lunes, 7 de diciembre de 2009

SUCESOS EN 1933.17ª parte.

Movimiento revolucionario anarco-sindicalista en varias partes de España


ABC, 14 de diciembre de 1933

Informes oficiales. El ministro de la Gobernación dice que la situación está totalmente despejada

El Sr. Rico Avello manifestó ayer que la situación estaba totalmente despejada. La tranquilidad es completa en todo el país.

En Zaragoza, ayer por la noche, volvieron a tirotear desde los tejados de varias casas de los arrabales. Se supone que son seis o siete individuos que se dedican a producir alarma disparando únicamente para poner en jaque a la fuerza pública. El gobernador ha dado orden de que no se conteste a los disparos, y supongo -añadió el ministro- que la situación quedará normalizada, porque se va a realizar una operación policíaca encaminada a detener a los revoltosos que quedan.

En Córdoba está también despejada la situación, e igualmente en La Coruña, donde no ha habido novedad.



Del descubrimiento de depósitos de bombas en Gijón

Esta noche pasada -añadió el ministro- se ha prestado en Asturias un servicio excelente. Guardias civiles y de Asalto supieron que en Gijón, en el barrio obrero denominado Pumarín, distante dos kilómetros de la ciudad, se preparaba una intentona. Las fuerzas fueron recibidas a tiros, pero consiguió dominar la situación y detener a los revoltosos sin producir ni un herido. Estrechados a preguntas los detenidos, confesaron que se hallaban encargados de custodiar una cueva, en la cual se halló un verdadero arsenal de bombas. Uno de estos sujetos confesó que en el domicilio de un tal Enrique Fernández, que vive en Gijón, en la calle de Cifuentes, número 5, había también un depósito de armas y municiones. Practicado un registro fueron halladas ocho bombas grandes, 10 más cargadas de metralla; 16, de tamaño menor; 60 de las llamadas de piña; 450 cartuchos de dinamita, ocho kilos de clorato, varios paquetes de sustancias que se están analizando ahora, algunos otros paquetes más de sustancias desconocidas, 60 metros de mecha gruesa y 20 metros de mecha delgada.



En La Felguera se preparaban graves atentados

Además de este servicio, que como ustedes ven es uno de suma importancia, en La Felguera, pero también anarcosindicalista, se supo que iban a cometerse actos de sabotaje en una línea eléctrica de alta tensión, de 5.000 voltios, que distribuye energía a numerosas poblaciones de Asturias, y que, según creo, la suministra también para el ferrocarril del Norte. Cuando se disponían a colocar bombas, y en la línea férrea, fueron detenidos siete sujetos. Ya habían colocado dos bombas con mecha en un poste y siete más en distintos lugares. Confesaron además los detenidos que también habían colocado explosivos en la línea del ferrocarril de Langreo. Los artefactos fueron recogidos por la fuerza pública.

En Candás se practicaron varios registros domiciliarios, el resultado de los cuales fue la recogida de varias armas y municiones. Se detuvo a seis individuos, y a estas horas están convictos y confesos de haber colocado explosivos en el ferrocarril de Carreño a Gijón.

Como ustedes ven -siguió diciendo el señor Rico-, todos los días se descubren pequeños focos en distintos puntos de España. El movimiento que se preparaba no ha llegado a tener toda la importancia que se proponían los revoltosos, gracias a las previsiones del Gobierno, pues puedo asegurar que, de no habernos preocupado de seguir con toda atención los manejos de los revolucionarios, su intentona hubiera tenido una resonancia enorme.

En la relación de las víctimas causada por los revolucionarios figuran diez guardias civiles muertos y numerosos heridos.

Agregó el ministro que se estaba haciendo una relación de las víctimas ocasionadas por los insurgentes.

-Desde luego, hay diez guardias civiles muertos y numerosos heridos.

El Gobierno se propone recompensar los esfuerzos realizados, tanto por los elementos militares de fuerza pública como por los obreros ferroviarios, que han trabajado abnegada y heroicamente. En esta recompensa habrá, naturalmente, una graduación, que estará en relación con los servicios prestados por cada uno. Ya está también redactado el decreto que equipara los sucesos a hechos de guerra, para beneficios de las víctimas.

A preguntas de un periodista dijo que el conflicto de camareros se halla en manos del ministro de Trabajo, y expuso su impresión favorable a la resolución de la huelga.

