lunes, 23 de noviembre de 2009

Hedilla, Franco y el decreto de unificacion.8ª parte.

R ECUERDO a todos, pero sobre todo me recuerdo a mí mismo, que estas apuntaciones no pueden ser -ni lo pretenden siquiera- una historia de la Falange, que a mi juicio está aún por hacer pese a que existan media docena de libros sobre el tema. Yo trato tan solo de llamar la atención de mis lectores sobre algunos puntos que me parecen relevantes a la hora de juzgar el pasado inmediato de España, entender su presente y tratar de intuir su futuro.


Dicho esto, retorno al final de mi última apuntación sobre el tema. Estamos en abril de 1937: acaba de morir FE-JONS y de nacer la Falange Tradicionalista. Franco, guiado más por su visión militar que por sus convicciones políticas, ha comprendido que para ganar la guerra necesita -entre otras- dos cosas: a) tener directamente bajo su mando las dos fuerzas militares más populares del momento: los Tercios de Requetés y las Banderas de Falange; y b) tener también a sus órdenes, de modo directo y operativo, una fuerza cívica capaz de integrar en sentido "nacional" las inquietudes sociales latentes o manifiestas en gran parte de la población española: el Alzamiento militar y cívico no había sido ni burgués ni monárquico; por eso convenía encauzar y resaltar tales caracteres a la hora de afrontar la tarea de ganarse el respeto y la adhesión del pueblo.

La fuerza cívica que Franco necesitaba en aquel abril de 1937 excedía en mucho de la que tenían y podían darle los partidos políticos que desde el 18 de julio anterior se habían sumado al Alzamiento. Sólo dos de ellos, significativamente minoritarios en la última primavera, la Comunión Tradicionalista y FE-JONS, sobre todo ésta, habían incrementado su militancia de forma extraordinaria. Los tradicionalistas eran poco "sociales" -al menos, en la forma vigente en Europa- y sí muy monárquicos -pero en nada partidarios de la corona derrocada en 1931. Los falangistas eran en su gran mayoría claramente republicanos y se movían por profundas inquietudes sociales. La historia de España y de FET-JONS no pueden comprenderse si no se tienen en cuenta los citados argumentos. Franco desechó casi enseguida las incitaciones que su hermano Nicolás y personas afines le hicieron desde el 1 de octubre de 1936 para construir algo parecido a lo que el general Primo de Rivera hizo en su Dictadura. Aceptó mejor el consejo de su cuñado Ramón Serrano Suñer. Por eso FET-JONS no sería nunca una simple Unión Patriótica.

En la vida de la Falange franquista yo distingo las siguientes etapas:

1ª) Desde el 20 de abril de 1937 al 2 de diciembre de ese mismo año Franco trató de organizar y consolidar su nueva organización política. Muestra de ello es el Decreto 266, de 22 de abril, que nombra a los diez miembros del Secretariado o Junta Política de FET-JONS: Manuel Hedilla Larrey, Tomás Domínguez Arévalo, Darío Gazapo Valdés, Tomás Dolz de Espejo, Joaquín Miranda, Luis Arellano Dininz, Ernesto Giménez Caballero, José María Mazón, Pedro González Bueno y Ladislao López Bassas. Estos nombres revelan la FET que Franco quería en aquel momento: Hedilla era el Jefe Nacional de FE-JONS; Domínguez Arévalo -conde de Rodezno-, Dolz de Espejo -conde de La Florida-, Mazón y Arellano eran miembros destacados de la Comunión Tradicionalista, carentes en aquel momento de toda representatividad en ella, pues dependían en todo de sus legítimos mandos, el Príncipe Javier de Borbón Parma y su Delegado Manuel Fal Conde; Gazapo Valdés era un Teniente Coronel de Estado Mayor que se había afiliado en la primavera de 1936 a la Falange de Marruecos, de donde venía unido al Cuartel General de Franco; Giménez Caballero tenía -y siguió teniendo- una peculiar forma de entender la disciplina y las ideas falangistas, pues desde 1933 había militado en ellas, las había abandonado, volvió a aceptarlas, fue sancionado y por último tomó parte en la conjura anti Hedilla; Miranda había sido desde el 18 de Julio un incondicional de Queipo, al que dejó por Serrano Suñer en cuanto este llegó a la zona nacional; López Bassas y González Bueno, por último, compartían con Gazapo Valdés la condición de neofalangistas y la de miembros del Cuartel General del Generalísimo.

A los dirigentes de la vieja Falange les sentó muy mal que para dirigir la nueva no se contara con ellos y sí con advenedizos. Por eso durante los días 22, 23, 24 y 25 discutieron entre sí cual debería ser su respuesta política a la decisión de Franco. Un grupo, minoritario, creía que para todos ellos y para toda la Falange lo mejor era someterse a la voluntad del Generalísimo y negociar con él, dentro de FET-JONS, lo que esta debería ser y hacer en pro de España. Otro grupo, integrado por personas de mayor relieve en la Falange primera, pensaba que lo más conveniente era obedecer, pero dejando notoria constancia desde el primer momento del malestar que en los falangistas había causado la forzada unificación. Por ello creían necesario que Hedilla no aceptara ser miembro de la Junta Política de FET, y en tal sentido presionaron al cántabro para que cuanto antes hiciera llegar a Franco su renuncia a tal puesto. Entre otros, Agustín Aznar, José Antonio Girón, Fernando González Vélez, Luis González Vicent, Pilar Primo de Rivera y Dionisio Ridruejo eran partidarios de esta actitud de firme pureza.

Franco reunió el 25 de abril, bajo su presidencia, al Secretariado Político antes mencionado. Hedilla no acudió a la convocatoria e hizo llegar su negativa a formar parte de tal Junta. A las siete de aquella tarde, Hedilla y treinta falangistas más, algunos de mucho relieve político en aquel tiempo y/o en días venideros, fueron detenidos y procesados por haber participado en los sucesos del 16 de abril que dieron lugar a la muerte del falangista Goya. Era, con toda evidencia, una clara demostración de que Franco creía

en la fuerza política recién creada y de que pensaba utilizarla en toda su plenitud.

Antonio Castro Villacañas

Cierra España.

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