LA REPÚBLICA CONTRA LA NACIÓN
EN su corta vida de medio año, LIBERTAD ha mostrado tranquila conformidad con el régimen republicano que encontró instaurado al venir a luz y asco irresistible contra el sistema parlamentario-socialista que padecemos. Consideramos a esta clase de sistema como una cosa impuesta, no popular; adquirida mediante el fraude y la coacción por bandas voraces de jabalíes, tenores y cucos aprovechados al servicio de designios extranacionales, que alucinando sobre todo a la masa trabajadora con retumbantes mentiras, han encontrado el modo de deshacer España, dándose el desmesurado gustazo de mandar, y realizando grandes negocios presupuestarios con malos discursos y parodias jacobinas.
Frente a esa conjura del nuevo caciquismo, nutrido de una demagogia remozada, que es otra sangría abierta en el cuerpo infeliz de la Patria -colapsado por la borrachera demoliberal de siglo y medio de sandeces progresistas, opondremos nuestra consigna ESPAÑA SOBRE TODO!, que es grito de guerra y anhelo popular de resurgimiento. "España sobre todo" es precisamente la voz nacional que ha de ligar en el entusiasmo cientos de miles de voluntades jóvenes, dispuestas a libertar a España de la esclavitud de tanto mito constitucional, republicanista y responsabilista, cuyo fin único es alimentar a los partidos a costa de la Nación.
El mito republicanista va hoy acaparando las gigantescas apetencias de los grupos, que se han propuesto perpetuar su vida al rescoldo del Presupuesto hasta acabar con lo que a España -juguete de las sectas internaciona1es- le queda todavía de nación libre.
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La explotación política es la única e inmoral razón de esa tremenda blasfemia contra la Constitución y la libertad que consiste en llamar "constitucional" a la Ley de Defensa de la República, haciendo consustancial a este régimen con la tiranía. Nosotros decimos: Si esta Constitución la quiere de verdad el pueblo, no necesitamos -¡es evidente!- leyes anticonstitucionales para protegerla. Y si ella y la República a que sirve de base requieren esas leyes, se tratará de una dictadura, que hoy en España, por la sucesión revolucionaria de las situaciones políticas, es TODO LO
CONTRARIO DE CONSTITUCION Y DE REPUBLICA.
Se ha incurrido en una monstruosa contradicción, que pone en vilipendio ante el pueblo a sus responsables. Repetiremos mil veces que los que adquirieron votos con promesas de libertad nunca podrán ni decente ni legítimamente apoyarse en modos dictatoriales, que, según su lógica, son de opresión y, según su conducta, son de escándalo.
La defensa de la República es el mito industrial que agitan, ante el país sometido, los tiranos para ocultar un hecho inconfesable, pero evidente; que confunden al Régimen consigo mismo y que no aceptan otra República sino la que esté gobernada por ellos y para su gente: La mixtificación perjudica al Régimen, y como la ley de Uranía, no es otra cosa que un freno puesto a la voluntad soberana de la Nación, cometen el delito de enfrentar a ésta con la República, como si fuera algo que a los españoles se nos impone por la fuerza. "España sobre todo", repetimos, y denunciamos con enérgica protesta la inmoral jugada hecha a la Nación por los partidos, que se adueñan del mando y el Presupuesto, cohibiendo a súbditos y contribuyentes con una ley contraria a todas las promesas.
(Anónimo. Libertad. núm. 27. 14 de diciembre de 1931.)
Otra vez se ha apoderado de la Nación la odiada gresca de los partidos políticos. Votan leyes para asegurar su permanencia. postergando todos los intereses y derechos del pueblo a su propia defensa.
Este es el resultado sarcástico de tantos meses de algarabía y "conquistas" demoliberales: QUE NO TENEMOS CONSTITUCION, PERO TENEMOS PARTIDOS.
