Los sucesos de Casas Viejas provocan un agitado debate parlamentario contra el Gobierno Azaña
Diario de Sesiones, 2 de febrero de 1933
El Sr. Guerra del Río: Pido la palabra.
El Sr. Presidente: La tiene S. S.
El Sr. Guerra del Río: la minoría radical ha tenido el honor de presentar a la Presidencia de la Cámara una proposición incidental, y ruego que se dé inmediata lectura a ella creyendo que está dentro del Reglamento.
El Sr. Presidente: Eso iba a hacer; me había permitido una pausa para ver si podíamos encauzar la discusión sin perdernos en el incidente, lo cual creo que hubiera sido preferible para todos; pero la proposición, en efecto, se ha presentado, es reglamentaria, y yo me disponía a hacer que se diera lectura de ella, y se va a dar lectura en este momento.
El Sr. Guerra del Río: Muchas gracias.
El Sr. Secretario (Vidarte): Dice así:
Los Diputados que suscriben ruegan a la Cámara se sirva declarar que han visto con disgusto la omisión de explicaciones, por parte del Gobierno, respecto a la represión de los sucesos iniciados el 8 de enero.
Palacio del Congreso, 2 de febrero de 1933.- Rafael Guerra del Río.- Salvador Martínez Moya.- Diego Martínez Barrios.- Angel Rizo.- César Oarrichena.- José Terrero.- Eloy Vaquero.- José María Alvarez Mendizábal.- Vicente Cantos.- Miguel de Cámara.- Gerardo Abad Conde.- Justo Villanueva.- Manuel Becerra-
El Sr. Guerra del Río: Pido la palabra.
El Sr. Presidente: La tiene S.S.
El Sr. Guerra del Río: Señores Diputados, creo que la máxima pasión política nos hará el honor de reconocer que no hemos sido nosotros, con nuestra conducta los que hemos provocado la situación realmente anormal en que se coloca este debate con esta proposición incidental.
En el día de ayer, desde que se inició, hubimos de hacer, primero el Sr. Armasa y después yo, la salvedad de que estimábamos que la cuestión de orden público, que había culminado, que había tenido su síntoma más relevante en el horror de Casas Viejas, tenía que ser liquidada por la Cámara con una declaración del Gobierno, con una satisfacción a la opinión, y detrás de eso venimos desde el día de ayer. Con asombro vemos todos (yo creo que con asombro incluso en los bancos de los propios Diputados ministeriales...) (Denegaciones y protestas en la mayoría.- Grandes rumores.- Contraprotestas en los radicales.) Quería hacerles este honor, pero no tengo en ello mayor interés.
El Sr. Presidente: Además, tengan en cuenta los Sres. Diputados de la mayoría que no necesita la mayoría, para expresarse la voz de todos los diputados que la componen.
El Sr. Guerra del Río: Decía que vemos con asombro que este Gobierno, que durante un mes está repitiendo cada día que no admite otras discusiones que las que aquí se planteen y que esperaba el día 1.º de febrero para que se le plantearan, a la primera cuestión de gravedad que se plantea aquí, rehuye la contestación, espera que nos entretengamos las minorías en discutir unas con otras, y, cuando más, nos hace el honor -por otra parte, para nosotros muy satisfactorio- de que el señor Subsecretario del Ministerio de la Gobernación conteste o diga que contesta a las graves acusaciones aquí formuladas.
Nosotros tenemos que interpretar de una manera o de otra este silencio del Gobierno y tenemos que remarcar cuál ha sido la intención de nuestras intervenciones de ayer. No, Sr. Presidente del Consejo de Ministros; no hemos pedido expedientes y sumarios contra el capitán de la Guardia Civil o contra el comandante de la fuerza que allí acudieron, no. Nosotros hemos acusado al Gobierno, que es el que tiene que contestar a la acusación. Le hemos acusado de hechos concretos y determinados: de su imprevisión para evitar los sucesos y de su crueldad en la represión de los mismos. No hemos dicho - me hubera guardado yo mucho de ello- que el Ministro de la Gobernación hubiese directamente dado las órdenes para que en Casas Viejas se fusilase a presos, a gente ya indefensa. Lo que sí he dicho y repito es que hay que deducir que las instrucciones del Gobierno fueron de tal naturaleza que las fuerzas encargadas de reprimir la rebelión se tenían que conducir fatalmente de aquella manera.
