Basta de guerra indigna entre españoles.
Basta de complacencia senil con la obra traidora de los generados.
Ya que el Gobierno no defiende a la nación, debe hacerlo la Sociedad, hoy con su repulsa y mañana con la creación del nuevo Estado hispánico.
Hay que impedir con nuestras vidas o con las de los traidores que se consume la labor infame de destrucción emprendida por la Prensa enemiga.
(Anónimo. Libertad. núm. 3. 27 de junio de 1931.)
Los salvajes linchamientos de Santa Olalla (Toledo) han confirmado con trágica elocuencia la tesis de "El regreso a la barbarie" sostenida en estas columnas.
Por el honor del Pueblo pedimos una política de alta significación nacional que restablezca el imperio del respeto a la vida ajena.
Deben dar fin -antes que nada- todas las explosiones de odio cometidas por el populacho impunemente.
"La intangibilidad del pensador,
o del pretendido tal, ha desencadenado
así sobre la sociedad una nube
de envenenadores y destructores inaccesibles
al castigo que hicieron de su impunidad un dogma más."
(DAUDET.)
EN el número anterior (*) nos referimos, para combatible, a uno de los errores que dañan el vigor de la opinión pública en las falsas democracias: el de simplificar, con mentalidad decimonónica, las cuestiones políticas, suponiendo que el problema de hoy como el de hace ciento cuarenta años es liberar a la ciudadanía del supuesto absolutismo del poder.
Hoy vamos a comentar otra de las trágicas tonterías con que los pueblos alejados del conocimiento trascendental de sí mismos socavan - presos de la misma imbecilidad democrática - los elementos de su posible grandeza: Es el respeto a la llamada "opinión pública", cuyo reflejo, y a la vez fuente, se dice ser la Prensa.
He aquí la gran mentira, en cuyo cultivo pone su más voluptuoso amor, la casta beneficiada por el equívoco: ¡que los periodistas reflejan la opinión pública!... La trama no podía estar mejor urdida. (*) Véanse págs. 29, 32 de esta edición.
Dice la religión democrática: -"No hay más poder que el del Pueblo; su voz es soberana"... Y ¿quién es "el Pueblo"? ¿Sin duda el que consigue una mayoría de mandatos para las Cortes?...- Según: Los doctores de la ley democrática - los escribas del periodismo- contestan o no afirmativamente, a juego con la conveniencia de sus planes.
¿Hay que echar abajo a un dictador que disgusta al gremio de las rotativas?... Pues digamos al Pueblo que la única soberanía legítima, la de las Cortes, está suplantada ‘por la tiranía personal; hay que reconquistar la soberanía, y para ello, el pueblo, agitado, alucinado por los doctores de la contradicción diaria, debe seguirles, actuando en la calle.
Ya tenemos alcanzada la libertad; no hay más que leer la Premisa, donde se dibujan con sagrada cólera los horrores del pasado, y con ungida emoción las bienandanzas del porvenir, para convencieres de que la Nación, por fin, será feliz; toda "la opinión pública" ea parlamentaria... Las sibilas de la Prensa están acordes.
Pero... puede suceder que el Parlamento se haya elegido de modo que no estén satisfechos los oligarcas de la pluma; o que los magnates ocultos de la Prensa capitalista no hayan sacado bastante ración en la revuelta... o, simplemente, que los vividores del escándalo se cansen de ver a la Nación demasiado pacífica. Hay que volver, entonces, las cerbatanas contra el Congreso; hay que sabotear la "representación nacional", que -ahora- resultará no representar "al pueblo"; que fue elegida impuramente, o que se aleja con la mayor contumacia de los imperativos de aquél... Lo dicen los doctores con la misma solemne indignación, con idéntico gesto sibilítico que sirvió antes para decir lo contrario.
Y así, la Crítica Omnipotente, el poder superior de los que más chillan derriba legislaturas parlamentarias... o llega a entronizar un nuevo dictador, en pueblos tan profundamente extra - parlamentarios y con públicos tan viciosamente entregados a la voz de los escándalos, como son los nuestros.
De igual manera, las oligarquías de la pluma pueden mantener entre un remanso de alabanzas -y esto acaso lo veamos- una representación adulterada, que ejerza verdadera tiranía de partido... o que en sí misma subvierta su mandato para convertirse en instrumento traidor del populacho agitado en la calle...
No hay, pues, ni Constitución, ni Parlamento, ni Pueblo, donde, en realidad, se mueve la vida del Estado a compás del escándalo o de la insidia, cultivados profesionalmente por un grupo de desconocidos, puestos en la cumbre de la llamada "opinión pública".
El país suele encontrarse en situaciones tales, diferenciado en dos estratos de muy diferente valor y, fatalmente, de inversa influencia en la marcha del Estado, a lo que corresponde por su respectivo volumen y dignidad. De un lado, el estrato inferior, el que sustenta la Nación con su trabajo constante y pacífico, alejado de revueltas políticas porque harto tiene con trabajar todo el día para sostener familias y hacer Patria: Con éste, que es el verdadero Pueblo, no hace falta contar. Su nombre y sus funciones las usurpa el estrato superior, constituido por una masa minoritaria, alojada, de ordinario, en las ciudades, que, dócil a los dictados de la Prensa, enamorada del jaleo, se agita sin cesar en persecución de nuevas fórmulas y hostigada por diferentes apetitos: Este es el llamado falsamente, pero comúnmente "Pueblo", que se revuelve sin tregua, atacando cada día a un fantasma con el brío, de un toro enfurecido por el griterío del circo, y tropezando a cada acometida con un nuevo engaño...
Tal es la oligarquía de los periodistas. Difícil es prever a qué profundidad caerá la reputación y la entereza de un país encadenado por tan férrea conjuración de la hipocresía industrializada.
Desvariada la actividad de los ciudadanos por frenéticos odios políticos, y minada la juventud por el veneno pornográfico, por el criminal barreno de un nihilismo materialista, es obligada la marcha regresiva de la Sociedad. Cancelado, por otra parte, todo pensamiento nacional unitario, es claro que no se puede proyectar empresa alguna de grandeza entre el conjunto de las naciones: por esto se dice con tanta razón que la actitud de los oligarcas degenerados está inspirada por ocultos enemigos de la Patria. * * *
Ningún español desprovisto de la mentecatez a que tiene condenados la Prensa farisaica a la mayoría de sus lectores, osará calificar de exclusivamente sombrío el cuadro anterior. La inminente realidad se irá encargando de sacar a las embobadas gentes de orden de su incomprensible optimismo pancesco. No hay otro dilema: o la Nación se libra de la Prensa morbosa, o ésta consigue hundir para la vida de algunas generaciones el honor de España
A la juventud sana le corresponde contener con una disciplinada acción hispánica, esa oleada de degeneración.
Es urgente sacudir con intrépida severidad la maraña envenenada de los planes judaicos, aplastando sin compasión la Prensa antihispánica.
Es preciso purificar el ambiente público y devolver al pueblo hispano su magnífica soberanía, miserablemente regentada por los degenerados.
(Libertad, núm. 3, 27 de junio de 1931.)Cuando Abd-el-Krim asesinaba millares de Españoles, cuando los mutilaba vivos y muertos, algún periódico publicó sus retratos y ensalzaba su figura.
Cierra España.
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