DERECHA, CENTRO, IZQUIERDA
CONSIDERAMOS a Angel Herrera como el hombre público más discreto con que España cuenta desde que desapareció Maura, siendo similar a aquel gran orador y estadista en la pureza de su sentimiento patriótico y en la grave honradez con que administra sus dotes de talento y cultura, en beneficio exclusivo de la comunidad. Su discurso del día 22 en Valencia es seguramente el más importante documento de sabiduría política de todos cuantos discursos han trascendido a la opinión nacional en los varios meses que llevamos de República. Aunque no alcance la altura del de Ortega y Gasset en belleza exterior, en la superior atracción literaria que engrandecía la conferencia famosa del Cine de la opera, ni tampoco quizá en el ingenio con que allí se hacía la crítica del gobierno republicano, el discurso de Herrera queda muy por encima de la disertación del filósofo en valor positivo.
Sabe convencer, con la excepcional elocuencia que poseen los juicios profundamente serenos, del valor actualísimo que tienen las enseñanzas de la Silla apostólica aplicadas a la realidad práctica en la vida española: acatamiento al Régimen, pero libertad de juicio y conducta frente a la legislación...
Lo más sustancioso del discurso es, sin duda, la descripción que, a modo de vaticinio, y con la expresión simultánea de un deseo, hace del porvenir político inmediato: de un lado, la izquierda masónica, nutrida, sobre todo, por los elementos marxistas en sus varios grados. Frente a ella, una derecha de ideales, una verdadera derecha católica, representada por un centenar, al menos, de diputados, conseguidos por las distintas organizaciones que en las provincias van surgiendo, además de la Acción Nacional, y unidas todas por la semejanza de lemas y programa. En el centro, como fuerza gubernamental conservadora, pero no católica, la representación de la burguesía republicana y de ]os monárquicos o exmonárquicos que se pueden calificar como "derecha de intereses", amiga del orden y defensora de la propiedad.
A esta pintura queremos poner nuestros reparos. Por lo que tenga de profecía, desmintiéndola en nuestro sentir. Y por lo que tenga de anhelo, mostrando nuestra discrepancia.
No habla, en efecto, el insigne periodista del lugar que debe ocupar, que ocupará la derecha nacionalista, derecha más extrema que todas las analizadas por aquél, ya que como ninguna propugnará la hostilidad contra los planes masónicos y extremará la crudeza en los procedimientos de combate. Entendemos y pronosticamos, por nuestra parte, que no faltará en el próximo porvenir político una fuerza que con la consigna "España sobre todo" realice en la arena política la tarea de resucitar el culto a la Patria, como respuesta airada y ambiciosa contra la criminal negación de todas las izquierdas y contra la tibieza antipatriótica o la mezquindad derrotista de varias derechas. Nunca es tarde para suscitar, propagar e imponer ansias históricas de engrandecimiento, creencia irreductible y remozada en la capacidad del pueblo para servir un ideal nacional de gran calibre, ni puede verse con la sosegada conformidad de Angel Herrera esa especie de renunciamiento a la conquista de la masa neutra, condenada a colaborar con los partidos antinacionales o a sumirse en el mortífero sopor de una derecha de intereses. Si sagrado es despertar y reasumir las máximas energías para situar a los católicos en la defensa de las libertades religiosas, no lo es menos la tarea de vigorizar tantas mentes dormidas de católicos o indiferentes en la fe patriótica y poner en marcha las voluntades de todos para el servicio de España.
Esto sólo puede hacerlo un Movimiento impregnado de frenesí españolista, movido por la juventud y dedicado a combatir en todos los terrenos tanto a la marrullería burguesa que escatima sus deberes como al desenfreno de la ola materialista. Esa es "la extrema derecha" que falta en el cuadro pintado por Herrera.
Se avecinan tiempos de duras luchas y urge tener pertrechado un instrumento nacional de choque contra las embestidas de la barbarie soviética. Necesita España correr radicalmente a la derecha sus posiciones de defensa.
(Anónimo. Libertad, núm. 29, 28 de diciembre de 1931.)
Hay que imposibilitar la vida en la Universidad española a los traidorzuelos que pactan con los pistoleros del comunismo. La dignidad universitaria debe estar muy alejada de esa baja política.