Me decía: ¡Pruebas! ¿Pruebas? Alguna ha de ser la superioridad de la Cámara, de todo Parlamento sobre los Tribunales de Justicia. Las pruebas en los Parlamentos se forjan en las conciencias, y los datos para forjar esa convicción han sido aquí expuestos y no ha habido la menor contestación; si acaso, han sido agravados por las palabras que ayer pronunció el Sr. Esplá. Hemos dicho: hay 19 muertos y no ha habido un solo herido; esto no puede ser la consecuencia de una refriega. ¿Habéis contestado a esto? ¿Lo habéis desmentido? ¿Os atrevéis a desmentirlo ahora mismo? Hemos dicho: todos los Diputados de la provincia de Cádiz, cualquiera que sea su significación, tienen esta misma convicción. ¿Se ha levantado uno solo a rectificarme? Pues ahí en vuestras filas están sentados; que lo digan y que me desmientan, si son hombres de conciencia y de honor, como yo creo. (Muy bien.)
¿Queréis más pruebas, Sr. Presidente del Consejo de Ministros? ¿Quéreis más pruebas que justifiquen lo que dijimos de que la Cámara de la República tiene que ver con disgusto este silencio despreciativo después de la revelación de esas crueldades? También os las voy a dar.
He dicho que las fuerzas que se dirigieron a Andalucía llevaban la convicción de que sus instrucciones eran no hacer prisioneros. Eso he dicho yo. Ayer, un Diputado monárquico, pero hombre de honor, pienso (Rumores) -vosotros juzgaréis si puede haber en esta Cámara alguien capaz de asegurar en falso lo que voy a decir aquí-, un Diputado monárquico me ha dicho que en el tren de Andalucía, hablando con oficiales de la Guardia Civil que se dirigían a reprimir aquellos sucesos, declararon que llevaban esas instrucciones. ¿Es eso una prueba bastante? No; pero esperad. Creo que los hechos tienen la suficiente gravedad para que todos los que sepan algo tengan la obligación de decirlo aquí, no ante un juez instructor en un sumario y en un expediente, en el cual, al fin y al cabo, va a resultar que el único responsable es el que menos nos interesa.
Otro Diputado a Cortes, republicano, aunque moderado, me juraba ayer (diciéndome que el secreto de la persona que directamente conocía el hecho no podía descrubrirlo sino cuando se le llamara a declarar) que se habían dado esas terminantes instrucciones. Y por último, señores Diputados, un Diputado republicano de siempre, de los que para todos nosotros no pueden tener tilde alguna en esta clase de asuntos, el señor González Sicilia -lo cito porque es correligionario mío-. Diputado por Sevilla, me decía que en su presencia, oyéndolo él, el comisaro jefe de Policía de Sevilla había transmitido la misma clase de instrucicones (El Sr. González Sicilia pide la palabra.)
¿Qué mas pruebas queréis? No hay heridos; hay 19 muertos; hay uno de ellos que apareció amanillado y del cual se nos dice, por toda explicación, que era un parlamentario que se pasó al enemigo y fue tan cruel el enemigo que no le quitó las esposas y después se le encontró muerto.
El Gobierno, a esto, contesta con el silencio y dice que hable el señor Lerroux. ¿Es el Sr. Lerroux el responsable de Casas Viejas, señor Azaña? De Casas Viejas no tiene que hablar el Sr. Lerroux, tiene que hablar el Gobierno. Pero el Gobienro nos ha dicho que calla, que nada tiene que decir, que allá los Tribunales.
Pues, Sres. Diputados, nosotros apelamos a la Cámara: que la Cámara diga si cree que el Gobierno hace bien callando después de lo que aquí hemos dicho. (Muy bien, aplausos en la minoría radical.)
El Sr. Presidente del Consejo de Mrinistros (Azaña): Pido la palabra.
El Sr. Presidente: La triene S. S.
El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Señores Diputados, el Sr. Guerra del Río defiende una proposición incidental que es un voto de censura para el Gobierno, suponiendo, partiendo de la hipótesis, de que el Gobierno se niega a entrar en una discusión acerca de los sucesos de Casas Viejas. El supuesto es inexacto. Las cosas han pasado a la vista de todo el mundo, y me sorprende un poco que se puede tergiversar de esta manera el argumento de la polémica.
