La lucha de facciones en el seno de la Falange fue, por tanto, un factor que ayudó a Franco, pero que no provocó su decisión. En el fondo lo que había tras esa lucha era la simple ausencia de una jefatura firme y comúnmente aceptada en el seno de Falange. El 16 de abril de 1937 el enfrentamiento se tradujo en dos muertos, producto más que de un atentado de la tendencia de los dirigentes falangistas a ir con escoltas armadas. Ni siquiera después de estos sucesos, que presupusieron la detención de los tres adversarios fundamentales de Hedilla, tuvo éste tras de sí a toda la dirección de Falange: de aquellos tres, dos le debían su puesto y un tercero había colaborado con él; del resto de los dirigentes sólo 10 de 22 le apoyaron para que conversara con Franco sobre la ya inminente unificación. La victoria de Hedilla fue pírrica y volátil. La mejor prueba de ello es que las conversaciones de los dirigentes falangistas de estos días demuestran una excepcional carencia de información y de criterio ante la situación: creían que se iba a formar un Gobierno presidido por Mola y sólo les preocupaban las cuestiones formales e internas. Ni por un momento pensaron en resistir: no dedicaron la mayor parte de su tiempo a la cuestión verdaderamente crucial como era la unificación, en la conciencia, como uno de ellos dijo, de que "un acuerdo, si el Generalísimo lo hace por la fuerza, no cabe". En realidad, Franco ni siquiera hubo de utilizar la fuerza sino que se limitó a evitar que circularan emisarios falangistas a través de los territorios que él controlaba y a que se desplazaran las milicias falangistas.
Bastó eso para producir la unificación que se convirtió en decreto una semana después de los incidentes. Partiendo de que "una acción eficiente de Gobierno" era "incompatible con la lucha de partidos" y prometiendo incorporar al nuevo grupo político "aportaciones colectivas e individuales" se dio luz a un partido de kilométrica denominación, Falange Española Tradicionalista de las juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista. En su dirección estaba previsto que figurara Hedilla, pero al negarse fue acusado de los incidentes del 16 de abril y de haber mantenido una posición de resistencia ante el mando de Franco y se le condenó a muerte, aunque luego fuera indultado. Tampoco Fal Conde quiso ocupar un puesto dirigente en la nueva agrupación política.
Se ha interpretado por algunos historiadores que en esta ocasión Falange se "suicidó", pero dicha afirmación no parece cierta si tenemos en cuenta que su tono revolucionario, era, a diferencia de lo sucedido en otros grupos fascistas, superficial. Además no sólo los dos albaceas testamentarios de Primo de Rivera, Serrano Suñer y Fernández Cuesta, colaboraron con el régimen en puestos destacados, sino que también lo hizo la hermana e incluso algún sancionado en los incidentes de abril de 1937, como Arrese. Por eso no tuvo ningún éxito el intento de Prieto de fomentar la creación de una supuesta Falange "auténtica" desde el bando republicano.
Irónicamente el embajador alemán escribió a las autoridades de su país que describiría a la "Nueva España" cuando llegara a descubrirla. Lo que verdaderamente llama la atención en la unificación no es eso, sino lo pronto que Franco adoptó una postura. Bien es verdad que para su triunfo contó con el hecho de que la opción más importante dentro de la derecha estuviera marginada, mientras que las dos emergentes ahora eran demasiado noveles, inexpertas en la dirección y heterogéneas en su fuerza como para que pudieran presentar resistencia. Otro elemento crucial para llegar a entender el éxito de Franco consiste en que en esta ocasión, como en tantas otras, dio la sensación de adoptar una medida provisional y de urgencia, y por tanto susceptible de cambio, cuando en realidad no hacía otra cosa que ratificar su absoluta preeminencia.
Desde finales de 1937 fue haciéndose evidente en el bando sublevado la urgencia de constituir un organismo de gobierno y administración más eficaz que el existente hasta entonces. A la creación de un gobierno propiamente dicho que sustituyera a la Junta Técnica de Estado coadyuvaron Jordana, su presidente, y Serrano Suñer, la estrella ascendente en la política de los sublevados. Finalmente el Gobierno quedó constituido en los primeros días de febrero de 1938, tras la batalla de Teruel. Las dos figuras más importantes del mismo eran las mencionadas.
