domingo, 29 de noviembre de 2009

ARTICULO EXTRAIDO DEL BLOG, LA ULTIMA BANDERA


ALTA TRAICIÓN.


Alta traición la que se ha consumado, con independencia de la sentencia del Tribunal Constitucional respecto al Estatuto de Autonomía de Cataluña, la separación entre la región catalana y el resto de España es ya un hecho insalvable en el que todo el sistema ha colaborado tanto a derecha como a izquierda.

Es difícil pensar en un desenlace bueno, cuando toda esta situación viene fraguándose desde la aprobación de una nefasta Constitución en la que tanto la mayoría política como social española admitió la existencia en el texto fundamental del ordenamiento jurídico español de la palabra “nacionalidades históricas” sin pararse ni un momento a pensar en la legitimación que esa palabra daba a las mentiras con la que los separatismos llevaban envenenando determinadas regiones españolas desde finales del siglo XIX.

¿Cómo es posible haber llegado hasta aquí?, ¿Cómo es posible que una nación entera, la más vieja de Europa, haya comenzado por si misma un proceso de suicidio colectivo como en el que nos encontramos?. La explicación puede parecer enrevesada pero es muy sencilla, basta con tener un rebaño de borregos como sociedad (sí, hace tiempo que la sociedad española no merece ser llamada pueblo, sino simplemente masa, masa analfabeta e irresponsable), la clase política no es más que un reflejo de la sociedad que representa.

Desde hace más de 30 años a izquierda y derecha no ha habido más que personas interesadas en el poder, su posicionamiento económico y la irresponsabilidad de mantener sus puestos a toda costa a través de leyes que hipotecaban la nación y a la sociedad, así se ha ido tejiendo una tela que ha ido invadiendo todas las ramas de la sociedad: la política, la económica, la mediática y la cultural.

En aras de mantener el poder actual se ha hipotecado el futuro y el porvenir de la nación española, llevamos 30 años cediendo competencias de educación, seguridad, y justicia a partidos declarados abiertamente antiespañoles, la propia España a través de los gobernantes que su “pueblo” ha elegido ha dado al separatismo las armas más adecuadas para destrozar la nación. Ahora la gente (la poca a la que le sigue importando la nación) se empieza a dar cuenta de el lio en el que nos habéis metido todos sin excepción.

¿Cómo se puede esperar que un territorio que es declarado por la norma fundamental del Estado como nacionalidad histórica no quiera constituirse más tarde o más temprano en nación de pleno derecho?

¿Cómo puede esperarse que tras 30 años educando a generaciones enteras de vascos y catalanes en el odio a España y en la tergiversación de la historia de esas dos regiones españolas no haya gente que siga apoyando la violencia o no haya una inmensa mayoría de vascos separatistas?

¿Cómo hemos podido asumir con normalidad que se le llame “país” a una región que forma parte del territorio nacional español?

Muy sencillo, el enemigo está en casa y los españoles con la finalidad de apaciguarlo le hemos ido dotando de las armas que necesitaba para destruirnos.

Ahora es hora pedir cuentas, a TODOS, porque son todos los que nos han metido en esta situación.

Ahora me acuerdo de usted “señor” presidente del desgobierno y su famoso “aprobaré lo que venga de Cataluña” con su sonrisa burlona y las cientos de banderolas a sus espaldas, enarboladas por aquellos que gracias a su partido se sacaron la ESO pasando de curso sin examinarse.

Ahora me acuerdo de usted señor Aznar “el patriota” y de su famoso “movimiento de liberación nacional vasco” o de cómo vendió al sector españolista de su partido cortando la cabeza al señor Vidal Cuadras para poder asegurarse el poder durante 4 míseros años a cambio de cercenar el sector españolista catalán para siempre.

También me acuerdo ahora de ustedes comunistas de IPC, de ustedes nacionalistas de CIU que tienen como representante en el congreso a un señor nacido en Huesca, a ustedes de ERC, muchos de los cuales engrosaron o simpatizaron con la banda terrorista TERRA LLIURE, de ustedes señores del PSC y del PPC que por sus complejos, no vaya a ser que se les considere menos catalanes, han contribuido a construir los mitos separatistas y la nación catalana cada 11 de septiembre, asistiendo aunque se llevasen salivazos, ya hay que tener poca dignidad, a ese acto vergonzoso de tergiversación histórica que se hace frente al monumento del patriota español Rafael Casanova.

Me acuerdo del señor Montilla, nacido en Córdoba y de cómo desprecia con sus leyes su lengua madre y a los que la hablan en Cataluña, no siendo que le consideren un “Charnego”, eso sí, todo entre risas y subidas de sueldo colocando a familiares a diestro y siniestro para seguir chupando del dinero público.

Me acuerdo de aquellos indeseables que sin escrúpulos venden periodismo españolista en Madrid mientras contribuyen a dinamitar la nación creando opinión separatista repartiendo AVUIS por los kioscos catalanes.

