La guerra fría, y más tarde la desaparición de la URSS engendraron una colosal industria del “desenmascaramiento de los mitos y crímenes del Stalinismo”, en la que cooperaban y continúan cooperando unidos y en beneficio mutuo, los más diversos representantes de la ideología burguesa; desde los funcionarios de los servicios imperialistas de seguridad, pasando por profesores de Harvard, hasta la enorme y amorfa masa de anticomunistas de izquierdas, así como de trotskistas y anarquistas..
Desde comienzos de los 90 esta enorme maquinaria, perfectamente engrasada con el dinero, proveniente de centenares de fundaciones, con carreras científicas y periodísticas, y con el beneplácito de la opinión pública burguesa, consiguió el acceso a los fondos a los archivos estatales y del partido de la destruida URSS.
Parecía haber llegado el largamente esperado “momento de la verdad”, ahora, confiaban los anticomunistas, podremos averiguar todos los obscuros secretos del Kremlin. Sus esperanzas no se vieron refrendadas. No pudieron hallar ningún terrible secreto entre esos archivos. Al contrario, en base al estudio de los nuevos datos obtenidos, creció una generación entera de historiadores americanos revisionistas, que echaban por tierra los trabajos de los mastodontes de la historiografía anticomunista como: Conqvist, Peyps, Maliya, Solzhenitsin, Fidges y otros muchos.
Con grandes dificultades, comienza a abrirse paso el estudio, de los auténticos, no inventados, planes criminales de sabotaje, dirigidos contra el primer estado de obreros, tanto desde dentro, como desde fuera. Podemos por ejemplo comprender el cada vez más terrible cuadro de los planes de la camarilla militar americana, de utilizar su monopolio sobre arma nuclear para el aniquilamiento de los pueblos de la URSS, en el periodo inicial de la guerra fría, y de los pasos emprendidos por el gobierno de Stalin para repeler esa terrorífica amenaza.
Por desgracia, hasta ahora no habíamos tenido la oportunidad de dar a conocer a nuestros lectores siquiera los acontecimientos más relevantes del periodo soviético en los últimos 10-15 años. Haremos sin falta un recorrido por la nueva y última literatura científica, que arroje nueva luz sobre los mitos del anti Stalinismo, que durante mucho tiempo tuvieron el status de autenticidad. En concreto estamos preparando una serie de materiales donde se analiza la relación de George Orwell con el servicio secreto británico, algo que ha salido a la luz hace unos años. Con el nombre de Orwell está relacionada la reseña del libro de Ronald Radosh * “España traicionada” que les ofrecemos en este número.
Esta escrita por el profesor Grober Ferr del college americano Montclarion, y publicada en la revista de crítica literaria de orientación marxista “Cultural logic”. Grober Ferr, activista del progresista partido del trabajo, asumió la tarea de analizar uno de los más influyentes mitos del anticomunismo, que recibió gran difusión gracias al libro de Orwell “Homenaje de Cataluña”, donde se nos presenta a la URSS como estranguladora de la revolución española.
Lógicamente con esta reseña solo se pretende dar un pequeño paso dentro de la labor de recuperación de la verdad histórica sobre el papel de la URSS en la Guerra Civil Española. Sería necesaria una investigación mucho más amplia de este periodo. Un trabajo que sin duda daría para un extenso libro, basado en los datos de los archivos. Sería necesario el concurso de un historiador marxista, que dominase por igual la técnica de investigación histórica, al tiempo que tuviese una clara comprensión de las cuestiones políticas y teóricas. Pero el artículo de Ferr es valioso en el sentido de acercamiento metodológico a la investigación, ya que nos ofrece un estupenda imagen de los métodos de la historiografía burguesa de la URSS y del movimiento comunista, de la mecánica de falsificación del pasado, o como lo denomina el propio Ferr sobre la “estrategia retórica del anticomunismo”.
Sin duda la tarea de desenmascarar esta falsificación, tiene una enorme significación dentro de la lucha ideológica que acontece en la etapa actual. Uno de los méritos de Ferr consiste en no limitarse con el análisis del libro de Radosh. Ferr comprende que los libros no se crean únicamente por sus autores, sino que interviene toda la maquinaria de producción de conocimiento, incluyendo publicaciones científicas, editoriales, reseñas críticas, fondos.
Por eso centra su atención en el medio de los críticos, que dieron su aquiescencia al libro falsificador de Radosh, confiriéndole una aureola de publicación histórico-científica. Al tiempo que valoramos altamente el trabajo de Ferr en la tarea de desenmascarar los “mitos del anti Stalinismo”, conviene tomar con precaución algunas de las acusaciones que lanza, sin ninguna base demostrable, como la de los “contactos de Trotsky con el gobierno japonés”, o la apresurada aceptación de los testimonios, conseguidos recurriendo a la tortura (“el complot de Tujachevsky”).
Confiemos en que la escrupulosidad científica, que Ferr exige del historiador burgués de la URSS, no le traicione a él mismo en su polémica con los Trotskistas. La redacción expresa su agradecimiento a Yuri Zhilovets por la fantástica y operativa traducción de este material.
A. Baumgarten.
Cierra España.
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