sábado, 14 de noviembre de 2009

Victorias inútiles



José Antonio Primo de Rivera - F.E. núm. 2, 11 de enero de 1934

Hace varias tardes, durante la sesión necrológica en recuerdo del señor Maciá, hubo un momento -ya lo sabe todo el mundo- en que al grito de «¡Viva la República!», se pusieron en pie frenéticamente dos terceras partes de los diputados. No lo gritaban en respuesta a ninguna provocación: nadie había proferido expresión alguna contra el régimen; simplemente de un bando de la derecha había salido un «¡Viva España!», que por poco produce un ataque epiléptico al señor ministro de Hacienda. El señor ministro de Hacienda abrió un portillo en el pupitre que separa al hemiciclo del banco azul, avanzó por ese portillo hacia la mesa donde los taquígrafos trabajan y prorrumpió en vítores al régimen. En seguida, como almacén de combustibles al que se pone fuego, todos los republicanos, los socialistas, la esquerra, el señor Gordón Ordax, todos, todos, se entregaron al frenesí republicano: «Viva la República! ¡Viva la República! ¡Viva la República!».

Lo gritaban de modo amenazador, lanzando sobre los bancos donde se sientan los agrarios, Acción Popular, los monárquicos, tradicionalistas, miradas al mismo tiempo sarcásticas y retadoras; en tanto que de lado a lado del salón, de socialistas a radicales, se tendían de nuevo, como hace dos años, voces y ademanes de camaradería.

Nota saliente del espectáculo fue la desaparición de las derechas. Ante aquellos doscientos energúmenos rugientes, los diputados de las derechas, quietos en sus escaños, desaparecieron como una playa bajo el pleamar. Allí ya no había sensiblemente, C.E.D.A., Renovación, ni nada que no fuese, con la alegría agresiva de las primeras horas, la conjunción del 14 de abril.

Y uno se preguntaba: ¿Pero no han triunfado en las elecciones las derechas? ¿No es el señor Gil Robles quien acaudilla el grupo más numeroso de la Cámara? ¡Sí, sí! A quien en aquel momento le hubieran hablado como de cosa inimaginable de un Gobierno del señor Gil Robles, hubiera pensado que le contaban cuentos de fantasmas. La Cámara, hirviente, rugiente, se presentaba al mismo tiempo como fiera, dispuesta a devorar al señor Gil Robles y a los suyos, y como avanzada de otro ejército de fieras preparado en la calle para armar la primera zalabarda del siglo en cuanto las derechas se hicieran con el mando.

Cuando el 12 de abril de 1931 ganó la conjunción republicanosocialista las elecciones municipales, se adueñaron sus jefes, sin más, de los Ministerios e implantaron la República. En cambio, ahora, después del 19 de noviembre de 1933, las derechas no sólo no han sido capaces de incautarse del Poder, sino que ni siquiera se hubieran arriesgado a aceptarlo de las manos idóneas; ni, lo que es menos todavía, se aventuran a ser muy exigentes en el cumplimiento de su programa mínimo electoral: sirva de ejemplo la amnistía.

¿Por qué esa diferencia entre el 1931 y el 1933? Sencillamente, porque la victoria de 1931 fue una victoria revolucionaria y esta de ahora ha sido una victoria electoral. Detrás de los caudillos del 31 había unas masas pujantes, enardecidas con el mito de la forma nueva. Detrás de los caudillos del 33 hay unas maravillosas organizaciones sufragistas, con oficinas a la moderna, ficheros minuciosos y censos ilustrados; hay, también, unas admirables mujeres que han desdeñado burlas y amenazas por cumplir con su deber electoral; pero no hay una fe ardiente ni masas resueltas.

Los que han contribuido al triunfo electoral derechista pueden dividirse en dos grupos: uno formado por los que votaron en favor del renacimiento de antiguas costumbres; los que añoraban los buenos tiempos de los jornales míseros, de las grandes tierras destinadas al ocio de sus dueños y de los cacicatos de horca y cuchillo, y otro grupo formado por los que quisieron votar contra la disolución de España, contra la impiedad y la crueldad del bienio azañista, contra nuestra colonización por las logias y la Internacional de Amsterdam.