Me acuerdo de aquella Vanguardia Española que hace poco ha emitido una editorial conjunta con otros 12 periódicos catalanes avisando y amenazando sobre las consecuencias que tendrá en la sociedad catalana un estatuto recortado por el Tribunal Constitucional.

De aquellos señores que por no perder su dieta, coche y sueldo oficial se pliegan a los dictámenes del partido “prietas las filas” sin importarles su complicidad en todo lo que está pasando.

Ahora pregúntense como es posible que hayamos llegado donde hemos llegado, pero pregúnteselo a ustedes mismos y encontrarán la explicación.

Todos estos que nos han vendido, enfrentado y manipulado sin otro objeto que repartirse trozos de nuestra Patria y obtener sueldos que en el mercado laboral habrían sido soñados para ellos son los mismos de los GURTEL, de las comisiones del 3%, del caso FAISAN, de los expolios a los ayuntamientos y de las reformas hogareñas a cargo del presupuesto público, los mismos que tienen casas de 1 millón de euros, los mismos que subvencionan talleres de masturbación o películas pornográficas para adolescentes mientras suben los impuestos a una clase trabajadora que porque no decirlo, mientras tengan pan, Belén Esteban y partidos los domingos se dejaran pisar hasta que ustedes se cansen.

Firmado : Maderal.

Cierra España.

FRANCISCO LARGO CABALLERO


Presidente del Gobierno de la II República Española desde el 4 de Septiembre de 1936 hasta el 16 de abril de 1937, nació en Madrid el día 15 de octubre de 1869.


Realizó sus estudios primarios en un colegio de los HH. Escolapios de Granada y en la escuela de San Antón de Madrid. La precariedad económica de su familia le obliga a trabajar desde los siete años en los más diversos oficios: recadero, aprendiz de encuadernador, cordelero y estuquista. Ingresó en UGT en 1890 y en el Partido Socialista en 1894, siendo uno de los mas eficaces colaboradores de Pablo Iglesias. Posteriormente, su trayectoria sindical y política le llevará a ocupar cargos de dirección en ambas organizaciones. Largo Caballero fue Presidente de UGT y Vicepresidente del PSOE.

En 1909 es deportado por su campaña contra la guerra de Marruecos.
Encarcelado varias veces, miembro de los comités que declaran la huelga general en 1917 (fue condenado a treinta años de cárcel, siendo amnistiado posteriormente) y 1934, elegido concejal y diputado en repetidas ocasiones, Largo Caballero desarrolla un intenso trabajo en las instituciones públicas, en las tareas organizativas, en las relaciones internacionales (participa en la creación de la Federación Sindical Internacional en 1919 y de la Organización Internacional del Trabajo el mismo año) y en la definición de la política socialista de la época.


Intervino muy activamente en los acontecimientos que provocaron la caída de la Monarquía, y al llegar la República en abril de 1931 es nombrado Ministro de Trabajo, siendo autor de gran cantidad de legislación social, en la que recogía algunas de las reivindicaciones tradicionales del movimiento sindical desde su fundación.


El Presidente Azaña le encargó en 1936 la formación de su gobierno, reservándose Largo Caballero el Ministerio de la Guerra. El 15 de mayo de 1937 y tras una serie de derrotas militares, presentó la dimisión del gobierno en Valencia.


Al finalizar la guerra, Largo Caballero se exilia a Francia y al ser invadido este país por los alemanes es entregado a la Policía hitleriana, que le interna en el campo de Orianemburgo donde permanece tres años, siendo liberado por las fuerzas polacas en 1945. A los 77 años de edad y tras serle amputada una pierna en un intento de salvar su vida, Largo Caballero falleció en un hospital de Paris el día 23 de marzo de 1946.

Honrado en sus exequias por la España exiliada y por el Estado francés, el traslado de sus restos a España en 1978 fue una de las manifestaciones populares más numerosas y emotivas celebradas en Madrid.

Largo Caballero colaboró en la fundación de los periódicos "El Heraldo de Madrid" y "El Socialista" y fue autor de "Pasado, presente y futuro de la UGT".

Cierra España.

SUCESOS EN 1933.11ª parte.


Largo Caballero discute la participación socialista en el gobierno y afirma: «vamos a la conquista del poder»


El Socialista, 25 de julio de 1933

«Compañeras y compañeros: Había hecho el propósito de no tomar parte en ningún acto semejante al que estamos celebrando durante el tiempo que estuviese desempeñando un cargo en el Gobierno de la República. Quería yo, después de salir del Gobierno, ponerme en contacto con la clase trabajadora española para darle a conocer mi experiencia dentro del Gobierno de la República y, además, para explicarle la legislación social de aquélla. Pero las circunstancias me han obligado a desistir de ese propósito, y, a requerimientos insistentes de la Juventud Socialista Madrileña, vengo hoy aquí; mas debo advertiros que lo que yo voy a decir hoy aquí no deshace, no prejuzga, no tiene casi nada que ver con lo que yo tenga que decir después de salir del Gobierno republicano.

