicaba el "modelo de acta de exhumación" que había elaborado su comité de expertos, en este caso, el Consejo General de los Colegios Oficiales de Médicos. El protocolo de exhumación incluía la expropiación temporal de un terreno cuando los restos se hallaran en fincas privadas y la declaración del lugar de "tierra sagrada".

Además, en abril de 1940, el Ministerio de la Gobernación ordenó a todos los Ayuntamientos que adoptaran "medidas que garanticen el respeto a los lugares donde yacen enterradas las víctimas de la revolución marxista". Y explicaba: "Con el fin de evitar posibles profanaciones y guardar el respeto debido a los restos sagrados de los mártires de nuestra Cruzada, los Ayuntamientos acotarán y cerrarán, de modo provisional, pero que reúna las precisas garantías de seguridad, aquellos lugares en donde conste de manera cierta que yacen restos de (...) asesinados por los rojos".

Y para los casos en que nada de lo anterior fuera suficiente, Franco estableció medidas drásticas: "Para defender este camposanto (Paracuellos)", recordaba un decreto de marzo de 1951, "fue desviado en 1941 el torrente de San Miguel, afluente del río Jarama, y se llevó acabo una variante de la carretera provincial de Barajas a Fuente el Saz".

Quiso preservar (y lo logró) los lugares donde yacían sus muertos para que pudieran ser devueltos a sus familias. Mientras, muchas de las fosas de republicanos eran sepultadas para siempre por autovías y edificios. Yconcedió, desde 1936, generosas pensiones vitalicias a sus viudas, algo que las esposas del bando enemigo no lograron hasta 1979. "Hemos encontrado pensiones de más de 1.200 pesetas, un fortunón para la época, y eso, en la España de la posguerra, generó unas élites de vencedores, poderosas y ricas", afirma Agüero.

Para Emilio Silva, presidente de la ARMH, esta investigación derriba la tesis de que Franco diera un "golpe espontáneo" porque "comienza a legislar desde el primer momento" y demuestra lo "absurdo" del debate sobre la ley de memoria: "quienes decían que habría que reparar a los dos bandos deberían haber sabido que uno de ellos se autorreparó durante años". Silva lamenta no haber podido investigar más. "Hemos gastado más de 1.000 euros en las consultas al BOE. Prefiero usar ese dinero para ayudar a familiares a recuperar a los suyos". Como hizo Franco. -

La factura de la guerra

Franco fue tan generoso con las víctimas de su bando como cruel con las del contrario. Mientras concedía "medallas al sufrimiento por la patria" y pensiones vitalicias a unos, vaciaba por completo las casas de otros.

Primero, de gente, llevándose a padres y maridos republicanos a cárceles o fosas comunes. Y después, de todo lo que les quedaba, arrebatando a los supervivientes su su profesión y sus bienes. De hecho, lo uno hubiese sido imposible sin lo otro.

Franco empezó a conceder ayudas y pensiones a sus víctimas en 1936. ¿De dónde salía el dinero? En 1937, Franco estableció por ley el procedimiento para la incautación de "bienes pertenecientes a las entidades de carácter político", esto es, todos los partidos e instituciones democráticas. Después lo hizo familia a familia. "Se juzgó incluso a personas ya muertas para poder requisar sus bienes y pagar la factura de la guerra", asegura Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.

Todo eso está también en la investigación sobre el BOE: "Las comisiones depuradoras", las "incautaciones", las "requisitorias" convocando a cientos de personas ante el juzgado más cercano; las partidas para mantener los abarrotados "campos de concentración"... "Por eso le enviamos el informe a Garzón", afirma Carlos Agüero, coordinador de la investigación. "Era la prueba más contundente e inapelable de la feroz represión de Franco".

p.d. De todo lo escrito y lo se de buena tinta no por el BOE, mi abuelo por desgracia fue uno de ellos (fusilado por la CNT, en enero de 1936 de madrugada) y cito: la incautación de "bienes pertenecientes a las entidades de carácter político", esto es, todos los partidos e instituciones democráticas. Después lo hizo familia a familia. "Se juzgó incluso a personas ya muertas para poder requisar sus bienes y pagar la factura de la guerra", ESTO YA LO HACIAN LOS SINDICATOS Y GRUPOS POLITICOS DEMOCRATAS EN 1931 Y A PARTIR DEL 35,PERO SOBRE TODO CON EL TRIUNFO DE LA FAI EN EL 36, ASI QUE EL GENERALISIMO TOMO BUENA NOTA DE UNA MUY BUENA ESCUELA, LA DE LA IZQUIERDA MAS REACCIONARIA.
 
Cierra España.

domingo, 20 de diciembre de 2009

desmemoria historica


Reproducimos íntegramente el artículo de Diego Mazón publicado en el periódico la RAZÓN con fecha de 16-12-2009:


Dirigentes del Ministerio instan a los responsables de la colección a ajustarse a la Memoria Histórica. Piden también la supresión de las citas a Miguel Primo de Rivera

Defensa prohíbe al Museo del Ejército citar a Franco

El coronel encargado del museo llegó a pedir su relevo por «tergiversación» de la Historia de España.

El Ministerio de Defensa sigue su particular cruzada para evitar que el nuevo Museo del Ejército de Toledo se salga del discurso marcado por la Ley de la Memoria Histórica. Primero fue la supresión de la colección que recordaba la resistencia de Moscardó y sus hombres al asedio de las milicias republicanas sobre el Alcázar de Toledo, sede del futuro museo; luego la eliminación de las placas dedicadas a «los héroes del Alcázar», y ahora llegan los recortes y las censuras a los textos explicativos de la colección, especialmente en la sala dedicada al siglo XX.

Los responsables del Museo y los de la Dirección General de Relaciones Institucionales del Ministerio de Defensa mantuvieron durante el primer semestre del año una agria polémica por los textos explicativos de esta sala. La discusión parte de un gráfico concreto, cuyos textos decían: «Durante la dictadura del General Primo de Rivera finalizó la guerra de Marruecos y la monarquía constitucional se transformó en una monarquía autoritaria. Con la Segunda República (…) no se consigue sentar las bases de un nuevo modelo de Ejército. Asimismo, ninguna de las dos formas de gobierno logra implantar un sistema político estable que unido a la progresiva radicalización de las opciones políticas en medio de una crisis internacional de la democracia desembocó en una guerra entre los españoles».

Esta cita ya suscitó las críticas de los responsables ministeriales. A continuación, la exposición señalaba: «Con la llegada del régimen franquista, el Ejército se ajusta a la estructura de un ejército de paz».

El 11 de febrero pasado se entregó al director general de Relaciones Institucionales de Defensa, durante su visita al Museo, los textos que acompañarían a cada sala. Veinticuatro horas después, éste, Santos Castro, ya estaba llamando al general comisionado jefe del programa del Museo para expresarle su malestar por la denominación de las salas, al tiempo que le trasladaba la orden de la ministra, Carme Chacón, de revisarlas.

En marzo, el subdirector general de Patrimonio Histórico Artístico de Defensa, Álvaro Martínez-Novillo, empieza a plantear las pegas oficiales al texto antes citado. En primer lugar, muestra su sorpresa porque aparezcan los nombres de Primo de Rivera y Franco y no otros como Martínez Campos, Prim, Espartero o Godoy. «Citar a don Miguel –en referencia a Primo de Rivera, señala– me parece fuera de escala por más que en su mandato se “terminase” la cuestión de Marruecos», para recordar a continuación los «rebrotes» de Ifni y la Marcha Verde, hecho este último «que para nosotros tiene muchísima más importancia que lo que pasó en Alhucemas».

En cuanto a Franco, subraya, «creo que si se le menciona expresamente en un texto de este tipo debería ser porque mantuvo a España fuera de la II Guerra Mundial». Y todos estos matices responden a que «hay que tener en cuenta que este texto mural final es el más comprometido y nunca pasará desapercibido».

La primera respuesta de los responsables del Museo descarta cualquier variación por considerar que los textos se ajustan a la Historia. La contestación de Martínez-Novillo eleva en esta ocasión el tono: «El art. 15.1 de la Ley 52/2007 –conocida como de la Memoria Histórica– es muy terminante en cuanto a las “menciones conmemorativas, de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la Represión de la Dictadura”». Así, sentencia que «no se pueden ni deben citar en textos murales como ejemplo a soldados que, por las razones que fueran, vulneraron el ordenamiento constitucional vigente en su momento. Por ello, si se quiere citar el desembarco de Alhucemas, se citará sin referencia expresa al dictador. Y esto no es censura, sino respeto y acatamiento al marco legal vigente mientras no se demuestre lo contrario», subraya. Como colofón, el subdirector de Patrimonio reitera la importancia de este panel del siglo XX para la imagen general del Museo.

La discusión acaba, según los documentos a los que ha tenido acceso LA RAZÓN, con la respuesta del coronel encargado del proyecto. En esta señala que «con respecto a la guerra 1936-39 se ha tratado de mantener un equilibrio cuantitativo y cualitativo entre los bandos enfrentados». A continuación advierte: «La variación de estos criterios, presentando uno sólo de los bandos enfrentados, requiere la redacción de un nuevo discurso museográfico, lo que provocará retrasos y gastos». Y concluye: «Caso de que, pese a lo expuesto, se opte por variar el discurso histórico, el coronel que informa solicita respetuosa, pero firmemente, ser relevado de la jefatura del equipo por negarse con los mismos respeto y firmeza a participar en la ocultación o tergiversación de la Historia».

http://www.1936-1939.com/?p=2901

Cierra España.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Francesc Macià


Aunque desarolló una carrera militar y fue nombrado coronel del ejercito español, la abandonó para integrarse en Solidaritat Catalana y fue elegido diputado de 1907 a 1923. Fundó la Federació Democrática Nacionalista (1919) y Estat Català 1922, con el objetivo de impulsar un nacionalismo radical. Durante la dictadura de Primo de Rivera hubo de exiliarse y llegó a intentar una invasión armada (Conspiración de Prats de Molló. 1926). Regresó en 1931 y contribuyó a crear Esquerra Republicana de Catalunya. Durante la Segunda República Española fue presidente de la Generalitat de Catalunya, cargo que ostentó hasta su muerte.