El primer grupo no sólo no nos interesa nada, sino que deseamos con todo fervor, con tanto fervor como los más irreducibles revolucionarios de izquierda, verlo raído del mundo.

Pero las gentes del segundo grupo, a las buenas gentes nacionales que esperaron detener una revolución antiespañola con papelitos en urna, tenemos que decirles: para ganar unas elecciones basta poco más que con señoras y ficheros; pero para ganar un pueblo se necesita más que un cómodo ademán de repulsa; hay que tener una fe, una alegría y una fuerza. Sin ellas -que han de ser puras, sin disimulo ni falsificación- las victorias electorales no sirven para más que para deparar a unos cuantos señores el privilegio de viajar de balde mientras las Cortes duran.


Cierra España.

Carta a Franco.


José Antonio Primo de Rivera escribe al General Franco el 24 de septiembre sobre la revolución que se avecina


PRIMO DE RIVERA, J.A.: Obras Completas. Madrid, 1945: pág. 623

Mi general: Tal vez estos momentos que empleo en escribirle sean la última oportunidad de comunicación que nos quede; la última oportunidad que me queda de prestar a España el servicio de escribirle. Por eso no vacilo en aprovecharla con todo lo que, en apariencia, pudiera ella tener de osadía. Estoy seguro de que usted, en la gravedad del instante, mide desde los primeros renglones el verdadero sentido de mi intención y no tiene que esforzarse para disculpar la libertad que me tomo.

Surgió en mí este propósito, más o menos vago, al hablar con el ministro de la Gobernación hace pocos días. Ya conoce usted lo que se prepara: no un alzamiento tumultuario, callejero, de esos que la Guardia Civil holgadamente reprimía, sino un golpe de técnica perfecta, con arreglo a la escuela de Trotsky, y quién sabe si dirigido por Trotsky mismo (hay no pocos motivos para suponerlo en España). Los alijos de armas han proporcionado dos cosas: de un lado, la evidencia de que existen verdaderos arsenales; de otro, la realidad de una cosecha de armas risible. Es decir, que los arsenales siguen existiendo. Y compuestos de armas magníficas, muchas de ellas de tipo más perfecto que las del Ejército regular. Y en manos expertas que, probablemente, van a obedecer a un mando peritísimo. Todo ello dibujado sobre un fondo de indisciplina social desbocada (ya conoce usted el desenfreno literario de los periódicos obreros), de propaganda comunista en los cuarteles y aun entre la Guardia Civil, y de completa dimisión, por parte del Estado, de todo serio y profundo sentido da autoridad. (No puede confundirse con la autoridad esa frívola verborrea del ministro de la Gobernación y sus tímidas medidas policíacas, nunca llevadas hasta el final.) Parece que el Gobierno tiene el propósito de no sacar el Ejército a la calle si surge la rebelión. Cuenta, pues, con la Guardia Civil y con la Guardia de Asalto. Pero, por excelentes que sean todas esas fuerzas, están distendidas hasta el límite al tener que cubrir toda el área de España en la situación desventajosa del que, por haber renunciado a la iniciativa, tiene que aguardar a que el enemigo elija los puntos de ataque. ¿Es mucho pensar que en lugar determinado el equipo atacante pueda superar en número y armamento a las fuerzas defensoras del orden? A mi modo de ver, esto no era ningún disparate. Y, seguro de que cumplía con mi deber, fui a ofrecer al ministro de la Gobernación nuestros cuadros de muchachos por si llegado el trance quería dotarlos de fusiles (bajo palabra, naturalmente, de inmediata devolución) y emplearlos como fuerzas auxiliares. El ministro no sé si llegó siquiera a darse cuenta de lo que le dije. Estaba tan optimista como siempre, pero no con el optimismo del que compara conscientemente las fuerzas y sabe las suyas superiores a las contrarias, sino con el de quien no se ha detenido en ningún cálculo. Puede usted creer que cuando le hice acerca del peligro las consideraciones que le he hecho a usted, y algunas más, se le transparentó en la cara la sorpresa de quien repara en esas cosas por primera vez.