Prólogo de otros actos análogos

Pudiéramos afirmar que este acto es el prólogo de los varios que yo pienso celebrar en España después de salir del Gobierno de la República. Considero de indispensable necesidad para la masa trabajadora española el difundir lo más exactamente posible lo que es la República española.

Naturalmente que al venir hoy aquí se ha producido, contra mi voluntad, una expectación, debida en buena parte a la gran imaginación del pueblo español, y por otra, a la mala fe de nuestros enemigos. Pero ya sabéis que yo soy, entre otras cosas, acaso no muy convenientes en política, hombre claro, hombre que procura no ocultar lo que piensa.

Ya sabéis que no soy orador, y, mejor que vosotros, lo sé yo. Es posible que en lo que yo diga hoy aquí pueda haber algo de diálogo, algo que no sea simplemente monólogo; pero esto no depende de mí, depende de las circunstancias. Yo tengo que advertir que si de lo que diga resulta algún diálogo, en mi intención no está, ni por lo más remoto, molestar a los que se consideren aludidos. Lo que yo diga lo diré con toda clase de consideraciones y de respeto para las personas.

Breve autobiografía

Parece que es costumbre, camaradas, que en estos actos -digo parece que es costumbre porque, como sabéis, llevo ya más de dos años si hablar en público- que el orador se haga una pequeña autobiografía, que exponga al auditorio un esquema de su personalidad política. Yo no os voy a molestar mucho en este particular. Sólo os voy a decir que hace cuarenta y tres años ingresé en la Unión General de Trabajadores de España, y en este marzo último hizo cuarenta años que empecé a militar en la Agrupación Socialista Madrileña. De mi actuación en las organizaciones donde he intervenido se os puede informar por ellas. No lo voy a hacer yo. Unicamente lo que quiero decir, lo que quiero hace constar, es que no soy un advenedizo a la organización política y sindical españolas, que yo no soy un aventurero en este movimiento político obrero, que yo soy un socialista, pero no por sentimiento simplemente, sino por convicción. Yo soy de los que protestan contra las injusticias sociales, de los que creen que el régimen que vivimos no es inmutable, que es no sólo susceptible de modificación, sino de sustitución por un régimen socialista, colectivista; soy de los que creen que para hacer esto no se precisa simplemente una mayor cultura, un mayor desarrollo económico de la sociedad, sino que es indispensable, y para mí fundamental, el que la clase trabajadora actúe con eficacia por medio de sus organizaciones políticas y sindicales para lograr el cambio de régimen. Es decir, que yo no he olvidado todavía aquellas palabras de Marx: «Proletarios de todos los países, uníos.» «La emancipación de la clase trabajadora ha de ser obra de ella misma.»

Hecha esta presentación, debo manifestaros que tampoco aspiro a jefaturas de ninguna clase ni a ser director exclusivo de ninguna política; soy un compañero del Partido que expone sus ideas libremente, y luego, el que quiera, las acepta, y el que no, no. Esto en mí no es nuevo. En abril de 1930, en este mismo local, yo decía que a la clase trabajadora no le hacían falta jefes, ni le hacían falta pastores, sino que la clase trabajadora por sí misma haría aquello que más le conviniera y que considerara más justo.

Motivo fundamental del acto

Uno de los motivos por los que yo he venido aquí es porque me creía obligado a contribuir de esta manera al fondo para la rotativa; pero, además, y fundamentalmente, porque observo que el enemigo común va apretando el cerco y aumentando la agresividad contra nuestro Partido y contra nuestras ideas. Y este hombre, ya de algunos años -perdonadme la vanidad-, tiene el temperamento todavía joven y no está dispuesto, mientras él pueda, a contribuir, ni por acción ni por omisión, a que el enemigo pueda aumentar sus armas contra nuestras ideas o pueda manejarlas mejor contra nuestro Partido. Este es el motivo más fundamental que yo he tenido para venir hoy aquí.

He dicho que el cerco del enemigo común cada día se estrecha más. No es que a nosotros nos asombre el que esto suceda, porque estamos acostumbrados a acometidas de igual naturaleza, según se prueba con la historia de nuestro Partido y de nuestras organizaciones. Hace cuarenta y tres años, cuando yo ingresé en la organización, la agresividad existía, pero hoy ocurrirá lo mismo que les ocurrió el año 1930. Habiendo dicho yo aquí, en abril, las palabras que os he recordado, en octubre tuvieron que llamarnos para que cooperásemos al triunfo de la República. Y deben tener presente que las cosas no están tan llanas, que los obstáculos no han desaparecido, que las dificultades para la República persisten y que sin el Partido Socialista y sin la Unión no podrán defender con eficacia a la República. (Aplausos.)