Jordana fue vicepresidente-secretario, asumiendo también la competencia acerca de las relaciones exteriores y presidiendo las reuniones del Consejo en caso de ausencia de Franco, pero todavía fue mayor la influencia de Serrano, que tenía un único Ministerio con tres Subsecretarías: el de Gobernación, con competencias muy amplias, que incluían la prensa y le daban una especialísima relevancia en los periódicos de la zona franquista. Tanto el programa como las principales disposiciones de política interior salieron de sus manos y, por si fuera poco, parece haber inspirado la propia composición del Gabinete: incluso evitó que figurara en él Nicolás Franco, aludiendo al peligro de que hubiera en él "demasiada familia".
Como sería habitual en la España de Franco, caracterizó a este primer Gobierno una composición plural y muy medida: junto a dos falangistas había tres generales, dos monárquicos alfonsinos, un tradicionalista, dos ingenieros y un antiguo cedista. Serrano también lo había sido, pero no era esta la razón de su ascenso político. Cuñado de Franco, al que por tanto le unían vínculos familiares, tenía unas capacidades administrativas y de traducir en textos legales la voluntad política del jefe del Estado de las que éste carecía. Bien dotado intelectualmente, era el único de los miembros del Gabinete capaz de esbozar y defender un programa político como alternativa al "Estado campamental" hasta entonces existente. El contenido de dicho programa, siempre en favor de la preeminencia de su cuñado y de él mismo, trataba de aunar el "calor popular, social y revolucionario" de las doctrinas falangistas con las algo más "inactuales" del carlismo, pero en realidad favoreció mucho más a la primera que al segundo y sentó el primer paso para el intento de "fascistización" de la posguerra. Tenso, absorbente y personalista, Serrano Suñer se vio gravemente perjudicado siempre por una ambición evidente y por una no menos evidente carencia de don de gentes.
De todos modos no debe pensarse que la sustitución del "Estado campamental" por uno nuevo fuera tan inmediata ni que la obra legislativa en el bando de Franco fuera amplia y muy significativa. La mejor muestra de que el "Estado campamental" perduró reside en que siguió repartido en una pluralidad de sedes en toda la meseta superior y en el Norte.
Quizá la tarea más perdurable fuera la Ley de Prensa de 1938 que no sería modificada hasta 1966 y que introducía unas concepciones beligerantes contra la libertad de prensa, incluyendo la censura y el nombramiento gubernativo de los directores de los medios de comunicación, por lo que en algunos aspectos resultaba incluso más dura que la propia legislación fascista italiana. Sin embargo, sólo en ese aspecto y en determinadas disposiciones sobre el sindicalismo, que no llegaron a configurarse de modo definitivo, cabe percibir la citada influencia. En cambio caracterizó a la legislación acerca de los aspectos vinculados con los Ministerios de Justicia y Educación, cuyos titulares eran respectivamente Rodezno y Sainz Rodríguez, una voluntad decidida de restauracionismo religioso que llevó a la purga del personal docente y a la abolición de la legislación laica de la República, dando un extremado carácter clerical a la nueva. Ambas tendencias antagónicas entraron en conflicto respecto de lo que luego fue denominado como Fuero del Trabajo, única disposición de rango constitucional aprobada en el transcurso de la guerra, lo que ya resulta muy expresivo de la indefinición del bando sublevado. Originariamente denominada Carta del Trabajo, su texto, elaborado por dirigentes falangistas como Ridruejo y el ministro González Bueno, tenía concomitancias con el fascismo, pero luego, por influencia monárquica y tradicionalista, no pasó de ser un conjunto de declaraciones generales no traducidas en legislación concreta.
A lo largo de 1938 las victorias militares de Franco en la guerra no fueron acompañadas de una paralela clarificación del panorama político interno de su régimen, a pesar de que esta realidad permaneciera oculta por la situación militar y por la ausencia de libertades de expresión. Cierta propensión fascista y una radical indefinición que sólo contribuía a multiplicar el poder de Franco eran los rasgos más característicos del "Nuevo Estado" vertebrado a lo largo del conflicto.
En primer lugar, el nuevo partido a estas alturas se había caracterizado como una entidad artificial sin capacidad de actuación autónoma y enfrentada en la práctica en su seno por la fundamental discrepancia entre las dos organizaciones originarias. El Consejo Nacional de FET de las JONS estuvo formado por numerosas personas, pero la mayor parte poco significativas (desde el exilio Cambó meditaba sobre la "terrible inferioridad" de la clase dirigente del nuevo régimen). Hubo quienes no dieron la menor importancia a su pertenencia al nuevo organismo (Pemán), o quienes comprobaron su inanidad queriendo intervenir en su plenario sin éxito (Queipo de Llano), o intentaron promover una candidatura para la Junta Política, especie de Comisión Permanente, acabando por descubrir que ésta quedaba en manos de Franco (Vegas Latapié). Desde muy pronto se percibió que el Consejo no serviría para otra cosa que para aparatosas ceremonias medievalizantes realizadas para la exaltación de Franco.