Al acabar la entrevista no se había entibiado mi resolución de salir a la calle con un fusil a defender a España, pero sí iba ya acompañada de la casi seguridad de que los que saliéramos íbamos a participar dignamente en una derrota. Frente a los asaltantes del Estado español probablemente calculadores y diestros, el Estado español, en manos de aficionados, no existe.

Una victoria socialista, ¿puede considerarse como mera peripecia de política interior? Sólo una mirada superficial apreciará la cuestión así. Una victoria socialista tiene el valor de invasión extranjera, no sólo porque las esencias del socialismo, de arriba abajo, contradicen el espíritu permanente de España; no sólo porque la idea de patria, en régimen socialista, se menosprecia, sino porque de modo concreto el socialismo recibe sus instrucciones de una Internacional. Toda nación ganada por el socialismo desciende a la calidad de colonia o de protectorado.

Pero además, en el peligro inminente hay un elemento decisivo que lo equipara a una guerra exterior; éste: el alzamiento socialista va a ir acompañado de la separación, probablemente irremediable, de Cataluña. El Estado español ha entregado a la Generalidad casi todos los instrumentos de defensa y le ha dejado mano libre para preparar los de ataque. Son conocidas las concomitancias entre el socialismo y la Generalidad. Así, pues, en Cataluña la revolución no tendría que adueñarse del poder: lo tiene ya. Y piensa usarlo, en primer término, para proclamar la independencia de Cataluña. Irremediablemente, por lo que voy a decir. Ya que, salvo una catástrofe completa, el Estado español podría recobrar por la fuerza el territorio catalán. Pero aquí viene lo grande: es seguro que la Generalidad, cauta, no se habrá embarcado en el proyecto de revolución sin previas exploraciones internacionales. Son conocidas sus concomitancias con cierta potencia próxima. Pues bien: si se proclama la República independiente de Cataluña, no es nada inverosímil, sino al contrario, que la nueva República sea reconocida por alguna potencia. Después de eso, ¿cómo recuperarla?. El invadirla se presentaría ya ante Europa como agresión contra un pueblo que, por acto de autodeterminación, se había declarado libre. España tendría frente a sí no a Cataluña, sino a toda la anti-España de las potencias europeas.

Todas estas sombrías posibilidades, descarga normal de un momento caótico, deprimente, absurdo, en el que España ha perdido toda noción de destino histórico y toda ilusión por cumplirlo, me ha llevado a romper el silencio hacia usted con esta larga carta. De seguro, usted se ha planteado temas de meditación acerca de si los presentes peligros se mueven dentro del ámbito interior de España o si alcanzan ya la medida de las amenazas externas, en cuanto comprometen la permanencia de España como unidad. Por si en esa meditación le fuesen útiles mis datos, se los proporciono. Yo, que tengo mi propia idea de lo que España necesita y que tenía mis esperanzas en un proceso reposado de madurez, ahora, ante lo inaplazable, creo que cumplo con mi deber sometiéndole estos renglones. Dios quiera que todos acertemos en el servicio de España.

Le saluda con todo afecto, José Antonio Primo de Rivera.


Cierra España.


Sobre el Cpt. Juan Rodríguez Lozano

El 12 de octubre de 1934 las unidades militares enviadas por el Gobierno de la República se aprestaban a sofocar la huelga revolucionaria desatada en Asturias por el PSOE y la UGT. Una de las columnas militares, compuesta por moros, legionarios y otras fuerzas del Ejército, tenía entre sus mandos a un capitán de trayectoria africanista, de guarnición en León, que respondía al nombre de Juan Rodríguez Lozano. Era el abuelo paterno del actual secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.


