La llamada guerra del treinta y seis en España es en el resto de Europa y Estados Unidos una guerra olvidada, para muchas completamente desconocidas. Sin embargo, cualquier historiador del Bf109, y de la aviación de aquella época, cometerá un tremendo error si deja de lado este evento. La razón es que en los cielos de España se fraguaron los aviones, las tácticas y las estrategias que luego serían norma en la Segunda Guerra Mundial.
En el caso que nos ocupa, los prototipos del Bf109 fueron empleados durante la contienda, así como los primeros modelos Bf109b de producción, lo que dio lugar a que el avión fuese probado y afinado, convirtiéndose para 1940 en el moderno Bf109e, llamado Emil por los pilotos, y que no tenía rival en el aire, excepción hecha del Spitfire. Además, los pilotos pudieron conocer en detalle las características de vuelo de tan novedoso avión, información que pudo ser empleada para mejorar las tácticas de combate aéreo, algo que se mostraría muy valioso en el futuro.
Uno de los pilotos que experimento con los aparatos durante la guerra civil fue Werner Molders estudió en la Escuela Militar de Dresden y obtuvo en 1934 su grado de suboficial. En los exámenes para ingresar a la Luftwaffe, clandestina por entonces, requirió de esfuerzos y tenacidad especiales para vencer el mareo que sentía al abordar los aparatos de entrenamiento en tierra, destinados a medir la resistencia del candidato a piloto en los movimientos del vuelo. Se dice que nunca controló el mareo del todo, pero lo asimiló hasta volverlo parte de la experiencia de volar
Participó con la Legión Cóndor en España, con la que Hitler apoyó a Franco y los Nacionales, en un ensayo general de los procedimientos, tácticas y equipo que utilizaría mas tarde en la Segunda Guerra Mundial.
Ahí Molders conoció un nuevo tipo de mareo, la sensación que se apodera del piloto que derriba por primera vez a un adversario; una sensación pesada y de sentimientos encontrados, difícil de manejar para la mayoría. Por ello acostumbraba estar cerca para respaldar a quienes pasaban por esa primera experiencia, y por ello, pronto recibió el apodo de "Vati" ("Papi"), en apreciación de ese tipo de dotes paternales.
Molders, sin embargo, encabezó la lista de ases aéreos de la Guerra Civil Española, al tiempo que desarrolló la formación de combate "schwarm", integrada por dos parejas independientes de cazas, en lugar de la formación básica de tres aviones utilizada hasta entonces de manera general en todo el mundo. Así, estableció las técnicas de combate que serían generales en la Luftwaffe desde entonces (y que serían adoptadas por todas las fuerzas aéreas del mundo), que aprovechaban las capacidades de los cazas monoplanos, ya muy diferentes a los aparatos utilizados durante la Primera Guerra Mundial.
Capacitar a los pilotos en esas nuevas técnicas fué la labor del Capitán Molders desde su regreso de España a principios de 1939 hasta el inicio de la Guerra Mundial en septiembre de ese mismo año.
fue el primer piloto en superar la marca de 80 derribos impuesta en la Primera Guerra Mundial por Manfred Von Richtoffen (El Barón Rojo), y el primero en alcanzar 100 victorias; recibió los Diamantes para su Cruz de Caballero y con 115 victorias fué destinado a operaciones en tierra para no arriesgar su experiencia y prestigio, concesiones que muestran con claridad la perspectiva alemana de la guerra en ese momento, que podía permitirse el lujo de desactivar a sus mejores pilotos con el fin de protegerlos, una vez que se consideraba cumplida su contribución directa a la guerra. Algo que pronto habría de abandonarse.
Cierra España.
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