Un momento histórico

Es ahora cuando pudiéramos decir que entramos ya en el tema de la conferencia. A pesar de las campañas de todo género que se hicieron contra nosotros, en octubre del año 1039 tuvieron que venir a solicitar del Partido y de la Unión General de Trabajadores la cooperación. momento histórico en nuestro país y momento histórico para nuestras organizaciones. A partir de él se plantea una cuestión que yo me voy a permitir tratar, aunque sea brevemente, porque no quiero mortificaros mucho con mi palabra. (Denegaciones.) La cuestión de si el Partido Socialista y la Unión deben o no tomar parte en la revolución española. Y el Partido Socialista y la Unión, por medio de sus representantes, acuerdan que sé, que deben tomar parte en la revolución. ¿Y cuándo y cómo lo acuerdan? ¿Es que el acordar esto era una cosa extraordinaria? ¿Era una cosa que estaba fuera de los cálculos de nuestro Partido, de la táctica de nuestro Partido? Leed nuestro Programa y veréis que en el Programa mínimo la primera cuestión que se plantea es «supresión de la monarquía». Es decir, que el Partido Socialista tiene como primer punto en su Programa mínimo, no en el máximo, sino en el mínimo, la supresión de la monarquía. El Partido Socialista, por ese Programa acordado en nuestros Congresos, estaba en la obligación de trabajar, de desarrollar sus actividades, para suprimir la monarquía española. ¿Cómo lo había de hacer? ¿El Partido sólo? ¿El Partido en colaboración con otros elementos? Eso dependería de las circunstancias. El Programa no dice cómo, pero es sabido de todos que las circunstancias son las que obligan a una conducta, a una táctica.

La condición no aceptada

Nosotros siempre habíamos afirmado, siempre habíamos defendido la supresión de la monarquía española, hasta el extremo de que hemos sido censurados, criticados injustamente por muchos elementos que se llaman afines, porque durante la dictadura de Primo de Rivera no hemos atendido sugestiones que se nos hacían por ciertos elementos, que luego fueron a la Asamblea de Primo de Rivera, para contribuir a movimientos que llamaban revolucionarios. Y cuando les poníamos condiciones como ésta: Que nosotros no iríamos a ningún movimiento si no era para derribar la monarquía española y, además, que no admitíamos un cambio de dinastía, que había de ser forzosamente para instaurar la República, esos elementos no aceptaron nunca de plano nuestras condiciones; esos elementos nos decían siempre que lo primero que habría que hacer era poner al Rey en tal o en cual sitio de nuestro país, con todas las garantías de seguridad, para que luego el país resolviese lo que creyese oportuno. Otros nos hablaban de un Rey constitucional, como si no se llamase así al que fue Rey de España. En una palabra: que ninguno de los elementos que se acercaron a nosotros iba de una manera clara, terminante, a derribar la monarquía española. La mayor parte -y ahora explicaré por qué la mayor parte- se refería, se conformaba con derribar al que llamaban el dictador: Primo de Rivera. Nosotros entendíamos que el verdadero dictador era Alfonso XII (Muy bien.) Y que el otro era un agente del segundo, y que lo que había que hacer era derribar al patrono, con lo que su agente quedaba anulado y fuera de servicio.

Cómo fuimos al Comité revolucionario

Algún elemento no se negaba en absoluto a esto que nosotros pedíamos; pero hay que reconocer que en el conjunto de esos elementos había alguno que no inspiraba a nuestro Partido la confianza suficiente para colaborar con él. Siempre lo dijimos: Cuando el Partido Socialista vea que se le requiere formal y seriamente, con garantías posibles de poder transformar el régimen monárquico en República, el Partido Socialista ayudará a ello con la Unión General de Trabajadores de España. ¿Y qué ocurrió? Pues que un día, en octubre de 1930, se acercaron a nuestro Partido representantes que a juicio nuestro ofrecían esas garantías de seriedad y de lealtad para ir al movimiento. En cuanto se presentaron, reconocimos que era el momento en que el Partido debía decidirse a cooperar en la revolución. Y así lo hicimos, sin titubeo ninguno. Fuimos al Comité revolucionario. Estando en él (no olvidéis esto que os estoy manifestando, para que saquéis después las consecuencias), se nos dijo: «Es preciso que el Partido tenga representantes en el Gobierno provisional. Si esto no se hace, tenemos fundamentos para decir que la revolución será imposible ahora.» Es decir, que los mismos elementos que nos invitan a tomar parte en la revolución, nos dicen: «Si no hay representantes del Partido Socialista en el Gobierno provisional, no podemos responder de que la revolución se verifique.» Y no solamente los hombres que estaban en el Comité revolucionario, sino otros elementos que habían ofrecido su cooperación a la revolución, vienen y nos dicen: «Si ustedes, socialistas, no forman parte del Gobierno, no es fácil que la revolución se realice.» En esa situación, nosotros acordamos participar en el Gobierno provisional. Y aquí se nos plantea ya la cuestión de la colaboración ministerial.