Cuando ayer me planteó esta discusión, recordaréis todos que hubo un momento de vacilación bastante duradero acerca de qué tema se había de abordar y por quién y cómo se iba a iniciar la discusión. Y el principal motivo de que el debate político anunciado no se iniciara y se tratara, en cambio, de esta otra cuestión fue la ausencia del Sr. Lerroux. Se discutió ayer tarde. El Sr. Lerroux viene hoy a las Cortes. Nadie ignora la importancia que se ha conferido -yo no dudo que justificadamente- a la interpelación de política general que el Sr. Lerroux quiere hacer al Gobierno, y el Gobierno ha dicho: preferimos que se ventile cuanto antes esta cuestión. Pero en esta preferencia del Gobierno no ha ido nunca, ni puede ir nunda, la negativa a discutir después, o cuando sea, el asunto de Casas Viejas. (Fuertes rumores.- Varios Sres. Diputados: ¡Ahora, ahora!)
No. Nosotros, lo he dicho antes terminantemente, y el Gobierno no rectifica su posición (Rumores y protestas.), nosotros no admitidos, administrando como nos corresponde nuestra autoridad en el banco azul, permanecer veinticuatro horas más bajo la supuesta posibilidad de que una interpelación desarrollada por el importante partido radical pueda acarrear al Gobierno un quebranto o su propio hundimiento. (Nuevas protestas en la minoría radical.- El Sr. Salazar Alonso: Haga las declaraciones ahora y en seguida; esta misma tarde se abordará el otro debate.) No puede ser. (Más rumores en la minoría radical.)
Nosotros no hemos rehuído esta cuestión ni otra; pero no es posible aceptar, en buena táctica parlamentaria, que después de estar con las espadas en alto durante un mes, ahora aceptemos una prórroga, una tregua que deje al Gobierno en posición... (Nuevas protestas y rumores impiden percibir el final de la frase.- El señor Salazar Alonso: Es cuestión de un cuarto de hora.) No puede ser; lo siento mucho. (Continúan las protestas y contraprotestas, cruzándose entre varios Sres. Diputados interrupciones que no se oyen claramente.- El Sr. Presidente agita repetidamente la campanilla reclamando orden.) El Gobierno no comprende (será una limitación de nuestra capacidad, otras tendremos) que se pueda querer hacer arma política de lo sucedido en Casas Viejas. (El Sr. Soriano: ¡No, casi nada!- El Sr. Salazar Alonso: Pues por eso se desglosa.) Los sucesos de Casas Viejas, que no pueden ser bien examinados si no es precisamente en el curso de esa interpelación general política que se nos tiene anunciada... (Fuertes rumores y protestas en las oposiciones.) Si, porque en esa interpelación... (Continúan los rumores.- Varios Sres. Diputados: ¡A votar!), en esa interpelación es donde hay que ver... (Varios Sres. Diputados de la minoría radical interrumpen.- Entre los Diputados de las oposiciones y los de la mayoría se entablan vivos diálogos.)
El Sr. Presidente: Ruego a los Sres. Diputados que se abstengan de interrumpir. Escuchen al Sr. Presidente del Consejo.
El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Decía, Sres. Diputados, que precisamente en un examen general de la política del Gobierno, que alcance a todo, y de una manera especial a las cuestiones de orden público y a los conflictos que los movimientos de rebelión, de una parte y de otra, le han suscitado al Gobierno, en ese examen general de la política del Gobierno, y singularmente en el aspecto de orden público, es donde se aclaran y se ven en todo su valor, en su génesis y en sus consecuencias los sucesos de Casas Viejas, que no son sino un chispazo, más violento, más doloroso y más lamentable, de todo un problema general que el Gobierno ha tenido que afrontar, reducir y vencer (Rumores), y es imposible, en buena lógica y en buena y perfecta lealtad de polémica, querer que se aclare o que se mida en su perfecto valor un episodio terrible, todo lo lamentable que se quiera, si no se examinan todos sus antecedentes y todos sus consiguientes. (Fuertes rumores.) Por esto es por lo que el Gobierno deseaba... (Continúan los rumores.- Varios Sres. Diputados de las minorías interrumpen.) ¿Pero yo no tengo derecho a hablar, o qué? Por eso, cuando se ha anunciado una interpelación general política por el Sr. Lerroux, nosotros hemos supuesto, en buena lógica, que uno de los aspectos que el Sr. Lerroux trataría sería el problema general del orden público en España en todos sus aspectos y en sus dos caras, la roja y la blanca (Rumores.) y que entonces tendríamos que hacer manifestaciones y declaraciones que tendrían algún interés y alguna importancia para los unos y para los otros; por eso hemos rogado que esta interpelación, donde la política general del Gobierno también había de aparecer en toda su integridad, en todas sus causas y en todas sus responsabilidades, se plantease con la máxima urgencia. Esto es lo que el Gobierno ha pedido y lo que el Gobierno desea.
