domingo, 25 de octubre de 2009

Los fallos de la memoria


Los fallos de la memoria


El listado de nombres que se reflejarán en el monumento a los republicanos represaliados durante la Guerra Civil y el franquismo incluye falangistas, militares del bando nacional y hasta un asesino

El monumento de León a las víctimas republicanas de la Guerra Civil se convertiría en un homenaje a los caídos de todos los bandos si no se corrigen los errores detectados en el listado de nombres trabajado por las asociaciones desde el año 2004, en el que constan varios militares claramente adheridos al bando nacional. El pasado día 8, Aerle y el Foro por la Memoria de León daban por cerrada esta lista.


Sin embargo, las aportaciones de historiadores e investigadores como Alejandro Valderas o José Cabañas, el testimonio clave del histórico veterinario Miguel Cordero del Campillo y las indagaciones de este periódico demuestran que varios de los nombres que se colocarán en las placas del memorial corresponden a personas vinculadas al ejército golpista. Se trata de soldados fallecidos en el frente, en unos casos por casualidad del destino, caso del soldado de reemplazo Emilio García Ríos, y otros por opción propia, como los al menos nueve gallegos que fueron ejecutados tras rebelarse por el rancho que estaban recibiendo. Hay informaciones que apuntan a que otros 23 soldados nacionales fueron fusilados en León acusados de «izquierdismo» y registrados en los libros de deifuntos y es reseñable el caso del concejal falangista Alfonso Rodríguez Luengo, cuyo nombre también estaba previsto incluir en la capilla laica que se ultima en el cementerio de León con una inversión municipal de 203.000 euros.

Familiares afectados por estos errores instan a las asociaciones a rectificar las listas, pero algunos van más allá y consideran que las decenas y decenas de identidades incluidas en el memorial deberían ser revisadas con mayor rigor para evitar que el homenaje a los republicanos quede empañado por una polémica sin precedentes, puesto que éste será el primer acto oficial que se celebrará en honor de las víctimas republicanas del franquismo.

En el puerto de Somiedo... «Según oímos en su día a los vecinos, mi hermano y otro soldado bajaban de noche al frente en el puerto de Somiedo y allí una bomba de la aviación les mató», recuerda Pedro García Ríos (85 años) en el salón de la vivienda familiar, en Ribadeo (Lugo). Su hermano Emilio -"ercero de siete hijos-" murió en la montaña leonesa en agosto de 1936, sólo un mes después de que se desencadenase la contienda civil. «Era de la quinta del 33 y ya había estado en la revolución de Asturias de 1934; salió sin un rasguño, pero en la guerra...».

En aquel momento, lo lógico hubiera sido enterrar a Emilio y su compañero también fallecido en una fosa común, «pero como eran sólo dos, les enviaron a enterrar al cementerio de León», asegura Pedro. Su padre removió cielo y tierra para encontrar a Emilio o sus restos, pero murió con esa pena. «Mi madre se terminó al poco tiempo de morir mi hermano y mi padre fue después», señala. Hoy por hoy, Pedro es partidario de no remover la historia y dejar que la memoria de su hermano quede en el recuerdo. «Es un debate absurdo después de tantos años. Ni polvo quedará de él siquiera...».

Galicia protagoniza también el capítulo recordado por el veterinario Miguel Cordero del Campillo (1925) en Crónica de un compromiso sobre un grupo de falangistas gallegos fusilados por indisciplina militar en Puente Castro. Se quejaban de la comida que recibían . En una larga entrevista para este reportaje, Cordero del Campillo retrocede a su infancia y recuerda que unidades de voluntarios procedentes de Galicia ocuparon parte de las dependencias del Colegio de los Agustinos de León al inicio de la Guerra Civil. Podría ser el primer trimestre del curso escolar. «Recuerdo las canciones que cantaban: Aquí termina la historia / de un falangista gallego / que se encuentra destacado / en el puerto de Somiedo », entona el veterinario al tiempo que continúa su relato. «Cocinaban en el patio. Un día nos metieron en clase y no nos dejaron salir. Oímos que les recluyeron porque hubo un plante ante problemas de rancho. El mayor contaba como mucho con 20 años». Fueron fusilados en el campo de tiro de Puente Castro.