El problema de la participación

Yo tengo que decir, con todos los respetos, que me parece que se ha tergiversado un poco el problema de la participación ministerial; que el caso de España, que el caso nuestro no es el caso que se plantea en la mayor parte de los países sobre la participación ministerial, porque España no estaba en una situación normal. Nosotros no hemos ido a participar en un Gobierno republicano dentro de una situación normal. Nosotros hemos ido a una revolución, nosotros hemos participado en ella y hemos ido a un Gobierno revolucionario; no es la participación ministerial corriente, normal, que no se nos ha planteado a nosotros en el Partido Socialista español todavía el problema en la parte fundamental, que pudiera ser discutible, de la participación en Gobiernos burgueses; eso está todavía virgen en nuestro Partido; eso no está decidido en nuestro Partido. Lo que está decidido es participar en un Comité revolucionario, en un Gobierno provisional que hace la revolución. Y después, ¿qué ocurre? Pues que este Gobierno provisional, en lugar de hacer lo que han hecho muchos Gobiernos provisionales, estar meses y meses gobernando con amplias facultades, se apresura a normalizar la situación, en vista de cómo se proclamó la República en España; se apresura a constituir un Parlamento. Cuando se va a las elecciones nos encontramos con que nuestro partido lleva a la Cámara más de 100 diputados, constituyendo el grupo más numeroso del Parlamento.

La victoria electoral y sus consecuencias

Situación del partido: contribuye a la revolución, forma parte del Gobierno provisional, se va a las elecciones y el grupo más numeroso es el socialista. Cuando con unas elecciones generales realizadas con la mayor pureza, el partido socialista resulta ser el más numeroso de la Cámara, ¿es el momento de abandonar el Gobierno? Los votos obtenidos por nuestros representantes en el Parlamento, ¿querían decir que debíamos dejar de participar en el Gobierno? (Varias voces: No.) Yo no hago la pregunta para que se me conteste, sino para que se la conteste a sí mismo cada uno. ¿Qué se hubiera dicho del partido socialista si en el momento de llevar a las Cortes ese grupo parlamentario declara: «Nosotros nos vamos del Gobierno»? «¿Y qué van ustedes a hacer?» «Vamos a hacer lo que hacen todas las oposiciones.» «¿Y con quién se forma Gobierno?» ¿Es que no supondría para el partido una gran responsabilidad haber abandonado entonces los sitios que ocupaban los representantes del partido, produciendo, como es natural que se produjese, un gran trastorno político en nuestro país, negando la cooperación en el Gobierno? N creo que eso se le pudiera ocurrir a nadie. Y seguimos en el Gobierno. Y estando en el Gobierno, nosotros tenemos el deseo y el interés de que esta República, traída por republicanos y socialistas, no sea lo que fue la primera República; deseamos que sea una República que se consolide, una República que se estructure políticamente. Para ello había que aprobar una Constitución. Cooperamos a la discusión y a la votación de la Constitución de la República.

La Constitución y las leyes complementarias

Cuando esto se hace las derechas empiezan ya a intranquilizarse. Y comienzan a amenazar, a hablar de revisión de la Constitución. Cuando esto sucede, los socialistas y los republicanos que han traído la República por medios revolucionarios dicen: «¡Ah! No es bastante haber hecho una Constitución, porque esta Constitución puede ser falseada después en las leyes complementarias; hay que hacer las leyes complementarias, porque si ahora dejamos el camino libre al enemigo, a los de la derecha, en las leyes complementarias desvirtuarán todo el sentido revolucionario que pueda tener la Constitución. (Muy bien) Y nosotros hicimos el propósito de que, ocurriese lo que ocurriese en España, primero se aprobaría la Constitución, y después, las leyes complementarias.

Así, vimos durante toda esta etapa acometidas de la extrema izquierda que vosotros conocéis. Y un Gobierno al cual repugna tener que emplear la violencia contra nadie, se ve obligado, para defender la República, a emplearla. Con todo el dolor de nuestro corazón tuvo que hacerse. Pero ¿para qué? ¿En nombre de qué, en aras de qué? En aras del régimen republicano.

Vienen acometidas de la derecha, y con la misma consciencia el Gobierno republicano repele esos movimientos y defiende a la República.

El porqué de los sacrificios colectivos

Viene la oposición parlamentaria, y el Gobierno resiste. ¿En aras de qué? ¿En aras del puesto, del asiento que cada uno de nosotros tuviera en el Gobierno? Comprenderéis que en toda esta etapa de dos años a nadie le puede agradar el tener que ocupar puestos como éstos para verse obligado a proceder como ha tenido que hacerlo el Gobierno de la República. Pero había algo que estaba por encima de nosotros mismos: el compromiso de que la segunda República española no muriese como murió la primera. (Muy bien. Grandes aplausos.) Y para eso había que hacer sacrificios, no sacrificios personales, sino colectivos. Muchos; nadie los ha hecho mayores que el partido socialista y la Unión General de Trabajadores de España. Nadie mayores; pero, camaradas, ¿qué sacrificios hubiéramos tenido que hacer si hubiésemos dejado morir la República, si ésta hubiera caído en manos de los elementos de la derecha o hubiese habido una restauración monárquica? Todo lo que haya que sacrificar durante el tiempo de la consolidación de la República, personal y colectivamente, hay que sufrirlo, porque de esta manera habremos contribuído desinteresadamente, como siempre, a la victoria del nuevo régimen. Y tendremos derecho, supongo que tendremos derecho, a pedir respeto y consideración para nuestro Partido y nuestras organizaicones. (Aprobación.)