La hoja de servicios del capitán Lozano que se guarda en el Archivo Militar de Segovia habla de esta historia desconocida, muy distinta a la que el presidente Zapatero ha referido siempre. Zapatero nunca ha contado que su abuelo participó en la represión contra los mineros asturianos, dirigida por el general Francisco Franco, incluso escapó con vida de un fuerte tiroteo contra los insurrectos izquierdistas. Este hecho, sin duda alguna, pudo haber marcado de forma muy diferente el devenir político de su nieto, que siempre ha sentido el fusilamiento de su abuelo por los franquistas como el origen de su posición política.

Nacido el 28 de julio de 1893 en la localidad pacense de Alange, Juan era hijo de un teniente de infantería, Sebastián Rodríguez. En 1913 entró en la Academia de Infantería de Toledo, y seis años después marchó al norte de África, donde combatió contra los rifeños, teniendo entre sus mandos nada menos que al general Sanjurjo, que luego jugaría un papel muy importante en la sublevación del 36. Lozano consigue en África la Cruz del Mérito Militar por su actuación contra los moros. En 1923 es nombrado capitán y regresa a la Península, primero a Lérida y luego a León. En esta última ciudad se encuadra en el Regimiento de Infantería Burgos nº 36.

Este mismo regimiento que participará en la represión contra los mineros asturianos, levantados en armas el 5 de octubre de 1934 a consecuencia de la huelga revolucionaria planeada por el PSOE y la UGT. El capitán Lozano sale de León hacia Asturias el 12 de octubre, según su hoja de servicios, como ayudante del coronel jefe de su regimiento, llamado Vicente La Fuente Valeztena. Para reforzar el avance de las fuerzas del Ejército por el sur de Asturias, en la que marchan también regulares y legionarios.

El capitán Lozano consigue entrar el mismo día 12 en Campomanes, "asistiendo a los reconocimientos que se verifican sobre los Montes que ocupan los rebeldes", según describe textualmente su hoja de servicios. Dos días después, el 14, Lozano participa en la toma de Ronzón, y es allí donde está a punto de perder la vida, según cuenta su hoja de servicios, ya que cuando va a entrar en el pueblo es "intensamente tiroteado" por los mineros.

La hoja de servicios del capitán Juan Rodríguez Lozano relata así su actuación contra los mineros asturianos:

"En 15 de septiembre marchó por ferrocarril con su Coronel Don Vicente La Fuente Valeztena a Astorga asistiendo con el Regimiento a las Maniobras que tuvieron lugar en los Montes de León terminadas las cuales en 3 de octubre regresó en igual forma a su guarnición. En 5 de octubre y con motivo del movimiento revolucionario estallado en las provincias de Asturias y León se hizo su Coronel cargo de la Comandancia Militar de la Plaza y quedó a las inmediaciones de dicho Jefe de servicio en la misma hasta el día 12 que acompañando al citado Jefe marchó a Campomanes (Asturias) asistiendo a los reconocimientos que se verifican sobre los Montes que ocupan los reberdes (sic), el 14 auxilia al citado Jefe en el reconocimiento sobre el poblado de Rouzón (sic) siendo intensamente tiroteado el grupo de reconocimiento y quedando en el pueblo de Vega del Rey hasta el día 18 que a las Órdenes del citado Coronel que manda la Columna Centro toma parte en la operación que da por resultado la ocupación de Pola de Lena y Ujo pernoctando en este último punto y continuando al día siguiente a Mieres donde el tan repetido Jefe se hace cargo de la Comandancia Militar auxiliándole en su carácter de ayudante en las inspecciones que realiza a los pueblos de aquella zona, donde permanece hasta el 31 de octubre que regresa a su guarnición".

Esta es una esquela publicada por un diario de tirada nacional, el pasado 16 de Octubre de 2006, 72 años después de la “hazaña” protagonizada por el abuelo del sr.presidente:

CARLOS GONZALEZ ALVAREZ, 19 años.

Muerto entre el 14 y el 16 de Octubre de 1.934, junto con numerosos compañeros, también Socialistas y Mineros, en los enfrentamientos con una columna militar enviada desde León por el General Franco, y al mando del Capitan Rodriguez Lozano y otros oficiales.Para que toda la “Ciudadanía” sepa que el abuelo de Rodriguez Zapatero, participó activamente en la represión de una huelga de mineros socialistas en asturias.