Después dijo que se mostraba satisfecho de la actuación de la fuerza pública, que actúo con ponderación, serenidad y prudencia, y que ha obedecido ciegamente las órdenes recibidas. Es de señalar la actitud del Ejército en los servicios auxiliares que ha prestado con todo entusiasmo y magnífico espíritu, dándose por primera vez el caso en la República de que los militares hayan actuado directamente bajo las órdenes del Poder civil. Este debe ser un motivo de honda satisfacción para todos los españoles.

La represión en Villanueva de la Serena se ajustó a la ley, dentro de la mayor prudencia

-Dos compañeros de ustedes -continúo- me han visitado para pedirme detalles de lo ocurrido en Villanueva de la Serena. Parece ser que este asunto ocupa preferentemente la atención. Yo les he dicho que no hay derecho a informar deformando la realidad. El caso fue tratado con la máxima prudencia. Desde aquí se dieron órdenes a la fuerza para que en todo momento procurase capturar a los revolucionarios, a fin de poderlos entregar a la acción de la Justicia.

La fuerza resistió pacientemente hora tras hora el fuego incesante de los rebeldes. Yo tengo aquí el informe del jefe que mandaba la fuerza, que es el del 11.º Tercio de la Guardia Civil, de Badajoz, don José Fernández Mijares, que, coincidiendo con los que me ha facilitado el gobernador civil y varios diputados republicanos que visitaron el lugar de los sucesos, denotan que se procedió con la mayor paciencia posible, con toda cautela y de acuerdo con las órdenes emanadas desde aquí cada media hora. Además, allí ha actuado un juez constantemente, y, por tanto, las actuaciones judiciales harán ver a todos la realidad de lo ocurrido.

Yo, por mi parte, tengo la conciencia tranquila, pues me ha desvelado por que no ocurriese nada que pudiese suponer ensañamiento de la fuerza pública, y estoy seguro de que no ha ocurrido tal cosa.

Este caso no admite parangón con ningún otro. No hay, según dijo ayer el presidente del Consejo, paridad posible.

Manifestó, por último, que a las tres y media de la tarde entraría en Madrid, por el puente de Segovia, el cadáver del sargento muerto por los revolucionarios en Villanueva de la Serena, a cuyo entierro tenía el propósito de asistir.

-Después del entierro -agregó- asistiré al Parlamento, donde no sé si tendré que hablar, lo que lamentaría, porque, ocupada mi atención en los sucesos ocurridos estos días, no he podido leer detenidamente los expedientes electorales que obran en mi poder y los datos verbales que me dieron que están ya un poco borrados de mi memoria.

Manifestaciones del ministro de la Guerra. La admirable labor del Ejército en el actual movimiento. Cómo se desarrolló el asedio en Villanueva de la Serena.

El ministro de la Guerra recibió a las dos de la tarde a los periodistas, ante los cuales hizo las siguientes manifestaciones, en respuesta a distintas preguntas de éstos:

-El movimiento anarcosindicalista tiende a su fin. Podrá haber algún chispazo suelto, cosa natural en un marco tan extenso como el de la actual revuelta, de tan profundas como dilatadas ramificaciones, pero será rápida y enérgicamente sofocado.

Refiriéndose al triste episodio de Villanueva de la Serena, el señor Iranzo dijo:

-La actitud del sargento Sopena respondía, más que a su carácter exaltado y a sus ideas extremas políticas, a ciertos antecedentes clínicos, que le consideraban como un enfermo mental. Desde que ingresó en el servicio fue conocido por su temperamento rebelde y extremoso, estado que hubo de acentuarse al recibir en Africa, en ocasión de pertenecer a las fuerzas del Tercio, un balazo en la cabeza. En Algeciras, adonde fue destinado a su salida de Marruecos, también dio muestras de esa anormalidad. No sabía yo que había estado destinado aquí, en el ministerio, hace pocos meses; pero es indudable que se trataba de un espíritu exaltado, siempre rebelde a las normas de obediencia y respeto de la disciplina militar.