El problema de la participación no está prejuzgado

Por consiguiente, la participación ministerial durante la revolución y durante la consolidación de la revolución, no es para mí el problema de la participación en el Poder. Yo entiendo que eso no prejuzga para nada la actitud que el partido socialista pueda adoptar en el porvenir sobre esta cuestión. Tendrá que proceder según las circunstancias. ¡Quién sabe si puede darse el caso, y es posible que se dé, de que en determinado momento algunos de los que hoy no están conformes con la participación en el Poder durante el movimiento revolucionario y consolidación de la República, defiendan la participación en el Poder en otro momento, y los que hemos ido a la participación del Poder en estos momentos nos opongamos a la participación en el Poder! (Muy bien.) Porque eso dependerá, como he dicho antes, de las circunstancias, de los momentos políticos, que no están sujetos a nuestra voluntad. Eso no es una cuestión de principio. Eso es una cuestión de táctica. Y nadie puede hipotecar el porvenir sobre este particular; yo no lo hipoteco. Yo quedo, después de salir del Gobierno de la República, en absoluta libertad para mantener mi criterio sobre la participación o no participación en el provenir. Hoy estamos cumpliendo un deber histórico. Por consiguiente, quedamos, al menos yo, en que esto de la participación en el Poder hoy no prejuzga para nada nuestra posición en el porvenir.

Algunas consideraciones más sobre la participación

Conviene decir algunas palabras sobre lo que pueda significar la colaboración ministerial. He dicho hace un momento que no podemos hipotecar nuestro pensamiento, nuestro actitud para el mañana, porque el desarrollo político en nuestro país nos puede conducir a situaciones que nos obligasen a rectificar lo que hoy dijésemos. Yo no puedo olvidar que en un Congreso, no recuerdo bien si fue del Partido o de la Unión General de Trabajadores, habiendo monarquía, alguien habló también incidentalmente de la participación en el Poder. Yo salí inmediatamente al encuentro, diciendo: «No me parece oportuno plantear la cuestión, porque aun dentro de la monarquía pudieran darse casos tan difíciles que, bien a nuestro pesar, nos obligasen a participar en el Gobierno.» Era cuando la guerra de Marruecos. Algún jefe de partido que era republicano, que luego se pasó a la monarquía y que hoy parece que es republicano otra vez (Grandes aplausos), tenía entonces la ilusión de que iba a ser llamado a Palacio para formar Gobierno. Y en seguido mandó a amigos suyos a sondear a los hombres del partido y a preguntarles si colaborarían en un Gobierno formado por él, con elementos, naturalmente, nuevos dentro de la monarquía, con una condición: con la condición de que ellos terminaban la guerra de Marruecos. Cuando esta sugestión se hizo, ya dió que pensar entonces, porque en aquella época era cuando nosotros hacíamos la campaña contra la guerra de Marruecos, era cuando caían a centenares en Africa los proletarios, cuando toda la opinión pública española estaba contra aquella acción guerrera. Aquello podía ser un lazo de la monarquía para meternos dentro de un Gobierno monárquico; pero el hecho era que se ofrecía que si colaboraban los socialistas en aquel Gobierno, la guerra de Marruecos terminaría. Y una de dos: o participábamos en el Gobierno para terminar la guerra de Marruecos, o se nos podía hacer responsables de que la guerra de Marruecos continuara. Recuerdo, y perdonad estas disgresiones, que a la persona que a mí me habló yo le dije: «Y del Ejército, ¿qué van ustedes a hacer?» «Mire usted -me respondió-, en eso no hemos pensado.» «¡Ah, no! Yo no sé lo que hará mi partido; pero yo digo que mientras el Ejército esté como está, ni el rey ni ustedes podrán hacer nada, y la guerra de Marruecos no terminará. Si ustedes no ponen mano en el Ejército y echan fuera de él a los principales culpables de la guerra de Marruecos, la guerra de Marruecos no termina. Yo no sé qué les dirán a ustedes mis compañeros, pero yo les digo que es seguro que sin una garantía de una reforma radical en el Ejército, echando a la calle a los generales principalmente culpables de esa guerra, no podrá haber posibilidad de contar con nuestra colaboración.» Resultado de todas estas conversaciones fue que no nos volviesen a hablar más del asunto. Indudablemente, cuando se planteó la cuestión, que debió plantearse, referente al Ejército, no quisieron atenderla.