DICTADURA FASCISTA Y DICTADURA PARLAMENTARIACOMENCEMOS este artículo advirtiendo que nos es imposible hablar con un mínimo de claridad y entereza, porque la coacción de un hombre, del Ministro de la Gobernación, pesa sobre todas las plumas y todas las bocas con el máximo rigor. Esta aparente libertad de escribir, por la que el caciquismo republicano nos permite decir una parte de lo que quisiéramos, con el hipócrita pretexto de defender a la República, es mil veces más enojosa que la censura previa. Aquí hay despotismo contra el pensamiento, y a la vez hay el sarcasmo, la injuriosa farsa de un alarde de liberalismo por parte de los déspotas.
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La dictadura republicana, que, más que de la República, es de los grupos que la acaparan contra la voluntad de los españoles, es sin duda un régimen agradable a los caciques que, con garras y colmillos, se han apretado contra la figura del Régimen y sobre el cuerpo de la Nación, decididos a no soltar uno y otra hasta que humillados se les rindan o hasta abandonarlos inermes y moribundos en manos de la barbarie soviética. El estribillo de los usurpadores es bien fácil: un argumento simplón y testarudo. "Que la República peligra. y que ante todo y contra todos es preciso salvar a la República.."
Los caciques se reservan -¡desde luego!- señalar quiénes son los enemigos de la República, éstos deben ser privados, sin más apelación, de todo derecho y opinión de crítica y aun perseguidos en su persona y sus bienes en favor de las oligarquías dominantes. De esa forma la libertad de todos está a merced del Gobierno, y éste, como no puede me- nos, a la orden de periodistas y caciques. El sistema, como se ve, es de una pureza democrática y de una "dignidad" definitivamente gloriosas. Estas conquistas de la libertad bien merecen una revolución y un "colapso" económico. Los que hayan perdido la mitad de su fortuna o toda ella, los que se hayan quedado sin trabajo y la nación que ha visto el vandalismo y la anarquía disfrutar de los más excepcionales fueros, deben comprender que todo está bien empleado, porque -¡al fin!- a tan poco precio hemos alcanzado la libertad igual de que tantos siglos de despotismo nos habían despojado.
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Ignoramos si será bueno para salvar o asegurar a la República cubrirla de ignominia absolutista. A nuestros despreocupados gobernantes les alecciona y entusiasma el ejemplo de Méjico y Rusia; para sostenerse no es necesario servir al país, sino someterle; a la opinión contraria no se trata de rebatirla, sino de prohibirla. Que es el camino del fascismo, pero con fines diametralmente contrarios. El fascismo se asienta en un propósito nacional de construcción y sirve una idea espiritual y ética: el engrandecimiento nacional y el respeto a las libertades y derechos fundamentales de la vida privada -propiedad, familia, religión-. El despotismo mejicano, ruso y el de la España caciquil de hoy tiende, por el contrario, a esclavizar al pueblo en servicio de planes concebidos y decretados por entes internacionales; deshace la nación en beneficio de sus dominadores y de la rapacidad extranjera, y persigue al individuo en sus derechos y prerrogativas sustanciales, tendiendo al exterminio de la Religión, la propiedad y la familia.
Aquél - el fascismo- es un recurso de fuerza para salvar a la civilización. Este -el parlamentarismo marxista, erigido en dictaduras es un artificio despótico inventado para precipitarla en la anarquía o en la dictadura roja. El fascismo, además, se presenta desde el primer momento como una idea que venera la fuerza, que erige la dictadura nacional en régimen de salud; la opinión que se le agrega sabe lo que aplaude y lo que vota. Sube éste al Poder con un título de veracidad que le hace legítimo y respetable.
La dictadura del Par1amento y el socialismo, en cambio, alcanza el método con gritos de libertad y promesas de amplia tolerancia; tiene su razón de poder en la democracia. Cuando, una vez arriba, se convierte en despotismo, realiza una estafa contra el pueblo que convierte en ilegítima su dictadura y autoriza la expulsión violenta de los usurpadores, aunque el pretexto alegado para el despotismo sea la salvación de la República.
(Anónimo. Libertad, núm. 33, 25 de enero de 1932.}
Cierra España.
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