El detalle de lo ocurrido en el asedio de la casa-convento no ha podido sorprender al Gobierno, y menos a mí, que seguí paso a paso las vicisitudes de la lucha desarrollada en todo momento por parte de las fuerzas atacantes, con la mayor prudencia dentro del rigor que las circunstancias imponían. En las veintitantas horas que duró el ataque -añadió el Sr. Iranzo- no perdí el contacto con el coronel jefe de la Guardia Civil que mandaba la columna organizada para reducir a los sediciosos de Villanueva de la Serena. Por cierto que el mando de estas fuerzas del Ejército y de la Guardia Civil y Seguridad convinimos en que fuera ejercido por el citado coronel, ya que en dicha agrupación había buen número de ellas que pertenecían a este Instituto y tenían un mayor conocimiento de las circunstancias en que se realizaba el asedio.

Más de treinta veces estuve hablando por teléfono con el jefe de las fuerzas que mantenían el cerco de la Caja de Recluta. De forma que la acción de las tropas tuvo en todo momento el conocimiento y aprobación de las autoridades superiores, atentas a cortar con la debida prudencia, pero con toda energía, aquel tenaz foco de sedición y de violencia que ya había costado la vida a unos cuantos defensores de la fuerza pública.

No ha habido hasta ahora que lamentar una sola baja en las fuerzas del Ejército que están ayudando a las de Orden Público a sofocar el movimiento. La conducta admirable de las tropas me tiene verdaderamente entusiasmado. Su colaboración no ha podido ser más efectiva y entusiasta, en todo momento y en todas las categorías. El Ejército ha puesto estos días de revuelta bien de manifiesto sus virtudes, y el Gobierno y el ministro de la Guerra se complacen en ponerlo de manifiesto. Y no sólo la misión del Ejército se ha reducido a cumplir con exactitud, lealtad y obediencia las órdenes de la superioridad, sino que se ha excedido en el cumplimiento de su deber, ofreciendo iniciativas, haciendo propuestas para ayudar al Poder público en poner término a la revuelta; iniciativas que jamás eran puestas en ejecución sin previa consulta y confirmación, pero que demuestran un espíritu de adhesión y de sacrificio que en estos momentos hay que poner bien de relieve, porque han sido muchos, y muy abnegados, los servicios prestados por nuestras tropas; bien es verdad que respondiendo a la admirable y heroica conducta de las fuerzas de Orden Público.

Este espíritu del Ejército lo he podido apreciar mejor porque creo que no ha quedado jefe de división o comandante militar con el cual no haya estado en comunicación, y en todos he encontrado ese deseo de colaborar en la obra de poner fin al actual movimiento. Aquí, al pie de este teléfono, hemos permanecido de guardia tres o cuatro ministros durante tres noches, y otros tantos o el resto en el ministerio de la Gobernación. Durante ese tiempo ningún ministro ha dormido en su casa. El movimiento ha sido duro e intenso, en proporciones tales que da lugar a reflexionar, porque no se comprende la cantidad de los elementos destructores que se han reunido y el número y extensión de los hombres movilizados sin una ayuda o colaboración de ciertos sectores ciudadanos incorporados a la violencia. Por lo cual el Gobierno que nos suceda habrá de estudiar la importancia de esas ramificaciones y su anulación.

Yo creo que la vida del Gobierno terminará antes de fin de semana, sin que pueda concretar la fecha. Verdad es que pocas veces se habrá dado el caso de que la mayor popularidad de un Gobierno acompañe a su etapa final cuando tiene contados los días; pero, sofocado en sus principales focos el movimiento anarcosindicalista -terminó diciendo el ministro de la Guerra, Sr. Iranzo-, el levantamiento de los estados de alarma y de prevención puede ser inmediato, y entonces habrá llegado el momento de abandonar estos puestos satisfechos de haber cumplido con nuestro deber.

Declaraciones del ministro de Obras Públicas acerca de lo ocurrido en las obras del ferrocarril de enlace y del origen de la catástrofe de Puzol.

El ministro de Obras Públicas, al recibir a los periodistas, les hizo la siguientes manifestaciones:

-En los trenes está ya todo normalizado. Solamente aquí, en Madrid, en el túnel de Hormaeche y Agromán, se han repartido unas hojas en las que se llama traidores a los dirigentes de la U.G.T. y se invita a abandonar el servicio. Actualmente trabajan unos y otros no, y no va a haber más remedio que tomar una resolución.