La revolución hizo pensar y decidir

Ya en aquella ocasión el problema de la participación en el Poder hacía pensar despacio. Vino la revolución; hizo pensar y decidir. No sabemos lo que podrá ocurrir mañana. Como en el Congreso del partido dije yo, o nosotros actuamos en política, o no actuamos. Y si actuamos en política, nosotros podemos llevar al Parlamento un grupo de tal importancia que o seamos nosotros los que vayamos a colaborar con los burgueses, sino que puede que tengamos que decir a los burgueses que vengan a colaborar con nosotros. Esto no creo que sea una quimera, porque la medida del progreso que en el orden político puede tener nuestro partido no podemos calcularla. Nuestra obligación es luchar políticamente con entusiasmo, con decisión y con eficacia, y al hacer esto no sabemos hasta dónde podemos llegar y en qué medida podemos superarnos. Y nos podemos encontrar ante una situación en que pudiera suceder esto que yo he dicho ahora, que puede parecer a alguien un absurdo. Pues bien, repito, lo de la participación en el Poder no está, para mí planteado.

Y con motivo de todo esto, entramos en la lucha política, entramos en el Gobierno; pasan los primeros meses, se elabora la Constitución, e inmediatamente surgen elementos dentro de la República, dentro del campo republicano, pidiendo que se marchen los socialistas del Poder.

Eso lo diremos nosotros

Tengo que declarar aquí que me parece poco reflexiva esa actitud. Yo creo que esos elementos (no me refiero a los que llaman ahora cavernícolas, que ésos, para mí, no cuentan; me refiero a aquellos que se llaman afines) no reflexionan cuando dicen que los socialistas deben marcharse del Poder, que deben marcharse del Gobierno. No se trata aquí, ni por parte de ellos ni por nuestra parte, de que estemos, como suelen creer muchas gentes, disfrutando de ciertas prebendas dentro de un cargo ministerial, o que lo pueden disfrutar ellos. Eso es muy pequeño, no vale la pena siquiera de discurrir un segundo sobre ello. No; hay que mirar más alto. A estoa elementos republicanos que piden, que solicitan, que hacen campañas en la prensa, y en los mítines, y en los pasillos del Congreso para que los socialistas salgan del Gobierno, yo les voy a plantear la siguiente cuestión: que salgan los socialistas del Gobierno..., ¿por qué? ¿Es que la República está tan segura, tan fuerte, tan sólida en sus cimientos que ya no le hace falta la colaboración de los socialistas? ¿Lo afirman? ¿Están convencidos? Yo me permito afirmar aquí que a la República española le hace falta todavía el apoyo, la colaboración del partido socialista y de la Unión General de Trabajadores. Si hay alguien en el otro campo que crea lo contrario sinceramente, que no le guíen en sus afirmaciones pequeñas razones políticas o de amor propio o ambiciones, que lo entienda así, que lo pueda probar, que lo afirme públicamente. ?No hace falta ya la colaboración socialista a la República¿ ¿Ya está firme? ¿Ya está en plena salud? ¿Ya no tiene que temer nada de nadie? ¡Quien sabe si a estas fechas los hechos habrán demostrado ya todo lo contrario! (Gran ovación.)

Pero, además, vamos a aceptar la hipótesis de que la República está tan firme y que, como ellos, creen, no precisa de la colaboración socialista para que siga adelante. ¿Pero es para esos menesteres para los que nos tienen a nosotros? ¿Pero qué concepto se tiene del partido socialista y de la Unión General de Trabajadores? ¿Pero qué concepto se tiene de estos organismos, que se cree que no pueden colaborar en un Gobierno, aunque sea contra la voluntad de los socialistas, sino hasta el momento en que la República se consolide? Eso lo podremos decir nosotros, pero no ellos. (Muy bien.) Eso lo diremos nosotros pero no ellos.

Vamos a la conquista del poder

Además, hay quien dice: «Ya la República está en marcha, y, como es República, debemos gobernarla los republicanos. (Risas.) ¿Pero qué somos nosotros? ¿Es que porque somos socialistas no somos republicanos? Hace poco hacía referencia al primer punto de nuestro programa mínimo: supresión de la monarquía. Nosotros, por ser socialistas, somos republicanos; si es simplemente por el título de republicanos, tenemos el mismo derecho que puede tener otro cualquiera a gobernar el país. Pero hay quien dice: «No, no; ustedes son un partido de clase. Y como son un partido de clase, no pueden, no deben ustedes gobernar con los partidos republicanos.» ¿Qué significa esta declaración? Porque nosotros no negamos que defendemos a la clase trabajadora principalmente, al mismo tiempo que defendemos los intereses generales del país. Pero esa declaración quiere decir que si nosotros somos defensores de los intereses de la clase obrera, ellos serán defensores de los intereses de la clase burguesa. Si nosotros, por defender más principalmente los intereses proletarios, estamos incapacitados de gobernar los intereses del país, los del lado contrario estarán, a la inversa en la misma situación. Claro que no es ésa la realidad; la realidad es todo lo contrario, pues en un Gobierno como el actual se hace una política de transacción. Pero ellos argumentan así: somos un Partido de clase. ¿Qué quiere decir eso? ¿Es que a la clase obrera no se le va a permitir gobernar, siempre que lo haga con arreglo a la Constitución y a las leyes del país? ¿Es que se le repudia, por ser clase obrera, para la gobernación del Estado, si esta clase obrera procede con arreglo a la Constitución y a las leyes vigentes? ¡Ah!, esto es muy grave. ¿Es que vamos a volver otra vez a los partidos legales e ilegales, ya que no en la Constitución, en la práctica de cada día? A nuestro Partido, por ser partido obrero, partido de clase, como ellos dicen, ¿se le repudia para la gobernación del Estado, permitiéndolo la Constitución, permitiéndolo las leyes? ¿A dónde se le empuja? De una manera inconveniente, están haciendo una labor anarquizante que asombra. Nosotros vamos a la conquista del Poder. (Muy bien. Gran ovación.) Si vamos a la conquista del Poder, nuestro propósito es lograrlo según la Constitución nos lo permite, según las leyes del Estado nos lo consientan.