(Vilanova i la Geltrú, 1859-Barcelona, 1933) Político catalán. Se integró en el movimiento Solidaritat Catalana y en 1907 fue elegido diputado nacional, por lo que hubo de renunciar a su carrera militar. En 1922 creó el partido Estat Català, destinado a agrupar el catalanismo radical y de izquierdas. Exiliado durante el período en el que dirigió el Gobierno el general Primo de Rivera, en 1926 intentó entrar en Cataluña al frente de una partida para promover un levantamiento general, pero fue detenido por la gendarmería francesa. Regresó a Cataluña en 1931 e integró su partido en Esquerra Republicana. En 1931 proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. Tras una serie de negociaciones, aceptó transformar el Gobierno de Cataluña en Gobierno de la Generalidad de Cataluña y elaborar un estatuto de autonomía. Elegido presidente de la Generalidad en 1932, se esforzó en reflejar el ideario autonómico de su partido desde su acción de gobierno, que concluiría con la derrota electoral de su partido (noviembre de 1933).

Cierra España.

viernes, 18 de diciembre de 2009

SUCESOS 1934.1ª parte (bis)


No cerraré esta intervención con un epílogo lírico, que estaría muy en su lugar en esta clase de intervenciones. El tono en que he venido expresándome excusa ese epílogo. Lo que había de decirse dicho está, y cuando se ha dicho lo que se tiene que decir, no hay más que un epílogo: no añadir ni una palabra más que, en el mejor de los casos, sería superflua, y hacer punto final. (Aplausos.)


El Sr. Presidente: Tiene la palabra el Sr. Bilbao y Eguía.

El Sr. Bilbao y Eguía: Comprenderéis, Sres. Diputados, que las escasas palabras que he de pronunciar, en nombre y por encargo de esta minoría tradicionalista, por lo mismo que han de ser cordiales y sinceras, han de responder a sentimientos muy diversos de los que pudieran expresar otros sectores de la Cámara; palabras de condolencia leal, cordialísima, exentas de tono disimulo y de toda afectación, que nosotros rendimos como un homenaje de cristiana piedad ante la memoria del adversario muerto y que, precisamente por las diferencias enormes que nos separaban en la esfera de los principios y en el terreno de las conducta, obedecen pura y solamente a un sentimiento de profundo respeto a aquel dolor que en todo espíritu honrado despierta la consideración de la desgracia ajena.

Con el Sr. Maciá no nos ligaba ninguna clase de afinidades políticas. Unidos en repetidas coaliciones electorales, nuestros votos le ayudaron, en los principios de su carrera política, a representar aquí el distrito de Borjas Blancas en diversas legislaturas. La desviación de su pensamiento político fué apartándole cada día más y más de nuestras proximidades, y en los últimos años de su vida, años de profunda crisis espiritual para su conciencia, años de profundos trastornos para la historia española, el Sr. Maciá significaba, quizá más acentuadamente que ningún otro político, la negación radical y conjunta de los tres grandes principios que abarca nuestra fe política y religiosa, eminentemente católica, radicalmente española, sinceramente tradicionalista y -¿por qué no decirlo?- netamente monárquica.

Pero esto no ha de impedir la sinceridad de nuestra condolencia. Comprenderéis, señores, nuestros reparos del mismo modo que nosotros comprendemos vuestras exaltaciones. El Sr. Maciá fué un luchador, profundamente equivocado, a nuestro juicio, pero sincero aun en sus mismos errores, y su figura ha de despertar, según sea quien escriba su historia, en los unos la exaltación de las más cálidas alabanzas, y en los otros la severidad de las más amargas censuras. Pero no hemos de ser nosotros, caballerosos siempre ante el adversario, por lo mismo que somos irreductibles en la afirmación de aquellos principios que consideramos salvadores, los que hayamos de profanar la majestad de la muerte con la severidad de nuestros personales juicios. Y ante la figura de Maciá, como ante la figura de cualquier adversario político, del más enconado de nuestros adversarios políticos, nosotros bajamos la cabeza y doblamos la rodilla reverentes para el dolor de sus amigos e implorantes ante el Tribunal de la Divina misericordia.

Pero hay algo, señores (me vais a permitir que lo diga), hay algo señores, en la muerte de Maciá que esta minoría no puede silenciar, porque consideramos que en ello descansa la mejor alabanza para su memoria. Y es, señores, que si la vida de Maciá fué un constante combate, la muerte de Maciá es para nosotros un edificante ejemplo; y al morir como cristiano, besando con sus labios trémulos, en los que se extinguía la palabra humana, la Santa Imagen del Crucificado, que murió por todos, rectificó en un momento de contrición muchos de los errores de su vida.

Nada importa, señores, nada importa, en definitiva, que el rigor de unas disposiciones laicas privasen a sus mortales despojos de la solemnidad, siempre confortadora, de los ritos católicos, porque hay algo muy alto y muy sagrado a donde jamás podrán llegar ni los extravíos de la pasión ni el rigor de las disposiciones gubernativas y es la santa libertad de la conciencia cristiana, soberana de su contricción, que al invocar la cruz la convirtió no solamente en compañera de su último dolor y en albacea de su última esperanza, sino también en reina y soberana de sus inmortales destinos. (Aplausos.)

Voy a acabar con unas palabras que considero necesarias: Ante la muerte de Maciá, el pueblo español, este pueblo que tendrá grandes defectos, pero que atesora también grandes y ejemplares virtudes, ha sabido guardar la actitud que corresponde a su característica hidalguía, incorruptible en su dignidad, pero caballeroso siempre ante el infortunio. Otra vez España, por lo mismo que es madre, ha sabido disimular el desvío de sus hijos. Nosotros queremos asociarnos a esa conducta apartando los ojos de aquella estrella solitaria que en sustitución de la cruz acompañaba sus mortales despojos, para volverlos al cadáver del señor Maciá y rendirle en homenaje lo mejor que puede ofrecerle nuestra cristiana conciencia: el olvido para sus extravíos y para su alma el fervor de nuestras cristianas plegarias. Y en este sentido, y sólo en este sentido, Sres. Diputados, esta minoría tradicionalista se asocia, cordialmente, a la condolencia de la Cámara por la muerte del Sr. Maciá. (Aplausos.)

El Sr. Presidente: El Sr. Suárez de Tangil tiene la palabra.

El Sr. Suárez de Tangil: Señores Diputados, no temáis que haya de cansaros en demasía con la repetición de conceptos que ya han sido expresados por anteriores oradores con más elocuencia que aquella con la que yo pudiera hacerlo.

Al levantarme a señalar, en nombre de la minoría Renovación Española, el sentimiento por la muerte del Sr. Maciá, no habré de incidir en la falta de elegancia espiritual que supondría el hecho de emitir juicios que, como muy bien decía el Sr. Presidente de la Cámara, son propios ya de la Historia, pero que pudieran ser en este instante inoportunos. Mas si no he de incurrir en ello, tampoco puedo ser infiel a lo que constituye mi propio ideario y el de las masas que represento, que habrían de ver con extrañeza que no se hubiera establecido en estos momentos la separación lógica que con tan buen sentido señalaba el señor Ventosa.

Pues bien; yo he de decir, simple y sencillamente, que para la persona del Sr. Maciá y para su cristiana muerte sobre todo -lamentando, eso sí, la falta de escrupulosidad y de respeto con que se cumplió su voluntad- no habrá sino un homenaje sincero, de consideración personalísima y de rendido tributo de nuestro propio corazón y pensamiento. Quiere decir esto que como caballeros cristianos nuestro homenaje no ha de ser inferior al que le tributen los demás. Como Diputados del Parlamento español ¡ah!, desde esa posición tendríamos que completar la plegaria que elevemos pidiendo a la divina misericordia, que es infinita, perdone los muchísimos yerros, los muchísimos pecados en que el Sr. Maciá incurrió. (Aplausos y rumores.)

El Sr. Presidente: El Sr. Albiñana tiene la palabra.

El Sr. Albiñana: Para hacer brevísimas manifestaciones en relación con el acto que se está celebrando. Debo comenzar afirmando mi más absoluto respeto a la memoria del Sr. Maciá. Pertenecía el Sr. Maciá al nacionalismo catalán, separatista; yo pertenezco al nacionalismo español, unitario (Risas.); pero, por encima de estas diferencias que existen, he de tributar el homenaje fervoroso de mi piedad cristiana a su memoria. Ahora bien; yo no comparto los convencionalismos de la política, ni las farsas parlamentarias dentro ni fuera del Parlamento y quiero hablar, simplemente, como español. Y venerando la memoria -así, venerando la memoria- del luchador Sr. Maciá, yo no puedo sumarme a este homenaje que se le tributa en este instante, sencillamente porque en medio de sus grandes virtudes el Sr. Maciá, cuya alma esté en gloria eterna como yo deseo, tuvo la, a mi juicio, inmensa desventura de enseñar a gran parte del pueblo catalán el grito de muera España. (Grandes rumores.) Y esta es una verdad que se está repitiendo todos los días (Se reproducen los rumores.), a ciencia y paciencia de las autoridades republicanas. (Protestas.- Varios Sres. Diputados: ¡Mentira, mentira!) Y como esto, repito, es verdad, yo me levanto aquí a protestar contra el homenaje que se tributa a una figura que, dentro de la política, la considero yo como enemiga de España. (Un señor Diputado: De la España de S.S.- Protestas y contraprotestas.) Os advierto que yo no vengo aquí con la ambición pueril de cosechar aplausos, que no me importan, sino a decir la verdad. Quería decir, señor Presidente y Sres. Diputados, que estos elementos embusteros... (Indicando a las minorías socialistas y de Esquerra.- Nuevas protestas y contraprotestas.- Varios Sres. Diputados, puestos en pie, se increpan.- El Sr. Presidente reclama insistentemente orden.- El incidente se prolonga varios minutos.)