Sobre las manifestaciones que hizo en la Cámara ayer el diputado comunista Sr. Bolívar respecto a no saberse si fue bomba o corte de vía la causa de la catástrofe ferroviaria en Puzol, tengo que decirles a ustedes que el comisario del Estado en la Compañía del Norte, el ingeniero Sr. Estibau, que está allí dirigiendo los trabajos de salvamento, aún no me ha remitido el informe, pero sí sus primeras impresiones. Y en ellas me dice que en un espacio de catorce metros hay varios vehículos de los grandes formando un solo bloque, quedando entre ese montón informe varios cadáveres. Cuando se crea que no quede ninguno, se pegará fuego a ese material para dejar la vía libre. Dicho ingeniero me dice también que está plenamente convencido, por haberlo visto comprobado, que la causa del accidente no fue por la explosión de ninguna bomba, sino que se quitó, desbridándolo un carril, lo que indica que los autores del hecho tienen conocimiento del oficio.

Terminó el Sr. Guerra del Río manifestando que su impresión era que el movimiento está totalmente terminado.

Cierra España.

SUCESOS EN 1933.16ª parte.

«El Debate» fija la posición de los católicos ante el régimen. «Siempre que queden a salvo los derechos de Dios y de la conciencia cristiana los católicos españoles... no pueden encontrar dificultad... en avenirse con las instituciones republicanas»


El Debate, 14 de diciembre de 1933

Los católicos y la República

Amigos del actual Gobierno, fervorosos defensores de la República que quisieran ensanchar su área de sustentación, gentes de izquierdas empeñadas, por el contrario, en cerrar el camino a las derechas, o en invalidar y quitar eficacia al triunfo magnífico de éstas, vienen pidiendo, y en los últimos tiempos con apremios reiterados, que la derecha española defina, con claridad su política. Más precisamente: su posición respecto de la República. Una vez más debemos decir que no comprendemos, no podemos comprender por qué se tacha de equívoca una conducta que es la claridad misma, hoy, y ayer, y desde hace, por lo menos, dos años. Conducta clara, volvemos a decir. Y agregamos estos calificativos: leal y patriótica.

Conste, ante todo, que cuando hablamos de «política de derechas» queremos decir «política de católicos, y en cuanto católicos». A nadie pueden extrañar estas palabras... ¡Si la política del anterior bienio ha versado principalmente sobre materia religiosa! Los Gobiernos, al dictado de la Masonería, han inferido a la Iglesia todo el daño que pudieron, aunque, por tales modos, a la vez dañaran al Estado, a la República y a la Nación. Los católicos españoles, por ello, han tenido que hacer, también, política religiosa: política de defensa de la Iglesia de la convicción católica y nacional, suborninando a tan primario deber toda suerte de compromisos y particulares opiniones.

Y al proceder así, han seguido fidelísimamente los principios y normas de la Iglesia, que León XIII precisó y definió en situaciones análogas -por no decir idénticas- a la de España en nuestro tiempo, planteadas en el último tercio del siglo XIX en muchas naciones europeas y americanas; normas y principios repetidos y recordados, tras el advenimiento de la República, por el Episcopado español y por Su Santidad el Papa. Una vez más repetiremos los textos:

«Con aquella lealtad, pues, que corresponde a un cristiano, los católicos españoles acatarán el Poder civil en la forma con que de hecho exista.»

«Aportarán su leal concurso a la vida civil y pública.»

«Aunque no puedan aprobar lo que haya actualmente de censurable en las instituciones políticas, no deben dejar de coadyuvar a que estas mismas instituciones, cuando sea posible, sirvan para el verdadero y legítimo bien público.»

«Sin mengua, pues, ni atenuación del respeto que al Poder constituido se debe, todos los católicos considerarán como un deber religioso y civil... cambiar en bien las leyes injustas y nocivas, dadas hasta el presente, seguros de que, obrando con rectitud y prudencia, darán con ello prueba de inteligente y esforzado amor a la Patria, sin que nadie pueda con razón acusarles de sombra de hostilidad hacia los poderes encargados de regir la cosa pública» (De la «Declaración colectiva del Episcopado español», de diciembre de 1931.)

Los católicos españoles han seguido las normas de actuación señaladas en los párrafos precedentes. Y para honor de ellos ha escrito Pío XI estas clarísimas palabras:

«... la gran mayoría del pueblo español..., no obstante las provocaciones y vejámenes de los enemigos de la Iglesia, ha estado lejos de actos de violencia y represalia, manteniéndose en la tranquila sujeción al Poder constituido.»

