domingo, 4 de octubre de 2009

Movimiento español JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-sindicalista) 1ª parte.



Sentido nacional




He aquí nuestra conversación con Ledesma Ramos:


—¿...?


—Localice usted el nacimiento y creación de las Juntas de Ofensiva Nacionalsindicalista en la hora misma en que suspendió su publicación «La Conquista del Estado», víctima del rigor policiaco de Galarza, y tanto como eso, de la atmósfera de entontecimiento demoliberal que se respiraba en España –derecha, izquierda y centro– hasta hace unos meses. «La Conquista del Estado» desapareció hace ya un año y medio; pero sus veinticinco números denunciaron antes que nadie toda la mentira, toda la ineficacia, toda la candidez y todo el peligro de desviación y hasta de traición nacional que representaban aquellos pobres principios decimonónicos de las jornadas abrileñas. Y no era eso oposición a la República, como tal. No. Pues ante nuestra vista estaba bien cercano el pobrísimo impulso y el fracaso terminante de la Monarquía. Era otra cosa: teníamos sentido nacional español, ansia de servicios eficaces a la cultura y a la tierra que constituían nuestro ser de españoles; sabíamos quién era el enemigo –las organizaciones marxistas, poderosas y violentas–, y nos creíamos, por último, en posesión de las técnicas más precisas para debilitarlo.


—¿...?


—Y entonces, abrazados a una interpretación militante de nuestra fe política, dimos paso a las JONS, donde, repito, los grupos de jóvenes lectores que se habían adherido a la consigna de resurgimiento nacional propagada en nuestro periódico, colaboraron durante un año en una tarea silenciosa y resignada, con perfecta cohesión y disciplina. Nos sostenía un espíritu vigilante, seguros de que muy pronto el pueblo español sentiría la necesidad de defender a la desesperada su derecho a una Patria y a una cultura que él mismo había creado. Pues la presencia angustiosa de tres realidades, de tres amenazas, como son: los separatismos roedores de la Unidad, la ola marxista antinacional y bárbara operando en nuestro suelo; la ruina económica y el paro constituyen peligro suficiente para que la gran mayoría de los españoles, o por lo menos la minoría más heroica, tenaz y responsable, aceptasen el compromiso de una acción política encaminada a recuperar la fortaleza de la Patria y la prosperidad económica del pueblo.


La eficacia política


—¿...?


—No hay política, eficacia política, sin acción. No interesa tanto a las JONS atraer millones de españoles a sus banderas como organizar cientos de miles en un haz de voluntades, con una disciplina y una meta inexorable que atrapar. El nombre mismo de nuestros grupos, las Juntas señala la primera preocupación del partido, la de promover a categoría activa, militante, el mero existir pasivo y frío que caracteriza hoy la intervención política del pueblo.


—¿...?


—Sí. Delimitamos, por ahora, el sector de nuestras propagandas. Sabemos que el espíritu y la táctica de las JONS, es decir, sus ideas y su estilo de acción, sólo puede ser aceptado por la juventud española universitaria y obrera. Esto es, hijos de burgueses y proletariado joven, unidos en dos logros supremos: el resurgimiento de la grandeza y dignidad de España y la elaboración de una economía nacional, de sentido sindicalista, corporativo, sin lucha de clases ni marxismo. Sólo la juventud sabe que las instituciones y procedimientos que sirven de base al Estado liberal-burgués son una ruina en nuestro siglo, capaces tan sólo de despertar la adhesión y el entusiasmo de las gentes viejas. Y sólo ella sabe también que no hay licitud política alguna a extramuros de una idea nacional indiscutible, irrevisable, y que para mantener en su más firme pureza esa fe nacional, ese sentimiento de la Patria, es hoy necesario formar en unas filas uniformadas y violentas que contrarresten y detengan las calidades temibles del enemigo rojo.


El pueblo español


—¿...?


—En efecto: imperio y pan. No hay grandeza nacional y dignidad nacional sin estas dos cosas: un papel que realizar en el mundo, en la pugna de culturas, razas y regiones que caracteriza el vivir humano del planeta; un pueblo satisfecho, de coma y alcance, un nivel de vida superior, o, por lo menos, igual que el de otras naciones y países. Pero hay más. Si la economía nacional ha de ser próspera, es decir, lo necesariamente rica para asegurar el esplendor vital del pueblo, el primer factor es el de tener como base una pujanza y una fortaleza nacionales, una capacidad productora y un optimismo creador, imperial, que sólo consiguen y atrapan los pueblos que aparecen en la historia formados apretadamente en torno a la bandera de su Patria. Por ejemplo, la España del siglo XVI. Y hoy, el fascismo italiano.


—¿...?