Para que toda la “Ciudadanía” sepa que en aquellos acontecimientos hubo que lamentar la muerte de numerosos mineros socialistas a manos del Ejército en el que participaba activamente el abuelo de Rodriguez Zapatero.

Para que la ciudadanía sepa que los motivos por los que fue fusilado, y lo lamentamos, no son otros que los de alta traición.Estando como estaba en el “bando” del llamado “Alzamiento”, con los nacionales, se ofreció como espía, al “otro bando”, para delatar a compañeros y enviar información de movimientos de tropas y de planes tácticos y estratégicos. El libro de Isabel Durán y Carlos Dávila, recientemente editado, explica con detenimiento estos detalles. Eso es, tanto en un bando como en otro, lo más innoble y deleznable que puede hacer un militar: Traicionar a compañeros, subordinados y propios mandos.

Parece que su nieto está por la misma labor: Terminar con la Unidad de España.

Estar en el pacto antiterrorista y negociar con el “enemigo” (ETA) avisando incluso de deten-ciones antes de que se produzcan y sobre todo. Enfrentar nuevamente a las dos Españas como en los siglos XVIII, XIX y XX, que tantos muertos en luchas fraticidas provocó.

Sim embargo existen dos documentos que pueden decir lo contrario al anteriormente citado dando la razon a Zpatero y cito:

"El crimen que desató la guerra civil" de Alfredo Semprún (Ed. Libroslibres, 2005), en el cual se citan dos cartas, que hacen referencia a este capitán y cito:

"nota informativa" enviada al coronel Puigdengola, en la Dirección General de Seguridad:

Capitán de Infantería destinado actualmente en la caja de Reclutas número 50 de León. Por sus ideas intensamente republicanas fue perseguido durante el bienio Lerroux-Gil Robles. Se hallaba de capitán-ayudante en el Regimiento 36. Con frecuencia era nombrado defensor y claro en octubre, lo nombraron para tal cargo la mayor parte de los encartados. Por esto, por negarse a firmar una sentencia de muerte para tres procesados en Consejo de Guerra en que era vocal y "por leer Prensa de izquierdas" se le dejó primero DISPONIBLE; luego se le deportó a Valladolid y luego se le impusieron ocho meses de suspensión de empleo y sueldo a pesar de su brillante hoja de servicios y su gran prestigio profesional.

Desea ser destinado al Cuerpo de Seguridad, pero a León si como se supone se quita de dicho cargo al actual capitán Rivero de historia francamente monárquica y relaciones activas con la UME, además de haber estado totalmente al servicio de la CEDA, y sobre todo de Calvo Sotelo. De dicho capitán Juan Rodríguez Lozano, pueden informar los republicanos de LEÓN que han de tener gran interés en este destino.

Con dos anotaciones a mano del remitente y a quien va dirigida y fecha de 11 de marzo de 1936.

Distinguido correligionario: en reunión celebrada por esta Comisión Central, se acordó dirigirse a V.E. recordándole la entrevista realizada por esta Comisión cuando efectuó el desplazamiento a esa capital, en la que le expusieron la necesidad del traslado del actual capitán de los Guardias de Asalto de esta localidad señor Rivero, y se nombrara en su lugar al pundonoroso también capitán del mismo cuerpo D. Juan Rodríguez Lozano, por ser un caballero militar, republicano probado, que haría excelente labor de depuración en la plantilla de la compañía de guarnición en esta ciudad; extrañándonos no haya surtido efecto la gestión que realizó personalmente la referida Comisión de este Frente que se desplazó a Madrid. En la seguridad de que una omisión involuntaria hizo el que no se diese solución al asunto solicitado, y con gracias anticipadas nos es muy grato saludarle, ofreciéndonos affmos. ss. ss.

Este con fecha 7 de abril y dirigido a D. Diego Martínez Barrio.