No se diga que en los textos transcritos se habla del Poder, mas no de la forma de gobierno. Dícese en uno de ellos: «el Poder en la forma con que de hecho exista». Pero hay textos harto más precisos y por entero inequívocos y concluyentes, los cuales hasta la saciedad prueban que la República, por ser República, no puede ni debe inspirar sentimientos hostiles a la Iglesia ni a los católicos, por ser católicos.

«Todos saben -dice el Papa actual, en la Encíclica «Dilectissima Nobis»- que la Iglesia católica, no estando bajo ningún aspecto ligada a una forma de gobierno más que a otra, con tal que queden a salvo los derechos de Dios y de la conciencia cristiana, no encuentra dificultad en avenirse con las diversas instituciones civiles, sean monárquicas o republicanas...»

Los católicos, por tanto, tampoco pueden encontrar dificultar en avenirse con las instituciones republicanas, y como ciudadanos y como creyentes están obligados a prestar a la vida civil su leal concurso. Sin duda, puede haber, y en España los hay, católicos que profesan opiniones políticas, particulares, adversas al régimen republicano. Ello es lícito y respetable; mas ni de su sentir ni de su pensamiento de católicos podrán derivar esa hostilidad al régimen republicano, ni les será lícito establecer incompatibilidad de ninguna especia entre los derechos e intereses de la Iglesia y la forma republicana.

Pero surge una cuestión práctica. Aunque la Iglesia no sea incompatible con la República -tampoco, por consiguiente, con la República española-, ¿no será, precisamente, esta segunda República de España la que se haga y declare incompatible con la Iglesia católica? ¡Ah! Hasta ahora, la Constitución, las leyes fundamentales y el espíritu de la obra de gobierno han estado inspirados en un anticatolicismo casi frenético; de suerte que hay derecho -dice Pío XI en el documento citado antes- «a atribuir la persecución movida contra la Iglesia católica... al odio que contra el Señor y contra su Cristo fomentan sectas subversivas de todo orden religioso y social...»

Pero faltaríamos a la verdad si dijéramos que son esos los sentimientos de todos los republicanos españoles, o desconociéramos que no pocos de ellos -y algunos de los de mayor relieve- quieren rectificar la política sectaria; unos, porque sus convicciones religiosas les hacen desear la paz con la Iglesia; otros, porque patrióticamente anhelan una concordia nacional. Urge, pues, la demostración, con palabras y actos de Gobierno, de que dentro de la República española puede la Iglesia vivir vida digna, respetada en sus derechos y en el ejercicio de su misión divina. Si así se restaura la justicia, y los católicos españoles pueden eficazmente «trabajar por el honor de Dios, por los derechos de la conciencia y por la santidad de la familia y de la escuela» -palabras dichas anteayer por Su Santidad a unos peregrinos españoles-, seguramente harán «renuncia generosa -sigue hablando el Papa- de sus ideas propias y particulares en favor del bien común y del bien de España».

Y a tales palabras no queremos añadir sino estas otras:

En resumen, y por emplear las mismas palabras del Papa en la «Dilectísima Novis», siempre que queden a salvo los derechos de Dios y de la conciencia cristiana, los católicos españoles, en cuanto tales, no pueden encontrar dificultad, puesto que el Papa no la encuentra, en avenirse con las instituciones republicanas.

Cierra España.

SUCESOS EN 1933.15ª parte.

Un plebiscito aprueba en el País Vasco el proyecto de Estatuto. La mayoría más fuerte se da en Vizcaya. La menor en Alava.


El Debate, 6 de noviembre de 1933

En Vizcaya vota a favor un 70 por 100 del censo electoral; en Guipúzcoa, un 75, y en Alava, un 60 por 100, según los datos conocidos. Era preciso un 66,66 por 100 del censo del País Vasco. Los diez distritos de Bilbao dieron un 100 por 100 de votos favorables al Estatuto. Lo mismo sucedió en varios pueblos de Guipúzcoa. En Eibar los socialistas retiraron la intervención antiestatutista, y votaron.

Cierra España.

SUCESOS EN 1933.14ª parte.

«El Debate» comenta el triunfo derechista en las elecciones a diputados. «El voto del domingo se ha emitido, ante todo y sobre todo, contra la política sectaria de los gobiernos de estos dos años últimos»


El Debate, 21 de noviembre de 1933

Elecciones ejemplares las de anteayer. Por el número de votantes, porque la enorme masa se ha movilizado para votar ideas y no personas, por la libertad con que, en general, se ha votado. El pueblo español puede sentirse legítimamente orgulloso.