El Sr. Presidente: Su señoría, Sr. Albiñana, tiene derecho, como todos los Diputados, a emitir las opiniones que correspondan a su convencimiento, pero habrá de hacerlo dentro de un límite de conveniencia y de respeto para los demás y, sobre todo, para la memoria del insigne muerto, que no pugnen con el sentimiento y hasta con la educación de los demás Sres. Diputados. (Muy bien. Grandes aplausos.- Un Sr. Diputado da un grito de ¡Viva España!.- El Gobierno, puesto en pie, y los Diputados de las minorías republicanas y socialista gritan ¡Viva la República!, siendo aplaudido el Gobierno con gran entusiasmo y reiteradamente, por su actitud, por socialistas y republicanos.- Se cruzan interrupciones entre los Diputados socialistas y republicanos y los de las minorías de derecha, produciéndose un tumulto que dura un gran rato: El Presidente reclama orden repetidamente.- El Sr. Prieto: Durante el tumulto han salido de aquí (Dirigiéndose a las minorías de derecha.) voces de ¡Muera Cataluña!.- Grandes protestas en las derechas.- Varios Sres. Diputados interrumpen, no siendo posible oír sus palabras por el tumulto que hay en la Cámara.)

El Sr. Presidente: Yo no puedo creer, no quiero creer, que ningún Diputado haya podido cometer la falta enorme de que hablaba el señor Prieto. (Numerosas denegaciones de las minorías de derechas y protestas de la minoría socialista.)

El Sr. Gorrión Ordás: Yo he oído salir desde esos bancos mueras a Cataluña. (Nuevas denegaciones.)

El Sr. Presidente: ¡Orden! ¡Orden! Yo proclamo desde este sitio la fraternidad y el amor a todas las regiones españolas y el respeto a todas las ideas, mientras se produzcan dentro de la ley. (El Sr. Gil Robles pide la palabra.) E invito al Sr. Albiñana a que no continúe por ese camino, produciendo un espectáculo del que seguramente ya él mismo lamenta el resultado. (Continúan los rumores y las protestas.)

El Sr. Albiñana (disponiéndose, a leer): Estas brevísimas palabras del Sr. Maciá...

El Sr. Presidente: No creo que haya tampoco necesidad de gritar ¡viva España!, como si España estuviera en peligro, porque para amar a España, para mantener la vida de España, para defender la Patria española, la República es suficiente. (Grandes aplausos.- Nuevos ¡vivas! a la República.)

El Sr. Landrove: Es que los que gritan ¡viva España! lo hacen creyendo que así combaten a la República. (Protestas en las derechas.)

El Sr. Albiñana: Señor Presidente, yo felicito a la Presidencia por el éxito que han merecido sus palabras...

El Sr. Presidente: La Presidencia no necesita que S.S. le atribuya o no éxitos felices. (Muy bien.) Lo que hace es invitar a S.S. a que se produzca en términos tales que vayamos rápidamente al final de este incidente.

El Sr. Albiñana: Pero yo tengo que recordar que fué precisamente al lado del Sr. Alba donde aprendí a sentir la monarquía. (Protestas.)

El Sr. Presidente: Pues S.S, ha olvidado la lección.

El Sr. Albiñana: Para terminar tengo que decir que, ante la figura yacente del Sr. Maciá, me descubro como católico y cristiano (Rumores.); pero para su figura política, para su actuación pública, no tengo más que estas palabras finales: ¡Viva España! y ¡viva Cataluña española! (Algunos aplausos.)

El Sr. Gil Robles: He pedido la palabra para un incidente.

El Sr. Presidente: Tiene ahora la palabra el Sr. Muñoz de Diego.

El Sr. Muñoz de Diego: Señores Diputados, me encomiendo a la benevolencia de la Cámara al dirigirme a ello en este momento.

La minoría liberal demócrata no puede permanecer callada en este homenaje a la memoria del Sr. Maciá. (El Sr. Primo de Rivera pide la palabra.) Mi jefe, don Melquíades Alvarez, está ausente de la Cámara y, por ello, no podréis oír su verbo maravilloso haciendo la mejor oración fúnebre a la memoria del Sr. Maciá, y han de ser mis modestas palabras las que se unan a las muy elocuentes pronunciadas aquí por otros miembros en nombre de sus minorías. Callar, silenciar nuestra actitud ante el homenaje al Sr. Maciá, pudiera parecer una omisión maliciosa, voluntaria y turbia y la política debe ser sinceridad y transparencia.

Soy el único miembro de esta minoría presente en la Cámara y tengo, por tanto, la obligación de sumarme a este homenaje. Todo cuanto debe decirse del Sr. Maciá está ya dicho. Don Fernando de los Ríos ha pronunciado una oración maravillosa; don Fernando de los Ríos ha dicho algo que han corroborado después representantes de otras minorías, refiriéndose a que no es este el momento de juzgar la obra política del Sr. Maciá, porque falta, evidentemente, aquella concavidad que presta resonancia a la labor crítica e histórica de la obra del Sr. Maciá, faltándonos la relación para establecer la perspectiva que nos permita contemplar la obra con sus trazos reales y netos, libres de apasionamientos partidistas y de momento.

Yo, que no pensaba pronunciar más que estas palabras, después del incidente que se ha registrado en la Cámara, temo que decir que el homenaje más elocuente a la memoria del Sr. Maciá, que por encima de todo fué un luchador y un republicano, lo han hecho las palabras de sus adversarios, que no han respetado siquiera la muerte, dando lugar a que se haya manifestado el entusiasmo republicano de la Cámara. La minoría radical, la socialista, todas se han levantado para sumarse en el aplauso caluroso al luchador, al republicano, a don Francisco Maciá, y ese es, al fin y al cabo, el mejor elogio, el que más agradecerá don Francisco Maciá. (Aplausos.)

El Sr. Presidente: Tiene la palabra el Sr. Gil Robles.

El Sr. Gil Robles: Brevísimas palabras, con la máxima serenidad que impone el momento, para puntualizar la actitud de esta minoría, en relación con el lamentable incidente que aquí se ha producido.

No voy a hacer manifestación alguna en cuanto al asunto de que se viene ocupando la Cámara, va que, en nombre de esta minoría, con precisa elocuencia, expresó nuestro criterio el Sr. Alvarez Robles.

Bien quisiera yo, Sres. Diputados, que la actitud que esta minoría ha tomado en el incidente, que acaba de producirse, quedara circunscrita a los verdaderos límites de una significación que yo tengo un grande empeño en que no se desvirtúe, por ningún concepto.

Sin ser testigo presencial, por ausencia obligada de la Cámara, de la iniciación del incidente que nos ocupa, sí he podido contemplarlo en los términos agudos en que se produjo hace un instante, y temo que decir, de una manera categórica, que la actitud de este grupo, que en un momento dado intervino en lo más subido del incidente, ha sido debida, pura y exclusivamente, al deseo de no dejar desamparado a un Diputado que pudo ser objeto de alguna violencia (Rumores.), sin que ello signifique una identificación de pensamiento con el Sr. Albiñana, del cual nosotros nos encontramos apartados en tantos extremos. (Aplausos.)

Ya demostramos nosotros en la labor parlamentaria de las Cortes pasadas una discrepancia radical con la política que seguía la Esquerra catalana, cuya más alta representación era el Sr. Maciá, y esa misma oposición política tenemos que mantenerla en el momento actual, pero encerrando siempre nuestra oposición -quiero que quede esto bien claro- dentro de los límites de una cordialidad exquisita con todos los sectores, aunque sean enemigos nuestros, v, desde luego, con una corrección que yo quiero para mi minoría, desde el momento en que la pido para todos los demás, en sus relaciones con nosotros.

Esta ha sido nuestra actitud, y de ella no tenemos que desviarnos.

Aun cuando el Sr. Presidente de la Cámara hizo la oportuna rectificación de unas palabras del Sr. Prieto, quiero que ahora quede hecha una declaración expresa: de estos bancos no ha salido muera alguno. (El Sr. Gordón Ordás: Ha salido, porque lo he oído yo. Lo ha dicho eje señor, que no sé cómo se llama. (Señalando un Sr. Diputado de la minoría popular agraria.) Insisto en que de esta minoría no ha salido, no ha podido salir un "muera Cataluña", porque, sean cuales sean las diferencias políticas que nos separen de los que dominan la política de Cataluña, por encima de ello ponemos el amor a una región predilecta de España (Muy bien.), y que aun en el caso en que nosotros tuviéramos que combatir de una manera enérgica su política, quisiera que quedara muy claro que la combatiríamos precisamente por amor a Cataluña. (Muy bien.- Aplausos.)