El expediente que se guarda en el Archivo Militar de El Ferrol y se puede comprobar in situ las profundas convicciones democráticas del abuelo del hoy Presidente del Gobierno (quiera Dios por el bien de todos que por poco tiempo). El "Capitán Lozano" no creía ni creyó en la Democracia nunca, pues era un revolucionario marxista. A los hechos me remito. En 1934 escribió una carta ofreciéndose al director del diario "El socialista", de reconocido prestigio "democrático", ofreciéndose para escribir artículos de temática militar y hacer proselitismo en los cuarteles a través del susodicho panfleto revolucionario, con el objeto de ganar adeptos en los estamentos militares en favor de la Revolución. Curiosamente, en octubre del mismo año ocurrieron los sucesos de Asturias y Cataluña (abortados por el gobierno los conatos revolucionarios que se produjeron en otros puntos de España), que llevaron a una Guerra Civil apenas dos años después.

Conforme al Código de Justicia Militar vigente en aquel momento, la pena establecida para aquellos militares que hubiesen contribuido a conspirar para derrocar un gobierno legítimo era la de muerte. Por lo tanto en el caso del "Capitán Lozano" no podemos hablar de asesinato o de crimen, sino de ejecución. En 1934 el "Capitán Lozano" conspiró activamente contra el gobierno legítimo de la República con objeto de extender la pólvora revolucionaria por las instalaciones militares de la provincia de su destino. Eso en cualquier Código de Justicia Militar es Alta Traición.

Esta hoja de servicios corresponde al año 1929.
5º subdivisión
Notas de concepto del cuerpo o dependencia

Valor____ Acreditado

Aplicación___Mucha

Capacidad___""

Conducta____Buena

Puntualidad en el servicio___ mucha

Salud___Buena

Estado___Casado

Estatura, un metro 759 milimetros

Instrucción

En ordenanzas____ Mucho

En tácticas_______ "

En procedimientos militares_____ "

En detalle y contabilidad "

En teoría y práctica del tiro ""

En arte militar "

Cursó el inglés

Traduce el francés

Son las que ha merecido en junta de jefes

Ampliación exclusiva del Coronel (anotacion a mano)

Este oficial es un dechado de pundonor, tiene a su favor el concepto de los jefes y de todos sus compañeros. Su modestia corre pareja con su talento y discrección. Pueden confiársele todas las comisiones y trabajos, que desempeñará a satisfaccción. León 31 de octubre de 1927 El Coronel Enrique Alvarez

León 21 de febrero de 1929.

El Coronel,

Manuel Bueno

Un nuevo libro de Isabel Durán y Carlos Dávila titulado "La Gran Revancha" destapa algunos entresijos de las decisiones más recientes y polémicas del Presidente Socialista.

Los periodistas Isabel Durán y Carlos Dávila presentan este lunes, en conferencia de prensa, su libro La gran revancha (Temas de Hoy, 2006) que lleva por subtítulo La deformada memoria histórica de Zapatero. En esta obra, desvelan documentos que desmontan la versión de José Luis Rodríguez Zapatero sobre su abuelo, el capitán Lozano, documentan su pertenencia a la Masonería y prueban las vinculaciones del presidente del Gobierno con la logia leonesa en la que participaba su abuelo con el apodo de Rousseau. La edición incluye un prólogo de Stanley G. Payne y llega a las librerías este martes.

Asegura Stanley G. Payne que “frente a mitos políticos, Durán y Dávila presentan un estudio riguroso y un análisis objetivo e incisivo” y que el libro “tiene una gran importancia en este momento”.

Para el especialista norteamericano "mantener la libertad de la expresión y el estudio objetivo, no político, de la historia son aspectos indispensables de la democracia”. Esta obra, en su opinión, es “una contribución de máxima importancia para sostenerlos y comprender lo que está pasando en España en esta hora de su historia”.

El volumen descubre, por vez primera, la deformada historia familiar del presidente del Gobierno, la figura conscientemente maquillada de su abuelo, y se adentra en las claves personales del Rodríguez Zapatero, convertidas desde su llegada a La Moncloa en motivaciones para las reivindicaciones guerracivilistas. La exhaustiva investigación sobre el abuelo de Zapatero desmonta sin ambages la versión oficial de toda una biografía construida desde la exaltación y el sectarismo.