Esa es España

Las consecuencias de la elección desarrollada, por esos términos y modos, se traduce en que de las urnas ha salido un resumen de lo que España es. No conocemos en el momento de escribir los datos exactos, definitivos, de la jornada. Bastan los ya seguros. Ellos arrojan unos ciento veinticinco diputados para la derecha; unos cincuenta para los socialistas; una cantidad igual para los republicanos radicales, y pequeñas cifras para otros grupos del izquierdismo. Y nadie puede dudar de que España se parece mucho al conjunto de esos sumandos: una gran mayoría católica, una fuerza no despreciable afecta al socialismo, siquiera sea debida principalmente a las organizaciones de carácter sindical, una minoría de hombres de izquierda, restos del viejo anticlericalismo del siglo XIX, movidos por la masonería. Porque no hay que olvidar que han de computarse justamente como católicos muchos de los votos emitidos en favor de candidaturas que no son estrictamente de derecha. A lo que aquí designamos con el nombre de derecha hay que agregar, en este orden, a los republicanos conservadores y a los progresistas, a bastantes de los que han votado al partido radical, y aun nos atrevemos a decir que a no pocos de los que, guiados solamente por un interés de clase, entregan sus sufragios al socialismo.

Si atendemos a las proclamas, a los discursos, a toda la agitación espiritual que ha precedido a las elecciones, el voto del domingo se ha emitido, ante todo y sobre todo, contra la política sectaria de los Gobiernos de estos dos años últimos. En segundo término, ha significado la repulsa contra la política socialista que ha dañado, en las reformas llevadas a efecto, legítimos derechos de la propiedad y del trabajo nacional. Y, por último, hay que ver en él la protesta contra la arbitrariedad, la crueldad y el despotismo con que en el ya aludido período se ha fomentado el desgobierno. Esa es, y no otra alguna, la significación de las elecciones. E importa mucho que se vea claro desde las alturas cuál es la palabra que España ha pronunciado el domingo, para no olvidarla y para no confundirse.

La situación política

Comprendemos que esto determina una situación política delicada. El pueblo acaba de votar contra determinados artículos de la Constitución, contra algunas leyes constitucionales, contra muchas prácticas y actos de Gobierno, contra la tendencia manifestada desde el Poder en el último bienio. En algunas materias puede significar este voto una desviación, una rectificación; pero en otras, quiere decir sencillamente una marcha atrás, una invitación, rotunda y clara, a desandar lo andado. Y es indudable que esa gran fuerza, al manifestarse así, les quita ambiente a los que han gobernado hasta ahora y no robustece en nada su posición política. Su estabilidad, por ello, sufre y flaquea. Mas, a pesar de lo que decimos, hecho que no hay más remedio que reconocer si serenamente se considera la situación, no creemos que de momento se haya creado ningún problema político grave, ni que exista peligro alguno que amenace la tranquilidad pública.

No ignoramos que por la izquierda acechan y maniobran quienes pretenden aprovechar la interinidad del Gobierno, y desearían llevar a la calle el pleito que acaban de perder en las urnas. Pero el Gobierno debe estar completamente tranquilo, y puede estarlo si sigue cumpliendo como hasta ahora su misión de guardar el orden público. La paz y el orden están, en realidad, garantizados. Creemos que al Gobierno le basta con las fuerzas específicamente destinadas a mantener la seguridad. Pero si, lo que no esperamos, en algún momento necesitase el concurso moral de la Nación entera para reprimir con energía cualquier conato de alteración de la paz pública, no vacilamos en decir que este concurso le sería prestado.

No creemos, en consecuencia, que hoy por hoy exista problema alguno en lo que se refiere al orden material. Mantenido éste, no le queda al Gobierno otro papel que concluir de llevar a cumplido término la misión para que advino. Y esta misión, a nuestro juicio, no concluye hasta la definitiva constitución del nuevo Parlamento. Antes, de ningún modo. Y es deber de los gobernantes actuales permanecer firmemente en su puesto hasta llenar su tarea, y deber de todos facilitarles el camino.

