Hace unos días recibí un email, sobre los hechos acaecidos en Jaén, durante la GC española, la cual me parece bastante interesante. Se me dice en el email que si no me importa publicarlo en el blog, cosa que me parece loable y justa, que mi ideal este fuera de lo que se considera políticamente correcto,no quiere decir que no pueda ser objetivo y como mi intención es la de ser precisamente objetivo, publico esta de los acontecimientos vividos en Jaén capital, en 1937, considero que la historia de este país es la de los dos bandos y no la que se esta contando desde hace treinta y cinco años; años que llevamos de democracia, como siempre comento no voy a cambiar la historia, sea esta o otras, pero al menos si intento que se conozcan las dos, que realmente solo es una, cuestión que ahora por desgracia y por mucho que digan no lo realizan, así que sea esta pues acoplada aquí en mi blog para que sea de conocimiento publico.
Juan CUEVAS MATA
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La relativa tranquilidad con que Jaén "...dejaba pasar la guerra..." 1, se vio interrumpida por la acción de una escuadrilla de bombarderos el día 1 de abril de 1937. Los aviones, seis trimotores, aparecieron desde detrás de las Peñas de Castro, después de haber rodeado Jabalcuz a baja altura, y encararon la ciudad por el sur. El ataque se llevó a cabo en una sola pasada de dos formaciones en cuña de tres aviones cada una, siguiendo los usos normales, en cuanto a bombardeos se refiere, de la aviación de 1937. En el reloj de San Ildefonso quedaron marcadas, por mucho tiempo, las cinco y veinte de la tarde2.
Las dos patrullas de bombarderos se desplegaron sobre la ciudad formando un pasillo aéreo de unos 150-200 metros de ancho, atravesándola de sur a norte, en toda su extensión, por la zona central del barrio de San Ildefonso; siendo, probablemente, la iglesia su referencia principal y el lugar que debían sobrevolar los aviones situados en el centro de las cuñas. Las bombas afectaron a las siguientes calles y plazas: calle Fuente de don Diego, calle Olid, plaza de San Félix, calle Juan Izquierdo (Josefa Segovia), calle Batería, calle Miguel Romera, calle Jorge Morales, calle Pilar del Borrego (Obispo Aguilar), calle los Romeros, calle Azulejos, calle Mesa (Emilio Mariscal), calle Ancha (Muñoz Garnica), plaza de San Ildefonso, calle Hurtado, calle Teodoro Calvache, calle Nicolás Salmerón (Dr. Sagaz Zubelzu), calle Chinchilla, plaza del Deán Mazas, calle Mesones (Federico de Mendizábal), calle Pablo Iglesias (Correa Weglison) y calle Julio Burell (Virgen de la Capilla). También cayeron algunas bombas en las inmediaciones del Barranco Hondo: la Corona y la Huerta Baja, en las afueras de la población3.
Juan Eslava Galán tuvo ocasión de hablar con un piloto alemán que había participado en el bombardeo de Jaén, y ha recreado la visión que éste tuvo de la ciudad desde el aire en su novela Catedral. "Yo me acuerdo de una ciudad blanca y roja, en medio de la parte parda del campo y me acuerdo del verdor de los patios con palmeras y de un dedo de humo que se elevaba del horno de un tejar y de unas sábanas blancas tendidas al sol de una azotea que, movidas por el viento, parecía que nos saludaban, pero sobre todo me acuerdo de la catedral desde arriba. Parecía un cofre de oro guarnecido de torres y cúpulas, cuadrada, cerrada como un secreto..." 4.
Nadie dio la alarma debido a la sorpresa del ataque, a la rapidez con que se produjo y a la "...imprevisión en los elementos militares, ya que por falta de organización de los mismos ni se dio aviso a la aviación leal para que desplazara algunos cazas, ni en los edificios apropiados como la catedral y sitios como el castillo se tenían emplazadas baterías antiaéreas que la misma tarde del bombardeo se comenzaron a emplear..." 5. Jaén era una "ciudad abierta", que no contaba con defensas antiaéreas de fortificaciones.
La incursión aérea encontró al vecindario en sus quehaceres cotidianos: en sus casas, en la calle, en los cafés, en los comercios, en los talleres o en cualquiera de las colas que había que guardar desde los primeros meses de la contienda, para comprar pan, carbón, petróleo o algún otro producto de primera necesidad, dependiendo de como estuviera abastecido el mercado6. Aquella tarde, salvo los alumnos de los colegios privados con semana inglesa, que descansaban los sábados por la tarde en vez de los jueves como todos los colegios públicos, no tuvieron clase, y estaban en sus casas, entretenidos jugando en la calle o en alguna cola7.
Las bombas alcanzaron numerosos edificios resultando muertos o heridos muchos de sus habitantes. "...Los familiares a los que cogió fuera lloraban desesperados en los escombros. Recuerdo a un niño, de unos diez años, muriendo entre una puerta y la pared... Todo el tiempo que duró el bombardeo lo pasamos en un patio que había allí muy amplio, y yo hacía lo que veía hacer a los demás. Me ponía las manos en la cabeza ..." 8
Una bomba alcanzó de lleno la oficina de farmacia de don Antonio Espantaleón Molina, situada en la calle Muñoz Garnica, matando en el acto a los cuatro o cinco clientes que se encontraban en ella; don Antonio salvó la vida milagrosamente porque, en ese preciso momento, había bajado al sótano en busca de un medicamento9. Martínez, el relojero de la plaza del Deán Mazas, todavía conserva como una reliquia el flexo con el que se iluminaba y resultó agujereado por la metralla de una bomba que calló en la plaza, dañando de cierta consideración la fachada del edificio de la Económica, de la Delegación de Hacienda, del palacio de los Vilches y la estatua de Capuz, erigida en homenaje al arquitecto Justino Flórez10. Todas las casas que había frente a la fachada principal de la iglesia de San Ildefonso resultaron destruidas por una bomba, menos la que hace esquina con la calle Hurtado, viéndose también muy afectada, como todavía puede verse, la fachada de la Iglesia y las dos primeras casas de la calle Martínez Morente11.
En la calle Olid murieron nueve personas12. En la calle Batería una madre y sus tres hijos13. Pero la bomba que más estragos produjo fue la que cayó en la calle Fontanilla (principio de la actual calle de Federico de Mendizábal), donde se concentraban varias decenas de personas, sobre todo mujeres y niños, guardando cola para comprar carbón, de las que resultaron veintidós muertos y el resto heridas de diversa consideración14. Algunas bombas, como la caída en la calle Chinchilla, no explotaron, siendo retiradas por las autoridades ante la expectación del vecindario15.
El Ministro de Comunicaciones de la República y diputado por Jaén, Bernardo Giner de los Ríos, que se desplazó nada más conocer la noticia desde Valencia "...para asociarme personalmente al dolor del pueblo que ha sido víctima de uno de los más feroces bombardeos; de un atentado criminal, sin objetivo, como no fuera el de hacer el mal por el mal mismo..."16, evaluó así los daños: "Ciento cuarenta y tantos fueron los muertos, más de doscientos ochenta los heridos, de ellos ochenta gravísimos. Y en la extensa zona azotada por el crimen, los escombros lo llenan todo"17.
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