Yo no quisiera que este incidente, por mi culpa, tomara ninguna proporción que no debe tomar; pero sí quiero salir al paso de algo que, dirigido a nosotros, en la actitud de grandes sectores de la Cámara podría parecer un reto. Nosotros nos hemos levantado aquí para aplaudir al señor Presidente de la Cámara cuando dijo que, para defender a España, la República no necesitaba de nadie; para defender a Esparta, que es el móvil de nuestras acciones; para servir a nuestro país, que es la meta de todas nuestras aspiraciones políticas; para continuar sirviendo a la Nación en la misma posición que nosotros defendimos el primer alía, en una posición de lealtad absoluta, de lealtad acrisolada, que nace de nuestra condición de ciudadanos v de nuestra conciencia de católicos (Muy bien.), lo podéis creer o no lo podéis creer, pero nuestros hechos hablarán por nosotros. Lo que no hemos de hacer es venir aquí a suscitar incidentes, para que al amparo de un ¡Viva la República!, que quizá en algunos labios sea perfectamente insincero, se vaya a una unión de política izquierdista, en contra de lo que es la voluntad popular. (Grandes aplausos en las derechas.)

Y conste, señores, que podéis hacerlo en la farándula parlamentaria, pero que nadie os creerá, porque para vosotros (Señalando a los socialistas.) la República es cosa secundaria; la utilizasteis cuando creísteis que era para vosotros un medio; la repudiáis ahora, cuando creéis que por otro medio podéis llegar a la consecución de vuestros fines. Allá otros grupos que quieran hacerse tributarios de esa política. Aquí nosotros estamos en nuestros puesto, firmes, a defender a España, donde sea y como sea. Y el día de mañana iremos al pueblo a descubrir todas vuestras maniobras, incluso las que hacéis en una sesión necrológica, al margen de un incidente que no debió pasar de una corrección de la Presidencia. (Aplausos.)

El Sr. Presidente: El Sr. Primo de Rivera tiene la palabra.

El Sr. Primo de Rivera: Este Diputado, que no pertenece a ninguna minoría, se cree, por lo mismo, con la voz más libre para recabar para sí, y se atrevería a pensar que para todos, esta fiducia: la de que cuando nosotros empleamos el nombre de España, y conste que yo no me he unido a ningún grito, hay algo dentro de nosotros que se mueve muy por encima del deseo de agraviar a un régimen y muy por encima del deseo de agraviar a una tierra tan noble, tan grande, tan ilustre y tan querida como la tierra de Cataluña. Yo quisiera que el Sr. Presidente, y quisiera que la Cámara separase, si es que admite que alguien faltó a eso, a los que, cuando pasamos por esta coyuntura, pensamos como siempre, sin reservas mentales, en España y nada más que en España; porque España es más que una forma constitucional; porque España es más que una circunstancia histórica; porque España no puede ser nunca nada que se oponga al conjunto de sus tierras y a cada una de esas tierras.

Yo me alegro, en medio de todo este desorden, de que se haya planteado de soslayo el problema de Cataluña, para que no pase de hoy el afirmar que si alguien está de acuerdo conmigo en la Cámara o fuera de la Cámara, ha de sentir que Cataluña, la tierra de Cataluña, tiene que ser tratada desde ahora y para siempre con un amor, con una consideración, con un entendimiento que no recibió en todas las discusiones. Porque cuando en esta misma Cámara y cuando fuera de esta Cámara se planteó en diversas ocasiones el problema de la unidad de España, se mezcló con la doble defensa de la unidad de España una serie de pequeños agravios a Cataluña, una serie de exasperaciones en lo menor, que no eran otra cosa que un separatismo fomentado desde este lado del Ebro.

Nosotros amamos a Cataluña por española, y porque amamos a Cataluña, la queremos más española cada vez, como al país vasco, como a las demás regiones. Simplemente por eso; porque nosotros entendemos que una nación no es ya meramente el atractivo de la tierra donde nacimos, no es esa emoción directa y elemental que sentimos todos en la proximidad de nuestro terruño, sino que una nación es una unidad en lo universal, es el grado a que se remonta un pueblo cuando cumple un destino universal en la Historia. Por eso, porque España cumplió destinos universales cuando estuvieron juntos todos sus pueblos, porque España fué Nación hacia fuera, que es como se es de veras nación, cuando los almirantes vascos recorrían los mares del mundo en las naves de Castilla, cuando los catalanes admirables conquistaban el Mediterráneo unidos en naves de Aragón, porque nosotros entendemos eso así, queremos que todos los pueblos de España sientan no ya el patriotismo elemental con que nos tira la tierra, sino el patriotismo de la misión, el patriotismo de lo trascendental, el patriotismo de la misión, el patriotismo de lo trascendental, el patriotismo de la gran España.

Yo aseguro al Sr. Presidente, yo aseguro a la Cámara, que creo que todos pensamos sólo en esa España grande cuando la vitoreamos o cuando la echamos de menos en algunas conmemoraciones. Si alguien hubiese gritado muera Cataluña, no sólo hubiera cometido una tremenda incorrección, sino que hubiera cometido un crimen contra España, y no sería digno de sentarse nunca entre españoles. Todos los que sienten a España dicen viva Cataluña y vivan todas las tierras hermanas en esta admirable misión, indestructible y gloriosa, que os legaron varios siglos de esfuerzo con el nombre de España. (Aplausos.)

El Sr. Presidente: El Sr. Rubió tiene la palabra.

El Sr. Rubió: En nombre de la minoría de Esquerra Republicana de Cataluña, de la cual fué jefe el insigne desaparecido, el honorable señor Presidente de la Generalidad de Cataluña, voy a dirigir a la Cámara pocas palabras, las indispensables para agradecer al Sr. Presidente de la Cámara y para agradecer a los Sres. Diputados que me han precedido en el uso de la palabra, cuanto han dicho que sea en elogio, que sea en consideración o que sea de simple comprensión hacia el difunto y hacia la causa que representaba, y también, Sres. Diputados, para agradecer a la Presidencia de la Cámara y para agradecer a los diversos sectores de esta Cámara su presencia en las ceremonias fúnebres que tuvieron lugar en Barcelona durante la semana pasada, cuya importancia no pueden comprender, cuyo valor de consuelo para nosotros no pueden comprender más que aquellos señores que hayan sentido, como nosotros, toda la intensidad del dolor de la pérdida.

En cuanto a los Sres. Diputados que han aludido a la conducta del Gobierno de la Generalidad de Cataluña en la ceremonia fúnebre del entierro, yo les contestaré simplemente que el Gobierno de la Generalidad de Cataluña, en el acto del entierro del Sr. Maciá y en todos los actos de su vida, se imitó a cumplir estrictamente las leyes de la República.

A los Sres. Diputados que no han sabido ahogar en estos momentos sus pasiones, yo les contestaré con el más absoluto silencio, porque no quiero empequeñecer la solemnidad que este acto tiene para nosotros y para la mayoría de la Cámara.

He sido. Sres. Diputados, designado para intervenir en la sesión de hoy, no por mis cualidades personales, sino por mi gran amistad con el difunto Francisco Maciá, amistad que arranca de la época amarga de la vida de Francisco Maciá en que fué separado del Ejército español; porque en aquellos momentos, una de las pocas manos que estrecharon la suya fué la de un coronel de Ingenieros, la mano de mi padre. Desde aquel momento mi amistad con Maciá se fué estrechando; y hoy, al hablar de él, yo no puedo, Sres. Diputados, hacer su elogio fúnebre. Si yo quisiera recordar los momentos de amargura de su vida, las campañas parlamentarias en esta misma Cámara, su destierro y finalmente su victoria, tenga la seguridad de que la emoción ahogaría mi voz y no podría hablar; porque en estos momentos siento toda la avaricia que tuvimos los catalanes al denominar a Maciá con el nombre del «Avi». En realidad debiéramos haberle llamado padre, porque ciertamente lo fué para todos los catalanes. Y si venciendo la emoción, Sres. Diputados, si venciendo esas lágrimas que vienen a mis ojos yo intentase hacer un discurso, ese discurso resultaría pálido al lado de la manifestación que el pueblo catalán rindió al difunto. En las jornadas del martes y miércoles de la semana pasada, Cataluña manifestó directamente su sentimiento; en aquellas jornadas, Sres. Diputados, Cataluña entera tributó su elogio fúnebre a Maciá. Cuando el pueblo habla directamente, nosotros, sus mandatarios, tenemos que escuchar los latidos del corazón del pueblo. No es hora de hablar, es hora de escuchar; pero si realmente no puedo hablar de Maciá ni de su obra, sí he de hablaros de esa ceremonia fúnebre.

Por primera vez después de cincuenta años de catalanismo político la representación del Estado español, la representación política de Cataluña y la unanimidad del pueblo catalána han vibrado con una sola emoción, con una emoción sin interés alguno, sin odios, sin esperanzas ni recelos. Esto, Sres. Diputados, es un hecho nuevo en la historia política de Cataluña, que se ha producido en torno al cadáver de Francisco Maciá, llamado el primer separatista. Y esto quiere decir que con lealtad en el corazón y franqueza en los labios es posible conciliar los más antagónicos intereses, los más contrapuestos puntos de vista. Cuando el miércoles último veíamos los catalanes desfilar las fuerzas del Ejército español ante el cadáver de nuestro ilustre Presidente, comprendimos, Sres. Diputados, la lección póstuma de Maciá; comprendimos que Maciá tenía razón cuando nos decía que dentro de la República española, dentro de la Constitución del 31, interpretada fielmente con arreglo a su letra y con arreglo a su espíritu, cabía una Cataluña libre, completamente libre (Rumores.): la Cataluña rica y plena de que se habla en las estrofas de nuestro himno nacional. (Fuertes rumores.)

El Sr. Presidente: Pero ¿es ésta la primera vez que hemos oído en la Cámara, como una orientación política, el llamado nacionalismo catalán? ¿Es que nos vamos a escandalizar de ello ahora? (Protestas en las minorías de derecha.) Yo afirmo desde aquí que hacen mucho más daño a España aquellos que exageran o desfiguran en sentimiento patriótico que los que guardan silencio y oyen con respeto a los señores representantes de Cataluña.