La Junta Política se reunió más asiduamente pero estaba todavía más dominada desde las alturas. Franco no admitió de ninguna manera unos Estatutos internos del partido que le sometieran a ningún tipo de recorte en su poder, pues él se consideraba "responsable ante Dios y ante la Historia" y no sujeto, por tanto, a procedimiento alguno de destitución o de juramento. Raimundo Fernández Cuesta, un personaje gris y desconfiado, que recibió la Secretaria General del partido, manifiesta en sus Memorias que le fue concedida por sus adversarios en Falange "que lo que querían era que fracasara", muy pronto decepcionó las esperanzas que en él habían puesto los falangistas puristas quienes, por boca de Ridruejo, reconocieron haberse "equivocado de medio a medio".
Esto explica que la actitud de una especie de "sanedrín" del falangismo reunido en torno a Pilar Primo de Rivera y animado por Ridruejo fuera "distanciada, pero negociadora y finalmente integrada", en palabras de este último. Había, además, una razón accesoria y es que Falange fue la beneficiaria fundamental y aun casi única de la unificación, sobre todo en determinados cargos provinciales y locales. Los carlistas, por ejemplo, apenas tuvieron media docena de gobiernos civiles y aunque Falange tuvo como adversarios a los franquistas puros, todos sus elementos, incluso los más radicales, fueron integrados sin problemas en la Administración del nuevo régimen. No sucedió así con el carlismo, que siguió viviendo autónomamente, sobre todo en Navarra. Rodezno, su principal dirigente, escribe en su diario haber sentido como "hierro de ganadería" la unificación y estar dispuesto a que "le abrieran en canal" antes de uniformarse como estaba ordenado. Mientras Fal Conde redactaba manifiestos doctrinales contrarios a las tesis del partido único, Don Javier, el pretendiente, permanecía en el exilio y había carlistas que se preguntaban si al final de la guerra civil resultaría necesario "salir otra vez".
Pero no sólo la unificación había sido un fracaso sino que en la etapa final de la guerra, mientras Franco parecía cada vez más seguro y consciente de su condición de Caudillo, algunos de sus principales colaboradores parecían decepcionados respecto de su capacidad e incluso del papel que ellos mismos habían jugado en su promoción. Hay muchos testimonios a este respecto: Martínez Anido afirmaba que era "un desastre", Sainz Rodríguez decía que tenía "una enorme cultura de saberes inútiles", y Amado juzgaba que sus opiniones sobre materias económicas eran de "tertulia de café"; incluso Jordana, muy fiel al jefe del Estado, pensaba que las instrucciones que le daba eran demasiado inconcretas como para ser aplicables. Gran parte del malestar existente entre los ministros y, en general, la clase dirigente del régimen, era producto del ascenso de Serrano Suñer, único ministro que aparecía en la prensa y que, al mismo tiempo, parecía beneficiarse constantemente de su relación familiar con Franco. A comienzos de 1939 Franco, indignado, destituyó a Sainz Rodríguez, autor de una inocua broma acerca de su persona; la actitud de sus ministros le pareció insuficientemente sumisa cuando lo anunció y, en consecuencia, la guerra civil concluyó con una situación en la que era ya inmediatamente previsible un cambio de Gobierno. El Conde de Rodezno anotó en su diario que "este hombre no tiene remedio y nos ha dado un buen chasco y esto parece que toma rumbos de poder personal indefinido".
Puede decirse, en conclusión, que durante la guerra civil, de una manera poco frecuente, teniendo en cuenta lo que sucede habitualmente en este género de conflictos, consiguió un grado de unidad considerable. Todo ello sin duda contribuyó de manera importante a la victoria, aunque es dudoso lo que podría haber llegado a suceder si en algún momento los sublevados hubieran experimentado una derrota militar. A cambio de la victoria los sublevados engendraron un sistema político en cuyos rasgos generales no estaban de acuerdo la mayor parte de sus dirigentes políticos principales. Franco utilizó su habilidad, pero además se vio beneficiado de la peculiar situación que nacía de las fuerzas políticas que dirigía. En lo que tenía de régimen dictatorial personal y militar, muy poco institucionalizado y con un partido único de influencia limitada, el franquismo nació durante la guerra civil. Sin embargo, sólo en la segunda guerra mundial Franco se convirtió en árbitro de las tendencias que acaudillaba en un momento dificilísimo para su régimen, que hubiera podido suponer la entrada en el conflicto mundial y la fascistización completa.
Cierra España.
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