La solución futura

Una vez el Parlamento constituido, se planteará indudablemente una crisis política de solución nada fácil. Todo augurio podría resultar tan prematuro, tan temprano, que habría de caer forzosamente en la temeridad. Entre otras razones, porque en este instante aún no poseemos la clasificación oficial completa, exacta, de los distintos grupos parlamentarios. Más aún. Esa clasificación no será conocida con la exactitud indispensable para resolver hasta que dentro del Parlamento mismo no se polaricen los sectores y se advierta su agrupación definitiva. Ese día podrá plantearse razonadamente la cuestión de confianza, y ese día tendrá el Presidente de la República suficientes elementos de juicio para decidir.

Sin desconocer que el trance es arduo, nosotros confiamos en la prudencia, en el patriotismo y hasta en la conveniencia de todos y creemos que se llegará a la constitución de un Gobierno de Centro, con la colaboración de algunos elementos de carácter antimarxista. Pero esto no nos compete. ya se entiende, para quien conozca la firmeza inquebrantable de nuestra posición, que en lo que a nosotros concierne, hemos de guardar fidelidad absoluta a la actitud que adoptamos el 14 de abril de 1931. Sin embargo, esto no es óbice para que ya nos sea lícito manifestar lo que desde el primer minuto tendría que ser la política de ese Gobierno que se constituyese. Y es claro que en ella tendría que figurar la derogación rápida o la instantánea suspensión de algunas leyes, con lo cual se diese la sensación a España de que se empieza a desandar el camino que hay que desandar.

Es evidente que ya en el nuevo Parlamento gozará de gran influencia, en algunos casos de influencia decisiva, aquella fuerza que es, sin disputa, la más considerable de la derecha y que desde el primer momento levantó bandera por la Religión, la Patria, la familia, el orden, la propiedad y el trabajo, fuerza que ha sido tan inteligentemente dirigida, con un sentido y un criterio políticos propios de hombres ya maduros. Componen esta fuerza elementos jóvenes a quienes aguarda un rápido y brillante porvenir. Antes de mucho tendrá que ir a sus manos el gobierno de la Nación. Esa fuerza es hoy, sin disputa, la más importante de todas las fuerzas políticas del país; dentro y fuera de España se la señala como la poseedora del secreto del futuro político nacional. Rápido y triunfal ha sido el camino para ella en estos dos años, y el suceso nos muestra lo que puede llegar a ser en breve tiempo. En cuestión de meses, puede completar los cuadros de sus hombres, preparar sus elementos de Gobierno, precisar bien su programa, ensanchar todavía sus masas para disponerse a recibir las riendas de la gobernación del Estado, en la cual debe estar influyendo desde hoy mismo.

Tenemos motivos de hondísima satisfacción. La jornada de ayer nos anuncia un acontecimiento histórico: la próxima llegada del día en el cual un Gobierno genuinamente español, fiel a las más puras tradiciones patrias, formado por hombres jóvenes, cultos, muy de su tiempo, que pueda tener en sus manos el Poder sostenido por la incondicional adhesión de los buenos españoles. De esos españoles que han recibido en las urnas una lección que les conviene no olvidar: que son los más, que tienen jefes dignos en los que depositar su confianza y la firme convicción de que lograrán hasta la última de sus reivindicaciones sin salirse de los procedimientos, no para servir al bien común, sino a pequeños intereses de partido.

Y como final de estas consideraciones, levantemos el corazón en alto y expresemos nuestra gratitud a la sapientísima Providencia de Dios, que guía y conduce a los pueblos y busca su bien, aun en aquellos instantes en que más parece que los castiga y los aflige.

Cierra España.

SUCESOS EN 1933.13ª parte.

Los candidatos antimarxistas lanzan su manifiesto con vistas a las próximas elecciones: «Procedentes... de campos políticos diferentes y aun opuestos... coinciden en la necesidad inaplazable de este urgente llamamineto que hacen a todos los españoles»


ABC, 31 de octubre de 1933

«Electores de Madrid: Los candidatos designados por las organizaciones políticas y fuerzas sociales representadas en la coalición antimarxista utilizan un derecho y, a la vez, cumplen un deber al dirigirse al cuerpo electoral para solicitar de él su voto y su apoyo.

»Innecesario parece que los que abajo firman hagan ante el cuerpo electoral inventario detallado de las razones que justifican la presentación de esta candidatura y el concurso cumplido y entusiasta que para ella se pide. Bastará con que cada elector mire en su derredor, contemple la situación total del país y la particular creada a los ciudadanos, cualquiera que sea la clase a que pertenezcan y a la profesión u oficio que ejerzan, por errores, torpezas, negligencias y acciones conscientes omitidas o realizadas desde las alturas del Gobierno durante el vergonzoso e inolvidable bienio que acaba de cerrarse, para que cada cual se convenza de la necesidad de aportar su patriótico esfuerzo a una obra común, en la que va envuelto, no el alivio pasajero de una enfermedad, sino la salvación o la muerte de un enfermo, que es nada menos que España.