El Sr. Matesanz: No es eso; no lo ha oído bien el Sr. Presidente.

El Sr. Rubió: Y entonces nosotros, ante el cadáver de Maciá, los que militamos en los campos más extremistas del catalanismo, renovamos nuestra promesa de fidelidad a la República; renovamos nuestra promesa de fidelidad a la Constitución de 1931. (Un Sr. Diputado: ¿Y a España?.- Rumores.) Altísimo Maciá, te seguimos de lejos, pero seguiremos siempre tus huellas. (Aplausos.)

El Sr. Presidente: Tiene la palabra el Sr. Presidente del Consejo de Ministros.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Lerroux): Sobriamente, Sres. Diputados, para asociarme, en nombre del Gobierno, con toda sinceridad, a este homenaje que estáis rindiendo a la figura insigne del primer Presidente de la Generalidad y que, debiendo haber sido oración piadosa y justa, llena de emoción, a la memoria de aquel luchador que representaba generosamente un ideal, que no todos compartían, ha estado a unto de convertirse en función política. (El Sr. Aragay: Es el cristianismo de esos señores .- Protestas en las minorías de derecha.) Allá SS.SS. En todo caso, es muy posible que yo prefiriese estar con el cristianismo de SS.SS. que con el libre pensamiento de S.S. (Aplausos en las minorías de derecha y radical.)

Como representantes de la Nación, todos tienen el mismo derecho para levantar aquí su voz y unirse a este homenaje, pero yo quiero invocar para mí un leve derecho de preferencia. Nací parlamentariamente en Cataluña en 1901; fuí allí elegido por primera vez Diputado y lo he sido durante muchos años consecutivamente; luché allí y luché frente a frente y con la mía bien descubierta, dando el pecho y la cara, contra aquellos ideales que podían redundar en perjuicio de la unidad española, del patriotismo como yo lo siento. Pero he de deciros que todavía entonces no era el Sr. Maciá hombre representativo de ningún ideal en Cataluña; lo fué más adelante. Y quiero expresar mi consideración, mi afecto, a la memoria de aquel hombre honrado, porque, fuese cualquiera el punto de partida para su actuación en la vida pública, seguí con tal serenidad, con tal fidelidad, con tan honrada lealtad sus ideales primeros, que, como siempre a los que se expresan en esos términos, yo rendía muda y calladamente al hombre representativo de aquel ideal que me era tan contrario, el homenaje de mi admiración y de mi consideración personal.

Se ha dicho aquí con razón que el Sr. Maciá era un acumulador de energías. Siguiendo la metáfora, me permitirá el Sr. Ventosa y Calvell yo añada que ha sido también un transformador de energías, y me ha de permitir la Cámara que, sin arrogancias de ningún género, yo me atribuya una participación en el triunfo que convirtió al Sr. Maciá en ese transformador de energías de Cataluña.

Destacaba sobre todo en el Sr. Maciá la espiritualidad. Yo no puedo pensar en él, yo no le podía mirar sin acordarme de aquellos versos de Rubén Darío, porque me lo representaba siempre, como la figura hidalga del «Hidalgo Manchego»: con la adarga al brazo, todo fantasía; con la lanza en ristre, todo corazón. Lo dió todo por sus ideales, y dió tanto, que en le última hora de su vida realizó, por aquella transformación, aquel ideal por el cual yo hube en cierta ocasión de ceñir a mi frente los colores de la bandera nacional para ponerla en contra de los que la vilipendiaban. Tengo que decir que el Sr. Maciá ha rendido en las postrimerías de su vida el más eminente servicio a la unidad nacional. ¿En qué ha consistido? Ha consistido en que, haciendo compatibles las libertades de Cataluña con la libertad de España entera, haciendo posible la personalidad regional dentro de la unidad nacional, aquel separatismo espiritual que nos oponía los unos a los otros se haya reducido en términos que ya no tiene sino de vez en cuando alguna que otra voz, de la cual no se hace responsable ningún hombre que sea solvente en la vida pública española. (Muy bien.) Son asperezas que se van reduciendo, son reliquias del pasado, son gritos del dolor de los vencidos; vencidos que debieran llamarse victoriosos cuando ven que Cataluña en el seno de España levanta su personalidad caminando hacia más amplias libertades, que serán compatibles con las de todo el resto del país.

Ahí se levantó una vez un orador en el momento de un drama histórico a decir, terminando un discurso: «La Humanidad camina de cumbre en cumbre, y en cada cumbre va dejando una cruz- ¡mi cristianismo! -, en cada cumbre va dejando una cruz que señala como un jalón las diversas etapas del progreso moral de la civilización.» De igual manera quiero yo decir ahora, plagiándome a mí mismo: la sociedad española va haciendo su historia de cumbre en cumbre, y en cada cumbre va señalando con una victoria como una hoguera espiritual en que se encienden luces de esperanza de esa integración, a que es preciso llegar de todo el país, hoy con la libertad de Cataluña, que cada día se irá haciendo más compatible, más armónica con las libertades del resto de España; mañana, con Estatuto de la región vasca; pasado -cumpliendo fielmente la Constitución, porque ese es nuestro deber y a eso estamos obligados si no queremos ser desleales a la República y a España- (Muy bien.- Aplausos), con todas esas etapas, una de esas cruces que destacan en la cumbre, uno de esos sacrificios es el del Sr. Maciá, que, venciéndose a sí mismo, venciendo acaso inclinaciones de un dolor que expresaba su protesta en frases que no eran las adecuadas, contra la tiranía del pasado y contra las injusticias históricas, pudo en algunos momentos, y debió, suscitar nuestras protestas. Pero posteriormente, cuando presidía una institución que se subordinaba al Estado, que es compatible con el Estado, realizó esa transformación a que me he referido y por la cual ya podemos tender los brazos a todos los catalanes, por encima de la tumba del Sr. Maciá, que, por eso, se ha convertido en un ara sagrada. (Muy bien, muy bien.- Prolongados aplausos en varios lados de la Cámara.)

El Sr. Presidente: ¿Acuerda la Cámara que conste en acta su sentimiento y que se comunique así a la familia del Sr. Maciá y a la Generalidad de Cataluña? (Manifestaciones de asentimiento.)

Así se acuerda.

El Sr. Albiñana: Con mi voto en contra, Sr. Presidente. (Rumores.)

El Sr. Presidente: Constará el voto en contra de S.S

Cierra España.

SUCESOS 1934.1ª parte


Agitada sesión necrológica sobre Maciá. Albiñana provoca un incidente. Diario de Sesiones, de 4 de enero de 1934
El Sr. Presidente: Se va a dar cuenta de una comunicación:

El Sr. Secretario (Alfaro) : Dice así

«Excmo. Sr.: Tengo el sentimiento de comunicar a V. E. el fallecimiento del Honorable Presidente de la Generalidad, don Francisco Maciá Llussá; ocurrida en el día de hoy.

Asimismo he de poner en su conocimiento que, de acuerdo con el artículo 44 del Estatuto interior de Cataluña, me he hecho cargo interinamente de la Presidencia de la Generalidad.

Viva V. E. muchos años.

Barcelona, Palacio de la Generalidad, 25 de diciembre de 1933.-

Casanova.- Excmo. Sr. Presidente de la Junta de Diputados, Madrid.»

El Sr. Presidente: Señores Diputados, por motivos que la Cámara conoce lo mismo que la Mesa, no ha sido posible dar hasta este momento noticia al Congreso de la triste nueva que contiene la comunicación que acaba de leer el Sr. Secretario. Cumplirá la Presidencia el deber tradicional de dedicar algunas palabras a nuestro ilustre compañero el Sr. Maciá, honorable Presidente de la Generalidad de Cataluña. Al hacerlo, claro es que no puede prescindir, ni prescindirse en ningún caso, de aquel carácter que ha distinguido siempre a las palabras necrológicas pronunciadas desde este sitio por el Presidente de la Cámara, referidas no tanto a la acción política personal del Diputado de que se tratara, como a su vida parlamentaria, en contacto con los Diputados a lo que ha sido la actuación de la persona a quien se recuerda, en el curso del tiempo, dentro de esta casa.

Vino el Sr. Maciá al Congreso hace va bastantes años; en 1907, por el distrito de Bona (Lérida), y continuó siendo elegido en aquellos Parlamentos hasta 1923. Su actuación fué la de un Diputado celoso y entusiasta, la de un procurador asiduo de los intereses de sus representados. En 1931 fué elegido por Barcelona y por Lérida. Ultimamente, en 1933, lo había sido por Barcelona.

Página destacada de la historia del Sr. Maciá, en el orden parlamentario, es aquel momento en que habiendo renunciado al acta, como consecuencia de la disolución del movimiento de la solidaridad de Cataluña, mil electores del Sr. Maciá vinieron a Madrid a presentar el acta y a requerir a las Cortes para que no dejaran de recibir en su seno el concurso ilustre del que era su Diputado hasta entonces.

No he de entrar en un análisis de lo que ha sido la vida política del Sr. Maciá en órdenes a los que -ya lo he dicho antes- no sería discreto que la Presidencia hubiera de acudir, tanto en cuanto que dignos señores Diputados de distintas significaciones de la Cámara habrán de intervenir después.