En las páginas de su libro, Cordero del Campillo recoge textualmente: «El juicio sumarísimo acabó con sentencias de muerte, que llevaron a varios de aquellos pobres mozos gallegos a morir en el campo de tiro de Puente Castro, en la misma tierra arcillosa donde caían sus adversarios, los condenados por rojos. Se acabaron las canciones. Yo pensé en lo irracional de la situación, en la que aquel cabo que cantaba como un ruiseñor, que se había alistado como voluntario, moría por una protesta que, posiblemente, fuera más que razonable. Supe también del fusilamiento de varios empleados de aviación por sabotajes que habían provocado accidentes de aviones».

Las investigaciones realizadas por el historiador Alejandro Valderas confirman el enterramiento y registro de un grupo de nueve miliatres sólo dos días después que el soldado natural de Ribadeo Emilio García Ríos. De esos nueve militares, cinco no tienen nombre. El mismo investigador aporta una amplia relación de nombres cuyo vínculo con la defensa de la República es más que sospechoso. Todos ellos fueron inscritos en el mismo libro del cementerio de León donde se también se registraron los asesinados republicanos, razón que puede explicar los múltiples errores del listado. Entre ellos se encuentra el del soldado Serafín Barriero, originario de Lameiriño (Orense) y que fue enterrado el mismo día que García Ríos. La documentación conservada por Valderas, entre ella el número 30 del Boletín de Guerra del Frente Popular de Asturias y León, se hace eco de informaciones que apuntan a que los problemas de disciplina militar en el bando nacional provocaron el fusilamiento de 23 soldados en la ciudad de León sólo en los primeros meses de la Guerra Civil.


El malquerer del concejal. Otro de los casos más llamativos que aún sigue en el listado colgado en Internet por las asociaciones de la memoria histórica es el del concejal falangista Alfonso Rodríguez Luengo, protagonista de uno de los episodios más oscuros ocurridos en la comarca bañezana durante la Guerra Civil. Su caso ha sido estudiado por el investigador José Cabañas, quien relata detalladamente en su web (www.jiminiegos36.com) el asesinato urdido por el edil contra un convecino y su posterior ajusticiamiento por un pelotón de correligionarios -"el diario Proa informó sobre este hecho bajo el titular La justicia falangista se hace en casa -". El estudio de José Cabañas relata cómo Alfonso Rodríguez Luengo, copartícipe por matrimonio de una pequeña fábrica de herraduras, se opuso al noviazgo de su única cuñada con un cartero para no dividir ni compartir la propiedad hasta el extremo de ordenar su vil asesinato. Fue detenido y apresado en San Marcos. Allí coincidió con un grupo de 16 republicanos bañezanos, varios de ellos recluidos por él. Fue ejecutado el 18 de febrero de 1937 en Puente Castro.

Otro de los nombres incluido en el listado del mausoleo de los republicanos es el de Florentino Escanciano Álvarez. La memoria de los suyos se va apagando, pero su hermano conserva algunos papeles y documentos pertenecientes a este soldado fallecido el 27 de octubre de 1936 y enterrado dos días después en el cementerio de León. Familiares lejanos recuerdan que «no es algo de lo que se hablara en casa», pero esos papeles son hoy la confirmación de que este joven originario de Cistierna pertenecía al ejército del bando nacional, en el que ingresó como recluta de la quinta del 34. El 1 de marzo de 1936 fue llamado a filas. Se dice que perdió la vida «al rechazar un ataque, en el que resultó gravemente herido». Se encontraba en el Regimiento de Infantería de Montaña número 31. El certificado de sumuerte revela que resultó malherido en el frente y posteriormente fue trasladado a León e ingresado en un centro hospitalario. «Resultó gravemente herido», resume uno de los partes. Florentino había estado destacado anterioremente en alguna unidad desplazada en Astorga. Murió a los 24 años de edad. Ese mismo día fueron enterrados junto a él los soldados Roberto Linares Mejuto, de 23 años; Santos Cabrera García, de 29, y José María Díez, de 22.



Cierra España.



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