En los sucesos de Casas Viejas, Sres. Diputados, por mucho que se hurgue no se encontrará un atisbo de responsabilidad para el Gobierno. En Casas Viejas no ha ocurrido sino lo que tenía que ocurrir. (Fuertes rumores y protestas en los bancos de las minorías; contraprotestas en la mayoría.) Planteado un conflicto de rebeldía a mano armada contra la sociedad y contra el Esatado, lo que ha ocurrido en Casas Viejas era absolutamente inevitalbe, y yo quisiera saber quién era el hombre que, puesto en el Ministerio de la Gobernación o en la Presidencia del Consejo de Ministros o en cualquier otro sitio donde ejerciese autoridad, hubiera encontrado un procedimiento para que las cosas se deslizaran en Casas Viejas de distinta manera de cómo se han deslizado. (Rumores.) Quisiera que me dieran la receta, para conocerla... (El Sr. Barriobera: ¿Me permite el Sr. Presidente del Consejo de Ministros?) Señor Barriobero, permítame S.S., estoy en el uso de la palabra. (El Sr. Barriobero, puesto en pie, insiste en hablar, lo que produce protestas en la mayoría.- El Sr. Alberca Montoya: Ayer le interrumpió el Sr. Presidente y nadie protestó.- El Sr. Barriobero: Es para una interrupción como las que ayer me hizo S.S. a mí.- Continúan las protestas en la mayoría.)
El Sr. Presidente: Tenga la bondad de sentarse el Sr. Barriobero. Para hablar se necesita el permiso de la Presidencia. Continúa el señor Presidente del Consejo en el uso de la palabra.
El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Se pretende, Sres. Diputados, haciendo uso de recursos polémicos, que, sin duda, son lícitos y admisibles en las contiendas de los partidos, pero cuyo carácter no hay que perder de vista, se pretende juzgar la conducta general del Gobierno en asuntos de orden público por el episodio de Casas Viejas, y esto no es legítimo. No es legítimo, porque yo ruego a quien esté dispuesto a discurrir con entera lealtad y buena fe, que me diga si el Gobierno, este Gobierno u otro cualquiera, era posible que tuviera en sus manos los medios de información suficientes para prever hasta el último chispazo revolucionario en la última aldea española. ¿Es que se puede exigir a un Gobierno que prevea que va a haber un alzamiento anarquista o libertario en Casas Viejas o en la última aldea perdida del rincón de una sierra, donde el Estado no tiene ni siquiera agentes directos de su autoridad o tiene, a lo más, una pareja de la Guardia civil, donde incluso las autoridades locales, contaminadas por las propagandas revolucionarias extremistas, no tiene ningún interés en servir al Gobierno ni en ponerle en antecedentes de lo que allí pueda ocurrir? Donde los servicios de información del Gobierno funcionan con normalidad, con extensión y con profundidad, como sucede en las grandes capitales, en los grandes núcleos urbanos, en los grandes centros industriales, etc., etc., una política de previsión y un adelantamiento a los sucesos es posible; pero ¿cómo se puede adivinar que en el risco de una sierra, unos pobres hombres hambrientos, maltratados por la desgracia, trabajados por propagandas disolventes e infecciosas, llevadas allá por quienes después no tienen el coraje de decir al Gobierno yo soy quien les ha inducido a la rebelión y aquí estoy yo para responder de mis culpas, van a producir estos hechos? (Muy bien en la mayoría.- Rumores y protestas en las minorías.- El Sr. Presidente reclama orden.) De estas gentes, envenenadas por su propia y desgraciada miseria, que la República no ha creado; perdidos en su propia ignorancia, que la República no ha creado tampoco -que toda la política del Gobierno de la República se dirige cabalmente a combatir estos dos males terribles de la sociedad española-; de estas pobres gentes, sobre las cuales nuestro corazón se apiada, porque nosotros somos tan viejos civilizados como pueda serlo el más sentimental de la Cámara, y nada hay más doloroso para nosotros que saber que los agentes de la autoridad, en el cumplimiento de su deber, hayan tenido que sacrificar vidas de conciudadanos; de estas gentes, repito, no podía el Gobierno sospechar, ni atisbar siquiera a cien leguas, que iban a realizar un movimiento de esta naturaleza en unos riscos perdidos de la provincia de Cádiz. (El señor Alvarez Mendizábal: Donde hay puesto de la Guardia civil.- Rumores.)