La figura del Sr. Maciá pertenece ya a la Historia. La visión de los distintos actos en que ha venido interviniendo no ha de hacerse con un criterio momentáneo, seguramente apasionado, que podría brotar del fondo del pensamiento de los que fueron con él o contra él beligerantes. Pero destacan en la vida del Sr. Maciá dos cualidades que he de subrayar ante la Cámara como ejemplo a otros ciudadanos y a todos los que actúan en política: su abnegación y su tenacidad. La abnegación, condición eminente en la vida pública, que consiste en supeditar todos los afanes, todos los intereses, aun aquellos que puedan merecer y sean más legítimos, a la obra política que se persigue. Quien haya leído, como yo lo he hecho en estos mismos días, el discurso que allá en 1907 pronunciara el Sr. Maciá al desprenderse de algo que formaba parte de su propia personalidad, durante muchos años, más aún que de su cuerpo de su alma, su condición de militar; el sentimiento íntimo con que iba a dejar de serlo y las protestas que hace en aquella ocasión de su amor a España, y de cuanto entrega por mantener y defender una política, no podrá menos de descubrirse con respeto delante de una figura que de tal modo se conduce. Pero además el Sr. Maciá fué un hombre tenaz, persistente, de voluntad irreprimible. En esta raza latina, donde no suelen equipararse las aspiraciones de la inteligencia con la expresión de la actividad de cada hombre público, Maciá fué ante todo un hombre que tuvo una perfecta ecuación entre estas dos facultades suyas: la inteligencia y la voluntad. Maciá, un día y otro día, un año y otro año, persevera en sus ideales, con una tenacidad que a algunos llega a parecerles obsesión; pero era su obsesión la condición más eminente de su carácter. Al fin y al cabo no habría una sola obra en la historia política de un pueblo que hubiera podido realizarse sin la obsesión persistente del hombre que la propagara y la defendiera.

Y recuerdo como una página íntima, inolvidable para mí, ciertos diálogos con el Sr. Maciá, cuando ambos nos encontrábamos emigrados en Bruselas y en París. He de deciros, con la expresión fiel de la intimidad de aquellos diálogos, que no podían estar influidos por, ningún género de consideraciones de momento, ya que uno y otro nos creíamos muy alejados del Poder -era en el año 1921-. Y el Sr. Maciá hablaba con una firmeza, con una estoica serenidad, con una magnífica dignidad, con aquella que tienen los varones fuertes delante de la desgracia. El Sr. Maciá, a quien muchos creían entonces abandonado y poco menos que desilusionado, tenía fe en sus ideas, tenía fe en Esparta, tenía fe en Cataluña, y era un sujeto admirable para el diálogo, no ya con hombres españoles como yo mismo, sino con hombres políticos eminentes de otros pueblos, que se honraban también con su amistad.

Quien aprecie lo que es la evolución del Sr. Maciá desde aquel discurso de 1901, en que se desprende, como digo, con pena, con dolor de lo que formaba parte de su personalidad y en cuyo discurso hay ciertos atisbos republicanos, pero sin romper totalmente con el pasado: cómo el ritmo se va acelerando delante de la situación de España, y cómo, a consecuencia de la evolución de las ideas en Cataluña y en toda nuestra Patria, el Sr. Maciá llega a tener, clara y rotunda, otra significación, apreciará el valor enorme, inmenso, como elemento espiritual y humano, de aquel convencimiento que brota en el Sr. Maciá, y de esta resolución, que va desde su discurso de 1907 hasta aquel momento glorioso, histórico, trascendental, en que proclama la República en Barcelona.

Hay que recoger, señores, este ejemplo: el ejemplo de la persistencia; imitar la obra constructiva. Yo creo -en ello no dudo que interpreto el sentimiento y la voluntad de la Cámara- que la mejor ofrenda que podemos depositar en la tumba de este gran ciudadano es decir que la Cámara española tiene un respeto absoluto y una actitud de buena fe perfecta delante de la implantación del Estatuto de Cataluña, que esta misma Cámara votó en funciones constituyentes, y que no hay núcleos políticos que puedan estorbar, ni quieran estorbar, ni dificultar, ni regatear el ejercicio de la libre voluntad de los catalanes; pero que, al mismo tiempo, esta expresión y este voto es también una espléndida ratificación de la voluntad nacional, de una voluntad española, que junta a los catalanes con todas las demás regiones en una afirmación, que es la afirmación gloriosa de España bajo la bandera dela República. (Aplausos.)

Previa la venia del Sr. Presidente, dijo

El Sr. De los Ríos: Señores Diputados, la minoría socialista quiere rendir el testimonio de su duelo a la memoria de don Francisco Maciá. Lo hace, porque en nosotros suscita una emoción vivamente admirativa esa característica del Sr. Maciá, consistente en un sentimiento heroico de la vida civil, sentimiento de que está impregnada toda su actuación desde que aparece en esta Cámara y en la vida política con motivo de Solidaridad catalana, hasta su muerte. Es esta emoción heroica en la vida civil del Sr. Maciá la que le lleva en los momentos difíciles, muy difíciles, de su vivir, a estar propicio en todo instante a ofrendar cuanto tenía: profesión, libertad, bienes económicos, vida; ello se debe a que Maciá pertenece a esa dinastía de hombres que se sienten absolutamente sugestionados por la constelación de ideales que hay en el interior de su conciencia y que a causa de esa sugestión encuentran firmeza moral y posibilidades para un querer fuerte, querer que brota del centro de su ideal mismo. Yo diría, subrayando palabras del Sr. Presidente de la Cámara, que la característica del Sr. Maciá fué una de las que debe tener todo gran político: Maciá supo querer, supo dotar a su voluntad de objetivos concretos que alcanzar, y cuando él vió claramente en el fondo de su querer, fué fiel a su querer, fué fiel al ideal de su Cataluña y fué fiel, como ahora lo mostraré, al ideal de una España republicana. Quien quiera darse cuenta de esta fidelidad, debe meditar sobre un proceso histórico de la vida española y sobre la significación de un hecho al que voy a referirme.

El proceso es la lucha de Cataluña contra el afrancesamiento político español, contra un cartesianismo político que llevaba a eliminar de la vida española las diferencias reales, vitales, biológico-geográficas y biológico-culturales de nuestras regiones; y en Cataluña, frente a esa posición, a virtud de la cual se hacía exclusivamente un uniforme político y jurídico para España, se levanta una concepción pluralista orgánica del Estado; concepción que, a su vez, es asumida por personalidades en todas las regiones de España; posición que, a causa de la polémica agria que hubo de sostener Cataluña contra el régimen centralista monárquico, llegó a agudizarse en términos, tales, que desembocó en posiciones maximalistas políticas, una de las cuales era la del Estat Catalá. Pues bien, Sres. Diputados, vino la República en el momento en que el caudillo de esa fuerza del Estat Catalá era don Francisco Maciá, en que éste era el símbolo de las reivindicaciones maximalistas de Cataluña, en que, a su vez, se convierte en objeto de la idolatría popular; era la hora del cenit político de don Francisco Maciá ; y en aquel instante Maciá supo querer, y supo querer porque supo renunciar, que es lo más difícil de saber. ¿Cómo renunció a esa posición maximalista?

Era el 17 de abril, y el Gobierno provisional nos había encargado al Sr. Nicolau d'Olwer, a don Marcelino Domingo y a quien tiene el honor de dirigirse a la Cámara, una misión que hubimos de cumplir en Barcelona. Horas de diálogo porfiado, noblemente porfiado; horas en que nuestros pensamiento, no concordes, entrechocaban, haciéndole ver al Sr. Maciá los graves daños que podría acarrear a España una persistencia en la actitud que implicaba la concepción del Estat Catalá, y en aquel momento hubo un repliegue espiritual en el Sr. Maciá. Recuerdo el final de aquella conversación: «Hoy -dijo el Sr. Maciá- hago el mayor sacrificio de mi vida pero lo hago sabedor de su alcance y de su necesidad.» Pues bien; aquél fué un día de albricias para España, porque al saber renunciar Maciá a lo que renunciaba, libertó a España de muchos males posibles, tal vez de una salpicadura de drama civil.

Señores Diputados, no es posible todavía que la concavidad de la Historia nos devuelva el eco de las acciones políticas del Sr. Maciá y podamos juzgarle en la plenitud de su significación, pero, precisamente en esa hora postrera y solemne en que se abre para los hombres el misterio de lo trascendente de la vida, no creo que cabe otra actitud, si no se ha de cometer una injusticia valorativa, más que la de medir a los hombres por el esfuerzo que hayan hecho para llevar a su máxima grandeza espiritual la unidad de su vida. Y porque en este sentido alcanzó una cota muy alta don Francisco Maciá, nosotros, la minoría socialista, le rendimos no sólo el testimonio de nuestro duelo, sino también el de nuestra respetuosa admiración. (Aplausos en varios lados de la Cámara.)

El Sr. Presidente: El Sr. Bello tiene la palabra.

El Sr. Bello: Los diversos grupos que forman esta minoría de izquierdas -Acción republicana, radicales socialistas, federales y Orga- me encargan que les represente en el homenaje a la memoria del señor Maciá. Hemos creído oportuno, para mayor fidelidad del pensamiento, recocerlo en una nota, que, con la venia de la Presidencia, voy a leer.

«El tiempo, transcurrido desde la muerte de Francisco Maciá, así como la magnitud de la manifestación de duelo que le tributó Cataluña, han servido para delinear con cierta perspectiva histórica la figura del gran patriota. Maciá es el guía, el héroe, el símbolo sentimental del pueblo catalán. Conviene explicar, para ejemplaridad de los políticos que amen lo que en otros tiempos clásicos se decía el aura popular, cuál es y dónde está la raíz de esos sentimientos de adhesión. A dos grandes hombres les ha llamado el pueblo en España de la misma manera: a Maciá, «el Avi»; a Pablo Iglesias, «el Abuelo». Y no por sus años -que otros fueron más viejos-, sino por el género de protección y tutela que esperaba de ellos la gran familia catalana, la gran familia proletaria. Los dos eran hombres de acción. Ninguno de los dos dudaba sobre el origen de su autoridad moral. La acción perseverante y firme atrae el afecto, porque los pueblos quieren a aquellos de quienes saben que nunca fallarán, que nunca torcerán su destino.