—Nada es hoy posible sin un orden, una disciplina y una colaboración activísima de las masas. Quien rechace o prescinda de las masas como de algo molesto y negativo está fuera del espíritu español de nuestro siglo, de la realidad que ahora vivimos. Las JONS aceptan, acogen y comprenden en su verdadera significación esa especie de glorificación de las masas a que asistimos hoy. Y por ello creemos que la única garantía de que pueda lograrse en España un orden permanente, una fecunda disciplina española, es aceptar, o más aún, reclamar la presencia palpitante del pueblo, de las masas españolas. Demostraremos al marxismo que no nos asustan las masas, porque son nuestras. Es, pues, tarea del partido, primera justificación del partido, el encontrar los moldes, los perfiles recios, durables y auténticos sobre que volcar la colaboración, efusividad y fuerza creadora del pueblo español. El marxismo encrespa las masas e inutiliza su carácter de españolas, movilizándolas bajo consignas negativas y rabiosas. Las hace bárbaras, insolidarias y hasta criminales. Al contrario de eso, las JONS intentarán ofrecer, aclarar y señalar a las masas hispánicas cuál es la ruta del pan; es decir, de la prosperidad y del honor; esto es, de su salvación como hombres libres y como españoles libres. Sabemos bien que sólo será libre el pueblo español cuando recobre su ser, su coraje y su fuerza –que viene negando o desconociendo desde hace dos siglos– y proyecte todo eso sobre el cerco enemigo que le ataca.


Moviles de índole nacional


—¿...?


—Nuestra negación radical es el marxismo. Nuestra afirmación primera, la grandeza y dignidad de España. Claro que estos dos afanes pueden compartirlos asimismo –en la letra, no en el espíritu– los sectores burgueses de izquierda; pero las JONS saben bien que sólo coronando esos propósitos con una política de sacrificio y de violencia, de realidad nacional y no de farsa parlamentaria, de heroísmo en la calle popular frente a los rojos, pueden ser obtenidos rotundamente. Esperamos, pues, la adhesión inmediata de esas juventudes burguesas de izquierda, ilusionadas hasta ahora por los mitos del siglo XIX, ingenuos, candorosos, y lo que es peor, ineficaces y blandos ante el enemigo.


—¿...?


—Las JONS constituyen, puede decirse, un partido contra los partidos. No admitimos como lícitos en política otros móviles que los de índole nacional. España va a la deriva, gobernada por el egoísmo de los partidos, que hacen jirones la unanimidad histórica de España, su capacidad de independencia y sus defensas esenciales. Queremos el partido único, formado por españoles sin calificativo alguno derrotista, que interprete por sí los intereses morales, históricos y económicos de nuestra Patria. Queremos la dictadura transitoria de ese partido nacional, forjado, claro es, en la lucha y asistido activamente por las masas representativas de España. ¡¡Dictadura nacional frente a la dictadura del proletariado que propugnan los rojos y frente a los desmanes de la plutocracia capitalista!! Hasta conseguir las nuevas instituciones, el nuevo orden español, el nuevo Estado nacional de España. Nada nos liga a la España liberal y blanducha anterior al 14 de abril. Nada nos impide, pues, comenzar nuestro camino desde esta situación republicana que hoy existe. Pero, repito, la historia de España es gloriosa, formidable. Algunos de sus Reyes, magníficos jerarcas, geniales creadores de alma nacional, y de ellos estamos orgullosos ante el mundo. Ahora bien: hoy España, el pueblo español, vive una forma republicana de gobierno, y las JONS declaran que se librarán mucho de aconsejar al pueblo su abandono. En todo caso, ni Monarquía ni República: el régimen nacional de las JONS, el nuevo Estado, la tercera solución que nosotros queremos y pedimos.


Revolucionarias y católicas


—¿...?


—Las JONS se consideran revolucionarias. Por su doble índole de partido que utiliza y propugna la acción directa y lucha por conseguir un nuevo orden, un nuevo Estado, subvirtiendo el orden y el Estado actuales. Somos, en lo económico, sindicalistas nacionales. Tenemos en nuestro programa la sindicación forzosa de productores, y desde los Sindicatos de industria a la alta Corporación de productores –capital y trabajo–, una jerarquía de organismos nacionales garantizará a todos los legítimos intereses económicos sus rotundos derechos. Otra cosa es en nuestra época caos, convulsión, ruina de los capitales y hambre del pueblo. Sólo nosotros, nuestro sindicalismo nacional, puede hacer frente a todo eso, aniquilando la lucha de clases y la anarquía económica.


—¿...?


—¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España. Pero quede bien claro que las JONS aceptan muy poco, se sienten muy poco solidarias de la actuación política de los partidos católicos que hoy existen en España. Viven éstos apartados de la realidad mundial, y al indicar como metas aceptables las conquistas y los equilibrios belgas, denuncian un empequeñecimiento intolerable de sus afanes propiamente nacionales, españoles.


—¿...?


—Sí. ¡Viva España! Vamos a airear este grito, haciendo que las masas lo hagan resonar con orgullo. Una de las más tristes cosas, de tantas cosas tristes como se ofrecían a los españoles desde hace sesenta años, era esta realidad de que el grito de ¡Viva España! fuese considerado como un grito reaccionario, al que había que proscribir en nombre de Europa y del progreso. ¡Oh, malditos!


Cierra España.

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