Se produce un alzamiento en Casas Viejas, con el emblema que han llevado al cerebro de la clase baja trabajadora española de los pueblos sin instrucción y sin trabajo, con el emblema absurdo del comunismo libertario, y se levantan unas docenas de hombres enarbolando esa bandera del comunismo libertario, y se hacen fuertes, y agreden a la Guardia civil, y causan víctimas a la Guardia civil. ¿Qué iba a hacer el Gobierno? Tengamos presente, Sres. Diputados, que esto ocurría al día siguiente de haber sido dominado el movimiento anarquista en Barcelona y de haber conseguido que este movimiento revolucionario no estallase, entre otros sitios, en Madrid y Zaragoza.
Pero surge el incidente de Casas Viejas. Todavía en la provincia de Valencia había chispazos del mismo carácter; todavía en el propio Madrid había esos aventureros que se alistan en las jornadas revolucionarias y que no tienen nada de revolucionarios, pero son lo bastante para inquietar y para dar motivo a informaciones sensacionales y a columnas de los periódicos de cualquier color si el Gobierno sería o no lo bastante fuerte y robusto para imponer el orden, y no me quiero acordar del fenómeno de insalivación mental de algunas gentes, refocilándose ya con el espectáculo de nuestro fracaso y con poder decir a los cuatro ámbitos del país español: «Esta Gobierno es el Gobierno de Kerenski, bajo cuyas manos la República española va a degenerar en la anarquía». Ya lo estaba yo viendo, y nos lo estaban diciendo en la Prensa, en letras de molde, y ya lo decía la Presa extranjera, de lo cual no me sería difícil traer aquí testimonio terminante. Y estaba la opinión pública pendiente de si seríamos o no capaces de restablecer el dominio de la autoridad y el respeto al orden. Y se promueve el incidente de Casas Viejas en estas circunstancias, y el Gobierno sabe que han sido sacrificados los guardias civiles que allí están, y el gobernador de Cádiz envía, por todo ejército, por toda muchedumbre de fuerzas republicanas, doce guardias de asalto, con un armamento de pistolas. Y estos hombres pasan doce horas a las puertas del pueblo, sin poder entrar, y, además, sin atreverse a entrar a viva fuerza, porque hubieran perecido todos. Y estos hombres tienen bajas, uno de ellos muere, otro cae mal herido, y cuando los sitiados rebeldes se pueden apoderar de las víctimas, al muerto le hacen objeto de un odio frenético e incomprensible en un hombre.
Y pasan más horas, y entonces el Gobierno comienza a recibir informaciones de que el ejemplo de Casas Viejas se va a correr a otros lugares de la provincia de Cádiz, y de que la esperanza de la supuesta debilidad del Gobierno va a fructificar en nuevos estallidos de anarquía y de indisciplina social. Pues qué, ¿es algún secreto. Sres. Diputados, que en aquella misma noche, de las campiñas de Jerez, gran número de campesinos comenzaba una marcha sobre aquella ciudad andaluza para repetir en ella las escenas de horror, multiplicado quizá con los medios modernos, de los días de «La mano negra»? Esta es una información que tiene el Gobierno y que le consta. ¿Es un secreto para nadie que el incendio de Casas Viejas -hablo del incendio revolucionario- se iba a extender a Medina Sidonia y a otras poblaciones de la provincia de Cádiz de una manera inmediata y urgente? ¿Pues qué había que hacer?
Si se hubiera tratado de un suceso aislado, de un suceso sin conexión con ningún plan revolucionaro, de un incendio producido en una materia combustible, pero rodeado de objetos incombustibles, se hubiera podido dejar aislada la hoguera hasta su total extinción. Pero yo me pregunto qué nos estarían diciendo ahora, unos y otros, si -lo que no es posible ni lícito mirando la cuestión desde las obligaciones del Gobierno- hubiéramos rodeado el pueblo de Casas Viejas días y días, sin hacer ningún ademán de sofocar la rebeldía hasta que ésta se hubiera extinguido por hambre o por cansancio. En cuanto la rebeldía de Casas Viejas hubiera durado un día más, teníamos inflamada toda la provincia de Cádiz y ahora nos estarían diciendo que, por no haber sido severos, rápidos y enérgicos en la dominación de la rebeldía de Casas Viejas, habíamos provocado, con nuestra lenidad, la sublevación entera de todos los campesinos de la provincia de Cádiz (Rumores de aprobación.) Esto es lo que estaríais diciendo ahora y esta es la primera realidad.
Cierra España.
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