Tuvo don Francisco Maciá la suerte de figurar entre los pocos guía felices que logran decir a los suyos: «¡Aquí tenéis la tierra de promisión!» Hace falta para eso un ideal circunscrito, una visión rectilínea; hace falta que exista la tierra prometida. Y ha hecho falta, además, en este caso, el concurso de una revolución triunfante.

Y aquí viene lo esencial para nosotros, que pertenecemos a los partidos de izquierda colaboradores en la Constitución de la República. Maciá no torció ni truncó su destino y el pueblo se le mantuvo fiel. Habló cuando lo conveniente y lo acertado era hablar. Cuando era justo conspirar, conspiró. Hubo un día en que España se le hizo inhabitable y se lanzó a la emigración. Cuando la monarquía, para salvarse, interpuso una Dictadura, Maciá forjó una Constitución separatista, como si desahuciara sus propias esperanzas y quisiera cortar las amarras de una vez para siempre. Y el 14 de abril, cuando la primera virtud política era la resolución, la audacia, él dió el salto del tigre, adelantándose a proclamar la República catalana.

Pero entiéndase bien: sólo así pudo ser el héroe; así llegó a ser el símbolo, y por serlo, precisamente por serlo, cuando toda España se alzó en un movimiento revolucionario demostrándole que no estaba solo; cuando desde Madrid se hablaba un lenguaje distinto al de la monarquía, él pudo hacer que Cataluña, sintiéndose libre, entrara con todo entusiasmo y toda lealtad en la Constitución española. Hasta las mayores estridencias de aquellas horas de combate, viniendo del «Avi», venían amortiguadas por un acento patriarcal. Quedó construído el nuevo régimen autonómico y Maciá, sin torcer su destino ni el de su pueblo, siguió siendo el símbolo, no sólo para los catalanes que veían en él la garantía de sus libertades, sino para todos los españoles que por su concurso sentíamos garantizado el concepto más amplio de la unidad patria.

Maciá ha muerto. Su obra queda, su espíritu le sobrevive. Mientras aliente en las generaciones catalanas, entre los «hereus» y los desheredados, el espíritu del «Avi», la República española tendrá en Cataluña su más firme baluarte.» (Muy bien.- Aplausos en distintos lados de la Cámara.)

El Sr. Presidente: El Sr. Ventosa tiene la palabra.

El Sr. Ventosa: La sesión de hoy viene a subrayar y acentuar una nota característica que se observó ya en la manifestación de duelo imponente realizada por el pueblo de Cataluña el día del entierro de don Francisco Maciá. La nota característica consistió en que aquella manifestación no fué simplemente expresión de un sentimiento de solidaridad en el duelo por la muerte del primer presidente de la Generalidad de Cataluña. Había esto; pero no era sólo de Cataluña la manifestación de duelo, sino que en ella figuraba la más alta representación del Estado, el Sr. Presidente de la República; había una representación de las Cortes; existía representación de muchas ciudades españolas; figuraba representación de las más altas instituciones de España. ¿Por qué? Ni el acto del entierro ni la sesión de hoy representan la exaltación de un partido ni la aprobación de una política. Nosotros fuimos adversarios de Maciá durante su vida, y, sin embargo, asistimos al entierro y nos sumamos hoy al acto de homenaje. ¿Qué significa entonces? ¿Es simplemente ese impulso de generosidad que nos lleva a extremar los elogios a los muertos, como muchas veces extremamos los ataques a los adversarios vivos? No. En el homenaje a Maciá hay algo más: el sentimiento de que en su personalidad existe algo que merece este tributo de respeto y de consideración excepcionales.

No quiero referirme a las condiciones de la persona, de las que elocuentemente han hablado el Sr. Presidente de la Cámara y otros señores Diputados; me refiero a una condición de Maciá, en la cual seguramente todo el mundo está conforme, y es que Maciá, por una ley psicológica misteriosa, independiente de otras cualidades personales, tuvo la virtud, tuvo la fuerza de ser un condensador de entusiasmos y de adhesiones populares. Con razón o sin ella, por lo que fuera, representó un condensador de energías y de entusiasmos. El uso que hiciera de esa facultad excepcional no es hoy el momento de juzgarlo. Como se ha dicho muy bien, es muy poco el tiempo transcurrido para que podamos formular serenamente nuestro juicio, favorable o adverso, sobre la obra realizada por Maciá; pero ya, desde ahora, podemos señalar alguna cosa que debe traducirse en su elogio. A ello hacían referencia indirectamente algunos de los señores que han hablado, y es que en el momento del desbordamiento revolucionario, Maciá, condensador de energías y de entusiasmos, dió a aquel movimiento revolucionario, por su propia manera de ser, por su ideal, por su invencible optimismo, un sentido positivo y de afirmación que evitó, como acaso hubiera ocurrido, que pudiera derivar en actuaciones anárquicas, caóticas, meramente negativas.

Y concretamente, respecto del problema de Cataluña, prescindiendo de antecedentes sobre los cuales no hemos de formular ahora juicio, es evidente que la actuación de Maciá contribuyó a que este problema, que tantas pasiones despierta y que tantas violencias podía suscitar, tuviera una solución adecuada dentro del marco de la Constitución española y mediante una ley votada por las Cortes de la República. Yo creo que éste es un hecho y ésta es una nota, de tanta trascendencia, que bien merece que las Cortes rindan hoy a la memoria de Francisco Maciá este homenaje de respeto y de consideración.

El Sr. Presidente: El Sr. García-Bravo Ferrer tiene la palabra.

El Sr. García-Bravo Ferrer: La minoría republicana conservadora alza también su voz para dedicar en breves pero emocionadas palabras un recuerdo y un homenaje a la memoria del que fuera honorable primer Presidente de la Generalitat de Cataluña.

No pueden estas palabras, por ser mías, tener los acentos de elocuencia de aquellas que, con delectación ha escuchado la Cámara, y por ser ellas intérprete del criterio y del pensamiento de la minoría a que me honro en pertenecer, no podrán ser tampoco de loa ni de alabanza para la obra o para la labor política que realizara don Francisco Maciá, y con la cual nosotros estuvimos casi siempre en público y notorio desacuerdo. Ello no es obstáculo para que evoquemos con emoción la figura de Maciá y para que reconozcamos públicamente cómo aquel hombre que fué a un tiempo caudillo y guía de las multitudes y símbolo de las aspiraciones de Cataluña, siguió en todo momento, en la vida pública, caminos y sendas de los más elevados ideales y supo esmaltar su personalidad política con admirables y ejemplares virtudes cívicas.

En homenaje precisamente a la memoria de don Francisco Maciá, la minoría republicana conservadora silencia hoy el criterio que le mereciera su labor política. Sin embargo, nosotros tenemos que destacar una vez más aquella que fué la condición más estimada para nosotros en el Sr. Maciá: sus emperrados afanes idealistas. Y es que a nosotros, cuando examinábamos el panorama de la política nacional, los viejos partidos de Cataluña y sus hombres representativos, quizá por inexperiencia nuestra, se nos antojaba que sólo se preocupaban de las cuestiones económicas y financieras, y quizá debido también a esa inexperiencia teníamos la sensación de que toda la política de Cataluña estaba demasiado tocada de los problemas materiales, y fué un contraste alentador para nuestro espíritu romántico ver cómo la figura señera de don Francisco Maciá daba un mentís a ese concepto que nosotros teníamos de la política de Cataluña.

Esto es lo que nosotros queremos destacar singularmente en la figura de don Francisco Maciá, a quien creemos digno, a pesar de nuestra discrepancia con toda su política, de nuestra admiración. Silenciamos, por lo tanto, en homenaje debido a su memoria, el juicio que su labor política nos merezca. Como republicanos, hemos de evocar siempre con enorme emoción la figura de don Francisco Maciá, luchador en aquella gesta de las conspiraciones revolucionarias. Nosotros participamos en el dolor íntimo de los que fueron sus amigos y de los que fueron sus leales en vida y seguirán siendo leales a su memoria, y como cristianos, al pie de la tumba en que yace Maciá, elevamos una plegaria al Dios de la justicia, que es también el Dios de la misericordia. (Aplausos.)

El Sr. Aguirre: Pido la palabra.

El Sr. Presidente: La tiene S. S.

El Sr. Aguirre: La figura de don Francisco Maciá tiene para nosotros doble motivo de admiración y de profundo respeto. Al Sr. Maciá, nacionalista catalán, le unían con nosotros grandes vínculos derivados de una identidad ideológica; el Sr. Maciá, además, era gran amigo nuestro; el Sr. Maciá era afiliado de honor del partido nacionalista vasco. Pero he de fijarme exclusivamente en dos puntos en este acto de homenaje póstumo a la memoria del Sr. Maciá. Hombre de ideal, representa para nosotros una esperanza; hombre abrazado al sacrificio durante toda su vida, consecuente con su pensamiento, limpio en sus procedimientos, para nosotros, principalmente para la juventud que lucha por ideales de nobleza, y lucha por la libertad de su pueblo, así como él luchó por la del suyo, la figura del Sr. Maciá es y será tanto más elevada cuanto mayor sea nuestro concepto del ideal. Pero, además, nosotros, que propugnamos la libertad para nuestro pueblo y al mismo tiempo propugnarnos con todas las ansias de nuestro corazón, una civilización netamente cristiana, una civilización que borre lo mismo la hipocresía, que tanto ha dañado las puras esencias de la religión, como el sectarismo, del cual estamos heridos, en la figura de Maciá, muerto, con el Cristo en sus manos, vemos sublimarse la figura del sacrificio, y de aquel Cristo que está en sus manos sentimos emanar toda suerte de ánimos y de empujes para que nuestra labor, sobre la base del sacrificio, siga por la ruta que ha emprendido. Dios, en los Cielos, mirando por los pueblos de la tierra, y estos pueblos, Sres. Diputados, viviendo como Maciá quería y como nosotros queremos, en plena libertad, hermanada luego en un gran ideal de redención que abarque la Humanidad entera.