Cierra España.

SUCESOS EN 1933.10ª parte.



El Tribunal de Garantías anula la Ley de Cultivos de la Generalidad. Indignación de la «Esquerra»


El Sol, 9 de junio de 1933

Votados ya por los vocales del Tribunal de Garantías los cuatro apartados en que dividieron la ley de Contratos de cultivo para resolver la competencia o incompetencia que al dictarla usó el Parlamento catalán, la votación de los cuatro apartados, como ayer decíamos, fue denegar tal competencia al Gobierno de la Generalidad. Queda, por tanto, anulado el precepto legal recurrido por el Gobierno de la República.

Votos particulares a la sentencia sobre la ley de Cultivos

En el Congreso se dijo ayer tarde que en la reunión de hoy del pleno del Tribunal de garantías se encargará de redactar la sentencia al miembro de dicho organismo de filiación liberal demócrata Sr. Beceña y que habrá tres votos particulares: uno, del socialista Sr. Alba, que fue el ponente primitivo en esta cuestión, en que reproducirá su antiguo dictamen; otro, más templado, del Sr. Abad Conde, y un tercero, de D. Basilio Alvarez.

Hoy será aprobada la sentencia

El proyecto de sentencia será sometido a examen, y con enmiendas o sin ellas, definitivamente aprobado en la sesión que hoy, a las once, tendrán los vocales del Tribunal.

También hoy mismo tiene que estar puesta en limpio y firmada la sentencia.

La Esquerra ante la sentencia declarando la nulidad de la ley de Cultivos

La atención de la Cámara estuvo ayer tarde pendiente de la resolución definitiva que adoptará el Tribunal de Garantías en orden al recurso entablado por el Gobierno contra la ley de Cultivos aprobada por el Parlamente catalán.

A primera hora se reunió la minoría de la Esquerra catalana, con asistencia del Sr. Sbert, vocal del Tribunal de Garantías, y las impresiones eran bastantes optimistas.

Se decía que había todavía una posibilidad de que el recurso no se considerara resuelto por completo. Cabía que el mismo Tribunal apreciase que la sentencia tenía vicio de nulidad, ya que el acuerdo no había recaído por mayoría absoluta, circunstancia que establece el reglamento de aquel organismo para que sus acuerdos sean válidos. Y se agregaba que esto era posible porque diez vocales habían votado a favor, otros diez en contra y dos sustentaban un voto particular.

De haber prevalecido este vicio de nulidad, que sería apreciado por el Tribunal en la misma sentencia, la resolución sería volver a tramitar el asunto, o sea repetición de la vista para dar lugar a aumento de prueba por ambas partes.

Pero estas esperanzas desvanecieron pronto. Cerca de las seis llegó la noticia a la reunión de la Ezquerra de que la sentencia era firme y de nulidad absoluta de la ley dictada por el Parlamento de Cataluña. Los miembros de la minoría quedaron reunidos cambiando impresiones y aguardando una copia de la sentencia para conocerla con todo detalle.

Entre los diputados catalanes con quienes hablamos, el disgusto por la resolución del Tribunal de Garantías era manifiesto, coincidiendo todos con el Sr. Lluhí en cuál será la actitud de la Generalidad ante este fallo. Daban a entender que la ley de Cultivos se llevará a la práctica.

Lo que dice el Sr. Ventoso

Preguntado el ex ministro Sr. Ventosa acerca de la resolución del Tribunal de Garantías, que se halla sólo pendiente de la redacción definitiva, sobre la ley de Cultivos en Cataluña, el Sr. Ventosa contestó:

- Cuando existen Tribunales arbitrales, como lo es el Tribunal de Garantías, aceptado y creado por el Parlamento, no hay más que cumplir lo que él disponga; porque, ¿qué autoridad tendríamos para pedir el cumplimiento de una sentencia, en otro caso, si fuera adversa al Gobierno central y favorable al de la Generalidad? Sin entrar en el fondo de la cuestión, hay que cumplir la ley, y por tanto, el Estatuto que hemos aceptado.

Alguno de los periodistas insinuó que parece que elementos de la Esquerra pudieron concebir la idea de aplicar la ley aun después de rechazada por el Alto Tribunal, a lo que el Sr. Ventosa repuso:

- Eso equivaldría a negar la Constitución y el Estatuto, y por ese camino no han de encontrarnos los señores de la Esquerra.
 
Cierra España.