»La lucha electoral de Madrid no puede ser sino concreción y resumen de la que hay, a estas horas, planteada en toda la nación: la necesidad de optar entre las dos fuerzas de desigual empuje que entre sí pelean. De un lado, los que aman a España y anhelan, no ya conservarla, sino restaurarla, así en su riqueza como en su unidad y en sus más íntimas esencias espirituales; del otro, los que diciendo amar a España, han puesto, sin embargo, sus palabras como sus actos al servicio de la continuada y pertinaz tarea de arruinarla, fraccionarla y destruirla.

»No caprichosamente, sino por obediencia debida a imperativos de la realidad, se denomina antimarxista esta candidatura, y la coalición de fuerzas políticas y sociales que la sirve de soporte. Es, en efecto, el marxismo, con su concepción materialista y anticatólica de la vida y de la sociedad; con su sectaria hostilidad hacia los grandes valores tradicionales sobre los que debe descansar un necesario renacimiento del espíritu patriótico; con su mal disimulado desdén para todo sentimiento genuinamente nacional; con el desate temerario que ha provocado y conseguido de los odios y envidias connaturales en las luchas de clases; con su preocupación ciega de los mal entendidos intereses de uno sólo de los factores de la producción; con su desprecio del valer y de las actividades individuales y su instintivo aborrecimiento hacia toda jerarquía y hacia toda riqueza; con el antiespañolismo que, como un exudado nocivo, brota de todo su ideario y de sus actos como de sus propagandas; y, sobre todo, con la desgraciada, injusta y arbitraria gestión desarrollada en el ejercicio de una función, más que simplemente colaboradora, plenamente directiva, al frente de los negocios públicos, el que aparece como responsable, destacado y principal, de las vergüenzas y desdichas acumuladas a la hora presente sobre el país, a un tiempo temeroso de los riesgos del desplome definitivo de muchas esperanzas y aleccionado por el fracaso de las más torpes y aventuradas experiencias.

»Los candidatos de la coalición antimarxista defenderán resueltamente y a todo trance la necesidad de una inmediata derogación, por la vía que en cada caso proceda, de los preceptos, tanto constitucionales como legales, inspirados en designios laicos y socializantes, en realidad encaminados a destruir, así el inmenso patrimonio moral como la ya exhausta riqueza material de la sociedad española; trabajarán sin descanso para lograr la cancelación de todas las disposiciones confiscadoras de la propiedad y persecutorias de las personas, de las Asociaciones y de las creencias religiosas. Y, finalmente, solicitarán, como prenda de paz, la concesión de una amplia y generosa amnistía, tan generosa y amplia como la reclamada y obtenida por el socialismo en 1917.

»A impedir que los política anticatólica, antieconómica y antinacional, representada por el socialismo y sus subalternos auxiliares, más o menos descubiertos o subrepticios, prevalezca o siquiera influya predominantemente, como hasta ahora, en la gobernación del Estado, irán, vigorosa y enérgicamente encaminados, todos nuestros esfuerzos. Procedentes los que constituyen la candidatura antimarxista de campos políticos diferentes y aun opuestos, conservan íntegra su plena libertad para defender en el Parlamento o fuera de él las soluciones que ante los más palpitantes problemas de la actualidad preconiza su respectivo ideario. Pero coinciden en la necesidad inaplazable de este urgente llamamiento que hacen a todos los españoles: a los indiferentes, para que dejen de serlo; a los hombres de buena voluntad, para que nos ayuden; a los adversarios leales, para que nos escuchen, y, en definitiva, nos respeten.

»Antonio Royo Villanova, José María Gil Robles, Luis Hernando de Larramendi, Antonio Goicoechea, Juan Ignacio Luca de Tena, José Calvo Sotelo, Mariano Matesanz, Francisco Javier Jiménez de la Puente (conde de Santa Engracia), Juan Pujol, José María Valiente, Honorio Riesgo, Rafael Marín, Adolfo Rodríguez-Jurado.»

Cierra España.