El abuelo “agente doble” y masón

Los autores sacan a la luz por vez primera el expediente sancionador abierto contra el capitán Juan Rodríguez Lozano incoado por la justicia militar por ofrecerse en secreto a escribir y pasar información a Julián Zugazagoitia, político y director de El Socialista.

El abuelo del presidente era considerado agente doble por el ejército de la República y por tal motivo es apartado de la carrera militar a pesar de los inestimables servicios prestados a la República en la dura represión contra los mineros sublevados por el PSOE y la UGT de Asturias, en la que participa como segundo de a bordo del coronel La Fuente Valeztena en la toma de los pueblos de Ronzón, Ujo, Pola de Gordon y Mieres.

Se reproducen de manera fidedigna los documentos que demuestran que el abuelo Lozano fundó y fue miembro activo de la logia masónica Emilio Menéndez Pallarés n.º15, de León. Cuestión ésta que no tendría mayor trascendencia de no ser porque al lugar donde el capitán Lozano celebraba las tenidas masónicas semanales de su logia acudió en julio de 2006 Rodríguez Zapatero. Lo hizo en su calidad de Presidente del Gobierno para inaugurar la casa museo propiedad de la Fundación Sierra-Pambley, tres días antes de que el Consejo de Ministros aprobara el polémico proyecto de ley de Memoria Histórica.

Lo que ni La Moncloa ni, por supuesto, la propia fundación difundieron es que el inmueble y la aparentemente irrelevante institución filantrópica son la sede de la Logia en la que el abuelo Lozano se convirtió primero en “aprendiz” y luego en “compañero” masón.

Monumento al soldado ausente

El libro responde a diversas cuestiones hasta ahora ocultadas por Zapatero, como el hecho de que acuda en fechas puntuales a la que fue la cárcel de su abuelo, fusilado por los nacionales, coincidiendo con conmemoraciones atávicas y secretas familiares.

En su empeño de falsear la historia de España de manera sectaria y tergiversada. el presidente ha erigido un monumento a su abuelo en el lugar del frente republicano al que el capitán Lozano nunca se incorporó.

En efecto, el 8 de septiembre de 2001, un año después de ser nombrado secretario general del PSOE, Zapatero erige en Araya de Luna un monumento a la figura del capitán Lozano en la que descubrió una placa que reza textualmente: “Homenaje a la dignidad. Muero inocente y perdono, mi credo fue siempre un ansia infinita de paz, el amor al bien y mejoramiento social de los humildes. Capitán Lozano 1893-1896”.

La inscripción alude al párrafo más significativo del testamento Lozano que también citó Zapatero el día de su investidura como presidente del Gobierno. Lo cierto es que Lozano jamás acudió al lugar del frente republicano donde Zapatero levantó el monumento y del que se encontraba apenas a seis kilómetros cuando estalló la guerra. En su lugar, acudió a la capital leonesa, tomada ya por los nacionales, donde fue detenido, encarcelado y fusilado en agosto de 1936.

Icono del resarcimiento

Zapatero ha pretendido situar a su abuelo como un icono de toda una generación perdedora y maltratada a base de falsear de manera consciente incluso su propia historia. Y por ende, el jefe del Ejecutivo, que se autodefinió como “el presidente rojo” ha resucitado con una agresividad inusitada un equivocado, falaz y sectario revisionismo histórico, tan tergiversado como el de su propia historia familiar.

La Ley aprobada por el Ejecutivo de Zapatero termina con la aspiración de la Transición de no utilizar la Guerra Civil en la contienda política. La utilización parcial y partidista radical del presidente del Gobierno busca de manera consciente la criminalización de una parte de España, el centro derecha, representado por el Partido Popular, para evitar que en un futuro próximo esa nueva “extrema derecha” le desbanque en las urnas.

A partir de aquí que cada cual piense lo que le salga de las narices.

Cierra España.