De aquí que en la figura de Maciá veamos al hombre de ideal, que luchó por su patria como nosotros luchamos por la nuestra, y al hombre que muere, al fin, con el Cristo en sus manos, que constituye precisamente el consuelo, el resumen, la satisfacción suprema de los que, como nosotros, queremos hoy y mañana, destinar nuestras vidas por medio del sacrificio a un magnífico ideal de redención de los pueblos y de la Humanidad. (Aplausos.)

El Sr. Presidente: El Sr. Alvarez Robles tiene la palabra.

El Sr. Alvarez Robles: Señores Diputados, si la minoría popular agraria callase durante el curso de toda esta sesión, tengo la seguridad de que su actitud se prestaría a muy diversas interpretaciones, a todas esas interpretaciones que han ido sirviendo de base a la edificación de las teorías que nos explican la doctrina del silencio. Aquellos que creen que callar es lo mismo que otorgar, verían en nuestro silencio una afinidad, mejor dicho, una coincidencia con todo lo que aquí esta tarde se ha manifestado sobre Maciá, considerado como político. Para aquellos que profesan la teoría de que «quien no está conmigo está contra mí», nuestro silencio podría equivaler a un disentimiento con las patentizaciones de dolor que se han puesto de relieve en esta sesión necrológica. Tenemos la seguridad de que para nadie sería nuestro silencio un silencio elocuente: para unos sería tal vez una maniobra; para los otros, una actitud turbia, y nosotros queremos huir en todo momento de las actitudes turbias; somos partidarios de áctitudes tan claras que todos las entiendan y no puedan menos de entenderlas.

Lamento verdaderamente el encargo delicado que se me ha conferido, tan delicado que me parecerá poca la máxima cautela que ponga en mis palabras, de las cuales quiero apartar -lo digo como criterio interpretativo- todo lo que signifique un aspecto polémico, e incluso todo lo que pudiera producir un efecto retórico.

Estamos, de un lado, ante la presencia de un dolor íntimo de los que deploran la desaparición del pariente, del amigo, del compañero de representación parlamentaria; pero, de otro lado, han salido a relucir hoy idearios, principios, actuaciones políticas, sobre los cuales no es este el momento de que nosotros fijemos una actitud. La tenemos fijada, resellada y reiteradamente consignada, y no es este el momento, repito, de que una vez más la consignemos; pero tampoco es el momento de decir que la ratificamos. Es el momento, sencillamente, de decir que queda en pie.

Dos fases distintas del mismo problema, dos fases que hay que considerar distintamente también, para que ninguna invada el área de la otra, y así esta hora puede ser y sea, efectivamente, una hora de condolencia. pero de una condolencia cortés y sincera, porque la cortesía, para serlo, no necesita esconderse en los equívocos ni engañar con los disfraces de la mentira. (Muy bien, en las minorías de derechas.)

Se ha hablado aquí de Maciá persona; se han hecho patentizaciones, como decía, del dolor que a todos hoy ha producido su desaparición, y nosotros, por un principio de humanidad que debe ser común a todos los bien nacidos, nos asociamos de todo corazón a ese dolor. He dicho por un sentimiento de humanidad y no quiero que se hagan reservas mentales acerca de mis palabras; quiero hacer la salvedad expresa de que hay algo más: un sentimiento de solidaridad cristiana, al que aludía el Sr. Aguirre, y que hace que nosotros deploremos singularmente la muerte del hombre, que ha venido a fallecer en el seno de nuestra fe, de esa fe que, salvando todas las excepciones, por numerosas y respetables que sean, es el norte hacia el cual, instintivamente, se vuelven las miradas y los pasos de España y de los españoles en las horas críticas de dolor de la Historia y de la vida.

Pero se ha hablado aquí de algo más. Han salido, como decía, a relucir principios, actuaciones, idearios políticos, y se ha hablado de Maciá como personificación de esos principios y de esas actuaciones políticas, y nosotros, que nos hemos asociado a ese dolor, y consecuentemente a las manifestaciones de ese dolor, no podemos asociarnos a nada que pueda significar ni coincidencia remota con esos principios y actuaciones, y lógicamente, extremando hasta el límite la cortesía, por las circunstancias de dolor en que os dirijo la palabra, cuidaremos muy mucho de sumarnos a nada que pueda representar homenaje a esos principios, a esas actuaciones, ni homenaje a la propia personificación de esos principios y esa política en el difunto Sr. Maciá. (Muy bien en la minoría popular agraria.)

Como digo, no es esta la ocasión, porque he querido apartar de mis palabras toda intención polémica, de entrar a definir actitudes y criterios políticos; pero nosotros no podemos borrar ni una tilde, no podemos olvidar ni un acento de aquellas fórmulas escritas o habladas en que se ha condensado algo, en que para nosotros está todo nuestro corazón y aún algo más: un criterio de razón, para nosotros inexpugnable, y por lo tanto invariable a la vez.

Cierra España.

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Miguel de Unamuno - Diario de Sesiones, Junio de 1932

Estas autoridades de la República han de tener la obligación de conocer el catalán. Y eso, no... Si en un tiempo hubo aquello, que indudablemente era algo más que grosero, de «hable usted en cristiano», ahora puede ser a la inversa: «¿No sabe usted catalán? Apréndalo, y si no, no intente gobernarnos aquí.»... La disciplina de partido termina siempre donde empieza la conciencia de las propias convicciones.

Luis Araquistáin,socialista publica en abril de 1934

"En España no puede producirse un fascismo del tipo italiano o alemán. No existe un ejército desmovilizado como en Italia; no existen cientos de miles de jóvenes universitarios sin futuro, ni millones de desempleados como en Alemania. No existe un Mussolini, ni tan siquiera un Hitler; no existen ambiciones imperialistas, ni sentimientos de revancha, ni problemas de expansión, ni tan siquiera la cuestión judía. ¿A partir de qué ingredientes podría obtenerse el fascismo español? No puedo imaginar la receta".

Alejandro Lerroux, Mis memorias.

“La verdad es, lo he publicado antes de ahora, que el país no recibió mal a la dictadura, ni la dictadura hizo daño material al país. Es decir, no gobernó peor que sus antecesores. Les llevó la ventaja de que impuso orden, corto la anarquía reinante, suprimió los atentados personales, metió el resuello en el cuerpo de los organizadores de huelgas y así se estuvo seis años. Nunca la simpatía personal ha colaborado tan eficazmente en formar de un gobernante como el caso de Primo de Rivera, [...]”

Alejandro Lerroux, Mis memorias.

Frente Popular (Febrero 1936 - Marzo 1939)



Calvo Sotelo, sesion del 16 de junio de 1936.

"España vive sobrecogida con esa espantosa úlcera que el señor Gil Robles describía en palabras elocuentes, con estadísticas tan compendiosas como expresivas; España, en esa atmósfera letal, revolcándose todos en las angustias de la incertidumbre, se siente caminar a la deriva, bajo las manos, o en las manos —como queráis decirlo— de unos ministros que son reos de su propia culpa, esclavos, más exactamente dicho, de su propia culpa...
Vosotros, vuestros partidos o vuestras propagandas insensatas, han provocado el 60 por 100 del problema de desorden público, y de ahí que carezcáis de autoridad. Ese problema está ahí en pie, como el 19 de febrero, es decir, agravado a través de los cuatro meses transcurridos, por las múltiples claudicaciones, fracasos y perversión del sentido de autoridad desde entonces producidos en España entera.
España no es esto. Ni esto es España. Aquí hay diputados republicanos elegidos con votos marxistas; diputados marxistas partidarios de la dictadura del proletariado, y apóstoles del comunismo libertario; y ahí y allí hay diputados con votos de gentes pertenecientes a la pequeña burguesía y a las profesiones liberales que a estas horas están arrepentidas de haberse equivocado el 16 de febrero al dar sus votos al camino de perdición por donde os lleva a todos el Frente Popular".

La memoria analfabeta es muy peligrosa

Pérez-Reverte se embala. No es que le duela España, es que le indigna su incultura, su falta de espíritu crítico. Se revuelve porque, dice, un país inculto no tiene mecanismos de defensa, y “España es un país gozosamente inculto”. Tiene el escritor en la punta de los dedos las batallas, los hombres, las tragedias que han hecho la historia para apuntalar sus argumentos.

- Mi memoria histórica tiene tres mil años, ¿sabes?, y el problema es que la memoria histórica analfabeta es muy peligrosa. Porque contemplar el conflicto del año 36 al 39 y la represión posterior como un elemento aislado, como un periodo concreto y estanco respecto al resto de nuestra historia, es un error, porque el cainismo del español sólo se entiende en un contexto muy amplio. Del año 36 al 39 y la represión posterior sólo se explican con el Cid, con los Reyes Católicos, con la conquista de América, con Cádiz... Separar eso, atribuir los males de un periodo a cuatro fascistas y dos generales es desvincular la explicación y hacerla imposible. Que un político analfabeto, sea del partido que sea, que no ha leído un libro en su vida, me hable de memoria histórica porque le contó su abuelo algo, no me vale para nada. Yo quiero a alguien culto que me diga que el 36 se explica en Asturias, y se explica en la I República, y se explica en el liberalismo y en el conservadurismo del XIX... Porque el español es históricamente un hijo de puta, ¿comprendes?.

Arturo Pérez-Reverte